por William Peynsaert, en Investig’Action (publicado originalmente en Solidaire; traducción desde https://www.investigaction.net/fr/La-bataille-de-Stalingrad-un/)
Hace 70 años (el artículo original fue publicado en 2013, por lo tanto actualmente hace 75 años. Nota de CSL) los soviéticos infligían a los fascistas una derrota memorable, un “razgrom”, por decirlo en su lengua. Es en Stalingrado donde acaba definitivamente el Blitzkrieg de los nazis. Los soviéticos rodearon ahí a 300.000 alemanes, los cuales capitularon el 2 de febrero de 1943 mientras que en su discurso del 30 de enero Hitler afirmaba todavía que el pueblo alemán lucharía hasta que la victoria fuera segura. A partir de entonces la victoria final de los aliados no es sino cuestión de tiempo. Una victoria forjada en sangre, sudor y lágrimas, sobre todo de los soviéticos.
A mediados de la década de 1920 los soviéticos ya habían considerado la posibilidad de una nueva guerra mundial. En toda Europa llegan al poder regímenes fascistas. Primero Mussolini en Italia, el 30 de octubre de 1922. Hitler, por su parte, llega al poder el 30 de enero de 1933. Alemania se rearma a toda velocidad. La defensa de la joven URSS es una prioridad absoluta en su primer Plan Quinquenal de 1928. La Unión Soviética es la única que se da cuenta del verdadero peligro. Hitler escribe negro sobre blanco en su best-seller, Mein Kampf, que el bolchevismo es el enemigo mortal del fascismo .
Italia también es belicista. En 1935 ocupa Etiopía. Los dirigentes soviéticos creen que Europa va a despertar. Proponen un sistema europeo de seguridad colectiva. En vano. Ya en 1935 los soviéticos saben gracias a su agente secreto Richard Sorge que sin lugar a dudas vendrá un ataque de Alemania. Hasta 1941 la Unión Soviética tendrá decenas de iniciativas para crear un frente de paz contra las amenazas de las guerras fascistas.
La actitud del avestruz de Occidente
Las potencias capitalistas no quieren saber nada y esperan que los nazis elijan la URSS como primer objetivo. Hasta 1921 Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Japón harán todo lo posible para eliminar a los bolcheviques. El 24 de junio de 1941, justo después del ataque alemán contra Rusia, el futuro presidente estadounidense Harry Truman declarará en el New York Times: “Si vemos que Alemania gana, debemos ayudar a Rusia y si Rusia gana, debemos ayudar a Alemania, para hacer que se maten entre sí todo lo posible”.
Inglaterra y Francia se pierden en concesiones a los nazis. Se sacrifican Austria, Chequia y Eslovaquia. Este último país incluso pagará a los nazis para que se deshaga de sus judíos: 500 deutsche mark por judío… Uno de los resultados de la política occidental de conciliación. En 1939 prácticamente lo único que pueden hacer los soviéticos es llegar a un pacto de no agresión con su enemigo hereditario.
La resistencia debe venir de la izquierda. En 1935 Georgi Dimitrov, secretario general del Komintern, un vínculo de cooperación mundial entre los partidos comunistas, invita encarecidamente a las fuerzas de izquierda a unirse en un amplio frente popular contra el fascismo. Ahí donde el fascismo toma el poder hacer retroceder todos los logros sociales, se oprime a la clase obrera, se suprimen los sindicatos y se maltrata a las minorías.
En la visión jerarquizada del mundo del “Blut und Boden” (Sangre y suelo) no hay lugar para todas aquellas personas a quienes los fascistas califican de “extranjeras al pueblo”, de “degeneradas”, de “inferiores” o de “parásitos”. Los patronos obtienen carta blanca. En todos los países los comunistas se sitúan a la vanguardia contra esta ideología. En Eslovaquia organizan en 1944 una insurrección nacional; en Yugoslavia los comunistas logran prácticamente solos echar a los fascistas.
Una guerra de destrucción
El sentimiento de superioridad de la “raza de los señores” alemana lleva a una guerra de destrucción de la que no se libra absolutamente nada. El 3 de marzo de 1941 Hitler da la siguiente orden: “ La guerra contra Rusia no se podrá hacer de manera caballerosa. Es un combate de ideologías entre razas diferentes y habrá que llevarla a cabo con una dureza sin precedentes, despiadada y que no retroceda ante nada. [ … ] No se hará reproche alguno a los soldados alemanes a los que se considere culpables de violaciones de las leyes internacionales”.
No solo las altas instancias políticas nazis quieren un genocidio bestial, también la Wehrmacht alemana [las Fuerzas Armadas Unificadas de Alemania]. El 2 de mayo de 1941 el general Erich Hoepner escribe: “La guerra contra Rusia es un capítulo importante en la lucha por la supervivencia de la nación alemana. Es el mejor combate de los pueblos germanos contra los eslavos, la defensa de la cultura europea contra el maremoto de Moscú y de Asia, la lucha por contener el bolchevismo judío. El objetivo de esta lucha debe ser la destrucción de la actual Rusia y se debe llevar a cabo con una dureza sin precedentes”.
El outsider rojo
El 22 de junio de 1941 la Alemania nazi ataca la Unión Soviética con más de tres millones de hombres, 3.600 tanques y más de 4.000 aviones. Más de un millón de sus aliados, entre ellos italianos, rumanos, húngaros, finlandeses y eslovacos. Empieza la Operación Barbarroja. Los primeros objetivos: Leningrado, Ucrania y los campos petroleros del Cáucaso. El objetivo final es la línea A-A, de Arjanguelsk en el norte a Astrajan en el sur.
Las expectativas son optimistas: “Nos bastará con llamar a la puerta y toda la estructura roja caerá por sí misma”, declara Hitler a propósito de la Unión Soviética. Los Aliados también creen que la URSS va a caer muy rápido. Las primeras semanas el agresor tiene el viento en popa. Rodea a partes importantes del ejército rojo. En contra de lo esperado, estas unidades aisladas prosiguen el combate. Los alemanes se asustan de sus propias pérdidas. Es lo que se trasluce leyendo el diario secreto de Franz Halder, Jefe del Estado Mayor de Hitler. El primer día de la invasión escribe: “No hay señales de intentos de dislocación operativa. Ni siquiera hay que tener en cuenta esta posibilidad”. El 24 de junio: “Es notable la tenaz resistencia de cada una de las unidades rusas consideradas individualmente”. Y el 29 de junio: “Los informes de todos los frentes confirman las primeras indicaciones según las cuales lucha hasta el último ruso”. Diez días después de la invasión, el 3 de julio, habla de 54.000 muertos en el lado alemán, más que todas las pérdidas alemanas en la conquista de Polonia en 1939. Pero sigue soñando porque el mismo día todavía escribe: “Sin duda no es exagerado afirmar que la campaña de Rusia se habrá ganado en menos de dos semanas”. El 11 de agosto, después de encarnecidos combates en torno a Smolensk, el Jefe del Estado Mayor despierta bruscamente: “Toda la situación muestra cada vez más claramente que hemos subestimado al coloso ruso”.
Fábricas sobre ruedas
El ataque hace que el ejército alemán se enfrente a enormes retos logísticos. Los guerrilleros rompen en todas partes las cadenas de suministro. Sin embargo, los nazis esperan que los soviéticos se desmoronen en cualquier momento.
Lo que ocurre en el plano económico es totalmente imprevisible. Inmediatamente después del ataque alemán los soviéticos desmontan su industria al oeste del Ural para reconstruirla al este. A finales de 1941 se han desplazado no menos de 1.521 grandes fábricas, algo único en la historia mundial (1). De este modo la industria soviética se encuentra a salvo de los bombardeos alemanes. En 1942 los soviéticos producen tres veces más tanques que los alemanes, entre ellos el famoso T-34, sin duda el mejor tanque medio de la Segunda Guerra Mundial.
Los soviéticos también aguantan en el plano ideológico. Aplican al pie de la letra su divisa “los comunistas tienen que estar en la línea de fuego”. En junio de 1941 cada comité provincial del partido tenía que haber enviado entre 500 y 3.000 hombres y mujeres al ejército en el plazo de tres días. En unos días se moviliza a 95.000 miembros del partido y 58.000 parten al frente. El prestigio del partido aumenta enormemente. En 1943 el partido cuenta con 2,7 millones de miembros y casi la misma cantidad de personas en la sección de jóvenes (el Komsomol) activa en el ejército. Los esfuerzos de guerra de los soviéticos dan fruto. En diciembre de 1941 obligan a los alemanes a detenerse ante Moscú. Es la primera derrota alemana de la guerra.
La Operación Urano
En la primavera de 1942 los alemanes vuelven a pasar a la ofensiva. Llegan al Volga, cerca de Stalingrado. Si toman la ciudad los soviéticos perderán su principal vía navegable y sus reservas de petróleo. Por otra parte, se ha llegado a un acuerdo con los japoneses: que los alemanes se apropien de cualquier ciudad del Volga y los japoneses atacarán a los rusos a su espalda (2). Los [bombarderos] Stukas alemanes dejan la ciudad reducida a ruinas. A continuación las tropas terrestres alemanas toman el relevo. Pero las ruinas que los alemanes han creado se vuelven contra ellos. Sus tanques apenas se pueden desplazar entre los escombros. Los soviéticos siguen ocupando una pequeña parte de Stalingrado, a orillas del Volga. Hitler declara triunfalmente que no hay la menor navegación por el río.
Se confía al estratega Gueorgui Zhúkov la misión de salvar la situación. Quiere rodear al general alemán Friedrich von Paulus y a su Sexto Ejército. Los preparativos de la Operación Uranio tiene lugar en el mayor de los secretos. Los alemanes no sospechan nada. Los soviéticos inician un movimiento en forma de tenaza. Atacan a los dos flancos del Sexto Ejército en Stalingrado. Los dos extremos del ataque se cruzan en la parte trasera de la ciudad, cerca de Kalach. En los flancos de las tropas alemanas solo hay tropas rumanas, peor armadas. El día del cerco prosiguen los ataques alemanes contra Staligrado como si no ocurriera nada.
La maniobra de cerco tiene éxito. 300.000 fascistas quedan atrapados en el caldero de Stalingrado. Hitler prohíbe a von Paulus retirarse. Su ejército se debe sacrificar para hacer ganar tiempo a otros frentes.
Una guerra de ratas
La prensa alemana disimula todo el tiempo posible la noticia del cerco. Después de la rendición se hace creer al pueblo alemán que no hay supervivientes. El régimen criminal no admitirá jamás haber cometido un error. El puente aéreo destinado a salvar al ejército de tierra a partir del aire es un fracaso. El comandante en jefe de la Luftwaffe [Fuerzas Aéreas alemanas], Hermann Göring, había jurado que era posible, pero incluso sobre el papel era imposible. El Sexto Ejército necesitaba cotidianamente 700 toneladas de mercancías. En teoría todavía era posible un total de 350 toneladas, solo en las circunstancias más favorables.
Por consiguiente, el Sexto Ejército se las tiene que arreglar solo. La Rattenkrieg o “guerra de las ratas” prosigue en medio de un frío polar. Se lucha por cada casa, por cada habitación. Los soviéticos derriban los muros interiores de las casas para que sus tiradores de élite puedan circular más fácilmente. Desarrollan una verdadera cultura del francotirador, con estrellas nacionales como Vassili Zaitsev. Ironías del destino, en estos combates cuerpo a cuerpo el arma más eficaz no es otra que una “pala afilada”. Los soldados duermen por la noche vestidos para que no se la roben.
Los soviéticos no dejan nada al azar, tampoco en el plano psicológico. Tocan tangos para suscitar un ambiente macabro en toda la ciudad de Stalingrado rodeada. Los altavoces claman sin parar “Cada siete segundo muere un alemán en Stalingrado. Stalingrad Massengrab (fosa común)”. Hordas de alemanes se precipitan para conseguir un billete de vuelta en uno los aviones de transporte, que cada vez tienen más dificultades para aterrizar o despegar en este caldero. La situación es insostenible. A pesar de las órdenes de Hitler, von Paulus capitula en febrero de 1943. Y para gran enfado de Hitler, no se suicida.
El principio del fin
El precio que pagan los fascistas es enorme. Hay 24 generales entre los 90.000 prisioneros de guerra. Han muerto unos 140.000 hombres rodeados. Han perdido 60.000 vehículos ligeros, 1.500 tanques, 6.000 cañones y 7.000 motos. En todas las operaciones que tuvieron lugar en Stalingrado o entorno a la ciudad los alemanes dejaron 850.000 hombres, muertos, heridos o desaparecidos.
Muchos ciudadanos y militares alemanes ya no creen en el Endsieg, la victoria final. Una investigación secreta de los servicios de inteligencia alemanes revela la desesperación: “La gente pregunta sobre todo por qué no se evacuó o despejó Stalingrado y cómo es posible que unos meses antes se afirmara que la situación militar era segura. Ahora muchos conciudadanos piensan seriamente en las consecuencias de una derrota”. En toda la Europa ocupada se endurecen las acciones de resistencia contra la política de terror de los fascistas. En mayo de 1945 los nazis son derrotados. Los ciudadanos de la Unión Soviética demostraron ser más resistentes y productivos que el enemigo. Defendieron los logros de su revolución .
Las cifras de las pérdidas
Entre el 22 de junio de 1941 y el 9 de mayo de 1945 cada día perdieron la vida más de 17.000 soldados y ciudadanos soviéticos, esto es, un total de 25,3 millones de personas. El 27% de la población activa de la URSS murió durante la guerra. Entre 16 y 18 millones murieron por factores externo a la violencia “normal” de la guerra: al menos 3,5 millones de prisioneros de guerra soviéticos murieron de hambre en los campos alemanes; entre 4 y 5 millones de ciudadanos soviético (de los cuales aproximadamente un millón eran judíos) fallecieron en las ejecuciones masivas o en las cámaras de gas; de 8 a 10 millones de civiles soviéticos murieron de hambre debido al bloqueo y a la locura destructora de los alemanes. Y 7 u 8 millones de militares perdieron al vida (3). Un 80% de las pérdidas alemanas de la guerra se produjeron en el frente del Este. Por lo que se refiere a las pérdidas de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, son las siguientes: 187.000 estadounidenses, 400.000 británicos y 650.000 franceses (siempre contabilizando militares y civiles).
Notas
(1) The Soviet Economy and the Red Army, 1930-1945, Walter Scott Dunn, p. 34.
(2) Stalin’s Spy: Richard Sorge and the Tokyo Espionage Ring, Whymant, Robert, p. 206.
(3) Atlas zur Geschichte, Band 2, Gotha (DDR), 1981/V. Koulikov, L’Aide internationaliste accordée aux peuples d’Europe, en Histoire de l’URSS: Nouvelles Recherches , n° 4, Moscú, 19851
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