Dentro de este marco binario, es interesante que los americanos tengan dos opiniones con respecto a su preciada democracia. Por un lado, predican fervientemente y con ojos vidriosos que su sistema político multipartidista es la cúspide del desarrollo evolutivo humano, un valor universal que les ha regalado su dios y que representa los anhelos de toda la humanidad, al tiempo que condenan con vehemencia esa misma democracia como irremediablemente corrupta y a sus políticos por ser menos fiables que las serpientes y los vendedores de coches de segunda mano.
Por lo tanto, los americanos parecen tener dos cerebros aparentemente desconectados e incapaces de comunicarse entre sí. Tenemos un cerebro predicando estridentemente la ficción utópica de una hermosa mansión en una colina, mientras que el otro desestima con desprecio la realidad de unos cimientos agrietados y un tejado con goteras, suelos caídos y cableado defectuoso, y todo lo demás. Sin embargo, el propietario del cerebro parece no ser consciente de estas dos realidades sucesivas y marcadamente contradictorias.
Estos patrones de conducta no son difíciles de entender si asumimos que los americanos realmente tienen dos cerebros desconectados, no física sino mentalmente. Al igual que todos los esquizofrénicos, la mayoría de los americanos presentan lo que los investigadores denominan una “desdoblamiento de las funciones mentales”, un trastorno mental caracterizado por la incapacidad de reconocer lo que es real, siendo el síntoma más común las falsas creencias. Esta esquizofrenia derivada parece compartir el escenario con una variante de lo que se conoce como ‘trastorno de personalidad múltiple’, “un defecto mental caracterizado por dos estados de personalidad distintos pero disociados que controlan alternativamente el comportamiento de una persona, acompañado de un deterioro de la memoria que no puede ser explicado por el olvido ordinario”. Esta combinación resume a una persona (a) que posee creencias totalmente falsas, incapaz de distinguir la ficción de la realidad, (b) mostrando dos estados mentales distintos pero disociados y opuestos, y (c) que muestra poca o ninguna superposición de memoria entre estos dos estados. Por extraño que parezca, esto describe a los americanos con demasiada exactitud como para ser una simple coincidencia irrelevante. Debo señalar aquí que ambos trastornos mentales se diagnostican con más frecuencia en los Estados Unidos que en cualquier otra nación.
Los americanos se han visto abrumados por la propaganda utópica desde la infancia, un insidioso Nuevo Testamento fuertemente cargado de religión y emoción, que les adoctrina con una creencia en su propia superioridad moral otorgada por su dios, lo que da lugar a la Máscara de Propaganda en la que ya no pueden ni siquiera reconocer la enorme discrepancia entre sus ideales y sus acciones (o las acciones de su gobierno). Su marca evangélica del cristianismo les dota de la convicción de que son “buenos” y de que todas sus acciones, por malas que sean, también son “buenas”. De ahí que no se comparen con el mundo real el que se desarrollan sus acciones, sino sólo con sus ideales utópicos programados. Es lógico que los americanos parezcan estar ciegos ante esta marcada discrepancia debido al deterioro de la memoria al cambiar los estados de personalidad, la explicación se encuentra en Bernays y el interruptor de “encendido y apagado” que controla los dos cerebros. El problema es simplemente que ambos cerebros (o estados de personalidad) no pueden estar “ENCENDIDOS” al mismo tiempo.
La condición y sus estados son fáciles de observar. En momentos de debate distendido, la mayoría de los americanos pueden cambiar a su estado de realidad y reconocer la democracia y el capitalismo por lo que son, con todas las llagas abiertas y las ampollas levantadas fácilmente visibles y condenarlo con sinceridad. En estos momentos de baja guardia, muchos americanos liberarán una ola de críticas y rechazo moral a su sistema capitalista, con una comprensión al menos intuitiva, si no fáctica, del carácter criminal de sus corporaciones y bancos, y la naturaleza fundamentalmente injusta de sus sistemas legales y judiciales, así como las fallas de su vanidoso sistema democrático multipartidista. Saben muy bien que sus banqueros de Wall Street son vampiros depredadores, que sus tribunales no son ni de derecho ni de justicia, que su democracia está corrompida más allá de la redención, y que la mayoría de sus políticos y ejecutivos corporativos deberían ir a la cárcel. En su mayoría son bastante conscientes de las devastadoras injusticias de su sistema capitalista, y sorprendentemente de la inutilidad de su gran “democracia”. Puede ser sorprendente ver su claridad de visión y sus duros juicios sobre estos fracasos.
Pero en ocasiones, cuando estos fundamentos se ven amenazados, o cuando se exponen a un estímulo propagandístico emocionalmente gratificante que les brinda la oportunidad de “sentirse bien por ser americanos”, el cerebro de la realidad se apaga, el cerebro utópico se enciende, y nos vemos sometidos a una avalancha a veces inquietantemente devota de tonterías nacionalistas. Previamente escribí que gran parte de lo que atribuimos a la hipocresía americana puede deberse en realidad a un tipo particular de locura colectiva americana, lo que parece ser precisamente el caso.
Ningún otro país del mundo ha estado expuesto a una propaganda de lavado de cerebro político-religioso a una escala tan masiva. El patriotismo en los Estados Unidos no es natural ni espontáneo; ha sido planificado, programado e inculcado a todos los americanos desde su nacimiento, al menos a todos los americanos blancos. A menudo es tan insensato que resulta ser cómico y susceptible de ser ridiculizado, pero al mismo tiempo es bastante aterrador. Analicen este ejemplo:
La temática de los medios de comunicación, es que cada vez menos americanos compran árboles de Navidad naturales en favor de los artificiales, que son menos molestos y son reutilizables, por lo que la industria de los árboles naturales ve amenaza su supervivencia a largo plazo. Aquí no hay política ni religión. Sin embargo, esto es América y las cosas son muy diferentes por aquí. El problema, según los medios de comunicación de los EE.UU., no es el cambio en los gustos de los consumidores, sino que es China, concretamente “los árboles de Navidad baratos y falsos de China”. China está “amenazando nuestros auténticos árboles americanos” y, lo que es aún más importante, China también está amenazando a “los patriotas americanos” que suministran los auténticos árboles americanos. Por lo tanto, los medios de comunicación aconsejan a estos americanos amenazados a que demuestren su patriotismo saliendo al bosque a buscar “un árbol cultivado por Dios”. Al leer esto, ¿te ríes o lloras?
Esta trágica combinación de grave desequilibrio mental y angustiosa inmadurez emocional crea un problema existencial para estos histéricos preadolescentes americanos. Por un lado, deben sentirse desesperadamente bien por ser americanos porque es su única fuente de sustento emocional. Pero por otro lado, el hecho de ser americano no implica en sí mismo que nadie se sienta bien con nada. Y lo que es peor, no les basta con sentirse bien consigo mismos, sino que les es imprescindible sentir que son mejores que los demás, por lo que necesitan una comparación externa para iluminar su superioridad. A pesar de su excepcionalismo imaginario y de su supuesta abrumadora superioridad moral, también hay un reconocimiento interno de que estas afirmaciones son falsas, evidenciadas por sus constantes intentos de demostrar una superioridad que, de ser real, debería ser tan obvia que no necesitaría ningún tipo de pruebas.
Pero los americanos no tienen nada valioso propio, ni en sí mismos, ni en su identidad nacional, historia o cultura, así que lo compensan denigrando a los que sí lo tienen. Por eso se ciegan tan vigorosamente ante sus propias faltas, crímenes y atrocidades, y se centran únicamente en los pecados de los demás, aunque tengan que crear otros imaginarios. Esta es en parte la razón por la que la hipocresía se ha convertido en un adjetivo que define a los americanos: no pueden permitir que su identidad nacional colapse por la revelación de sus errores actuales y sus crímenes históricos. Cuando se superpone con su cristianismo maligno, esto se combina para producir su imaginaria y maravillosamente deformada autoimagen de superioridad moral. El resultado final es una nación con poca autoestima intrínseca y pocos valores humanos genuinos, incapaz de verse a sí misma como realmente es: vacía, superficial, vacua, ignorante, mezquina, histérica, envidiosa, agresiva, obsesionada con sí misma e hipócrita.
Esto es lo que Lippman y Bernays (y sus amos europeos) hicieron con el pueblo americano: reprogramaron a toda una nación de forma tan brutal como lo hicieron los Estados Unidos con Filipinas y el Reino Unido con Hong Kong, en este caso creando una sociedad de engañados, histéricos y profundamente enfermos consumidores psicópatas con una historia totalmente ficticia. Probablemente sea justo decir que estos hombres tenían un buen y fértil material con el que trabajar, una composición de los peores rasgos del cristianismo, la ignorancia nativa y la codicia insaciable, pero aún así tenemos que dar crédito a quien lo merece. Los americanos siempre han sido racistas y violentos, pero fueron Lippman y Bernays quienes los convirtieron en asesinos en serie que celebraban sus “bug splats” (aplastamiento de insecto) (1) afganas en los medios de comunicación nacionales. Y fue en este suelo fértil y maligno en el que los presidentes, secretarios de Estado y secretarios de Defensa americanos germinaron tan exuberantemente hasta convertirse en la cadena más larga de asesinos genocidas sociópatas de la historia. La democracia nunca tuvo oportunidad.
Notas
Para aquellos que no lo sepan, un “bug splat” o “aplastamiento de insecto” es tanto el sonido como el resultado de un insecto grande como un saltamontes que impacta contra el parabrisas de un coche a gran velocidad. Los americanos eran famosos por disparar a los niños en Afganistán (generalmente en la cabeza) con armas de alto calibre, y referirse a la explosión resultante como una “aplastamiento de insecto”.
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Los escritos del Sr. Romanoff se han traducido a 28 idiomas y sus artículos se han publicado en más de 150 sitios web de noticias y política en más de 30 países, así como en más de 100 plataformas en inglés. Larry Romanoff es consultor de gestión y empresario jubilado. Ha ocupado cargos ejecutivos de alto nivel en empresas de consultoría internacionales y ha sido propietario de un negocio de importación y exportación internacional. Ha sido profesor visitante en la Universidad Fudan de Shanghai, presentando estudios de casos en asuntos internacionales a las clases superiores del EMBA. El Sr. Romanoff vive en Shanghai y actualmente está escribiendo una serie de diez libros relacionados generalmente con China y Occidente. Es uno de los autores que contribuyen a la nueva antología de Cynthia McKinney “When China Sneezes (Cuando China Estornuda — Tratar con Demonios)”.
Su archivo completo puede verse en https://www.moonofshanghai.com/ y http://www.bluemoonofshanghai.com/.
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- Bernays y la Propaganda
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Introdución — Si América se disuelve… January 31, 2021
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La fuente original de este artículo es The Saker Blog
Copyright © Larry Romanoff, Moon of Shanghai,
Blue Moon of Shanghai, 2021
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