por Redacción de Misión Verdad, en Misión Verdad
Los planes de las corporaciones petroleras de Estados Unidos con relación al Caribe pasan por su principal plataforma energética y geopolítica: Petrocaribe. Y por su sostén, creador e impulsor: Venezuela.
En el desarrollo del hostigamiento geopolítico contra Venezuela, el Caribe adquiere una desembocadura específica. Tanto por el peso que ejerce en momentos donde la real politik se impone en la región (en cuanto a decisiones trascendentes con respecto a Venezuela), como por su ubicación y perfil dentro del continente: constituye un pasadizo marítimo hacia el atlántico que conecta comercialmente a Sudamérica con Estados Unidos y Europa, región clave para el posicionamiento militar de las potencias, un mercado estratégico para construir poderosas áreas de influencia en lo energético, económico y financiero, etc.
Es en ese marco indivisible de factores que las corporaciones petroleras de Estados Unidos y sus operadores políticos buscan generar un clima de inseguridad y zozobra en los países de la región con respecto a Petrocaribe. Esto con el objetivo de desestimular las bases de apoyo al acuerdo de cooperación y tratando de conducir a sus países miembros (sobre la base del temor) a que firmen contratos desventajosos y financieramente dañinos que tendrían a las corporaciones de Estados Unidos como los principales beneficiarios.
El gas natural de EEUU, una apuesta geopolítica
Según un informe publicado por The American Dialogue en 2015, Estados Unidos viene incrementando su producción de gas natural desde el año 2007, mediante técnicas de extracción no convencional (fracking).
El aumento de la producción los ha colocado como uno de los principales productores globales del planeta, a tal punto de que el gas natural que importaban desde Trinidad y Tobago, Canadá y algunos países de Medio Oriente ha sido sustituido por la producción interna. Ahora esos terminales de importación, ubicados mayoritariamente en la costa suroeste, proyecta convertirse en terminales de exportación para el excedente producido.
En tal sentido, el Caribe es el mercado natural para que esas exportaciones tengan uno o varios compradores.
En 2014 específicamente el Departamento de Energía de EEUU levantó las restricciones para la exportación de gas natural por las empresas de ese país. Según una publicación de la revista Forbes en 2016, la segunda y cuarta empresa que más producen gas natural en el mundo son Exxon Mobil (277,50 millones de metros cúbicos de gas natural por día) y Chevron (141,58 millones de metros cúbicos de gas natural producidos al día).
Este plan de convertirse en una potencia gasífera que compita con exportadores consolidados como Rusia o Irán, también tiene sus complicaciones: la caída de los precios del petróleo y el cierre de amplios proyectos de inversión a lo interno de EEUU hace inestable que pueda mantener el aumento de su producción y por ende una fuente segura de suministro al mercado global.
Aún con estas debilidades y contradicciones, Estados Unidos busca en el gas una gran apuesta geopolítica para disputar mercados globales y zonas de influencia estratégicas, entre las cuales se encuentra el Caribe, tanto por su proximidad como por su peso dentro de la ecuación del poder continental.
El informe comentado con anterioridad afirma que 2017 es un año clave para la conquista de estos objetivos.
Jugadas políticas, cumbre paralela y lo que no dicen las declaraciones
Este marco de urgencias es el que ha definido los movimientos de los operadores políticos de EEUU con respecto a Petrocaribe en los últimos años.
Las declaraciones de John Kelly (ex jefe del Comado Sur y actual secretario de seguridad nacional de la Administración Trump) y John Kerry (ex secretario de Estado) en marzo de 2015, sobre el inminente colapso de Petrocaribe que traería una “crisis humanitaria” para la región, tenían como objetivo influir negativamente en los gobiernos para que firmaran acuerdos de suministro de gas natural con EEUU y proyectos de endeudamiento, en menoscabo de Petrocaribe.
En ese marco también se dieron las dos Cumbres de Seguridad Energética en el Caribe, en 2015 y 2016 en Washington, dirigidas por el ex vicepresidente de EEUU, Joe Biden. En ese espacio no sólo se buscaba construir una instancia paralela a Petrocaribe que buscara eclipsar su influencia, sino regularizar una plataforma de financiamiento para presionar a los países del Caribe en cuanto a cómo perfilar su situación energética, precarizada durante décadas por la expoliación, precisamente, de las corporaciones que hoy dicen querer ayudar al Caribe.
Porque si una región sabe de intervenciones militares, explotación económica, expoliación sistemática de sus habitantes y de sufrimiento es precisamente el Caribe. El gas natural como apuesta geopolítica para retomar el control de esa región no es más que otra excusa para dominarla, endeudarla y hundirla en la miseria. Buscando desmontar las columnas de protección política y diplomática del chavismo, justamente en un momento donde el pulso político se maneja enteramente en la arena internacional. Buscan matar dos pájaros de un tiro.
Pero contrario a la inestabilidad y alto endeudamiento que significa la alternativa estadounidense del gas natural para la región, Petrocaribe, aún con todas las complicaciones que ha tenido Pdvsa producto de la salvaje caída de los precios del petróleo, sigue mostrando resultados positivos.
Cubre el 32% de petróleo del Caribe, ha incidido positivamente en el 25% del PIB de cada uno de sus países, las refinerías y empresas mixtas dirigidas por PDV Caribe, facilitan el acceso a los hidrocarburos y las modalidades solidarias de pago, evitan que el endeudamiento se transforme en un yugo que limite sus posibilidades de crecimiento económico.
2017 será sin lugar a dudas un año de recrudecimiento en la disputa por el Caribe. Y Venezuela seguirá apostando a los puntos en común que guarda con la región como activo político y energético: dos partes del continente esquilmadas por más de 200 años por Estados Unidos.
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