por Ollantay Itzamná, en Resúmen Latinoamericano
El domingo 26 de noviembre pasado, quedará en la historia hondureña como el “trágico” día donde los subalternos/despojados sacudieron electoral y moralmente al Dictador y al Imperio norteamericano, en las urnas, y con las reglas de juego electoral establecidos por éstos.
Un Dictador “democrático” ahogado en su soledad
Juan Orlando Hernández (JOH), actualmente aún Presidente de Honduras, acuerpó el golpe de Estado en 2009 (entonces era Diputado).
En 2012, ya como Presidente del Congreso de la República, destituyó a 4 magistrados (probos) de la Corte Suprema y los reemplazó con magistrados afines a su partido político.
Estos magistrados avalaron el fraude electoral, en 2012, y Juan Orlando Hernández se hizo Presidente, con un control absoluto del Legislativo, Judicial y el organismo electoral.
En 2016, la Corte Suprema de Justicia, en contra de lo dispuesto por la Constitución Política, declaró “legal” las aspiraciones a la reelección presidencial de Juan Orlando. La oposición y la población en resistencia exigían consulta popular para dirimir dicho caso.
El 26 de noviembre pasado, luego de haber hecho campaña electoral por cuatro años consecutivos con dineros del Estado, el Dictador fue derrotado en las urnas. Y, para evitar lo inevitable “tomó de rehén” al Tribunal Supremo Electoral (TSE) para que lo declare como ganador, en contra de los resultados de las actas físicas (cuyas copias certificadas los tienen los partidos políticos).
Los jóvenes que salieron a votar “correctamente” (como dicen ellos), ocuparon simultáneamente las calles y plazas de las ciudades del país en protesta por el fraude evidente. El Dictador respondió con tanques y ametralladoras, asesinando ya a varios electores sublevados.
En este contexto, la Unión Europea exige que TSE lea lo que dicen las actas electorales, al igual que la decrépita Organización de Estados Americanos. Pero, el Gobierno norteamericano, padrillo de esta Honduras en desastre, calla como en 2009.
El Imperio norteamericano es el padrillo de la Honduras actual
Luego que los españoles e ingleses se marcharon de Hybueras (así se llamaba la actual Honduras), en el siglo XIX. Los gobiernos norteamericanos ocuparon este pequeño país como un hangar para sus tropas militares (tres inmensas bases militares), con el argumento de “democratizar y desarrollar el país”.
Está suficiente documentado que el golpe de Estado del 2009, en Honduras, fue promovido y respaldado por el gobierno norteamericano.
Desde aquel golpe, no sólo se sepultó la deficitaria institucionalidad/autoridad estatal del país, sino que Honduras fue convertido en un narcoterritorio libre por donde fluye la droga a los EEUU, y recorren las armas pesadas con destino a América Latina.
La colonización, y la condición de colonialidad en este país ha calado hondo al límite de corporizarse incluso en sus habitantes. De esa condición colonial se confiaron el Dictador, su cohorte, y el Imperio norteamericano. Pero, el cuerpo humano, mientras esté vivo, siempre sentirá dolor. Y, a mayor dolor, es probable que la víctima reaccione con descontrol. Y, eso es justamente lo que ocurre en Honduras. Ocurre, ocurrirá y se contagiará en toda Centroamérica neoliberal corrupta, si los pueblos no dan un golpe de timón en la dirección de sus destinos
En Honduras termina el paraíso terrenal de la restauración neoliberal
La mayoría de las dantescas desgracias que padece el digno pueblo hondureño, producto de la colonización permanente, y de la sangrienta dictadura neoliberal, fue y es sistemáticamente escondida por los medios corporativos masivos.
El Imperio y sus medios de (des)información se esforzaron por mostrar a una Honduras oficial “democrática”, “camino al desarrollo”, etc. Pero, fracasaron. La verdad sobre Honduras se impone, ahora, en las pantallas de teléfono y de las computadoras, desde las redes sociales.
Ahora, los Estados Unidos no tiene nada bueno que ofrecer como ilusión a América Latina y al mundo que sueña con superar al desastroso neoliberalismo.
La región debe saber: O nos deshacemos del Imperio y de sus sistema neoliberal, o toda América Latina nos convertimos en la Honduras actual. Un país, sin Estado, sin derechos, sin gobierno, sin dinero, sin comida. Un país bajo una dictadura sangrienta, convertida en marca mundial por los asesinatos.
En Honduras se libra la batalla decisiva entre el Norte de la muerte y el Sur de la Vida. Y por eso, todos y todas, debemos prestarle atención a este país colonizado que desea existir.
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