UNA GUERRA MUNDIAL HA COMENZADO. ROMPE EL SILENCIO

por John Pilger, traducción de Leonardo Del Grosso

17 de de abril de 2016 – Information Clearing House

He estado filmando en las Islas Marshall, que se encuentran al norte de Australia, en el medio del Océano Pacífico. Siempre que le digo a la gente donde he estado se preguntan “¿dónde está eso?”. Si ofrezco una pista para referirse a “Bikini” dicen, “tú dices la malla, el bañador”.

Pocos parecen conscientes de que el traje de baño bikini fue nombrado para celebrar las explosiones nucleares que destruyeron la isla de Bikini. Sesenta y seis dispositivos nucleares fueron detonados por los Estados Unidos en las Islas Marshall entre 1946 y 1958 -el equivalente a 1,6 bombas de Hiroshima cada día durante doce años.
Bikini es silenciosa hoy, mutada y contaminada. Las palmeras crecen en una forma de cuadrícula extraña. Nada se mueve. No hay pájaros. Las lápidas en el viejo cementerio están vivas con la radiación. Mis zapatos registran “inseguro” en un contador Geiger.

De pie en la playa, vi el verde esmeralda del Pacífico hudirse en un inmenso agujero negro. Ese fue el cráter dejado por la bomba de hidrógeno que llamaron “Bravo”. La explosión envenenó a la gente y su entorno durante cientos de miles de años, tal vez para siempre.

En mi viaje de regreso, hice escala en el aeropuerto de Honolulu y vi una revista norteamericana llamada Salud de la Mujer. En la portada había una mujer sonriente, en bikini, y el titular: “Usted también puede tener un cuerpo para la bikini”. Unos días antes, en las Islas Marshall, había entrevistado a mujeres que tenían muy diferentes “cuerpos para la bikini”; cada una había sufrido cáncer de tiroides y otros tipos de cáncer letales.

A diferencia de la mujer sonriente en la revista, todos ellas eran pobres: las víctimas y los conejillos de indias de una rapaz superpotencia que es hoy más peligrosa que nunca.
Yo cuento esta experiencia como una llamada de atención para interrumpir una distracción que ha consumido a tantos de nosotros. El fundador de la propaganda moderna, Edward Bernays , describe este fenómeno como “la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones de las sociedades democráticas”. Él la llamó un “gobierno invisible”.
¿Cuántas personas están conscientes de que una guerra mundial ha comenzado? En la actualidad es una guerra de propaganda, de la mentira y la distracción, pero esto puede cambiar instantáneamente con la primera orden equivocada, el primer misil.

En 2009, el presidente Obama se presentó ante una multitud adoradora en el centro de Praga, en el corazón de Europa. Se comprometió a hacer “el mundo libre de armas nucleares”. La gente aplaudía y algunos lloraban. Un torrente de lugares comunes fluía de los medios de comunicación. Obama posteriormente fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
Todo era falso. Él estaba mintiendo.

El gobierno de Obama ha construido más armas nucleares, más ojivas nucleares, más sistemas de vectores nucleares, más fábricas nucleares. El gasto sólo para ojivas nucleares se elevó más bajo Obama que bajo cualquier otro presidente estadounidense. El costo, pasados treinta años, es de más de un millón de millón de dólares.

Está planeada una mini-bomba nuclear. Se la conoce como B61 modelo 12. No ha habido nunca nada igual. El general James Cartwright, ex vicejefe del Estado Mayor Conjunto, ha dicho, “achicándola (el uso de esta arma nuclear) se hace más razonable”.

En los últimos dieciocho meses, la mayor acumulación de fuerzas militares desde la Segunda Guerra Mundial -dirigida por los Estados Unidos- fue desplegada a lo largo de la frontera occidental de Rusia. Desde que Hitler invadió la Unión Soviética tienen tropas extranjeras que constituyen una amenaza demostrable para Rusia.

Ucrania -que fue parte de la Unión Soviética- se ha convertido en un parque temático de la CIA. Después de haber orquestado un golpe de estado en Kiev, Washington controla eficazmente un régimen que está a las puertas de y es hostil a Rusia: un régimen podrido con nazis, literalmente. En Ucrania, prominentes figuras parlamentarias son los descendientes políticos de los notorios OUN (Organización de Nacionalistas Ucranianos) y UPA (Ejército Insurgente Ucraniano) fascistas. Ellos alaban abiertamente a Hitler y piden la persecución y expulsión de la minoría de habla rusa.

Esto rara vez es noticia en Occidente, o es invertido para suprimir la verdad.

En Letonia, Lituania y Estonia -al lado de Rusia- el ejército de Estados Unidos está desplegando tropas de combate, tanques, armas pesadas. Esta provocación extrema a la segunda potencia nuclear del mundo es orquestada con el silencio en Occidente.

Lo que hace aún más peligrosa la perspectiva de una guerra nuclear es la campaña paralela contra China.

No pasa un día en que China no sea elevada a la categoría de “amenaza”. De acuerdo con el almirante Harry Harris, el comandante del Pacífico de Estados Unidos, China está “construyendo un gran muro de arena en el Mar del Sur de China”.

Lo que él se refiere es a que China está construyendo pistas de aterrizaje en las Islas Spratly, que son objeto de una disputa con las Filipinas -una disputa sin relevancia hasta que Washington presionó y sobornó al gobierno de Manila y el Pentágono lanzó una campaña de propaganda llamada “libertad de navegación”.

¿Qué significa esto en realidad? Significa libertad para los buques de guerra estadounidenses para patrullar y dominar las aguas costeras de China. Trate de imaginar la reacción estadounidense si los buques de guerra chinos hicieran lo mismo en la costa de California.

Hice una película llamada La Guerra Que No Se Ve, en la que entrevisté a distinguidos periodistas de Norteamérica y Gran Bretaña: reporteros, como Dan Rather, de CBS, Rageh Omar de la BBC, David Rose de The Observer.

Todos ellos dijeron que si los periodistas y locutores hubieron hecho su trabajo y puesto en duda la propaganda de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva; si los periodistas no hubieran amplificado y no hubieran hecho eco a las mentiras de George W. Bush y Tony Blair, la invasión de Irak en 2003 podría no haber sucedido, y cientos de miles de hombres, mujeres y niños estarían vivos ahora.

La propaganda preparando el terreno para una guerra contra Rusia y/o China en principio no es diferente. Que yo sepa, ningún periodista de la “mainstream” de Occidente -por decir un equivalente de Dan Rather- se pregunta por qué China está construyendo pistas de aterrizaje en el Mar del Sur de China.

La respuesta debería saltar a la vista. Los Estados Unidos están rodeando a China con una red de bases, con misiles balísticos, grupos de combate, bombarderos pertrechados con armas nucleares.
Este arco letal se extiende desde Australia a las islas del Pacífico, las Marianas y las Marshall y Guam, a las Filipinas, Tailandia, Okinawa, Corea y a través de Eurasia a Afganistán y la India. Estados Unidos ha colgado una soga alrededor del cuello de China. Esto no es noticia. Silencio en los medios de comunicación; la guerra a través de los medios de comunicación.

En 2015, en gran secreto, los EE.UU. y Australia organizaron el ejercicio militar único aire-mar más grande en la historia reciente, conocido como Talisman Sabre. Su objetivo era ensayar un Plan de Batalla Aire-Mar, bloqueando vías marítimas, tales como los estrechos de Malaca y el estrecho de Lombok, que corta el acceso de China al petróleo, gas y otras materias primas vitales de Oriente Medio y África.

En el circo conocido como la campaña presidencial estadounidense, Donald Trump es en principio presentado como un lunático, un fascista. Es ciertamente odioso; pero también es una figura odiada por los medios de comunicación. Eso por sí solo debería despertar nuestra desconfianza.

La visión de Trump sobre la inmigración es grotesca, pero no más grotesca que la de David Cameron. No es que Trump es el Gran Deportador de los Estados Unidos, sino el ganador del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama.

Según un prodigioso comentarista liberal, Trump está “desatando las fuerzas oscuras de la violencia” en los Estados Unidos. ¿Desatando él?

Este es el país donde los niños disparan a sus madres y la policía lleva a cabo una guerra asesina contra los estadounidenses negros. Este es el país que ha atacado y ha tratado de derrocar a más de 50 gobiernos, muchos de ellos democracias, y bombardeado desde Asia hasta Oriente Medio, causando la muerte y el despojo de millones de personas.

Ningún país puede igualar este registro sistemático de violencia. La mayor parte de las guerras de Estados Unidos (casi todas ellas contra países indefensos) se han puesto en marcha no por presidentes republicanos, sino por demócratas liberales: Truman, Kennedy, Johnson, Carter, Clinton, Obama.

En 1947, una serie de directrices del Consejo Nacional de Seguridad describe el objetivo principal de la política exterior de Estados Unidos como “un mundo hecho sustancialmente en base a la propia imagen [de Estados Unidos]”. La ideología era el Americanismo mesiánico. Éramos todos estadounidenses. Si no. Herejes serían convertidos, subvertidos, sobornados, marcados o aplastados.
Donald Trump es un síntoma de esto, pero él también es un rebelde. Él dice que la invasión de Irak fue un crimen; que no quiere ir a la guerra con Rusia y China. El peligro para el resto de nosotros no es Trump, sino Hillary Clinton. Ella no es una rebelde. Ella encarna la resiliencia y la violencia de un sistema cuya cacareada “excepcionalidad” es totalitaria con una cara liberal ocasional.

Como el día de la elección presidencial está cercano, Clinton será aclamada como la primera presidente de sexo femenino, independientemente de sus crímenes y mentiras -al igual que Obama fue alabado como el primer presidente negro y los liberales se tragaron la tontería sobre la “esperanza”. Y la baba sigue.

Descrito por el columnista de The Guardian Owen Jones como “divertido, encantador, con una frialdad que escapa a prácticamente todos los demás políticos”, Obama el otro día envió aviones no tripulados para matar a 150 personas en Somalia. Él mata a la gente por lo general los martes, de acuerdo con el New York Times, cuando se le entrega una lista de candidatos para la muerte por aviones no tripulados. Muy chévere.

En la campaña presidencial de 2008, Hillary Clinton amenazó con “borrar del mapa” a Irán con armas nucleares. Como Secretaria de Estado bajo Obama, ella participó en el derrocamiento del gobierno democrático de Honduras. Su contribución a la destrucción de Libia en 2011 era casi alegre. Cuando el líder libio, el coronel Gadafi, fue sodomizado públicamente con un cuchillo -un asesinato posible gracias a la logística de Estados Unidos- Clinton se regodeaba con su muerte: “vinimos, vimos, murió”.

Uno de las más estrechas aliadas de Clinton es Madeleine Albright, la ex secretaria de Estado, la que ha atacado a mujeres jóvenes por no apoyar a “Hillary”. Esta es la misma Madeleine Albright que infamemente celebró en la televisión la muerte de medio millón de niños iraquíes con la expresión de que “vale la pena”.

Entre los mayores soportes de Clinton están el lobby de Israel y las empresas de armas que alimentan la violencia en el Oriente Medio. Ella y su marido han recibido una fortuna de Wall Street. Y, sin embargo, ella está a punto de ser ordenada candidata de las mujeres, para despedir al malo de Trump, el demonio oficial. Entre sus partidarios se incluyen distinguidas feministas: de la talla de Gloria Steinem en los EE.UU. y Anne Summers en Australia.

Hace una generación, un culto post-moderno que ahora conocemos como “política de identidad” paralizó a muchas personas inteligentes y de ideas liberales que examinan las causas y las personas que apoyan -tales como la falsificación de Obama y Clinton; tales como falsos movimientos progresistas como Syriza en Grecia, que han traicionado al pueblo de ese país y se aliaron con sus enemigos.

Ensimismamiento, una especie de “yo-ismo”, se conviritió en el nuevo espíritu de la época en las sociedades occidentales privilegiadas y señaló la desaparición de grandes movimientos colectivos contra la guerra, la injusticia social, la desigualdad, el racismo y el sexismo.

Hoy en día, el largo sueño puede estar terminando. La juventud se está agitando de nuevo. Gradualmente. Las miles de personas en Gran Bretaña que apoyaron a Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista son parte de este despertar -al igual que los que se unieron para apoyar el senador Bernie Sanders.

En Gran Bretaña la semana pasada, el aliado más cercano de Jeremy Corbyn, su tesorero en la sombra, John McDonnell, llamó a un gobierno laborista a pagar las deudas de los bancos piratas y, en los hechos, a continuar la así llamada austeridad.

En los EE.UU., Bernie Sanders se ha comprometido a apoyar a Clinton si o cuando ella sea nominada. También él ha votado a favor el uso de la violencia estadounidense contra los países cuando él piensa que es “correcto”. Él dice que Obama ha hecho “un gran trabajo”.

En Australia hay un tipo de política mortuoria en la cual tediosos juegos parlamentarios se juegan en los medios de comunicación, mientras los refugiados y las personas indígenas son perseguidos y la desigualdad crece, junto con el peligro de guerra. El gobierno de Malcolm Turnbull acaba de anunciar un así llamado presupuesto de defensa de casi 195 billones que son un motor hacia la guerra. No hubo debate. Silencio.

¿Qué ha sucedido con la gran tradición de acción directa popular, sin restricciones por los partidos? ¿Dónde está el coraje, la imaginación y el compromiso necesarios para iniciar el largo viaje hacia un mundo mejor, justo y pacífico? ¿Dónde están los disidentes en el arte, el cine, el teatro, la literatura?

¿Dónde están aquellos que romperán el silencio? ¿O esperreamos a que se dispare el primer misil nuclear?

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