por Alfredo Jalife-Rahme. En Sputnik en castellano
foto: CC BY-SA 2.0 / Christiaan Colen / Cyber attacks
El simple hecho de que EEUU haya sido el inventor de internet mediante el proyecto militar DARPA del Pentágono le ha impregnado una singular hegemonía descomunal, pero que empieza a ser mermada por sus rivales cibernéticos de China y Rusia.
La ‘guerra cibernética’ ya empezó y la libra EEUU contra China y Rusia. Ahora que el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, enfrascado en el pestilente escándalo INA Papers, entregó a sus verdugos en forma nada gloriosa al fundador de WikiLeaks, Julian Assange —de doble nacionalidad australiano-ecuatoriana—, se ha desencadenado un gran debate en el decadente Occidente (‘whatever that means’) sobre la libertad de expresión y su censura en la era cibernética dominada por las joyas tecnológicas de Silicon Valley del GAFAT (Google, Apple, Facebook, Amazon y Twitter) que irrumpen hasta en la intimidad del código genético de los valetudinarios ciudadanos.
En este tenor es pertinente citar un libro de 2017 del autor galo Laurent Bloch —anterior responsable de la Informática Científica del Instituto Pasteur y Director del Sistema de Información de la Universidad Paris-Dauphine—, quien aborda la “geopolítica del ciberespacio como nuevo espacio estratégico” y coloca al internet como “un vector hegemónico de potencia de EEUU”.
El libro pertenece al sector geopolítico francés DiploWeb, que analiza la hegemonía cibernética de EEUU: proveniente de un país importante de la Unión Europea, Francia, que se quedó atrás en el maratón cibernético cuando Bruselas busca controlar los agravios a la intrusión ciudadana, no se diga de sus empresas y secretos militares por el GAFAT.
Para el autor, Rusia —con una inmensa tradición científica— dispone de “ventajas comparativas reales en ciertos dominios significativos, pero circunscritos” cuando le falta la “potencia industrial necesaria” para su expansión.
A mi juicio, Bloch subestima los alcances de Rusia, en especial su capacidad de sinergia con China en el ámbito cibernético.
Debido a que EEUU, con la mano en la cintura, puede obstruir el acceso a internet de cualquier país, Rusia busca su “independencia cibernética”, además de crear su infraestructura autónoma de servidores.
El autor juzga que la “guerra de la informática y de las divisas” entre EEUU y Japón hundió a Tokio en un estancamiento económico del que no ha salido 30 años más tarde.
China no desea repetir los errores de Japón y, en el “arte del posicionamiento” que significa la guerra, ha seleccionado “la emboscada y la fortificación”, mientras que EEUU “escogió el movimiento y la centralidad”.
La posición estratégica central de EEUU en internet hoy no tiene rival. Un capítulo especial versa sobre la ‘Topología del Ciberespionaje’: enuncia que “para capturar los datos y las comunicaciones de todo el mundo, la ominosa NSA (Agencia de Seguridad Nacional) de EEUU no vaciló en obligar a los grandes operadores estadounidenses, que ahora se muerden los dedos, a proporcionarle los medios de acceso permanentes (sic) al tráfico de sus datos”.
La NSA colocó medios técnicos considerables para “conectarse sobre las fibras ópticas transoceánicas y para vigilarlas con la complicidad del GCHQ británico”, lo cual queda facilitado por la “centralidad” del inmenso tráfico mundial de internet que transita por EEUU.
Las revelaciones de Edward Snowden, hoy refugiado en Rusia, sobre el espionaje del ciberespacio por la NSA, sacudieron al planeta entero y dejaron atónitos a los mismos especialistas en ciberdefensa, que fueron superados en sus sospechas sobre la amplitud del dispositivo Prisma-Muscular.
Las intersecciones de Muscular a las fibras ópticas transoceánicas irrumpieron en las redes privadas de Google y Yahoo!.
De por sí la NSA “tiene acceso abierto en permanencia sin ninguna formalidad a los servidores de Google, Yahoo!, Microsorft, Apple, Dropbox, YouTube, Facebook y AOL” que son convertidos así en brazos armados “privados” del espionaje cibernético de EEUU al más alto nivel militar.
La NSA de EEUU y la CGHQ británica encabezan los dos abordajes del espionaje en las redes: PRISMA, en cooperación con los operadores de EEUU, y Muscular, que es clandestino y no-cooperativo al eludir las enmiendas FISA (“Foreign Intelligence Surveillance Act”) de 2008 que restringe la vigilancia de las comunicaciones de los ciudadanos estadounidenses (¡pero no de los extranjeros!).
EEUU ha empleado su panoplia tecnológica de ensueño en el ciberespacio para buscar y obtener informaciones económicas de sus rivales con el fin de beneficiar a sus trasnacionales, como es el caso de las célebres intercepciones de Echelon —que espiaron a México y a Canadá durante el añejo TLCAN; la competencia entre Boeing y Airbus para la venta de aviones a Arabia Saudí en 1994, etc.— y que cuenta con el apoyo “institucionalizado” del “Office of Executive Support” del Departamento de Comercio de EEUU.
Una de sus consecuencias fue el malestar europeo que dislocó al peregrino TTIP y acabó por enterrar el mismo Trump.
James Staten, analista de Forrester Research, llega hasta a conjeturar que las letales revelaciones de Snowden pueden dañar la conectividad cibernética entre EEUU y Europa hasta en 180.000 millones de dólares.
Laurent Bloch deduce que “los conflictos abiertos en el ciberespacio son ineluctables” cuando “la posición de EEUU es muy sólida” y China no se ha dormido y se prepara para las “futuras guerras cibernéticas del internet”.
El gran negocio de los “Big Data” confiere un poder considerable a las joyas tecnológicas GAFAT.
Cabe señalar que cualquiera de las dos, sea Amazon, sea Apple, tienen un valor bursátil cada una de un billón de dólares (“Trillion”, en anglosajón) equivalente al PIB nominal de México (catalogado en el 15º lugar del ranking global), según el FMI.
Tal hegemonía de EEUU contamina las leyes de todos los países con el “derecho anglosajón” que explota el “derecho de autor” y repercute en el ámbito cultural.
Así las cosas, Twitter en Latinoamérica —su sucursal en México en especial— goza de patente de corso para imponer su agenda política de carácter fascista/neoliberal y goza de extraterritorialidad ante la catatonia —quizá deliberada, quizá por ignorancia— de las autoridades mexicanas totalmente rebasadas por la imposición de un “nuevo derecho cibernético” de facto. Hay que subrayar que al expresidente Rafael Correa le fue bloqueada su cuenta de Facebook. ¿Son los latinoamericanos esclavos del ‘neomonroismo’ cibernético de EEUU?
No es la primera vez que una revolución industrial (la suma de la tercera y la cuarta revoluciones donde descuella internet) trastoca la “jerarquía de las potencias”.
En cierta manera, las revoluciones industriales exponen la vigencia, quizá ahora con mayor velocidad, de los célebres “ciclos Kondratiev”, que comportan 50 años de auge y 50 años de declive.
A juicio del autor, en la era ciberindustrial, de manera similar a las potencias nucleares, existen las potencias ciberindustriales y las demás, que no lo son.
Pese a que la hegemonía de los sitios anglófonos, “que publicaban mas del 95% de las páginas web a finales de la década de 1990”, todavía EEUU conserva su hegemonía mediante su control del 53,6% de la web mundial en 2015.
El autor refiere en forma persuasiva que, para que la hegemonía militar/industrial perdure, requiere de un corolario ineludible: la ‘hegemonía cultural’, en el que EEUU se encuentra en el primer lugar con su industria audiovisual, que constituye uno de sus principales sectores de exportación, al unísono de la aeronáutica, la agroalimentación y la electrónica-informática.
Laurent Bloch juzga que “la distribución mundial de series de televisión y de películas de Hollywood erigen el modelo social-estadounidense en norma mundial, lo que le confiere a EEUU un poder blando (‘soft power’) considerable” con lo que ejerce una “enorme influencia sobre la evolución del mundo”.
¿Quién podrá detener el “orwellianismo” totalitario del “Moloch” cibernético estadounidense que busca controlar, cuando no deglutir, a los ciudadanos del mundo?
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