por Vicky Peláez, en Russia Today en castellano
Parece que Donald Trump está en permanente búsqueda de enemigos. Después de que sus advertencias a Corea del Norte fracasaran y de tratar de intimidar con su retórica belicista al presidente de Venezuela, ahora Trump sigue las sugerencias de su colega Benjamín Netanyahu y fija su mirada encolerizada en Irán, prometiéndole una terrible “tormenta”.
“La Casa Blanca se ha convertido en un jardín de infancia para adultos” (Senador republicano Bob Corker, 8 de octubre de 2017)
En un intento de deshacer el arreglo nuclear que firmaron el 15 de julio de 2015 el Grupo 5+1 (China, EEUU, Francia, Reino Unido y Rusia + Alemania) con Irán, destinado a disminuir drásticamente el enriquecimiento de uranio en el país, a cambio del fin de las sanciones, Donald Trump declaró irresponsablemente y sin ningún sustento que aquel acuerdo era “horrible” y dañino para EEUU. Su partidario, el senador republicano Tom Cotton lanzó inclusive la posibilidad de no sólo aplicar sanciones económicas contra Teherán sino organizar una intervención militar si es que el país sigue con su programa de misiles balísticos y armas nucleares.
Una cosa son los políticos y otra los militares. Precisamente, los generales no quieren la guerra ni contra Corea del Norte, ni contra Irán. El secretario de Defensa, James Mattis, declaró que Teherán sigue, según los informes de los servicios de inteligencia y los informes de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), cumpliendo con lo acordado en Austria en 2015. El Jefe del Estado Mayor Conjunto, general Joseph Dunford, y el secretario de Estado, Rex Tillerson, confirmaron también que Irán está “actuando en conformidad con todas las pautas técnicas” aceptadas y firmadas en Viena.
Lo que no sabe o no quiere saber Trump, debido a la fuerte presión de los cabilderos israelíes o pro-Israel, es que con Irán se repite la misma historia que con Corea del Norte respecto a la energía nuclear. El programa nuclear iraní ‘Átomos para la Paz’ fue promovido por Estados Unidos en 1957 y siguió sin interrupción hasta la Revolución que cambió el país en 1979. Henry Kissinger fue el cabildero principal de aquel programa firmando un memorándum titulado ‘EEUU-Irán Cooperación Nuclear’, que según aquel siniestro y controvertido personaje iba a traer a las corporaciones norteamericanas más de 100.000 millones de dólares.
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En 1976, el presidente Gerald Ford firmó una orden que permitía a Irán comprar tecnología norteamericana para extraer plutonio. Posteriormente, se firmó otro acuerdo multimillonario que permitió a Teherán controlar grandes cantidades de plutonio y uranio enriquecido lo que dio en realidad un visto bueno para la creación de una bomba nuclear. Los mismos personajes que facilitaron el acceso de Corea del Norte a la energía nuclear un tiempo después actuaron de cabilderos para Irán, recibiendo millonarias recompensas. Fueron precisamente los ‘halcones’ Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y muchos otros neoconservadores los que pusieron en marcha el programa nuclear en Irán y permitieron elaborar el plutonio de combustible para reactor nuclear.
Las corporaciones norteamericanas General Electric y Westinghouse Electric fueron las más beneficiadas con este negocio. Los europeos no quedaron atrás y formaron la Sociedad Anónima Eurodif (Francia, Bélgica, España y Suecia) abriendo el paso a sus corporaciones como Siemens AG y AEG Telefunken.
La Revolución iraní de 1979 y posteriormente la guerra entra Irak e Irán que duró de 1980 a 1988 hicieron posponer el programa nuclear iraní y recién en 2000 Teherán comenzó a importar uranio de China. Washington, asustado de la posibilidad de fabricación de una bomba nuclear por los científicos locales, lanzó una operación secreta llamada ‘Operación Merlín’ proveyendo a Irán un diseño defectuoso de una bomba nuclear para hacer retrasar su intento. Pero le resultó ‘un tiro por la culata’ porque los científicos locales identificaron los defectos y perfeccionaron su diseño. Ya en 2012, el entonces secretario de Defensa, Leon Panetta, declaró que Irán tenía la capacidad de fabricar una bomba atómica. Por lo pronto, en Irán existen hoy día 16 instalaciones nucleares.
Tomando en cuenta todas estas condiciones, no le queda a Trump otra alternativa, como igual pasó recientemente con Corea del Norte, que después de seguir con su retórica belicista, declarar en un momento determinado que no está pensando en un conflicto militar que afectaría sobre todo al estrecho de Ormuz, desde donde Teherán controla el paso de más del 40% del petróleo mundial, es decir 6.000 millones de barriles al año. Lo único que podría hacer es retornar a la política de sanciones que el resto del Grupo 5+1 no aprobaría debido a su interés en el gas y petróleo iraní. Esta política de castigo económico ha fracasado en el caso de Rusia y Corea del Norte. Gracias a ella Rusia ha reemplazado a EEUU como el primer productor de trigo en el mundo, mientras que Corea del Norte sigue su rumbo sin interrupciones.
Además, de acuerdo al informe anual de la Heritage Foundation, ‘2018 Index of U.S. Military Strength’, Norteamérica no está lista para una nueva guerra y necesita urgentemente “revitalizar sus Fuerzas Armadas”. Los especialistas de este importante ‘think tank’ llegaron a la conclusión y dicen que “el poder militar del Ejército norteamericano es débil, de la Fuerza Naval y la Fuerza Aérea es marginal, de los Marines es débil y, de la fuerza Nuclear, es marginal”. Se necesita mucho dinero para poner en forma de combate a los militares estadounidenses, porque actualmente de “31 brigadas del Ejército solo unas 10 están listas para el combate, dos de cada cinco aviones de los Marines pueden volar, faltan 1.200 aviones de guerra, 1.000 pilotos y 3.000 técnicos. El presupuesto actual de 700.000 millones de dólares no es suficiente para contrarrestar las amenazas de los agresores principales: “Rusia, Irán, los terroristas y Corea del Norte”. Entre todos estos ‘enemigos’ se destaca Rusia, porque “es el único país que tiene la capacidad de poner el riesgo los intereses vitales de EEUU”.
Irán, para los especialistas de la Heritage Foundation, “representa un desafío más significante para la seguridad de EEUU y de Israel, especialmente como el auspiciador de los grupos terroristas tipo Hizbulá”. “Sus misiles balísticos y su potencial capacidad nuclear representan también un peligro a largo plazo para la seguridad nacional norteamericana”. Lo que le queda a Washington es revigorizar y modernizar sus Fuerzas Armadas para poder mantener su superioridad militar en el mundo. El problema constituye el dinero que es la clave para lanzar un nuevo programa militar.
Mientras tanto, EEUU sigue su rutina continuando la guerra más larga en la historia del país contra Afganistán que ya cumplió 16 años. También Washington está tratando de lograr una presencia militar en Siria donde sus huestes del Estado Islámico —Daesh, proscrito en Rusia y otros países—, Al Qaeda, el Frente al Nusra están en retirada generalizada debido al avance del Ejército Árabe Sirio con la ayuda militar de Rusia. No les están ayudando a los mercenarios yihadistas de EEUU ni el armamento que llegó procedente de la Unión Europea cargado en 1.400 camiones entre el 5 de junio y 15 de septiembre de este año. Las armas las transportan las compañías norteamericanas Chemring y Orbital ATV. Los intermediarios en la transferencia de armas siguen siendo los mismos de antes: Turquía y Arabia Saudí, a pesar de sus declaraciones contrarias durante la visita de sus líderes a Moscú.
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La supuesta ‘nueva estrategia’ de Donald Trump en Afganistán, después de gastar Washington más de un millón de millones de dólares, consiste en intensificar las acciones militares dándoles mayor libertad de acción y deshacerse de todos los intentos de mejorar la administración en el país y promover la democracia. No hay que olvidar que George W. Bush y Barack Obama estaban guiados en su estrategia en Afganistán por las pautas que trazó el profesor de la Escuela Naval de Guerra de EEUU, Thomas Barnett en su libro ‘The Pentagon’s New Map: War and Peace in the Twenty-First Century’ (2004) (‘El nuevo mapa del Pentágono: la guerra y la paz en el siglo XXI’).
Para Barnett, ‘la primera parte de la guerra’ está basada en la fuerza brutal para poner fin rápidamente a la violencia y caos y la ‘segunda parte de la guerra’ está basada en el restablecimiento de la paz, estabilización del país intervenido y su reconstrucción. La ‘nueva doctrina’ de Trump se deshizo de la ‘segunda parte de la guerra’ y se concentró simplemente en la primera. De allí viene el incremento de las bombas lanzadas por los aviones militares en Afganistán de 589 en agosto a 751 en septiembre pasado. En total, en nueve meses de este año EEUU lanzó 3.238 bombas. Todo esto fue para asegurar la expansión del Estado Islámico en el país, la eliminación de los talibanes y, lo más importante, el incremento de la producción de opio y sus derivados como heroína, pues un kilo de esta droga cuesta en New York 162.000 dólares.
Por el momento, el poder de Trump se basa en amenazas. La ‘Dama de Hierro’ británica, Margaret Thatcher, le diría “ser poderoso es como ser una dama, pero si lo tienes que andar diciendo, es que no lo eres”.
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