por Yusuf Fernández, en Al Manar
Pocos días después de anunciar que el objetivo de la presencia de tropas turcas en Siria era el de derrocar al presidente sirio, Bashar al Assad, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha dado un nuevo giro y ha manifestado que su Ejército está en Siria para luchar contra los “terroristas” refiriéndose al EI y, sobre todo, a las milicias kurdas.
“El objetivo de la operación Escudo del Éufrates (en el norte de Siria) no es ningún país o persona, sino sólo las organizaciones terroristas”, dijo Erdogan el jueves, citado por el diario Hürriyet. “Nadie debería dudar de este asunto sobre el que nos hemos manifestado una y otra vez”.
Es cierto que la declaración contra Assad era retórica. Turquía no tiene la capacidad militar para derrocar a Assad, y mucho menos ahora cuando libra una guerra contra los kurdos tanto en Siria como en la propia Turquía, donde ha encarclado a los dirigentes del Partido Democrático Popular (HDP), incluyendo a su líder Selahattin Demirtaş. Esta acción ha privado a la minoría kurda de su representación en el Parlamento y ha incrementado notablemente sus tensiones dentro de Turquía y con la Unión Europea, a la que Erdogan acaba de amenazar con otra ola de refugiados. El Ejército turco, diezmado por los arrestos y purgas y humillado por las torturas televisadas a sus miembros por parte de seguidores del partido de Erdogan, no está en condiciones tampoco para embarcarse en una aventura militar en el extranjero.
La nueva declaración de Erdogan tuvo lugar poco después de que se produjera una conversación telefónica con el presidente ruso, Vladimir Putin, que, sin duda, le expresó la clara advertencia de que la paciencia de Rusia tenía un límite y que Turquía estaba poniendo en riesgo todos los avances en sus relaciones cn Moscú logrados en los pasados meses tras la pública disculpa del presidente turco por el derribo del Su-24 ruso el 24 de noviembre de 2015. Rusia también señaló que la declaración contra Assad era contraria a todos los acuerdos existentes entre ambos países.
Turquía cercada
En realidad, toda la política turca se halla en un estado de confusión y dominada por un sentimiento de cerco. El gobierno turco ha chocado con Siria e Iraq, que han condenado la presencia de tropas turcas en su territorio. Al mismo tiempo, sus comentarios contra Siria han tensionado sus relaciones con Rusia e Irán, los aliados de Damasco. El apoyo a los terroristas uigures -una minoría de origen turco radicada en la región china de Xinjiang- que actúan en Siria han despertado también los recelos de Pekín hacia la actitud de Ankara.
El conflicto con Europa es ya abierto. El Parlamento Europeo ha pedido por una mayoría aplastante el fin de las conversaciones sobre la adhesión de Turquía a la UE. El acuerdo para eximir a los ciudadanos turcos de visados para viajar por Europa no será previsiblemente firmado tampoco. Al final, Turquía ha amenazado a la UE con provocar otra ola de refugiados en lo que los medios europeos han visto como un abierto y puro chantaje. Las relaciones con Washington continúan siendo también tirantes y Ankara ha acusado recientemente a EEUU de proporcionar ayuda militar a las milicias kurdas.
En este contexto de enfrentamiento con sus aliados occidentales, Erdogan ha amenazado con pedir el ingreso en la Organización de Cooperación de Shanghai y comprar el sistema antiaéreo ruso S-400, lo que supondría un acercamiento al Este sin precedentes. Sin embargo, sus reciente y torpe declaración contra Assad podría también cerrar esta puerta para Turquía.
Fracaso en Siria
En realidad, toda la estrategia turca en Siria se ha saldado con un gran fracaso. Turquía gastó miles de millones de dólares, junto con Arabia Saudí y Qatar, para lograr un cambio de régimen en Siria por medio de mercenarios terroristas, pero esta operación ha fracasado y los patrocinados de Ankara sufren una derrota militar tras otra a manos del Ejército sirio. El ministro de Exteriores saudí, Adel al Yubair, que repetía como un loro su famoso mantra de “Assad debe irse bien sea por medios pacíficos o la guerra” ha desaparecido del escenario árabe y ahora el régimen saudí lucha por su supervivencia en medio de un desastre militar en Yemen y otro económico en casa.
La actual batalla de Alepo, que se transformará sin duda, en una gran y decisiva victoria para el Ejército sirio, pondrá fin para siempre a los sueños de Erdogan, como pronosticó el presidente Assad en un discurso pronunciado a principios de Julio y en el que calificó al mandatario turco de “sanguinario”.
La estrategia de Erdogan en Siria e Iraq ha despertado en el mundo árabe los recelos hacia lo que es visto como un intento de los neo-otomanos de Ankara de recuperar su perdida influencia en la región. Incluso la Liga Árabe, que ha estado durante años bajo el control de Arabia Saudí y Qatar, ha condenado el despliegue turco en Siria e Iraq. Turquía ha protagonizado también un choque con Egipto, debido a la protección turca hacia los Hermanos Musulmanes, que han sido declarados como organización terrorista por el gobierno de El Cairo.
Consciente de su derrota, Erdogan ha abandonado a su suerte a los terroristas de Alepo y ha utilizado a los miembros del Ejército Sirio Libre (ESL) para luchar contra los kurdos, lo cual ha debilitado el frente de los militantes en Alepo y ha empujado a las milicias kurdas a aliarse con el Ejército sirio.
Las advertencias rusas y sirias han impedido también al Ejército turco tomar la ciudad de Al Bab, que está en manos del EI y es uno de los principales objetivos del Ejército sirio en el norte de la provincia de Alepo. Aunque se halla a sólo 1 o 2 kms de la ciudad, los turcos parecen haberse fijado en otro enclave, el de Mandij, de donde los grupos kurdos se han retirado. Sin embargo, la población local armada ha dejado claro que resistirá por la fuerza a las tropas turcas si ellas intentan entrar en la ciudad.
En Iraq, el gobierno no ha permitido al Ejército turco tomar parte en la operación para liberar Mosul y las milicias iraquíes han amenazado con atacar a las tropas turcas. Ankara ha tomado medidas, como la de mantener a sus militares en bases, con el fin de impedir choques armados con los iraquíes.
De este modo, Erdogan se ha convertido en el gran perdedor de la crisis siria y de la iraquí. No sólo no ha podido dominar ambos países sino que los dos mantienen ahora posturas abiertamente hostiles contra Turquía. Su sueño de entrar en la UE se ha desintegrado y los únicos acuerdos que parece haber logrado han sido suscritos con Rusia con la que, sin embargo, mantiene choques diplomáticos constantes a propósito de Siria.
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