Ballet franco-alemán en el Bolchoi: ¿El Cascanueces o Pedro y el lobo?

por Stratediplo

El 5 de febrero de 2015 el presidente francés François Hollande y la canciller alemana Angela Merkel anunciaron que alteraban sus respectivas agendas para ir la misma tarde a Kiev a encontrarse con el presidente ucraniano Petro Porochenko y el día siguiente a Moscú a hablar con el presidente ruso Vladimir Putin. Ya al momento de este anuncio sorpresa, François Hollande calificó este viaje de última tentativa diplomática para evitar la guerra, precisando “si tenemos éxito habremos evitado la escalada; si fracasamos, que dirán, que Francia y Alemaña hicieron todo lo que podían hacer”.

El contenido del discurso o de las propuestas que tenían la intención de hacer no fue difundido de antemano, pero apenas salían de Kiev Petro Porochenko anunció públicamente lo que sería inaceptable para él, y antes de su llegada en Moscú los servicios diplomáticos franceses y alemanes dejaron filtrar que eran propuestas basadas en los acuerdos de Minsk.

Recordatorio

Entre paréntesis conviene recordar que los “acuerdos de Minsk” no son un todo homogéneo. El Protocolo de Minsk, firmado el 5 de septiembre de 2014, repite el ultimatum de Petro Porochenko del 20 de junio exigiendo la capitulación immediata de la resistencia al golpe de estado, el éxodo de los oposidores y el reforzamiento del control internacional de la frontera ruso-ucraniana. El Memorandum de Minsk, firmado el 19 de septiembre, establece un cese-al-fuego entre las facciones ucranianas disponiendo el retiro de las armas pesadas más allá de su alcance máximo y el establecimiento de un control internacional sobre una franja de separación entre las dos facciones, así como la salida de todos los combatientes y armamentos extranjeros.

Es útil recordar también que la OTAN, la Unión Europea y sus miembros se opusieron a las negociaciones de Minsk, conducidas por iniciativa de Bielorusia con asistencia de Rusia sin ninguna participación occidental. Los países de la Alianza Atlántica manifestaron particularmente su oposición invitando el presidente ucraniano Petro Porochenko a la cumbre de la OTAN en Newport (y prometiendo financiar aún más su campaña militar contra la población del sur-este) al momento mismo en que tenían lugar estas discusiones inter-ucranianas, y luego publicando un nuevo tren de sancciones contra Rusia (facilitadora de las discusiones bajo amparo de la OSCE) este mismo 5 de septiembre en tanto supieron que un documento común había sido firmado en Minsk.

Tampoco conviene perder de vista que es el gobierno ucraniano quién violó sistemáticamente estos acuerdos, menos de dos horas después del comienzo de la tregua el 20 de septiembre, intensificando el bombardeo de las zonas residenciales del sur-este (con misiles balísticos SS-21, bombas de fósforo blanco, obuses de fragmentación y misiles de sub-municiones), negándose a retirar sus armes pesadas, desplegando minas antipersonal (como la mina antipersonal de efecto dirigido MOH que destruyó el autobus en Volnovakha el 13 de enero), enviando las hordas de Pravy Sektor a practicar la violación de las jóvenes mujeres de la zona de separación, el secuestro de campesinos en víspera de cada fecha de intercanbio de prisioneros, y sobretodo la masacre de miles de civiles inocentes cuyas tumbas comunes la OSCE está todavía explorando en las zonas dificilmente libradas por la resistencia. Si Petro Porochenko pretendió el 7 de febrero haber perdido sólo a 1200 militares y matado a sólo 5400 civiles, según Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung del 8 de febrero la inteligencia militar alemana evalúa las pérdidas totales en ya 50.000 (o sea la mitad de la guerra de Bosnia o de la guerra civil argelina). Y de acuerdo al Alto Comisariado para los Refugiados de la ONU, este comienzo de genocidio ya provocó el éxodo (su objetivo anunciado) de 1,6 millones de personas, o sea un cuarto de la población de las regiones “anti-terrorizadas” por el gobierno ucraniano.

Finalmente, el ballet franco-alemán no necesitaba extenderse más allá de Ucrania ya que apenas Angela Merkel y François Hollande salieron de Kiev, Petro Porochenko se apuró a declarar que algunas de las propuestas franco-alemanas eran inadmisibles para Ucrania. Se dice que fue, como de costumbre, Vladimir Putin quien inició la idea de esas consultas, pero eso no explica porque la pareja franco-alemana aceptó esta vez.

Preguntas

La primera pregunta que viene es la de la elección del momento. François Hollande y Angela Merkel no tomaron un avión (ni siquiera el micrófono) por el golpe de estado la misma mañana de la firma del acuerdo de salida de la crisis del 21 de febrero de 2014 (patrocinado por Francia, Alemania y Polonia), ni por el envío de un ejército de tipo soviético en contra de una población desarmada el 14 de abril, ni por la violación del acuerdo de Giniebra del 17 de abril (patrocinado por la Unión Europea, Rusia y Estados-Unidos), ni por la msacre de Odessa el 2 de mayo, ni por la destrucción de Slaviansk a principios de junio, ni por el inicio de los bombardeos masivos con todas las armas prohibidas (menos químicas hasta ahora) disponibles en Ucrania, ni por el sitio y la hambruna de dos millones de personas en las ciudades (con destrucción sistemática de las infraestructuras vitales), ni por la denuncia por agencias internacionales del mayor desplazamiento forzado de poblaciones en Europa desde la segunda guerra mundial, ni por el descubrimiento de fosas comunes en las áreas donde habían quedado las bandas paramilitares multinacionales, ni por el lanzamiento de la segunda gran ofensiva por el ejército y las milicias gubernamentales a final de enero. Sólo recién luego del fracaso de esta segunda ofensiva, y del éxito del contrataque local limitado (sin intención de marchar sobre Kiev) de la resistencia acabando finalmente con la limpieza de las ruinas del aeropuerto de Donetsk (y el descubrimiento de cantidad de equipamiento y armamento estadounidense) desde donde la ciudad era bombardeada cada noche durante seis meses, y cerrando la trampa del “dedo” de Debaltsevo donde el ejército ucraniano había introducido muchos refuerzos para separar los territorios de Donetsk y Lugansk, que François Hollande y Angela Merkel decidieron pretender que había que parar eso : el genocidio y la deportación de los Rusos de Ucrania durante nueve meses parecía molestarles menos que la emergencia
inesperada de una resistencia capaz de interrumpirlo.

La segunda pregunta se refeire a la ausencia de invitación o visita de las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Si lo que les interesaba era tratar de parar la operación ucraniana, si se trataba de lograr un acuerdo político entre las partes, y si se trataba de resuscitar los acuerdos de Minsk de los cuales eran firmantes. Si, además, la retórica occidental pretende seguir afirmando que son los “Rusófilos” del sur-este quienes agreden el sur-este de Ucrania, Donetsk y Lugansk tendrían que ser, no solamente asociadas, sino directamente apuntadas por toda iniciativa de restablecimiento de la paz. Por fín, si se trataba de imponer por la fuerza, ya que Ucrania lo rehusa y la OSCE no tiene los medios, la aplicación del Memorandum de Minsk, es decir retirar la artillería ucraniana más allá de su alcance máximo (120 km en el caso de los misiles balísticos SS-21), sólo las fuerzas de auto-defensa de Donetsk y Lugansk tiene la capacidad de hacerlo, fuera del caso de una intervención extrajera por supuesto.

Otra pregunta es la de la ausencia de invitación o de visita de Estados Unidos de América. Si se trataba, como dice parte de la prensa europea, de prohibir o retrasar la presentación al parlamento de la solicitud de entregas de armas como estaba planteado, ya constatadas en el terreno, es hacia Washington que había que volverse. Son Estados-Unidos cuyos mil “cooperantes militares” oficialmente reconocidos a mediadas del año pasado representaban, sin tener cuenta de sus unidades corsarias supuestamente privadas, 10% de las fuerzas operacionales ucranianas. Son Estados Unidos quienes perdieron varias decenas de combatientes (encubiertos) a comienzos de septiembre cerca de Lugansk, y varios oficiales en Ilovaïsk incluso el general de división aérea Randy Allen Kee el 5 de agosto y el capitán Mark Gregory Paslawsky el 19, y de los cuales un ciudadano fue filmado, en uniforme ucraniano, en Mariupol el 24 de enero. Son las armas estadounidenses las que prohibían a los artilleros en traje extranjero entrincherados en las ruinas del aeropuerto de Donetsk rendirse, a fines de enero. Son Estados Unidos quienes, después de haber reconocido una inversión de cinco mil millones de dólares para la preparación del golpe de estado, proponían el año pasado cientos de millones más cada vez que la Unión Europea enviaba al ejéricito ucraniano algunas decenas de millones de euros tomados de los fondos destinados a catástrofes naturales. Son Estados Unidos cuyo comandante del ejército en Europa, el general de cuerpo del ejército Ben Hodges, anunció el 21 de enero el despliegue próximo de tropas (“instructores”) en Lviv, confirmado luego por la vocera del Pentágono la teniente-coronel Vanessa Hillman, antes de que la prensa italiana avise que es la 173° Brigada Aeroportada estadounidense, estacionada en Vicenza y que ya participó en las maniobras provacadoras de la OTAN en Ucrania en septiembre (“Rapid Trident”), la que se está actualmente preparando a ser desplegada en Ucrania. En cuanto a las tropas y armas polacas, no están en Ucrania sin que lo sepa la OTAN a la cual Polonia pertenece. Obviamente la llave de la guerra en Ucrania se halla más en Washington que en Moscú. Cierto, en Kiev François Hollande y Angela Merkel también se encontraron con John Kerry, ministro de asuntos extranjeros estadounidense.

Si François Hollande y Angela Merkel ignoran a los principales beligerantes aparte del principal (el gobierno ucraniano), se puede preguntar por que llaman, en cambio, a Rusia que ha sido hasta ahora el principal moderador, reconociendo (erróneamente) el poder surgido del golpe de estado del 22 de febrero, luego las elecciones impuestas a los Ucranianos el 25 de mayo y de manera aún más agresiva el 26 de octubre, negándose a reconocer los referendums de soberanía de las regiones atacadas y luego la elección de sus respectivos gobiernos, haciendo presión sobre ellas para impedirles su completa secesión, evitando responder a las provocaciones militares ucranianas (incluso los repetidos bombardeos de la región de Rostov), intentando calmar al poder ucraniano trás la entrega de gás del cual se sabe que nunca será pagado y que sería más útil a las poblaciones sin electricidad del sur-este que a las fábricas de armamento de Kiev, y por fín lanzando o apoyando todas las iniciativas de resolución del conflicto. François Hollande y Angela Merkel no anuncian ir a buscar el apoyo de Vladimir Putin a su iniciativa de paz entre las dos facciones ucranianas, sino a querer negociar directamente con él.

Todas las primera páginas de la prensa francesa (habría que ver lo que pasa con la prensa alemana) anunciaron la “sorpresa” de la iniciativa de François Hollande y Angela Merkel, la rodean de artículos de propaganda anti-rusa. Unos hablan de “vuelos de provocación” de la fuerza aérea rusa casi proporcionando accidentes sin mencionar que la OTAN reconoce haber más que cuatriplicado sus vuelos de observación táctica a lo largo de las fronteras rusas, otros denuncian “maniobras terrestres provocadoras” en Krasnodar sin mencionar que esto es a cientos de kilómetros de Ucrania más allá del mar de Azov (y que maniobras de la OTAN tuvieron lugar en septiembre en la misma Ucrania), otros además consideran como un casus belli el ataque contra el autobus en Volnovakha sin mencionar que fue destruído por una mina antipersonal puesta por el ejército ucraniano (en violación de los acuerdos de Minsk pero también de la convención de Ottawa) y que los informes de la OSCE establecieron que es la artillería ucraniana que bombardeaba en aquel momento el punto de control ucraniano… y todos publican anchos encabezados acusando a Rusia de haber atacado a Ucrania. El diario Le Monde, voz del gobierno francés, pone por ejemplo en título “Putin debe elegir : guerra o paz”, y añade que “la historia está estando entre un conflicto todavía localizado […] y un enfrentamiento más general […] el caso ucraniano puede […] llevar a un enfrentamiento más amplio, una guerra en el corazón del continente, entre Rusia y el Oeste”, y termina asegurando que “todo depende de un solo hombre: Vladimir Putin”.

Uno puede cuestionarse sobre el carácter fortuito de la coincidencia de fuertes ataques verbales contra Rusia. El 6 de febrero Anders Fogh Rasmussen, ex secretario general de la OTAN, declaró que hay “fuertes probabilidades” de que Rusia ataque a un país báltico en breve. El 7 de febrero Federica Mogherini, jefa diplomática de la Unión Europea, dice que Vladimir Putin tiene en sus manos todos los elementos para poner fín a la guerra, y el mismo día Angela Merkel y el vice-presidente estadounidense Joe Biden se asocian a Petro Porochenko para “llamar a un cese-al-fuego “, como si el último no fue quién abrió el fuego en abril y luego lo reanimó en enero, sino que los tres llamaban juntos a un tercer responsable. Este mismo 7 de febrero, desde la Conferencia de Munich sobre Seguridad (en donde se oyen muchos discursos marciales), el comandante supremo de la OTAN en Europa, el general de ejército aéreo estadounidense Philip Breelove, declara que la OTAN no excluye una “opción militar” pero que no hay ninguna discusión sobre el despliegue de tropas en el terreno. Pronunciada por un militar, esta declaración significa que la OTAN estudia una “opción militar” y que el escalón político pidió al escalón militar preparar planes de acción con prioridad aérea.

Pero la pregunta principal que levanta este ballet es saber de qué se habla. Si Petro Porochenko ya anunció que el plan propuesto no era aceptable para Ucrania, la cuestión ucraniana termina acá. Cuando François Hollande habla de intentar todo para “preservar la paz” se hace obvio que no está aludiendo a Ucrania, en donde el gobierno ha estado en guerra contra la población del sur-este ya por diez meses; además reconoce que “en Ucrania, es la guerra, se usan armas pesadas, cada día se mata a civiles”. Ya en su conferencia de prensa del 5 de febrero habla de evitar la escalada, y luego declara querer “avisar a los Rusos que el tiempo ahora está contado” y que “la opción de la diplomacia no se puede extender indefinidamente”, mientras ningún país de la OTAN o de la Unión Europea pidió al gobierno ucraniano parar el genocidio y ejercer una represión politizada, se desvela que no está aludiendo a esfuerzos diplomáticos hacia Ucrania, sino hacia Rusia, que está sometida a presiones económicas, monetarias, políticas y militares (no sólo diplomáticas) reforzadas más cada mes. Algunos diarios extranjeros no hesitan en escribir “Hollande amenaza a Putin”.

Por fín uno se puede preguntar por qué tanta repentina precipitación. El jueves 5 de febrero François Hollande y Angela Merkel anuncian su partida precipitada a Kiev algunas horas más tarde. El día mañana, viernes 6 de febrero, despegan de Kiev para Moscú. Su conversación con Vladimir Putin queda casi secreta sin consejeros, ningún comunicado está difundido sino que habrá un comunicado común dos días más tarde. El domingo 8 una teleconferencia se organiza entre los presidentes francés, ruso y ucraniano y la cancillera alemana, pero de nuevo ningún comunicado final se entrega a la prensa, aparte que las cuatro partes se reunirán personalmente en Minsk el mérccoles 11. Al nivel jefes de estado (o de gobierno en el caso de Alemania), y fuera de las cumbres internacionales que raramente duran más de dos días, se trata acá de una actividad particularmente intensa.

Deducciones

La primera pregunta con lleva su respuesta, es obviamente porque el sur-este resistió a la última ofensiva gobernamental que la pareja franco-alemana se activó.

La respuesta a la segunda pregunta se impone sola, es que la pareja franco-alemana se preocupa poco de las poblaciones del sur-este y no es para ellas que se está activando.

Una respuesta al tercera pregunta podría ser que la preja franco-alemana piensa que es ilusorio y por ende inútil intentar convencer a Estados Unidos de un cese al fuego, lo que significaría que están pretendiendo discutir con otros interlocutores sabiendo de antemano que no habrá ningún acuerdo; otra respuesta podría ser que son los mismos Estados Unidos los verdaderos artifices de la gira franco-alemana.

La cuarta pregunta trae la conclusión más preocupante: este ballet tiene por objetivo designar públicamente a Rusia como una parte involucrada, una parte beligerente, y hasta el decisor final. Y esta designación apunta al público europeo, no a los diplomáticos, políticos y periodistas que saben muy bien quien masacra a los civiles rusos de Ucrania.

Por esto el súbito repunte de la campaña anti-rusa en los medios de los países de la OTAN no es una coïncidencia.

Las violentas diatribas anti-rusas del personal político de la OTAN, de la UE y de sus miembros no pueden tampoco ser una coincidencia y demuestran un plan coordenado con un objetivo preciso.

Obviamente cuando Angela Merkel dice que la paz no está garantizada, cuando François Hollande declara que estas charlas son una de las últimas posibilidades de evitar una escalada en el conflicto y evitar la guerra, y cuando añade que en caso de fracaso el escenario tienen un nombre, la guerra, no está hablando del conficto inter-ucraniano sino de una guerra más general en Europa. Está evocando la guerra de la OTAN contra Rusia. Acaso fue a avisar a Rusia que la “diplomacia” se está agotando, pero quiso sobre todo avisar a Francia que la guerra contra Rusia es imminente.

Aún si el ministro alemán de asuntos extranjeros anuncia que no quedan más de dos o tres días, no es todavía un ultimatum, aunque la continuación de la gira de advertencia a pesar de la oposición de Petro Porochenko no sea sin recordar la conclusión de las intimaciones de Rambouillet destinadas a justificar el ataque contra Yugoslavia, a comienzos de 1999 : “si el gobierno se niega a firmar bombardeamos a la población serbia, y si la guerrilla islamista se niega a firmar bombardeamos a la población serbia”.

Conclusión

El contenido del plan propuesto, probablemente la capitulación de la resistencia del sur-este, envuelta en una promesa de autonomía ya trahicionada después de los acuerdos de Minsk y enmascada por una zona desmilitarizada que Ucrania nunca respeterá y donde Estados Unidos se opondrán a cualquier despliegue de un dispositivo de interposición, no importa mucho ya que no tiene vocación a ser aceptado.

Finalmente la conclusión del ballet franco-alemán fue repetida varias veces por François Hollande ya desde el inicio : “Francia y Alemania habrán hecho lo que podían hacer”. Como en 1999 para Yugoslavia, como en 2003 para Irak, como en 2013 para Siria, Francia quiere presentarse como un país pacifista que habrá sido el último en robar todavía la diplomacia y el último en resolverse a la guerra.

En resumen este ballet franco-alemán sólo apunta a designar a Rusia como blanco, anunciar la escalada militar por parte de la OTAN, y pretender que Francia y Alemania intentaron todo para impedirla.

Publicado el 9 de febrero de 2015 en http://www.stratediplo.blogspot.com

One Comment

  1. No existe una solución federativa, no hay mas camino que la independencia total del Donbass, demasiados muertos y demasiadas diferencias sociales, políticas, económicas y culturales… La única duda es cuanto territorio mas debe incluir Novorusia, parece evidente que Mariupol y Karkhiv al menos, pero probablemente Odesa y sus oblast… Pero mientras la opción USA sea armar y apoyar al nazismo ukro no hay mas solucion que la armada…. Así que hay conflicto para rato, dolor, ruína e inestabilidad… Pero no es esa la estrategia USA?… Seguirá Europa buscándose la ruina o despertará de esta pesadilla, echará a la Merkeles y demás puppets gringas?… Eso exigiría una opción rusa mas fuerte, pero el oso sigue ibernando…

    13 February, 2015
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