por Michel Fonte, en Katehon
La nueva alianza ruso-turca, las represalias de Obama y el conflicto táctico dentro de la CIA
Los cinco acontecimientos que han producido el acercamiento entre Rusia y Turquía pueden ser así sintetizados:
-Las excusas de Erdogan a Putin por el caza ruso derribado el 24 de noviembre de 2015 (26 de junio de 2016).
-Intento de golpe de estado en Turquía por militares ligados al clérigo Fethullah Gülen, jefe del Movimiento Hizmet, residente en Saylorsburg, Pensilvania, y que llama en causa directamente a EE. UU. (15 de julio de 2016).
-El relance del proyecto Turk Stream para una nueva tubería capaz de transportar el gas ruso a Europa esquivando el atasco del conflicto ucranio (convenio intergubernamental del 10 de octubre de 2016 y aprobación del parlamento turco del 2 diciembre de 2016).
-Asesinato del embajador ruso Andréi Kárlov en Ankara (19 diciembre de 2016).
-Se puede también suponer un quinto acontecimiento: la aeronave militar Tupolev que se estrelló en el mar Negro el 26 de diciembre de 2016, que a pesar de ser calificado por el gobierno ruso como un simple siniestro, deja demasiadas dudas para no sospechar que se trate de una bomba y por eso de un ataque terrorista inspirado por agentes extranjeros infiltrados.
El principal error cometido por el servicio de inteligencia estadounidense ha sido planear el golpe de estado en Turquía, el propósito era producir un alejamiento definitivo del país de Rusia, de esta manera habría logrado el control casi total de la región caucásica y cerrado todas las rutas alternativas para el transito del gas ruso hacia occidente, el plan ha fracasado porque probablemente alguien que participaba en el complot traicionó o se echó para atrás permitiendo la huida de Erdogan. Este malogro se ha sumado a la incapacidad de lastimar la economía rusa, por el contrario las medidas adoptadas por la UE han empujado a Putin a intensificar su relación con Oriente para encontrar en el breve periodo un mercado accesible y provechoso para el suministro de gas ruso.
El acuerdo entre Gazprom y la Corporación Nacional Petrolera de China (CNPC) para la construcción de la larga tubería (4.000 kilómetros) Fuerza de Siberia (Sila Sibiri en ruso) firmado en 2014, tuvo una aceleración en mayo de 2016, cuando las dos partes se comprometieron a realizar 80 kilómetros del tramo transfronterizo a partir de junio, con el fin de empezar a proveer de gas ruso a China ya en 2018. Si los intereses rusos y chinos se juntan es lo peor que le puede pasar a EE. UU., el pastel de los hidrocarburos es bastante grande para que se puedan compartir los beneficios, en este momento la prioridad de Trump es achicar el papel de China encontrando un acuerdo energético con Rusia con la definición de respectivas esferas de influencia.
Durante todos estos decenios el gigante asiático ha conducido su expansión en el mundo no desencadenando guerras sino gracias a una extraordinaria capacidad de inversión, de otra parte, el principal desafió chino, incluso las contradicciones de un desarrollo económico que vive de una creciente e improrrogable divergencia entre las condiciones y los salarios del campo y los de los grandes centros urbanos, es la falta de recursos energéticos, problema que ha intentado solucionar entrando en los mercados internacionales con una agresiva organización comercial y ofreciéndoles billones de dolares a los gobiernos de muchísimos países para incubar proyectos empresariales. Actualmente China trae su principal combustible del carbón, siendo a la vez el primer productor del mundo y consumidor, de hecho, consigue cerca de dos tercios de su energía eléctrica en estaciones de energía a base de carbón, y además es importador del mismo producto de Vietnam, Australia y Rusia.
Desde este último país, a partir de 2011, adquiere también 15 millones de toneladas de petróleo a través de un ramal que une la localidad rusa de Skovorodino con la ciudad china de Daqing, y 30-50 millones de toneladas de crudo a través del oleoducto Siberia Oriental-Océano Pacífico (SOOP), de 2.046 kilómetros de largo. China posee unas reservas manifiestamente insuficientes para satisfacer su demanda anual, mientras que Rusia es una superpotencia de los hidrocarburos en cuanto es el segundo productor global de gas natural, con una cuota del 17.8% superada sólo por EE. UU. (21.4%), y el primer exportador con las mayores reservas del mundo, es también el tercer productor de crudo a nivel mundial con una cuota del 12.3%, tan solo por detrás de Arabia Saudí (13.2%) y EE. UU. (13.1%), y el segundo exportador, además de contar con la decimoquinta reserva más importante del planeta con 10.600 millones de toneladas (datos AIE Key world energy statistics 2016).
Como confirman los datos de la Agencia Internacional de la Energía, la Federación Rusa está consolidando su posición como principal abastecedor de petróleo de China con 1.12 millones de barriles por día (bpd). el esquema de los acuerdos entre las dos potencias es siempre lo mismo, la primera asegura el abastecimiento de gas y petróleo a un precio fijo determinado durante un largo tiempo entre las partes con referencia a algunos parámetros, y la segunda pones los capitales para las inversiones. Esta coalición es la que ha desencadenado un conflicto en la CIA denunciado por el mismo Kremlin de Moscú, la realidad es que durante estos años la política estadounidense se ha mostrado a menudo más intransigente con Putin que con su homólogo chino Xi Jinping, tal vez porque China es el principal tenedor de sus bonos estatales con 1.25 billones de dólares, casi el 7% de aquel 32.5% de deuda en manos de inversores extranjeros (el 67.5% queda en la disponibilidad de entidades y ciudadanos de EE. UU.), que a partir de junio de 2016 han empezado como efecto colateral del conflicto sirio una venta masiva de su deuda, encabezados por la misma China, Rusia y Arabia Saudí.
Lo que Obama, el partido demócrata y parte de la élite del partido republicano, en particular, los Bush, el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan y el senador John McCain están intentando, es poner trampas para bloquear el cambio de la política exterior, en eso se avalen de las diferencia de opiniones que existe entre los expertos del Directorio de Análisis de la CIA, en que se enfrentan dos corrientes, una que piensa que es necesario quebrar la alianza ruso-china y la otra que considera la guerra global y la contra-inteligencia objetivos prioritarios para neutralizar de una vez por todas Rusia, China, Israel e Irán, en este discurso cabe el asunto de la ciberseguridad que ha desatado la notoria polémica entre EE. UU. y Rusia y la consiguiente expulsión de 35 diplomáticos por la supuesta injerencia en los comicios presidenciales del 8 de noviembre con ataques informáticos contra la candidata demócrata Hillary Clinton (orden presidencial del 29 de diciembre de 2016).
En verdad, el tema no es para nada nuevo, ya en marzo de 2015 la CIA anunció en un comunicado de su director John Brennan la creación de una quinta unidad especial de investigación nombrada Directorio de Innovación Digital, cuya actuación es establecer una posición de liderazgo para supervisar la aceleración de la integración digital y cibernética en todas las áreas de misión de la agencia, eso porque si la tecnología digital es muy prometedora para la excelencia de la inteligencia, al mismo tiempo plantea serias amenazas a la seguridad de las operaciones e informaciones así como a los amplios intereses de los Estados Unidos, por lo tanto, aparece raro que el Departamento de Seguridad Nacional, el de Defensa y sobre todo la CIA se encontraron impreparados, puesto que los casos Snowden (2013) y WikiLeaks de Julian Assange (2009) ya habían representado una importante amenaza a la seguridad informática nacional.
Según Trump y el círculo cerrado de sus consejeros, se está armando un escándalo sin sentido por parte de una élite enfadada por la derrota y que teme ver afectada su posición de dominio, una reivindicación que incluso encuentra expresión en el informe del Consejo Nacional de Inteligencia “Tendencias mundiales: Paradoja del progreso”, que parece escrito por un conjunto de multinacionales ya que se alaba el liberalismo y la necesidad de protegerlo del populismo tanto de derecha como de izquierda, que en occidente retan la prosperidad y el orden democrático, un pensamiento muy similar a el de Bill Gates que considera el nacionalismo y la disminución del libre comercio como un delito.
La solución que el informe propone, es consolidar las tradicionales alianzas con los países occidentales, endurecer el desencuentro con Rusia y China y seguir con una actividad militar global, olvidando cualquier tentación de resucitar la Paz Americana típica de los años 50′ en que no se generó ningún conflicto armado directo entre las principales naciones mundiales (EE. UU y Unión Soviética) y no se usaron armas nucleares. Pues, todo lo contrario de lo que prospecta Trump, el nuevo presidente desea utilizar Rusia en clave anti-china como primera pieza de un puzzle más amplio, de otra parte, no es la primera vez que pasa, a parte durante la segunda guerra mundial cuando el país de Stalin fue el principal baluarte al ascenso nazi, el mismo Kissinger, bajo la presidencia de Nixon y en plena guerra fría, estableció un programa de ventas de artículos militares a la Unión Soviética, asunto relatado por el economista e historiador Antony Sutton en su ensayo “Suicidio Nacional: la ayuda militar a la Unión Soviética”, con el cual se proporcionaba asistencia y tecnología bélica a los soviéticos mientras estos apoyaban a los nordvietnamitas en sus esfuerzos de guerra contras las tropas estadounidenses.
En su libro Sutton denunció que los soldados americanos morían en Vietnam por culpa de la misma tecnología norteamericana, eso atestiguaba la capacidad del imperio de perseguir dos objetivos opuestos como detener el comunismo y generar ventas multimillonarias de armamento al enemigo, complaciendo al complejo industrial-militar. Ahora, el propósito de Trump es acercar Rusia a Occidente, para hacerlo es necesario concretar un duopolio energético bloqueando la diversificación de los mercados de exportación de Rusia, asegurar las condiciones de estabilidad en los mercados de hidrocarburos con una demanda consistente y precios rentables para los principales productos de exportación, secundar la consolidación de la posición de las empresas energéticas rusas en el extranjero a condición de tener negocios prioritarios con empresas occidentales, y, por último, favorecer la cooperación internacional entre EE. UU. y Rusia en los grandes proyectos de explotación petrolera y tuberías.
Sudamérica: un papel central en el diseño de la presidencia Trump
Las empresas nacionales que seguirán invirtiendo en EE. UU. y serán dispuestas a pagar salarios tendencialmente más elevados para reconstituir la base de la clase media, serán recompensadas con posiciones de ventajas en el extranjero. Se abre, de hecho, un periodo de liberalismo asimétrico, un fuerte proteccionismo para proteger el mercado interior acompañado de un totalitarismo capitalista en el exterior, los principales destinatarios de este mecanismo serán los países latinoamericanos, el proceso ya se puso en marcha con el gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010) y Santos en Colombia (de 2010 hasta hoy), Macri en Argentina (presidente desde el 10 de diciembre de 2015) y Michel Temer en Brasil (en el mando desde el 31 de agosto de 2016), los tres países han determinado la dirección que tiene que tomar la economía regional para satisfacer los intereses norteamericanos, es decir, recortes indiscriminados de los gastos sociales (salud, educación, asistencia), privatizaciones de las principales empresas estatales, ingreso de capital ajeno en los sectores nacionales más lucrativos (minería, energético, agro-industrial, infraestructura, comunicaciones, inmobiliario y bancos) con el fin de realizar el ajuste de balance.
Seguro que no se logrará este último objetivo, la experiencia y la historia confirman que las políticas de austeridad nunca llegan a conseguirlo, por el contrario, determinan un empeoramiento de las cuentas públicas, porque el verdadero fin de estos gobiernos con soberanead limitada es desviar fondos estatales de las clases bajas de la población hacia un puñado de multinacionales y un circulo de empresas nacionales, formalizando la notoria “deuda odiosa”, una deuda que según la doctrina elaborada por el estudioso ruso Alexander Nahum Sack, el estado asume de manera contraria a los intereses de la nación para otorgar mayor fuerza a una élite absolutista en el poder. Hay algunas imprescindibles peculiaridades de este tipo de endeudamiento:
1- Presencia de un gobierno ilegitimo o escogido en condiciones de fraude electoral, confusión legislativa y protestas sociales.
2- Opción por una fiscalidad regresiva y permisiva.
3- Privatización de servicios públicos con sucesivo sobrecoste generado por la gestión privada y la pérdida de ingresos del Estado.
4- Recortes lineales de todos los planes sociales.
5- Compromisos contraídos para financiar proyectos u procesos que generen, directa o indirectamente, agotamiento de los recursos nacionales, desigualdad social y violación de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales.
6- Privilegio exclusivo de las élites y de unos países y entidades financieras extranjeras.
7- Asunción de deuda privada sin algún consenso popular – resultado del desvió de fondos públicos hacia inversiones improductivas – con el objetivo de cubrir las pérdidas de instituciones financieras (bancos) y grandes empresas.
8- Normalmente, el punto siete produce la necesidad de obtener nueva financiaciones por organismos internacionales (Fmi y Banco Mundial) a condiciones usurarias, que siguen proporcionándose a sujetos económicos para subvencionar proyectos mal diseñados y cubrir créditos incobrables que no han beneficiado a la mayoría de la población, y, además, para compensar las pérdidas relacionadas con irregularidades administrativas y contables de compañías en quiebra.
9- Omisión de cláusulas abusivas (anatocismo) o ilegales (prejuicio del interés nacional) de las cuales no hay acceso a la información.
10- Presiones especulativas sobre la deuda soberana para imponer condiciones onerosas y orientar la destinación de los prestamos internacionales hasta los actores deseados (empresas y bancos).
11- Pago de intereses excesivo que impide el gasto social de primera necesidad provocando el debilitamiento de la población.
12- Corrupción y soborno para aumentar los gastos públicos hacia sectores industriales dependientes de las importaciones.
Lo que esta planeando la presidencia Trump es el financiamiento del sistema productivo estadounidense gracias al rápido endeudamiento de las realidades suramericanas, solución que prevé la expulsión de empresas chinas en la región para favorecer las compañías con barras y estrellas, la suscripción de bonos del tesoro norteamericano por los gobiernos locales reduciendo drásticamente la tenencia de deuda en la disponibilidad de Pekín, el relance de la carrera armamentística para conservar el apoyo del complejo industrial-militar financiado con el aumento del presupuesto militar de los países latinos, eso permitiría incrementar el nivel de defensa sin agravar el balance publico y englobar a la amplia red de contratos y flujos monetarios todos los protagonistas del “Triángulo de hierro”, es decir, la base en que se encuentran cerca de 85 mil empresas privadas que se aprovechan del sistema de contratos militares, y los dos lados, uno que incluye las instituciones políticas (la Presidencia, el Consejo de Seguridad Nacional, los Comités de Defensa del Senado y la Cámara de Representantes y las agencias civiles de inteligencia como CIA y ASN), y el otro, que comprende las entidades militares (el Estado Mayor Conjunto, el alto mando de la Fuerza Aérea, el Ejército, la Infantería de Marina y Armada, los comandos regionales y las organizaciones de veteranos).
Con una economía estadounidense cerca de la plena ocupación, el desafió trumpiano es realizar una subida de los salarios para que al trabajo corresponda un ingreso que permita tener elevados niveles de consumo interno, no sólo sin endeudarse sino también con una progresiva disminución de la deuda privada (estimada en 2015 en 197.5% del PIB el doble de la estatal) y de la deuda estructural pública, fines que se propone alcanzar con la apreciación del dólar y el contemporáneo aumento de aranceles sobre importaciones depreciadas, la subida de los tipos de interés que produciría un aumento de las inversiones nacionales y, en las condiciones de deuda odiosa antes mencionadas, provocaría una multiplicación del impagado de los estados latinos y un despilfarro de dinero para devolver los intereses, que normalmente empuja los gobiernos a privilegiar las industrias dedicadas a las exportaciones, o sea, las que acumulan divisas y que operan como sociedades corporativas con un fuerte accionariado internacional, drenando otro dinero hacia el exterior, pues, los dólares tienen que volver.
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