por María Julia Mayoral, en Granma
(Nota del Editor) En estos días de luto por la muerte del eminente e insigne Comandante Fidel Castro, muchos son los balances y los análisis de su significación en la Historia Universal. A continuación reproducimos este artículo del Granma para hacer conocer una de las facetas más importanes y quizá menos destacadas cuando se evalúa a Fidel Castro: la de la intervención cubana en Angola. En la limitada comprensión de quien escribe este introito, el desempeño de las fuerzas militares cubanas en África es comparable con naturalidad a los gloriosos éxitos del “Eje de la Resistencia” en Medio Oriente, de la misma manera que los contundentes impactos geopolíticos, en África ayer y Medio Oriente hoy, que son consecuencia de estas rutilantes victorias militares. Todas las misiones que los internacionalistas cubanos emprendieron en los diferentes lugares del mundo pusieron bien en alto el honor libertador por el que dieron su vida -cayendo en combate o arriesgándola y entregándola en cada día dedicado a él- los Comandantes Che Guevara y Fidel Castro, y tantos otros comandantes de la misma talla heroica.
La victoria del pueblo angolano en su lucha de liberación nacional corría grave peligro. Aunque los acuerdos de Alvor (1) suscritos el 15 de enero de 1975, establecían al 11 de noviembre de ese año como la fecha oficial para la proclamación de la independencia, el proceso de descolonización pretendía ser abortado desde su origen.
Se fue plasmando una criminal conjura encabezada por Estados Unidos.
Sectores de poder en la metrópoli portuguesa empeñados en no perder su más rica posesión colonial en el continente negro, el régimen zairense de Mobutu, Sudáfrica, otros gobiernos de África y algunas potencias occidentales, tejían la componenda que dirigía Henry Kissinger desde la Cancillería de Washington y que la CIA ponía en práctica.
Fruto de Alvor, el gobierno provisional cuatripartito que debía operar durante la transición, nunca llegó a funcionar. El Ejército de la metrópoli en Angola, en vez de velar por la estabilidad, cual era su deber, dejaba que los grupos fantoches internos (2), y las potencias extranjeras arremetieran contra el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), la única fuerza legítima, combatiente por la verdadera independencia, la unidad y la prosperidad de su pueblo.
Así el MPLA, en la figura de su líder Agosthino Neto, se ve en la necesidad de solicitar nuevamente la ayuda solidaria de Cuba.
Hitos iniciales
El apoyo de nuestro país a los movimientos revolucionarios de África negra, que vivían momentos de creciente auge, había comenzado desde 1965, cuando el Che Guevara avizoró “la necesidad de brindar su aporte solidario e impedir la recolonización de Zaire y contribuir a la lucha armada de los pueblos de las colonias portuguesas, como punto de partida para el gran y definitivo combate: la liberación del pueblo sudafricano del yugo ignominioso del apartheid y la independencia de Namibia ocupada también por los racistas blancos de Pretoria” (3).
Dentro de África las luchas por la emancipación tomaban vigor en los países recién independizados y sobre todo en aquellos sometidos aún al dominio colonial. El Comandante Guevara lo supo apreciar en un extenso recorrido por numerosas naciones de ese continente.
Su idea inicial fue apoyar ese apogeo revolucionario en Zaire, donde los rebeldes, pese al asesinato de su líder Patricio Lumumba por orden de los antiguos colonialistas belgas, continuaban la resistencia armada para derrocar al gobierno neocolonial de Tshombe-Mobutu y los mercenarios blancos reclutados y pagados por Estados Unidos.
A inicios de 1965, el Che también sostuvo en el Congo Brazzaville entrevistas con la dirección del MPLA. “De este encuentro histórico surgiría otro compromiso, a solicitud de los patriotas angolanos: la ayuda al movimiento guerrillero contra el colonialismo portugués” (4).
Ambas contribuciones solidarias fueron aprobadas por el Partido Comunista de Cuba. De ese modo llegó el Che a tierras africanas en compañía de más de un centenar de internacionalistas. Constituían la llamada Columna Uno, dispuesta a entrenar y pelear junto a los lumumbistas.
Durante los meses de permanencia en Zaire, libraron más de cincuenta acciones combativas en condiciones de extrema adversidad sin ser vencidos por el enemigo; pero la ausencia de un movimiento patriótico vertebrado con el cual colaborar los llevó a interrumpir la misión.
Entrenada con similar rigor, una segunda columna marchó al Congo Brazzaville.
Esta columna que adoptó “el nombre de Batallón Patricio Lumumba tenía múltiples misiones. Era, en primer lugar, reserva de la columna del Ché, a cuya fuerza se uniría en caso necesario y en el momento oportuno.
“Tenía además la tarea de prestar ayuda al gobierno progresista del Congo, amenazado de agresión por el régimen de Leopoldville (hoy Kinshasa)… No menos importante era la misión de participar con un grupo de asesores combatientes en el Segundo Frente guerrillero del MPLA en Cabinda y entrenar columnas de combatientes angolanos, equiparlos y ayudarlos a emprender la ruta hacia el interior de Angola, hacia el Primer Frente al norte de Luanda. De esta múltiple misión eran responsables los compañeros Risquet y Kindelán”.
Un grupo de seis oficiales y soldados del Batallón entrenó a los guerrileros angolanos en la provincia de Cabinda y combatió junto a ellos. Mientras, otros miembros del Batallón, ubicados en sus campamentos en el Congo Brazzaville, organizaron, prepararon y armaron tres columnas del MPLA: la Camilo Cienfuegos (entre abril y julio de 1966), el escuadrón Kamy (agosto—diciembre de 1966) y la Ferraz Bomboko (1967). El entonces capitán Rafael Moracén, quien había sido un hombre clave en las acciones militares en Cabinda, estaba también al mando de los instructores que entrenaron las tres columnas.
Esta colaboración directa se brindó durante los años 1965—67, mientras la dirección del MPLA y el Batallón Lumumba permanecieron en el Congo Brazzaville.
A partir de entonces y hasta 1974 la solidaridad cubana con los revolucionarios angolanos se manifestó en el respaldo a su lucha patriótica en importantes escenarios internacionales como las Naciones Unidas y el Movimiento de Países No Alineados, así como en el entrenamiento de hombres y la concesión de bolsa de estudios universitarios, en nuestro país.
Continuidad y nueva etapa
En la nueva etapa de lucha que se inicia en 1975, cuando los Acuerdos de Alvor son descaradamente violados por el FNLA y la UNITA, dirigidos, financiados, entrenados y armados por la CIA, Sudáfrica y Zaire, el MPLA solicita con urgencia la colaboración militar de Cuba.
El primer comandante Díaz Argüelles, entonces jefe de la Décima Dirección del MINFAR, es quien asume la tarea.
Luego de su primer contacto con el MPLA en Luanda entre el 3 y el 8 de agosto de 1975, el 21 de ese propio mes está de regreso en Angola para radicarse en Luanda al frente de la Misión Militar cubana, como respuesta de nuestro país a las peticiones de los revolucionarios angolanos.
El MPLA había planteado a través de Díaz Argüelles la necesidad de aproximadamente 100 instructores para contribuir a la preparación de unidades de las FAPLA (Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola).
El plan sugerido por Cuba contemplaba organizar, preparar y armar unas 50 unidades de las FAPLA (batallones de infantería y baterías de artillería), en cuatro escuelas militares que se crearían: los Centros de Instrucción Revolucionaria (CIR) de Dalatando, al este de Luanda; Cabinda, en el norte del país; Saurimo, en la región nordeste, y el ubicado en el sur de Benguela.
En informe al primer viceministro de las FAR (Abelardo Colomé Ibarra), Díaz Argüelles relató en agosto de 1975: “El camarada Neto aceptó muy emocionado la proposición nuestra. Estaba conmovido. Me pidió que le dijera a Fidel que aceptaba todo” (5).
Nuestro país había decidido ofrecer al MPLA casi cinco veces más instructores que los pedidos . “Si ibamos a mandar a nuestros hombres teníamos que enviar los suficientes para cumplir la misión y defenderse, porque un grupo demasiado pequeño habría sido arrasado”, testimonió Jorge Risquet (6).
Tres buques se encargan de transportar a la mayoría de los instructores y sus jefes; los otros hacen el viaje por avión. Suman 480 hombres, y junto a ellos arriban a suelo angolano, entre el 5 y el 11 de octubre de 1975, 12 000 fusiles checos R—52, piezas de mortero, antiaéreas y cañones antitanques, así como uniformes, alimentos y demás avituallamiento, para dotar en los CIR a las unidades de las FAPLA.
Ubicadas en lugares clave desde el punto de vista geográfico, las cuatro escuelas entraron en funcionamiento a mediados de octubre de 1975 con oficiales cubanos al frente; los comandantes Romárico Sotomayor García y Eustaquio Nodarse Bonet, el primer comandante Ulises Estrada Reyes, y el cuarto centro, con más instructores y reforzado en armas, dado el aislamiento de Cabinda con respecto al resto del territorio de Angola, estaba bajo la conducción del comandante Ramón Espinosa Martín.
Crecen los peligros
A la llegada de los instructores cubanos, el panorama político—militar en Angola se hacía cada vez más complejo. Existía el gobernador portugués con un Ejército que, regresando a la metrópoli, era cada vez menor. Dicha tropa no cuidaba las fronteras, cual era su deber, unidades zairenses penetraban por el Norte y avanzaban en silencio sin que la autoridad portuguesa impidiera la violación.
Aunque el MPLA mantenía bajo su control 11 de las 16 provincias gracias a las acciones de las FAPLA, desde el mes de agosto instructores sudafricanos entrenaban a efectivos del FNLA y la UNITA, dentro del propio territorio angolano.
La injerencia de Sudáfrica también venía en aumento. “Primero, enviaron un destacamento a Calueque y a Ruacaná —15 kilómetros en el interior de Angola— con el pretexto de cuidar las instalaciones del complejo hidroeléctrico del río Cunene que proporcionaba energía a Namibia”.
Esto suscitó una débil protesta diplomática del gobierno portugués, pero nada más… Por último el 14 de octubre penetró la Columna Zulú, sin que el gobernador moviera un dedo. La guarnición portuguesa en Moçamedes (una compañía de paracaidistas y una nave marítima) abandonó la posición, conminada por los invasores sudafricanos. Luanda es cada vez más amenazada tanto por el Norte como por el Sur. Queda bien clara la confabulación de las potencias imperialistas para impedir la independencia. En esa agresión, “Estados Unidos marchaba delante, flanqueado por Zaire y Sudáfrica. Inglaterra y Francia formaron en la retaguardia. Esta era la coalición que se creaba en el verano de 1975 detrás de la UNITA y el FNLA” (7).
Entre los días 2 y 3 de noviembre, en Catengue, instructores militares cubanos y sus alumnos angolanos del CIR ubicado en el sur de Benguela, intentan detener el avance de la columna blindada sudafricana, la cual desde el 14 de octubre avanzaba desde Namibia hacia el Norte angolano en dirección a Luanda. Es esa la primera resistencia organizada que encuentran los invasores, quienes a pesar de sufrir sensibles bajas pueden franquear la posición y continúan avanzando hacia el Norte debido a su superioridad en hombres y medios. Sangre cubana y angolana se derramaban juntas por primera vez.
Operación Carlota
Para los cubanos, formados en una profunda vocación internacionalista, había un solo camino: no dejar solo al pueblo angolano en esa hora crucial.
Con Fidel y Raúl al frente, la Dirección del país tomó la decisión de enviar las primeras tropas regulares de nuestro país a combatir en Angola para enfrentar a los agresores sudafricanos.
El día 5 el Comandante en Jefe se reunió con los primeros voluntarios. Les habló “sobre todo de la invasión sudafricana. Dijo que algunos de los instructores cubanos habían muerto, que la situación era difícil, que debíamos detener a los sudafricanos antes de que llegaran a Luanda y que muchos de nosotros no regresaríamos. Dijo que le era muy duro decir eso y no acompañarnos”, relató el oficial René Hernández Gattorno, uno de los dispuestos a participar en la misión internacionalista (8).
Cualquiera de los hombres seleccionados podía decir que no; la decisión personal, con absoluta libertad, determinaba quien partía o no hacia el campo de batalla. Empezaba así la Operación Carlota, que duraría 15 años y medio, hasta el 25 de mayo de 1991, cuando los últimos 500 internacionalistas cubanos en África regresaron a la Patria, tras demostrar con creces el espíritu solidario de nuestro pueblo, y la capacidad de un pequeño país para movilizar numerosos medios y fuerzas militares.
Con el objetivo de tomar Luanda, los atacantes del Norte habían intentado en dos oportunidades romper la defensa de las FAPLA en Quifangondo, situado a 22 kilómetros de la capital.
En ambas ocasiones (23 de octubre y 6 de noviembre) los agresores habían sido rechazados por combatientes de las FAPLA y unos 40 instructores cubanos y sus alumnos angolanos del CIR de Dalatando.
Para el tercer y último asalto, el 10 de noviembre, los agresores preparan una agrupación poderosa y heterogénea: a las huestes regulares del FNLA y los mercenarios portugueses se sumaron al menos dos batallones de infantería y varios blindados del ejército regular de Zaire, un general y 25 oficiales del régimen del apartheid bien equipados con cañones pesados, traídos por avión desde Sudáfrica y varios oficiales paramilitares de la CIA. También disponían de un avión de los racistas para explorar las posiciones de las FAPLA.
Los defensores de Quifangondo también se reforzaron. A los participantes de los anteriores combates antes mencionados, se sumaron 200 soldados de infantería katangueses y dos baterías de artillería de Cuba: una de morteros 120 mm y una batería de cohetes reactivos BM21 llegados al puerto de Luanda el mismo día 7. El armamento soviético en el barco La Plata procedente de Punta Negra y los artilleros por avión en vuelo Habana—Brazzaville—Luanda.
La primera compañía del Batallón de Tropas Especiales arribó a Luanda el 9 de noviembre. Al día siguiente ya estaba dislocada en Cacuaco, como reserva de las fuerzas angolano—cubanas desplegadas en Quifangondo.
Bien temprano en la mañana del 10 de noviembre comienza el combate. Los atacantes reciben una aplastante derrota.
Los medios blindados de los agresores son puestos fuera de combate y su infantería, bajo el fuego de los BM21, sufre numerosas bajas. Esto les provoca un verdadero pánico y determinó su comportamiento en los meses posteriores, caracterizado por la retirada, la destrucción de puentes para dificultar la persecución y el saqueo de viviendas con el fin de llevarse valiosos artículos hacia Zaire.
Luanda estaba salvada. Pasado un minuto de las 12 de la noche del día 10, el presidente Neto proclamó en un mitin multitudinario, el nacimiento de la República Popular de Angola.
Acto seguido, ese mismo día 11, bajo las órdenes de Díaz Argüelles la unidad de Tropas Especiales marcha rumbo al Sur para establecer una línea de resistencia a los invasores.
Días antes, el 8 de noviembre, había comenzado la batalla de Cabinda que se prolonga hasta el día 12.
El enemigo agrupa un regimiento reforzado del ejército regular de Zaire, más hasta tres batallones del llamado Frente de Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC), otra organización fantoche y una compañía de mercenarios blancos. Poseían blindados AML—90, una batería de morteros, obuses y numerosas baterías de artillería de diverso tipo.
Pese a la superioridad del número de hombres y armas de los invasores que ataca el enclave desde tres direcciones, después de cruentos combates durante cuatro días, un crecido número de atacantes es aniquilado y dispersado el grueso de ellos, y el resto se retiró desmoralizado a Zaire, sin dejar de cometer atrocidades contra la población civil indefensa.
A mediados de noviembre (13 y 14), la columna sudafricana es detenida en las márgenes del río Queve. Unidades de las FAPLA, instructores cubanos y sus alumnos del CIR de Benguela, junto a las primeras compañías del batallón de Tropas Especiales son los protagonistas de la hazaña. Vuelan los puentes sobre el Queve y establecen la línea defensiva Porto Amboim—Gabela—Quibala, la cual jamás fue superada por el enemigo.
Bajo la dirección del oficial René Hernández Gattorno, jefe de una de las compañías del Batallón de Tropas Especiales, tendrá lugar días más tarde otro hecho que marcó pautas: el combate de Ebo del 23 de noviembre, al sur de la mencionada línea defensiva. La acción culminó con una sangrienta derrota para los sudafricanos, quienes al perder entre 80 y 90 hombres y numerosos equipos blindados, quedaron tan desmoralizados que detuvieron su ofensiva durante varias jornadas.
El apoyo desde Cuba seguía en ascenso. El 13 de noviembre había llegado a Angola el comandante Leopoldo Cintra Frías, para ponerse al frente de un regimiento de artillería que desembarcaría en Angola entre el 27 de ese mes y el 1ro. de diciembre. Tras la incorporación de esas nuevas unidades la situación empezará a cambiar a favor de las fuerzas revolucionarias.
A finales de noviembre está también junto al MPLA el comandante Abelardo Colomé Ibarra para hacerse cargo de la Misión Militar Cubana. Él, Cintra Frías y Díaz Argüelles conformarán la jefatura cubana de la guerra contra Sudáfrica, sus aliados y fantoches.
Siguiendo nuestras tradiciones de lucha, estarán en los lugares de mayor peligro, al frente de los hombres; no es casual entonces que el 10 de diciembre de 1975, el comandante Díaz Argüelles perdiera la vida al ser alcanzado por una mina antitanque mientras exploraba un camino en el Frente Sur.
Desde las primeras semanas de noviembre, las tropas invasoras que avanzaban desde el Norte habían sido derrotadas en Quifangondo. Luego sucedería algo similar en el Sur, tras las acciones en las cercanías del rio Queve y el combate de Ebo. A partir de ahí avanzará la ofensiva contra las tropas sudafricanas.
Para fines de marzo de 1976 las últimas unidades invasoras abandonan el suelo angolano. En ese lapso de aproximadamente cinco meses, arriban de manera incesante a Angola miles de internacionalistas cubanos, fuertemente armados, hasta alcanzar la cifra de 36 000 efectivos.
El 27 de marzo de 1976 el último destacamento de los racistas sudafricanos cruzó el río Cunene y se internó en la Namibia ocupada por el apartheid. Desde el Océano Atlántico hasta la frontera con Namibia, y de Cabinda a Cunene, la República Popular de Angola estaba libre de los invasores y sus fantoches. Todo parecía indicar que la guerra había llegado a su fin, y que después de un determinado plazo para que las FAPLA pudieran asumir la defensa del inmenso territorio, ya no haría falta mantener la ayuda altruista de los internacionalistas cubanos.
-1 Acuerdos de Alvor: negociaciones sostenidas durante seis días, en enero de 1975, entre el Gobierno de Portugal, en calidad de metrópoli, el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), el único que verdaderamente luchaba por la independencia y un futuro mejor para su pueblo, y las organizaciones fantoches del Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) y Unión Nacional para la Integración Total de Angola (UNITA), con el fin de organizar el proceso de descolonización de esa nación africana. Dichos acuerdos tomaron el nombre del balneario turístico donde se realizaron las conversaciones. Establecieron la constitución de un gobierno transitorio integrado por representantes de las cuatro partes, para el 31 de enero de 1975; así como la convocatoria a una Asamblea Constituyente el 30 de abril y la posterior celebración de comicios para elegir los poderes Ejecutivo y Legislativo. También fijaron al 11 de noviembre de 1975 como la fecha para proclamar la independencia de Angola.
-2 El FNLA tenía muy antiguos vínculos con la CIA. Su jefe Holden Roberto fue reclutado por la Agencia desde la primera mitad de la década de 1960. La UNITA se vinculó a los colonialistas portugueses años antes de la independencia. En 1975, después de la caída del régimen fascista en Portugal, estrechó sus relaciones con el régimen del Apartheid en Sudáfrica. Ambas organizaciones fantoches defendían intereses tribales. Recibieron, indistintamente, dinero, armamento y entrenamiento por parte de la CIA y Sudáfrica. Durante la guerra, el gobierno de EE.UU. colocará a una de sus principales figuras, el canciller Henry Kissinger, a dirigir personalmente las acciones de la CIA en apoyo al FNLA y a la UNITA. La Casa Blanca pretendía con la derrota del MPLA resarcirse, en alguna medida, de la bochornosa derrota que había sufrido en Vietnam.
-3 Castro Ruz, Raúl. “Discurso en ocasión del Vigésimo Aniversario de la creación de las Columnas Uno y Dos, celebrado el 7 de noviembre de 1985”, en Jorge Risquet, El Segundo Frente del Che en el Congo. Casa Editora Abril. La Habana, 2000, p. 12.
-4 Ibid., p.11.
-5 Gleijeses, Piero. Misiones en conflicto. La Habana, Washington y África. 1959-1976. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 2002, p. 297. (1ra edición)
-6 Ibid. 2da edición, 2004, pp.403-404.
-7 Ibid. 1ra edición, 2002, p. 338.
-8 Ibid. 1ra edición, 2002, pp. 354-355.
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