Trump y Clinton: censurando lo desagradable

por John Pilger

8 de Abril de 2016

Una virulenta, aunque común censura, está a punto de descender a la campaña electoral estadounidense. Como el bruto de los dibujos animados, Donald Trump, parece casi seguro de ganar la nominación del Partido Republicano, Hillary Clinton se perfila tanto como la “candidata de las mujeres” y el campeón del liberalismo estadounidense en su lucha heroica contra el mal.

Se trata de tonterías, por supuesto; Hillary Clinton ha dejado un rastro de sangre y sufrimiento por todo el mundo y un registro claro de la explotación y la codicia en su propio país. Pero decir ésto, sin embargo, se está volviendo intolerable en la tierra de la libertad de expresión.

La campaña presidencial de Barack Obama en 2008 debería haber alertado a los más ingenuos. Obama basó su campaña de “esperanza” casi en su totalidad en el hecho de un afroamericano que aspira a dirigir el pais de la esclavitud. También era “antibelicista”.

Obama nunca fué antibelicista. Por el contrario, como todos los presidentes de Estados Unidos, estaba a favor de la guerra. El había votado a favor de la financiación a George W. Bush para la masacre en Irak y estaba planeando intensificar la invasión de Afganistán. En las semanas antes de tomar el juramento presidencial, a escondidas aprobó un asalto israelí contra Gaza, la masacre conocida como la Operación Plomo Fundido. Prometió cerrar el campo de concentración de Guantánamo y no lo hizo. Afirmó ayudar a volver el mundo “libre de armas nucleares” e hizo todo lo contrario.

Como una nueva especie de gerente de marketing del status quo, el suntuoso Obama era una inspiradora opción. Incluso al final de su mandato salpicado de sangre, con sus aviones no tripulados con su firma difundiendo infinitamente más terror y muerte por todo el mundo que el incendiado por los yihadistas en París y Bruselas, Obama es adulado como “cool” (The Guardian).

El 23 de marzo, Counterpunch publicó mi artículo, “Una guerra mundial ha comenzado: Romper el Silencio”. Como ha sido mi práctica desde hace años, en ese entonces yo vendí la pieza a través de una red internacional, incluyendo Truthout.com, la pagina web liberal estadounidense. Truthout publica algún periodismo importante, sin olvidar los destacados desvelamientos corporativos de Dahr Jamail.

Truthout rechazó la pieza porque, dijo un editor, había aparecido en Counterpunch y había roto “pautas”. Contesté que esto nunca había sido un problema durante muchos años y no sabía de ningunas pautas.

A mi testarudez de entonces se le dió otro significado, completamente nuevo. El artículo fue indultado a condición de que me rindiera a una “revisión” y estuviera de acuerdo con cambios y eliminaciones, a realizar por el “comité de redacción” de Truthout. El resultado fue el reblandecimiento y la censura de mi crítica de Hillary Clinton, y el alejamiento de ella de Trump. Lo siguiente fue cortado:

Trump es una figura de odio de los medios de comunicación. Esto, por sí solo debería suscitar nuestro escepticismo. Los puntos de vista de Trump sobre la migración son grotescos, pero no más grotescos que los de David Cameron. No es Trump que deporta mucha gente de los Estados Unidos, pero el ganador del Premio de Nobel de la Paz Barack Obama … El peligro para el resto de nosotros no es Trump, sino Hillary Clinton. Ella no es una inconformista. Ella encarna la resistencia y la violencia de un sistema …Como el día de la elección presidencial se acerca, Clinton será aclamada como la primera mujer presidente, sin tener en cuenta sus delitos y mentiras- exactamente como Obama fue alabado como el primer presidente negro y los liberales tragarón su tontería sobre “esperanza”.

El “comité editorial” claramente quiso que yo atenuara mi argumento, que Clinton representa un peligro extremo comprobado para el mundo. Como toda la censura, esto era inaceptable. Maya Schenwar, que dirige Truthout, me escribió que mi aversión para someter mi trabajo a un “proceso de revisión” significó que lo tuvo que quitar de su “cartera de publicación”. Tal es la forma como el portero lidia con las palabras.

En la raíz de este episodio hay algo persistentemente indecible. Esta es la necesidad, la compulsión, de muchos liberales en los Estados Unidos de abrazar a un líder inmerso en un sistema que es demostrablemente imperial y violento. Como la “esperanza” de Obama, el sexo de Clinton no es más que una fachada apropiada.

Esto es un impulso histórico. En su ensayo de 1859 sobre la libertad, a la que los liberales modernos parecen pagar homenaje incansable, John Stuart Mill describió el poder del imperio. “El despotismo es un legítimo modo de gobierno, si se trata con bárbaros”, escribió, “siempre y cuando el fin sea su mejora, las medidas son justificadas si efectúan realmente a ese fin.” Los “bárbaros” eran grandes sectores de humanidad de los cuales se requería “obediencia absoluta”.

Es un mito agradable y conveniente que los liberales son los pacificadores, y los conservadores los belicistas “, escribió el historiador británico Hywel Williams en 2001,” pero el imperialismo de la manera liberal puede ser más peligroso debido a su naturaleza sin limites- su convicción de que representa una forma superior de vida [y al mismo tiempo negando ] justamente su fanatismo ególatra.” Él tenía en mente un discurso de Tony Blair a raiz de los ataques del 9/11, en el que Blair prometió “reordenar este mundo que nos rodea”, según sus “valores morales”. La matanza de un millón de personas en Irak fue el resultado.

Los crímenes de Blair no son inusuales. Desde 1945, unos 69 países – más de un tercio de los miembros de las Naciones Unidas – han sufrido alguno, o todos, de los siguientes: han sido invadidos, sus gobiernos derrocados, sus movimientos populares reprimidos, sus elecciones debilitados y su gente bombardeada. El historiador Mark Curtis estima el número de muertos rondando varios millones. Con la desaparición de los imperios europeos, éste ha sido el proyecto de la portadora de la llama liberal, los Estados Unidos “excepcionales”, cuyo presidente “progresivo”, el célebre, John F. Kennedy, quién según una nueva investigación, autorizó el bombardeo de Moscú durante la crisis cubana en 1962.

“Si tenemos que usar la fuerza”, dijo Madeleine Albright, secretaria de Estado en la administración liberal de Bill Clinton y hoy en día una defensora apasionada por su esposa, “es porque somos América. Somos la nación indispensable. Tenemos la frente en alto. Vemos más lejos en el futuro “.

Uno de los crímenes más despiadados de Hillary Clinton fue la destrucción de Libia en 2011. En su insistencia y con el apoyo logístico de EE.UU, la OTAN lanzó 9.700 “incursiones de ataque” contra Libia, segun sus propios documentos, de los cuales más de un tercio se apuntaron contra objetivos civiles. Estos incluyeron misiles con ojivas de uranio. Vean las fotografías de los escombros de Misrata y Sirte, y las fosas comunes identificadas por la Cruz Roja. Lean el informe de UNICEF sobre los niños muertos, “la mayoría [de ellos] menores a la edad de diez años”.

En la escolaridad anglo-americana, seguida servilmente por los medios liberales a ambos lados del Atlántico, los teóricos influyentes conocidos como “realistas liberales” han enseñado por mucho tiempo que los imperialistas liberales – un término que ellos nunca usan – son los agentes de la paz mundial y gerentes de la crisis del mundo, más bien que la causa de las crisis. Han sacado la humanidad fuera de la investigación de las naciones y la han coagulado con una jerga que sirve al poder del belicismo. Extendiendo naciones enteras para la autopsia, han identificado “estados fallados” (naciones difíciles de explotar) y “estados canallas” (naciones resistentes a la dominación occidental).

Sea el régimen elegido una democracia o una dictadura, es irrelevante. En el Oriente Medio, los colaboradores del liberalismo occidental han sido durante mucho tiempo los islamistas extremistas, últimamente al-Qaeda, mientras las nociones cínicas de la democracia y los derechos humanos sirven como cobertura retórica para la conquista y el caos – como en Irak, Afganistán, Libia, Siria, Yemen, Haití, Honduras. Véan el expediente público de esos buenos liberales, Bill y Hillary Clinton. Lo suyo es una norma a la cual Trump, sólo puede aspirar.

Traduccion: Burckhard Eilers

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