por Vicky Peláez, en Sputnik
El departamento de Estado norteamericano no pierde tiempo coordinando un ataque global contra Venezuela. Todas las fuerzas reaccionarias locales y externas se han juntado en una ofensiva frontal económica, financiera, psicológica, ideológica contra la revolución bolivariana y todo lo que ella significa.
“Cualquier nación que decida que la única manera de alcanzar la paz es a través de los métodos pacíficos, pronto será parte de otra nación”. (Richard Nixon, 1913-1994)
Su propósito es castigar el país con la mayor fuerza, precisamente en vísperas de la Navidad y el Año Nuevo, para no darle tregua al pueblo aumentando el desabastecimiento de alimentos, productos de higiene, remedios e incentivando los saqueos. Los ‘globalizadores iluminados’ de Washington han estado utilizando la misma estrategia contra Venezuela que aconsejó el siniestro Henry Kissinger a Richard Nixon para terminar con el Gobierno socialista de Salvador Allende en Chile en 1973: “hacer gritar la economía”. Para incentivar el sabotaje, boicot y agresión a la economía venezolana, Washington, con la autorización del Congreso, remite a la oposición no menos de 10 millones de dólares al año a través de numerosas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que están operando en el país.
La economía del país, a pesar de los 15 años de la revolución bolivariana, sigue siendo altamente dependiente de EEUU, que es el principal socio económico en sectores claves como el de los hidrocarburos, y su principal proveedor de divisa norteamericana. El Departamento de Estado declaró hace poco que “las tensiones diplomáticas entre el Gobierno de Venezuela y la actual administración norteamericana no afectan ni tienen nada que ver con las fructíferas relaciones e intercambio comercial entre los dos países”. Las sanciones económicas impuestas por Washington a Caracas, las permanentes presiones políticas a las que está sometido el Gobierno bolivariano, la guerra mediática globalizada, todo esto desde el punto de vista extremadamente cínico de la Casa Blanca no tiene nada que ver con el negocio. Como dicen los norteamericanos ‘business is business’, como si el negocio no fuera parte sustancial de la política.
Precisamente desde Washington se ordena y se coordina el ataque a la moneda nacional bolivariana para poner en aprietos al sistema financiero del país. La corporación financiera J.P. Morgan Chase declara a la compañía estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) en ‘no pago’ (default), ignorando transferencias, según lo pactado, de pago de cada deuda de carácter internacional y divulgando la información distorsionada sobre la crítica situación financiera en la República Bolivariana. Para dañar más a Venezuela, Citibank se va del país, perjudicando las transacciones y los pagos de alimentos y medicinas.
Las agencias de calificación de riesgos, Moody’s Investors, Standard and Poor’s (ambas norteamericanas) y Fitch Ratings (norteamericana-británica), forman parte del ataque financiero ordenado por Washington. Recientemente otorgaron al país un riesgo correspondiente a un país en guerra: Caa3 y CCC, con el propósito de cerrar el acceso a crédito y de paso encarecer la deuda de Venezuela. Ni siquiera tomaron en cuenta que entre el 11 de octubre y el 2 de noviembre pasados, el Gobierno pagó 3.000 millones de dólares correspondientes a las obligaciones internacionales.
Todas estas agencias constituyen un oligopolio y no existe ninguna otra para evaluar a las calificadoras. Las agencias de calificación siempre han estado trabajando directamente para la economía de especulación. Y no hay que olvidar que en vísperas del estallido de la burbuja financiera en 2008, estas agencias otorgaron la máxima calificación de riesgo a productos que de repente se convirtieron en basura. Por eso, la canciller alemana, Angela Merkel, advirtió hace poco que no debería otorgarse demasiada importancia a la valoración de las agencias.
Por supuesto, el poder que tiene la lideresa alemana le facilita la posibilidad de no hacer caso a las conclusiones de estas agencias, pero, en el caso de Venezuela, la situación es más difícil porque el mundo entero, a excepción de un puñado de países, está bajo el dominio norteamericano y participa activa o pasivamente en este juego macabro de Washington contra Caracas. Hace poco, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, denunció un ataque cibernético a la banca nacional desde el Departamento del Tesoro norteamericano para generar caos y molestias a la población venezolana. El consorcio de CrediCard con los cajeros y puntos de venta quedó inoperante, formándose en seguida filas kilométricas a las afueras de las agencias bancarias.
Las redes sociales y los medios de comunicación locales al servicio de la oposición se enfrascaron en la competencia para propagar los rumores y las ‘noticias callejeras’, anunciando un “apocalipsis en el centro de Caracas. Las colas para sacar dinero de los cajeros son más largas que las que se hacen cuando hay harina de maíz en la bodega de la esquina”.
El colapso del sistema de CrediCard afectó a más de 20 entidades bancarias, incluidas las públicas. A la vez, una compañía venezolana-estadounidense, Dólar Today, formada por los opositores venezolanos que, desde Miami, ha estado manipulando el valor real del dólar, utilizó su portal y redes sociales para hacer cundir el pánico en el país.
La página web Dólar Today fue creada en Miami especialmente como parte de un plan trazado en Washington para desestabilizar la economía venezolana. Este portal calcula arbitrariamente el precio del bolívar respecto al dólar. De acuerdo con el expresidente de Fedecámaras, Jorge Roig, “Dólar Today fija su cotización cuando este grupo está bebiendo whisky”. Otro empresario venezolano, Carlos Dorado, afirmó indignado: “Me horroriza el daño que le está haciendo Dólar Today a nuestro país al presentar una tasa irreal del dólar que no está basada en la oferta y demanda y la cual solo responde a los intereses particulares; pero desafortunadamente se posicionó como marcador de la tasa cambiaria”.
Dólar Today, en su operación diaria de inflar artificialmente un dólar ilegal, utiliza un convenio venezolano-colombiano que permite al Banco de Colombia que existan dos cambios de peso-bolívar, el que dicta el Banco y el que establecen las casas de cambio en la ciudad colombiana Cúcuta, en la frontera con Venezuela. Se sabe ya desde hace mucho tiempo que detrás de las casas de cambio están las mafias del expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, según el periodista Marco Teruggi, y “sus antiguos paramilitares reconvertidos en contrabandistas de alimentos, gasolina, medicamentos. Las casas de cambio están controladas desde Estados Unidos por venezolanos golpistas y redes imperialistas”.
Tal poder impositivo ha logrado la página web Dólar Today, que el precio que establece es utilizado diariamente por los comerciantes venezolanos a pesar de estar completamente distorsionado. El negocio consiste en comprar dólares del Estado a 10 bolívares, sobrefacturar e introducir en el mercado el dólar paralelo a 4.500 bolívares por un dólar presionando a los pequeños y medianos negocios seguir este juego.
No se entiende hasta ahora cómo el Gobierno bolivariano no se atreve a rescindir aquel convenio con Colombia respecto al dólar paralelo que permite un robo descarado de miles de millones en papel moneda por las casas de cambio creando una escasez en circulante en la moneda nacional. De esta forma, se logra también distorsionar el índice real de la inflación en Venezuela, detrás del cual están no solamente la correlación de fuerzas económicas, sino también los intereses políticos que frecuentemente prevalecen sobre las primeras.
Lo trágico para el país ha sido también que la Mesa de Diálogo establecida por el Gobierno y la oposición está llegando a un callejón sin salida debido a la división en el seno de la oposición, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y una inesperada adhesión del Vaticano a la causa de la oposición política venezolana. Eso trascendió a través de la divulgación de una carta que mandó el secretario de Estado Vaticano, monseñor Pietro Parolin, al Gobierno bolivariano y la posterior declaración de los representantes del Vaticano de “comprender y respetar” la decisión de la coalición opositora sobre no asistir a la Mesa de Diálogo con el Ejecutivo.
Según el primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello, el Vaticano no tiene ningún derecho a veto o a tutelar a Venezuela, pues “el Vaticano no es ningún intermediario, el Vaticano noes ningún mediador. Está ahí como un invitado, un facilitador. No tiene ningún derecho a veto, ni a hacer propuestas, ni a tratar de inclinar hacia el sector ‘a’ o ‘b’ su posición. Debería ser total y absolutamente objetivo… Respete que nosotros no nos metemos con las cosas internas del Vaticano, nosotros no nos metemos con los padres acusados de pedofilia. No se metan en los asuntos internos de los venezolanos, porque nosotros solucionamos nuestros asuntos internos”, recalcó Cabello.
Tomando en cuenta todos los ataques promovidos desde Washington contra Venezuela y su pueblo, cualquier observador imparcial llegaría a la conclusión de que esto es demasiado ya, especialmente en vísperas de la Navidad y el año nuevo. Sin embargo, para los globalizadores es simplemente la continuación de un plan para poner fin al chavismo en el país bolivariano a través del caos y la desesperación para lograr el control sobre los 600.000 millones de petróleo venezolano.
Los iluminados de Washington, al ver que ni la OEA a nivel latinoamericano pudo doblegar a los venezolanos, recurrieron a sus títeres en el Mercado Común del Sur (Mercosur), que formaron una Triple Alianza (Argentina, Brasil y Paraguay) para tratar de expulsar a Venezuela de la organización. El siempre ‘prudente’ Uruguay se abstuvo durante la votación para suspender a Venezuela como Estado miembro de ese bloque económico. El pretexto principal fue el incumplimiento del plazo fijado para la adopción de normas en materia de derechos humanos y separación de poderes.
En realidad, esta Triple Alianza con un implícito apoyo de Uruguay siguiendo las instrucciones de Washington, justificó lo injustificable al suspender a Venezuela a base de argumentos falsos. La expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, consideró esta decisión como “un acto y precedente peligroso e irresponsable” cometido bajo la presión exterior y de amenazas de un país imperial. Recalcó Rousseff que de los 41 convenios que se requiere para que firme Venezuela, el propio Brasil no ha ratificado al menos cinco de ellos y otros países tampoco adoptaron todas estas regulaciones. En realidad, “han estado presionando a Venezuela para cumplir en cuatro años lo que los otros miembros no han cumplido totalmente en 25 años”, denunció el embajador de Venezuela ante el Mercosur, José Félix Rivas.
No cabe duda de que a los líderes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay no les interesa este hecho, pues el que manda es Washington, y lo único que deben hacer es obedecer sumisamente para disfrutar después de terminada su Presidencia de una cátedra en Harvard o recibir una invitación para pronunciar un discurso en Norteamérica regularmente renumerado. Por ejemplo, el expresidente de Colombia e incondicional de EEUU, Álvaro Uribe, fue invitado a dar clase de “políticas económicas” en Harvard y en la Universidad Georgetown. Entonces vale la pena de obedecer y tener siempre la visa norteamericana.
Esta es una realidad para unos y una tragedia para los pueblos como los habitantes del país bolivariano, que no se sabe de dónde sacan fuerza para resistir la cruzada mundial contra la revolución bolivariana y el legado que dejó Hugo Chávez. La historia de otros países latinoamericanos demuestra que la convivencia y los diálogos con los enemigos de clase todo son coyunturales y de corta duración. Se necesita un programa menos reformista y más radical para Venezuela para no tomar el camino de Argentina o Brasil, claudicando ante Washington y retornando sumisamente al ‘patio trasero’ estadounidense.
Para sobrevivir y seguir adelante el rumbo de un país libre y soberano, Nicolás Maduro y su Gobierno tienen que atreverse a desafiar a la oposición internacional con un programa económico alternativo tomando en cuenta las condiciones específicas nacionales. Lo podrían lograr a través de un apoyo popular, activando todas las redes sociales en el país para difundir la verdad, lo que están haciendo actualmente los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).
“La historia”, como decía Edward Said, “la escriben los vencedores”, que en el caso de Venezuela podría hacerse realidad a través de una fusión del Gobierno bolivariano con las fuerzas populares en nombre del futuro del país.
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