por Redacción Misión Verdad, en Misión Verdad
La encrucijada constituyente se cierne sobre los destinos nacionales, como la disyuntiva entre la paz o la barbarie. No es tiempo de medias tintas, no hay un espacio gris. Es tiempo de definiciones absolutas.
Contra muchos pronósticos y lidiando contra presiones de diversa índole y desde todas direcciones, el chavismo organiza y participa en el proceso electoral constituyente para dar cuerpo a una Asamblea plenipotenciaria y total. Único espacio donde se conjugará el modelo de país, una afrenta contra la ignominia de quienes quieren a la sociedad venezolana toda como rehén de la violencia para imponer su visión. Veamos en primer lugar.
El gobierno estadounidense y su garrote imperial amenaza a Venezuela con sanciones, queriendo comprometer los activos y exportaciones petroleras nacionales, para completar el cerco y la asfixia, todo en nombre del “bienestar del pueblo venezolano”, para ayudarnos “a superar la crisis”, dicen.
En la OEA, las continuas presiones y amenazas se han definido en la acción burocrática del intento de tutelaje, llegando a niveles del absurdo cuando México, Panamá y Colombia se pliegan a las sanciones contra Venezuela. Lacayos. Cachorros. Por otro lado, la vieja Europa ensimismada en su debacle neoliberal sigue en su agenda antichavista sin desparpajos.
El mundo observa expectante las presiones. Pero el desenlace es impoluto y se desarrolla así hoy 30 de julio. En segundo lugar, puertas adentro de Venezuela, ocurre quizás el punto más alto de violencia antipolítica conocida en época reciente. Es el intento de asfixiarnos desde adentro, sometiendo a parte de la población a la violencia y el caos.
La gendarmería del odio no ha descansado ni medido esfuerzos. La Mesa de Unidad Democrática (MUD) que es apenas una organización que eventualmente incursiona en la política pero que siempre permanece en la agenda golpista, quiere aleccionarnos con su poder de fuego, boicot, chantaje, intimidación y violencia. Pero esa fuerza que dice ser el 90% electoral del país, es presa de la histeria y el miedo, porque el “minúsculo” chavismo ha salido a votar. Una insólita paradoja, entendiendo que la MUD no participó en la Constituyente privando a sus electores de sus propios derechos políticos. Ahora quieren trancar y bloquear la vida política de la que ellos decidieron no formar parte.
La Constituyente es precedida por todo el ejercicio del capital político y antipolítico del antichavismo puesto contra estas elecciones con todo su peso. Han quemado las naves, se afincan en la aventura del “todo o nada”, queriendo arrastrar al país todo a una guerra civil. La violencia articulada y paramilitarizada, aún en una versión dosificada, es la apuesta en el terreno mientras efectúan presiones desde altas instancias.
Victoria y encrucijada
Así ha salido el chavismo a votar. Así se desarrolla el proceso constituyente, entre la guerra y la paz. Así se definen los destinos nacionales.
Contra todo, pese a todo. La victoria política del chavismo se consolida de esta manera: el solo hecho de la consumación del proceso electoral constituyente, en nuestras circunstancias, contra semejantes presiones, es una victoria inédita jamás conocida por fuerza social alguna en el devenir de nuestra historia. Es una victoria electoral, estadística, pese a cualquier resultado final. Pero sobre todo es una victoria simbólica.
Frente a la agenda impuesta del terror, el caos y el golpe, se impone la ternura, el ahínco y la valentía del ejercicio del voto. Por otro lado la Asamblea Nacional Constituyente se elegirá para ser plena y absoluta, para ejercer desde el Hemiciclo, donde reside el poder parlamentario.
Esa no será una imagen menor, entendiendo que a finales de 2016 el cierre político del año fue la épica y los rostros de los chavistas que irrumpieron en ese espacio para encarar a la MUD y a su aquelarre pseudoparlamentario golpista. Ahora tal hecho ocurrirá por los caminos formales y será esa la imagen-símbolo que anunciará quién sigue en pie y quién no en la arena política. Vendrá también el reacomodo y blindaje de los poderes nacionales, especialmente de los que se salieron de los espacios de regularidad política y han puesto en vilo el entramado institucional todo, vulnerando al Estado y en consecuencia a la sociedad toda, en pos del asalto al poder ejecutivo nacional.
No será esa una victoria menor, entendiendo que en una ardua jornada electoral, el pueblo en carne y hueso efectuará con los votos una desarticulación de un golpe político-institucional fraguado durante años. Pero hay una victoria muy sobresaliente, por demás.
Es la más temida por el antichavismo dentro y fuera de Venezuela. Yace en la recomposición, revitalización y remoralización del tejido político chavista, no sólo en su cualidad electoral sino identitaria como fuerza política, social y cultural. El chavismo ha encontrado en sí mismo las claves de su propia recomposición, de su redefinición. El chavismo lo hace así, yendo a la médula y a la inspiración originaria, frente a todo intento de incisión, contra traidores y adversarios de siempre, y contra el chantaje de la intervención y la violencia.
El chavismo se impone, frente a sí mismo y frente al adversario. A eso teme el enemigo. Teme al desecho por defecto de su agenda horrible y la disolución de su tablero fraguado. Temen a un chavismo movilizado, consciente, remoralizado, que asume con carácter efectivo la política, el voto, la organización y la puesta en ejercicio del poder legítimo.
Temen el reinicio de un proceso social que redireccione la política nacional, mediante la fuerza vinculante del poder constituyente con el chavismo ejerciéndolo a plenitud. Lo cual significa una tragedia, no sólo contra las instancias del poder clásico burgués, como el que el antichavismo alcanzó al hacerse del parlamento, es también una tragedia para las aspiraciones de quienes de facto ya daban por muerto al chavismo asumiéndolo inhabilitado para regir.
El poder constituyente no sólo será originario, será también impoluto, será absoluto y será construido por los votos. Esto implica la llegada de nuevos derroteros, nuevos destinos y nuevos avatares en la lucha por la preservación de la patria. La contrarrevolución no va a detenerse, como tampoco debe hacerlo el chavismo. Pesa sobre las fuerzas revolucionarias una responsabilidad histórica de gran calado, inmensa, como nuestras circunstancias. Así que los tiempos de cantar victoria, pese a las que hoy se consuman, deben esperar.
No hay destinos definitivos, hasta que sean definitivos. La lucha es de largo aliento. Por ahora, nos sobrevienen los tiempos de las definiciones. No en vano, estas son horas cruciales en la historia de Venezuela, pues un día como hoy, ocurre la historia y nosotros con ella.
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