Sobre la responsabilidad histórica y jurídica internacional de Gran Bretaña por los crímenes del período colonial y poscolonial

Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia – 25 de abril de 2023

Información general

Gran Bretaña, en otro tiempo la mayor potencia colonial, cuya expansión se basaba en la explotación de recursos naturales de las posesiones controladas, la exportación de su patrimonio cultural y el comercio de esclavos. El dinamismo político y económico del imperio exigía la presencia de fuertes vínculos morales y éticos, lo que condujo a la formación de una ideología hipócrita que soldó la cínica prosperidad a costa de los pueblos oprimidos con el mesianismo ilustrado, el pesado fardo del “hombre blanco”, la supuesta fuente de progreso para el resto del mundo. En esta fusión el colonialismo se convirtió y sigue siendo, en cierta medida, un factor de orgullo nacional que combina el sentido de la propia excepcionalidad racial y étnica con una actitud condescendiente hacia los demás. De esta idea surge entre muchos británicos nativos la creencia de que la exigencia de arrepentirse de su pasado colonial, especialmente por parte de la India y Pakistán, son insostenibles, ya que precisamente estos países, bajo la tutela del imperio, disfrutaron de los beneficios de la civilización, la democracia y el libre comercio.

Todo lo expuesto, así como el grado de influencia de las élites coloniales dentro del país, es ilustrado elocuentemente con el hecho de que luego de la abolición de la esclavitud en la metrópoli en 1833, el gobierno de entonces decidiera pagar 20 millones de libras esterlinas a los antiguos dueños de esclavos y traficantes, como compensación por la pérdida de ingresos del trabajo esclavo. Esta cantidad en ese momento equivalía al 40% del presupuesto anual, y las autoridades solo en 2015 lograron finalmente saldar cuentas con los descendientes de los propietarios de esclavos “afectados”. A propósito, fueron 47 000 personas las que recibieron pagos.

Gran Bretaña perdió el papel de potencia mundial a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, después de la cual ya no pudo suprimir la ola de movimientos de liberación nacional que habían surgido en los territorios controlados, lo que condujo a la adopción en 1960 de la Declaración de la ONU sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, con el desfile de soberanías que la siguió. Previendo que las antiguas posesiones, con el apoyo de la ONU, se apresurarían a construir su propio Estado, la metrópoli logró interceptar la tendencia, transformando gradualmente el imperio en la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth of Nations).

El proceso de descolonización se acompañaba por un reformateo radical de las ideas estabilizadas sobre el derecho y la justicia: la responsabilidad histórica y jurídico-internacional de la antigua metrópoli ante las colonias, las demandas de restituciones, reparaciones y disculpas. Sin embargo, los procesos de integración supranacional, que comenzaron en la segunda mitad del siglo XX, desplazaron los temas de la herencia colonial fuera de la agenda internacional. Y solo gracias a las últimas tendencias sociopolíticas, asociadas con la multietnicidad y multiculturalidad, la lucha contra los privilegios y la jerarquización social, y en general, con nuevos desafíos a los fundamentos y valores tradicionales, la narrativa anticolonialista volvió al discurso internacional.

Mientras tanto, vale la pena mencionar que el movimiento Black Lives Matter que arrancó en EEUU en 2020, no llevó a conflictos políticos y sociales agudos en el Reino Unido, debido a la insuficiente actualidad del problema de la esclavitud aquí. Aunque, obedeciendo la conciencia liberal de izquierdas en el país, se demolieron varios monumentos históricos y se renombraron algunos objetos urbanos, asociados con el pasado colonial.

Sin embargo, una agenda notablemente izquierdista aceleró el éxodo de los países del Caribe de la zona de la influencia británica. El otoño pasado, Barbados se retiró de los auspicios de la monarquía declarándose república parlamentaria y Jamaica no oculta ambiciones similares. Tras ellos, las autoridades beliceñas anunciaron la creación de una comisión especial para estudiar la experiencia de descolonización de sus vecinos caribeños. Las fallidas giras por el Caribe del príncipe Guillermo y su esposa, así como del hijo menor de la reina, el príncipe Eduardo y su esposa, en la primavera de este año, también fueron acompañados de escándalos racistas (fotografías de saludos del príncipe Guillermo a los niños jamaicanos a través de una malla metálica), protestas a gran escala contra la monarquía, exigiendo una disculpa y una compensación por los crímenes coloniales británicos.

En este contexto, los acontecimientos en las Islas Vírgenes Británicas (IVB) también son de interés. A finales de abril de este año las autoridades británicas anunciaron su intención de introducir la dirección directa en las IVB después del arresto en EEUU del primer ministro del país E. Fahey, acusado de narcotráfico. Este paso fue dolorosamente recibido en el Caribe y calificado de incompatible con los procesos democráticos evolutivos y las disposiciones de la Declaración de la ONU de 1960 sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales. Después, ya en junio de este año, el ministro de Asuntos Exteriores, Elizabeth Truss, dio marcha atrás y le concedió al gobierno de emergencia de las IVB dos años para implementar reformas de anticorrupción, basadas en las propuestas de una comisión, creada por Londres en 2021 para investigar la corrupción, la apropiación indebida del presupuesto estatal y el tráfico de drogas en las IVB.

Los principales problemas del enjuiciamiento por los delitos coloniales.  A la fecha, no existen mecanismos efectivos ni universales para la protección de los derechos e intereses de las ex colonias. Por un lado, el Derecho Internacional prevé la responsabilidad de los Estados por infracciones de guerra, actos de genocidio y crímenes de lesa humanidad. Por otro lado, en la práctica, para exigir a los Estados la responsabilidad jurídica internacional por los crímenes del período colonial y poscolonial, relacionados con confesiones de culpa, repatriaciones, restituciones, satisfacción y perpetuación de la memoria por parte de la metrópoli, es necesario superar un alto umbral judicial (controversias sobre la prescripción, el principio de intertemporalidad, la personalidad jurídica internacional de las ex colonias en el momento de la realización de los delitos, etc.). En estas circunstancias, las apelaciones colectivas a los tribunales nacionales y el trabajo de las comisiones especiales representan hoy las mejores herramientas legales para defender la justicia histórica.

Es importante señalar aquí el alentador precedente (a pesar de que las autoridades británicas no lo consideran como tal) en la demanda colectiva de los veteranos de la rebelión del Mau Mau de Kenia, quienes fueron encarcelados y brutalmente torturados por los militares británicos en 1952-1963. En 2009, con la ayuda de un bufete local de abogados, más de 5.000 miembros de la comunidad solicitaron al Tribunal Superior de Londres que exigiera al gobierno británico reconocer las atrocidades cometidas contra 200.000 kenianos y pagar una indemnización de 59,75 millones de libras esterlinas. El tribunal aceptó la demanda para su consideración, rechazando los contraargumentos del acusado sobre la responsabilidad del Estado sucesor (Kenia) por los delitos cometidos y la expiración de su estatuto de limitaciones. En 2013, las partes acordaron extrajudicialmente pagar a los demandantes 19,9 millones de libras esterlinas por daños y perjuicios y costear la construcción de un monumento en Nairobi. Además, el entonces titular de la Cancillería, William Hague, expresó “sinceros pesares” en relación con los crímenes ocurridos. Curiosamente, las reclamaciones similares posteriores fueron desestimadas con referencia al estatuto de limitaciones antes mencionado.

En el mismo caso judicial también se supo que las autoridades del período tardío del Imperio Británico, para evitar futuras responsabilidades legales, destruían sistemáticamente materiales de archivo que probaban los hechos del genocidio y otros crímenes de guerra, lo que complica enormemente el trabajo actual de evaluar la magnitud de los delitos cometidos por la metrópoli.

Actividades de las comisiones especiales

Por regla general, teniendo en cuenta el carácter masivo y de larga duración de los delitos coloniales, su plazo de prescripción y las dificultades para reunir pruebas, las antiguas colonias crean comisiones nacionales especiales, cuyo objetivo es establecer el hecho delictivo, recopilar cuidadosamente información y estudiar las consecuencias de la influencia imperial. En promedio, tales comisiones funcionan durante cinco años. Las tareas de algunas de ellas también incluyen la interposición de demandas colectivas contra las metrópolis. La más notable fue la actividad de la Comisión Africana de Reparaciones, que en 1999 logró llamar la atención de los medios de comunicación sobre los crímenes coloniales en África, después de exigir de las antiguas metrópolis 777 billones de dólares estadounidenses en compensación por el tráfico de esclavos y el saqueo.

Cabe señalar que anteriormente el interés en el tema de las reparaciones fue estimulado por la Declaración sobre el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional, adoptada en 1974 por la Asamblea General de la ONU. Sus disposiciones establecieron el derecho de los Estados, territorios y pueblos bajo ocupación y dominación extranjera y colonial, o bajo el yugo del apartheid, a la indemnización y compensación total por la explotación, el agotamiento y el daño causado a sus recursos naturales y de otra índole.

Las actividades de las comisiones mencionadas están en el foco de atención del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Por ejemplo, en el Informe del Relator Especial sobre la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, F. Salvioli,[1] presentado en 2021, su actividad se critica por la atención insuficiente a la violencia colonial estructural, política, económica sistemática y el aislamiento cultural, así como las demandas de satisfacción y conmemoración para la restauración de la dignidad de las víctimas. En cambio, según el ponente, las comisiones se limitan únicamente a eliminar las consecuencias de las violaciones a los derechos a la vida y a la integridad física.

Los crímenes coloniales más significativos de Gran Bretaña

La expansión del Imperio Británico es histórica- y geográficamente vasta y se construyó principalmente en torno a la excepcionalidad cultural y religiosa de los británicos y su actitud arrogante, pragmática hasta el cinismo hacia los habitantes y los recursos de las colonias. Los anglosajones no reconocían a los nativos como personas, percibían las tierras ocupadas como fuente de materia prima luchando activamente por sus valiosos recursos y reprimiendo cruelmente cualquier resistencia. Son estos factores los que pueden explicar las injustificadas dimensiones de las atrocidades británicas en la época colonial y poscolonial.

Gran Bretaña está detrás de la creación de los primeros campos de concentración de la historia. Durante la Guerra anglo-bóer de 1899-1902 fueron organizados 45 “campos de rescate” para la población blanca y 64 para la gente negra. Por ellos pasaron cerca de 200.000 civiles, de los cuales 28.000 bóeres murieron, entre ellos más de 26.000 mujeres y niños menores de 16 años. Se desconoce en absoluto el número de muertes entre la población negra: no se hacían las estadísticas de sus muertes, ya que los británicos no los consideraban personas[2].

También se crearon 12 campos de concentración en Chipre en 1946-1949 para contener a los judíos que intentaban huir de Europa a Palestina. Gran Bretaña siguió una política de prevención del crecimiento de la población judía en la Palestina bajo su mandato. Por esta razón fueron enviados a los campos chipriotas 52.000 judíos, de los cuales 2.000 eran niños[3]. Al cinismo de la situación se sumaba el hecho de que los prisioneros de guerra alemanes estuvieran involucrados en la construcción de estos campos y que ellos fueran separados de los judíos por una simple valla. Además, en 1939-1948 había un campamento cerca de la ciudad de Haifa, por donde también pasaron decenas de miles de judíos. En 1947 también se organizaron dos campos de concentración cerca de la ciudad alemana de Lubeca. Los británicos lucharon contra la migración ilegal a Palestina también en el mar devolviendo embarcaciones con los judíos sobrevivientes del Holocausto a Europa (el caso más notorio ocurrió en 1947 con el barco “Exodus 1947”, enviado de regreso a Alemania con 4.500 judíos a bordo).

En los enfoques británicos de la organización de los campos de concentración deben tenerse en cuenta las siguientes características:

– un alto porcentaje de niños entre los presos que no fueron utilizados como mano de obra, sino como rehenes para exigir la rendición de sus padres;

– durante la Segunda Guerra Mundial y hasta 1948 Gran Bretaña alojaba prisioneros de guerra tanto en su territorio, como en Canadá, EEUU y África del Norte, mientras que, para utilizar la mano de obra esclava sin pasar por la convención de Ginebra, que garantiza los derechos a los prisioneros de guerra, los británicos cambiaron su estatus a “personal enemigo rendido”;

– Los británicos permitían que otros países organizaran campos de concentración en su territorio (los más famosos son seis campos polacos que funcionaban en Escocia durante la Segunda Guerra Mundial).

También se cometió un número significativo de crímenes coloniales de Gran Bretaña como resultado de su política de azuzar y jugar con las contradicciones de los grupos religiosos y étnicos que vivían en los territorios controlados por Londres. En particular, el trazado de fronteras políticas artificiales por parte de los británicos sin tener en cuenta el asentamiento real de los pueblos sentó las bases de la mayor parte de las disputas territoriales y conflictos religiosos y étnicos, que hasta hoy no han sido resueltos en los países de África, Medio Oriente y el Sudeste Asiático.

El ejemplo más revelador es la división de la India británica en 1947 en dos Estados independientes, la India y Pakistán, que provocó violentos enfrentamientos entre hindúes y musulmanes, enormes flujos de refugiados y hambrunas que se saldaron con la muerte de cerca de un millón de civiles, al mismo tiempo, migraron masivamente 18 millones, de los cuales casi 4 millones desaparecieron[4]. A raíz de la inestabilidad de la línea fronteriza, las relaciones entre la India y Pakistán siguen siendo tensas hasta el día de hoy y periódicamente las tensiones se desembocan en conflictos armados y ataques terroristas.

Otro ejemplo: la creación en 1921 del emirato de Transjordania en las 3/4 del territorio de la Palestina bajo mandato, luego la separación en 1946 de 8100 kilómetros cuadrados de Palestina a favor de Siria y la posterior retirada de los británicos de la región en 1947, dejando su contingente militar y armas a los países árabes, así como el embargo sobre el suministro de armas a Palestina, todo esto influyó significativamente en la incitación y el curso del conflicto árabe-israelí, que continúa hasta el día de hoy.

La consecuencia lógica de la manera británica de relacionarse con terceros países fue la interferencia activa en sus asuntos internos. En la segunda mitad del siglo XVIII, en un intento de expandir su zona de influencia y cambiar la balanza comercial con China a su favor, el Imperio Británico inundó el mercado chino con el opio de contrabando y luego llevó a cabo una invasión militar real. Las consecuencias de las “guerras del opio” fueron devastadoras, tanto para la población, como para la economía de China. Millones de chinos estaban involucrados en el consumo de opio. De hecho, el país perdió su soberanía convirtiéndose en una semicolonia: una fuente de mano de obra y recursos baratos, así como un mercado de ventas para las potencias coloniales.

A la misma categoría de crímenes puede atribuirse la operación “Maná del cielo”, la invasión armada de los británicos de Grecia después de su liberación de los nazis en 1944-1945. En diciembre de 1944, después de provocar con éxito un conflicto entre guerrilleros y colaboradores griegos, los británicos, con un contingente militar de 100.000 efectivos, bombardearon durante un mes la ciudad de Atenas y sus suburbios (los griegos llaman la batalla por el barrio de Kesariani “el Stalingrado ateniense”). Los guerrilleros griegos fueron derrotados por los británicos, a lo que siguió el terror británico en 1945-1946. La situación es cínica por su irracionalidad; de hecho, aquello fue la agonía del Imperio Británico que perdía el dominio mundial.

La crueldad injustificada de los oficiales británicos luego del agotamiento de las palancas políticas de presión sobre los territorios controlados, también condujo a grandes tragedias humanitarias:

– “Masacre en Amritsar”: la represión despiadada de una manifestación pacífica de hindúes en Amritsar en 1919 estuvo acompañada por el fusilamiento de una multitud desarmada, en su mayoría mujeres, como resultado de lo cual murieron 379 personas, 1200 resultaron heridas. Según fuentes indias, el número de los muertos alcanza los 1000 y de los heridos, 1500. Cabe destacar que las autoridades británicas no consideran que esto era un crimen colonial, limitándose a la expresar su “arrepentimiento por lo sucedido”;

– El Imperio Británico también es responsable de la hambruna sistemática en la India. Solo según datos británicos: en 1770 de 7 a 10 millones de personas[5] murieron de hambre en Bengala, en 1780-1790 — nuevamente millones de hombres, en 1800-1825 — un millón de personas, en 1850-1875 — 5 millones de habitantes, en 1876-1878 (“La Gran Hambruna” en Bombay y Madras) — 10 millones de personas, en 1875-1902 – 26 millones de habitantes[6], en 1896-1900 – 6 millones de personas[7]. En 1943 en Bengala, en el norte y este de la India, hasta 3,8 millones de personas[8] murieron de hambre, según una de las versiones, los británicos provocaron escasez de alimentos para reprimir el movimiento de liberación en la India.

– El levantamiento de los cipayos en India en 1857-1859 fue convertido por los británicos en masacres masivos, así como la destrucción y saqueo de Delhi;

– Las tropas británicas respondieron al levantamiento de octubre de 1931 en Chipre, matando a 15 manifestantes, hiriendo a 60, como también con las deportaciones y otras penas, que iban desde el encarcelamiento hasta multas contra casi 3.000.000 de chipriotas;

– El alzamiento comunista malayo de 1948-1960, durante el cual sucedió la así llamada “Masacre en la aldea Batang-Kali” en 1948. Aún no se ha revelado el panorama completo de los hechos. Se sabe que los colonos entraron al pueblo, separaron a los hombres de las mujeres y los niños y mataron a 24 personas. Además, se impuso un estado de emergencia de 12 años, cuyas víctimas fueron unas 20.000 personas, de las cuales 12.000 fueron asesinadas. Los británicos prácticamente erradicaron a los guerrilleros comunistas locales;

– “Estado de emergencia en Kenia” en 1952-1960 estuvo acompañado de una represión brutal con el uso de la tortura y el acoso del mencionado levantamiento del grupo rebelde anticolonial “Mau Mau”, el asesinato de 300.000 kikuyus pacíficos (con 1,5 millones de personas enviadas a campamentos[9]) y la así llamada “Masacre de Chuka”, en la que también murieron 20 rebeldes, incluido un niño.

– El levantamiento antibritánico de los árabes de Mesopotamia (hoy territorio de Irak) en 1920 fue duramente reprimido con el uso de gas mostaza tóxico sobrante de la Primera Guerra Mundial. En total, los británicos mataron a unos 10.000 rebeldes[10].

– “Escándalo Windrush”. En 1948, los inmigrantes de la Mancomunidad y sus colonias recibieron el derecho de vivir en Gran Bretaña y obtener la ciudadanía (el proyecto se vio truncado tras el famoso discurso del conservador E. Powell en 1968 sobre los ríos de sangre que correrían por las calles de ciudades británicas cuando una tribu racialmente ajena criara en la tierra inglesa a sus propios hijos). En el mismo año, los primeros colonos llegaron de Jamaica en el transatlántico “Empire Windrush”: todos los trabajadores migrantes de 1948 a 1971 se llaman “la generación Windrush” por el nombre del barco. El escándalo ocurrió en 2018, cuando se conoció que en 2010 el Ministerio del Interior británico había destruido todos los archivos de entrada de los migrantes de la “generación Windrush”, por lo que sus descendientes, la mayoría nacidos en el Reino Unido, perdieron el derecho a residir en el país. Supuestamente, 164 personas fueron deportadas ilegalmente, detenidas en la frontera. Cabe señalar que incluso después del inicio de la investigación parlamentaria, el Ministerio del Interior no tomó ninguna medida para identificar y devolver a los ciudadanos deportados ilegalmente. Además, los oficiales de campo interpretaron deliberadamente las leyes de inmigración en contra de los descendientes de la “generación Windrush”.

El genocidio colonial también cambió radicalmente el panorama demográfico no solo en algunas regiones, sino también en los continentes.

– Según diversas estimaciones, durante los siglos XVI-XIX de 3[11] a 17 millones de personas[12] fueron sacadas de África por los colonos británicos como esclavos para América y las Indias Occidentales. Al mismo tiempo, el número de muertes durante el viaje puede llegar a multiplicarse por cinco. También se cree que decenas de millones de africanos fueron asesinados en intentos de capturarlos. Es interesante que en la disputa sobre la falta de ética en la trata de esclavos, los británicos se basaron en el hecho de que, al sacar a las personas del continente africano, las salvaron de una muerte inevitable o la esclavitud en su tierra natal. Sin embargo, no se dijo que la mayoría de las guerras de las tribus locales se libraron con el fin de secuestrar a personas para venderlas a los colonos.

– El poblamiento de Australia desde finales del siglo XVIII hasta principios del XX estuvo acompañado por el exterminio de al menos la mitad de los nativos (según algunas estimaciones, incluso hasta el 90-95%[13]). Los colonos equiparaban a los nativos con animales cazándolos, realizando experimentos biológicos con ellos (por ejemplo, infectándolos con viruela) y vendiéndolos como esclavos. Los pueblos indígenas todavía están experimentando los efectos del genocidio histórico, siendo marginados y discriminados por su identidad, así como por la pobreza.

– “Guerra Negra” de 1820-1830 en Tasmania, por analogía con los aborígenes australianos, los colonos por capricho exterminaron hasta un millón de tasmanos que no les amenazaban en nada. Las 200 personas restantes fueron trasladadas a una isla vecina, no obstante, algunos sobrevivientes lograron asimilarse entre los colonos[14].

– de 1,5 a 2 mil habitantes de la isla de Chagos en el Océano Índico en 1960-1970 fueron desalojados a la fuerza por los británicos con el pretexto de que eran “trabajadores contratados”, todo para que EEUU pudiera establecer una base militar en la isla[15]. Además, Chagos recibió el estatus de reserva marina, lo que hizo imposible el regreso de los indígenas. En mayo de 2019, refiriéndose a la sentencia de la Corte Internacional de Justicia, la Asamblea General de la ONU exigió que el Reino Unido en un plazo de seis meses dejara de administrar el archipiélago de Chagos y lo transfiriera a Mauricio, de cual era parte integral. Pasaron tres años, pero la decisión no ha sido cumplida todavía.

El recuerdo de las prácticas coloniales atroces continúa alimentando las percepciones británicas de las tácticas militares. El servicio de noticias británico BBC reveló que los militares del Servicio Aéreo Especial de las Fuerzas Armadas británicas desde noviembre de 2010 hasta abril de 2011 habían llevado a cabo repetidas represalias ilegales contra los ciudadanos de Afganistán, en particular, habían detenido y luego matado a residentes locales con armas confiscadas. Los periodistas descubrieron que los combatientes de solo una de las unidades de fuerzas especiales podrían estar involucrados en la muerte de 54 personas[16].

La invasión en Irak en 2003, como parte de la coalición estadounidense, también se llevó a cabo según patrones históricos, con desprecio por el Derecho Internacional, violencia y saqueos. Después de finalizar las acciones militares, los británicos obstaculizaban ilegalmente las actividades de los activistas de Derechos Humanos, los medios de comunicación, los tribunales internacionales y las comisiones que arrojaban luz sobre sus atrocidades. Sin embargo, a pesar de la oposición de Londres, quedó probada la muerte de un iraquí en 2003 en una celda británica en Basora como consecuencia de las 93 heridas causadas por dos soldados británicos. En 2016 Londres incluso anunció su intención de acabar con las “pequeñas reclamaciones que surgen a escala industrial” contra el personal militar británico, al eliminarlas del ámbito de aplicación del Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH).

Las declaraciones sobre la posibilidad de retirarse de la CEDH se repitieron en junio de este año, después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos bloqueara la salida de inmigrantes ilegales del Reino Unido a Ruanda, donde, según los planes británicos, se suponía que los inmigrantes vivirían y esperarían la respuesta a sus solicitudes de asilo. Al mismo tiempo, merece atención la promesa de las autoridades de no deportar a los refugiados ucranianos a África. De hecho, se trata de la deportación a Ruanda de inmigrantes ilegales de países del tercer mundo (quizás haya resultado útil la experiencia británica de organizar campos de concentración fuera de la metrópoli).

En general, la historia ucraniana acentúa el continuo enfoque racista de Londres hacia el “mundo incivilizado”. Ya sea la declaración del corresponsal de la BBC en directo “Lo siento, pero lo que está sucediendo causa muchas emociones, ya que estoy viendo a europeos con ojos azules y cabello rubio”, o como escribe sobre los ucranianos el progubernamental The Daily Telegraph: “Ellos se parecen a nosotros, y es impactante. Ucrania es un país europeo, su gente ve Netflix y tiene cuentas de Instagram, vota en las elecciones, tiene prensa libre. La guerra ya no se limita a regiones pobres y remotas. Y puede llegar a cualquiera”.

Regularmente llama la atención el racismo arraigado en los departamentos británicos, por ejemplo, en junio de este año el periódico The Guardian, citando un informe del Instituto de Relaciones Raciales, habló sobre el enraizamiento de una “cultura de extremismo” y puntos de vista racistas en los organismos británicos, encargados de hacer cumplir la ley, y también recordó los escándalos recientes con el intercambio de materiales racistas por parte de agentes de policía (envío masivo de fotos de dos hermanas negras asesinadas y la correspondencia con chistes sobre la violación y asesinato de mujeres y niños negros).

También se conoció que la Universidad de Coventry habías desarrollado un curso obligatorio de la historia británica para los 36.000 empleados del Ministerio del Interior, cuyo lanzamiento estaba previsto para el junio de 2021, pero se ha retrasado hasta ahora. Los funcionarios públicos no están de acuerdo con la forma en que se interpretan en él los temas de la herencia colonial, incluido el racismo, y están tratando de “limpiar” los pasajes con verdades inconvenientes. Según los desarrolladores del proyecto y los periodistas, tal “amnesia histórica” ​​habla muy elocuentemente sobre la perdurable actualidad del problema del racismo sistémico en las filas del bloque de poder.

La descolonización de los valores culturales

El problema de la devolución de los objetos de su patrimonio cultural a las antiguas colonias sigue sin resolverse hasta ahora. En el plano jurídico internacional algunos instrumentos, como la Convención de la UNESCO de 1970 sobre los medios para prohibir e impedir la importación, exportación y transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales, no afectan las adquisiciones de la época colonial, en otros — la UNIDROIT Convención de 1995 sobre bienes culturales sustraídos y exportados ilegalmente, la mayoría de las antiguas metrópolis no participan. Los mecanismos, previstos por la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2007 y la Resolución 73/130 de la Asamblea General de la ONU “Devolución o restitución de bienes culturales a sus países de origen”, no tienen carácter vinculante.

A nivel nacional la exportación de bienes culturales está protegida por la Ley “Sobre el Control de las Exportaciones” de 2002 (Export Control Act 2002), la Ley “Sobre los crímenes en el campo de comercio de objetos culturales (Dealing in Cultural Objects (Offences) Act 2003) y de los Reglamenos de la Exportación de Objetos de Interés Cultural de 2003 (Statutory Instrument 2003 №2759: The Export of Objects of Cultural Interest (Control) Order 2003).

A Gran Bretaña, como la heredera más rica del patrimonio cultural colonial y un símbolo nacional tan estratégico, como la monarquía y el fútbol, ​​no le parece fácil una agenda cultural poscolonial.

Entre los artefactos de museo en disputa más importantes se puede citar las composiciones escultóricas del Partenón, los así llamados “mármoles de Elgin”; la escultura moai de basalto Hoa Hakananaia de la Isla de Pascua; más de 6.000 artefactos de la población indígena australiana (la colección más grande fuera de Australia); los “Valores Magdal” (400 artefactos, incluida la corona de oro de los reyes etíopes). Además, hay solicitudes de Sri Lanka para la devolución de más de 3.000 objetos de su patrimonio cultural: “estatuas, monedas, marfil, joyas personales, utensilios, ataúdes, armas, instrumentos musicales, juguetes, pinturas, máscaras, manuscritos, telas”; además, las demandas de Sudán de la devolución del busto del emperador romano Augusto, dos cráneos de guerreros sudaneses y otros artefactos militares valiosos, incluidos armaduras, ropa y estandartes. Nigeria exige del Museo Británico la colección más grande de bronces de Benín.

La retórica de la respuesta de London es sintomática. En respuesta a los llamamientos de Nigeria y Alemania (que ya había cedido su parte de la colección a los africanos) a devolver a su patria los valores que había robado la expedición punitiva británica en 1897, los representantes del Museo Británico declararon: “Las circunstancias bajo las cuales estos objetos llegaron al Museo se indican en la descripción de las exhibiciones y en nuestro sitio web. Creemos que la fuerza de la colección del Museo Británico radica en su profundidad y amplitud, lo que permite a millones de visitantes comprender las culturas del mundo y cómo ellas se entrelazan con el tiempo”. El director del Museo de Victoria y Albert, T.Hunt, también considera que devolver los artefactos hará que sea imposible “colocar objetos fuera de los límites culturales y étnicos, para compararlos en un contexto intelectual y estético complejo, y, determinar su lugar actual en un paradigma de relaciones amplias y ricas”. Además, está convencido de que los museos “universales” no se han agotado y protegen la cultura de la estrechez de los marcos nacionales.

Los británicos son conscientes de que cualquier reverencia hacia las antiguas colonias conlleva una mayor presión por su parte y la pérdida de sus propios activos coloniales y, en consecuencia, se abstienen de intentar cambiar nada en materia de restitución cultural, sugiriendo al público conformarse con medidas paliativas. Así, no sin beneficio propio, en lugar de devolver objetos del patrimonio cultural a las antiguas colonias, se organizan visitas de sus representantes para la reunificación temporal con las reliquias sagradas para ellos (delegación del pueblo indio en Oxford en 2009), exposiciones de gran envergadura, dedicadas a la cultura de las antiguas colonias (actualmente el Museo de Victoria y Albert acoge la mayor exposición de diseñadores africanos con motivo de la celebración del Año de África en 1960 (el año del desfile de las soberanías)), y también muestran elementos de sus colecciones de museo en régimen de arrendamiento sin transferir la propiedad (el caso con la solicitud de Etiopía de devolver los artefactos sacados en el siglo XIX).

Proposiciones

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos identificar los siguientes puntos débiles en los enfoques de Londres sobre su experiencia colonial:

– la mitificación positiva de la realidad histórica (la retórica de que la Corona llevó a los bárbaros la civilización, la democracia y el libre comercio; la colonización cambió poco las capacidades iniciales de los territorios dependientes para construir un Estado);

– la “amnesia histórica” ​​- silencio y falta de remordimiento por la realización de crímenes coloniales y las consecuencias de la expansión británica (las autoridades aún se limitan a expresar su “pesar por los trágicos hechos ocurridos”, tratando de desplazar el peso de responsabilidad a las autoridades de las antiguas colonias, que permitieron arbitrariedades);

– la preservación de las ambiciones imperiales y el racismo/cinismo hacia los países “incivilizados” (el sujeto de desplazamiento de los refugiados a Ruanda, Chagos y las IVB);

– la resistencia activa a esclarecer la verdad sobre los crímenes coloniales (creación de obstáculos en el trabajo de comisiones especiales, investigaciones criminales, así como restricción del acceso a archivos desclasificados) y utilizando métodos ilegales para estos fines (soborno, chantaje, etc.).

También cabe señalar aparte que los recuerdos de Pax Britannica, que siguen siendo la base de la idea nacional, contribuyen al enraizamiento en los británicos del complejo de la “pequeña Inglaterra”, vulnerable ante el exterior sin su antigua grandeza soberana. De ahí surgen los requisitos previos para algunos pasos políticos controvertidos.

Por lo tanto, temiendo una tendencia a “provincializar” el país bajo el dominio de las instituciones supranacionales de Europa occidental, los británicos se retiraron de la Unión Europea, con lo que solo se aislaron de la corriente política y financiera global. Este “gol en propia puerta” del proyecto globalista británico inició los procesos de aislamiento, socavando gravemente las ambiciones de política exterior del país y condujo a una mayor dependencia de EEUU.

Al observar cómo Londres reemplaza hoy una clara estrategia de política exterior con el populismo situacional y con obstinados intentos de mantener el dominio en los países de la Mancomunidad y expandir su esfera de influencia a través de la participación en conflictos locales, se puede establecer un paralelo histórico con el agonizante imperio británico de las décadas de 1950 y 1960, cuando era incapaz de aceptar la imposibilidad de una mayor influencia en los procesos globales.

A la luz de lo dicho anteriormente sobre el intento de responsabilizar al Reino Unido por los crímenes coloniales y sus consecuencias, tendría sentido mantener este tema en el centro de atención constante de las organizaciones internacionales, la comunidad mundial y los medios de comunicación. En ausencia de la presión de los activistas de Derechos Humanos y la resonancia de los medios, las investigaciones y los casos judiciales, por regla general, terminan en nada.

El discurso sobre la revisión del patrimonio colonial es actualmente relevante por la agenda de “izquierda” y es de gran interés científico. En consecuencia, puede haber un potencial considerable para la interacción a través del Consejo de Derechos Humanos y directamente con las numerosas comisiones mencionadas anteriormente, que están involucradas en la recopilación de pruebas y la formación de juicios. Además, las acciones de activistas de Derechos Humanos individuales merecen aliento, por ejemplo, Sh. Tharura, ampliamente conocido por su investigación sobre los crímenes de la metrópoli británica en la India.

Parece que el apoyo a las iniciativas anticoloniales en las etapas previas al juicio, mientras se mantiene una atención constante sobre este tema en los medios y el espacio diplomático, podría ser muy efectivo en términos prácticos.


[1] https://documents-dds-nv.un.org/doc/UNDOC/GEN/N21/197/83/PDF/N2119783.pdf?OpenEiement

[2] Wessels, Andre (2010). A Century of Postgraduate Anglo-Boer War (1899-1902) Studies: Masters’ and Doctoral Studies Completed at Universities in South Africa, in English-speaking Countries and on the European Continent, 1908-2008. African Sun Media, p. 32. ISBN 978-1-920383-09-1.

[3] https://blogs.loc.goV/kluge/2015/l 1/retracing-the-steps-of-refugees-on-cyprus/

[4] https://research.hks.harvard.edu/publications/getFile.aspx?Id=308

[5] Peers, Douglas М. (2006), India under colonial rule: 1700—1 b85. Pearson Education, ISBN 978-0-582-3 1738-3

[6] https://indicethos.Org/Demographics%20and%20Geopolitics/Famine.html#30

[7] Impeiial Gazetteer of India vol. Ill (1907), The Indian Empire, Economic (Chapter X: Famine, pp. 475-502), Published under the authority of His Majesty’s Secretary of State for India in Council, Oxford at the Clarendon Press. Pp. xxx, 1 map, 552. к □ Fagan, Brian (2009), Floods, Famines, and Emperors: El Nino and the Fate of Civilizations, Basic Books. Pp. 368, ISBN 0-465-00530-6

[8] O Grada, Cormac (2007). “Making Famine History”. Journal of Economic Literature. 45 (1): 5-38. doi.-10.1257/iel.45.1.5.

[9] https://www.theguardian.eom/news/2016/aug/l 8/uncovering-truth-british-empire-caroline-elkins-mau-mau

[10] https://www.theguardian.com/world/2003/apr/19/iraq.arts

[11] https://www.nationalarchives.gov.uk/help-with-your-research/research-guides/british-transatlantic-slave-trade- records/

[12] https://www.reuters.com/arlicle/us-minneapolis-police-protests-lloydsofl-idUSKBN23P0SM

[13] https://www.newcastle.edu.au/newsroom/featured/new-evidence-reveals-aboriginal-inassacres-committed-on- extensive-scale

[14]  https://www.britannica.com/event/Black-War

[15] https://hudoc.echr.coe.int/fre#{%22itemid%22:[%22002-7334%22]}bba

[16] https://www.bbc.co.ulc/news/uk-62083196


Fonte: https://mid.ru/ru/foreign_policy/istoricheskie_materialy/1865424/?lang=es

One Comment

  1. Hasnain Sami said:

    Very NIce

    4 July, 2023
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