por Bruno Sgarzini
Entre enero y febrero se dieron una serie de hechos que remarcan el estilo con el que se focaliza el excepcionalismo global en América Latina, dentro de una escalada cada vez más agresiva contra los polos dinámicos de la región inmersos en la construcción de un mundo multipolar.
La ofensiva “restauradora” de Estados Unidos pone a hablar a sus títeres regionales y los enlaza con los territorios donde pisa fuerte para aplicar una lógica de asedio y avance de libre mercado, ahí donde pueda, para consolidar un anillo de seguridad desde donde disputar y boicotear a sus enemigos y adversarios.
Enmarcado en el epílogo de su dominación global a punto de caramelo para la ruptura violenta, Estados Unidos centra sus esfuerzos en esta fase para congelar y revertir los logros de los Estados soberanos de América Latina a partir de la guerra económica y financiera, mientras corre en paralelo a las operaciones psicológicas y a la construcción de una tensión social entre la base de apoyo de los gobiernos y la que apoya a sus personeros de la intervención con el eje SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), tirando el resto de “legitimidad independiente” que le queda.
América Latina no es la excepción al excepcionalismo global.
La focalización versión económica
El relato dominante global en este momento está con las antenas puestas en rutinizar la infofrenia en tres países de América Latina: Venezuela, Argentina y Brasil. Paradójicamente, los tres atraviesan ciclos económicos en los que su dependencia al dólar, la fuga de capitales y el dominio financiero los hace vulnerables a ser presas de la extorsión de la clase dominante local, transnacional y financiera para invertir en el país bajo “condiciones favorables” para el capital “privado”.
En términos criollos, el 1%, con Estados Unidos como nave insignia, aplica una lógica de devaluar el dólar, hacer que los emergentes corran atrás con posteriores devaluaciones en paralelo a una fuga de los dólares absorbidos por las ventas de las mismas materias primas que hoy también han bajado por factores especulativos, como sucede con el caso del barril de petróleo.
Así que eso se traduce en una famosa y conocida debilidad de la dependencia entendida como restricción externa (falta de dólares), que tensiona las cuentas de los almacenes bodegueros del Estado y los hace terrenos fértiles de ataques a sus monedas, como ha ocurrido con distinta intensidad en los tres países y en particular en Venezuela con la estrategia Dolar Today.
A esto se suma que las clases dominantes locales con creciente influencia en el mundo “globalizado” usan su poder de control en los mercados para perpetuar la especulación en términos productivos, subir los precios sin producir más y asaltar así las rentas populares alcanzadas con la distribución de los ingresos y la riqueza realizada en los últimos años dentro de un modelo de capitalismo de Estado donde se aplican amplios programas sociales para pagar la deuda social dejada por el neoliberalismo.
Construida esta “inflación”, la “trampa” consiste en una extorsión de manual para liberalizar el “mercado”, despejar al Estado del control de áreas estratégicas y acceder a créditos y beneficios económicos para hacer “viable” la inversión nacional y extranjera con supuestos fines productivos que “resuelvan” el drama “inflacionario” y reactivar el “crecimiento virtuoso” con especial eje en profundizar el modelo de la región mina, contrario a la propuesta de fortalecer los mercados internos y crecer hacia dentro de la Unasur y el ALBA. Todo esto con los mercados financieros mundiales del 1% prestos a ofrecer préstamos en forma de bonos para perpetuar la dependencia en una vía.
Sin una voluntad política clara de Brasil para lanzar el Banco del Sur, este bache productivo y financiero es paliado con la inversión y los préstamos chinos en Argentina y Venezuela, y eso recalienta aún más la amenaza de una arquitectura financiera alternativa al capitalismo especulativo 1% y obliga a que su nave insignia, Estados Unidos, focalice su excepcionalismo y lo recaliente con una activa y evidente injerencia en los asuntos internos de nuestros países cuando la amenaza-mundo Brics y organismos regionales asedia los beneficios del eje Wall Street.
Asedio uno: Brasil
Si el año pasado nos asombramos con el uso del arma “avión down” con el candidato presidencial de Brasil, Eduardo Campos, este 2015 nos recibió con los baldazos de agua fría de una serie de hechos que escapan a la lógica economicista en algunos casos y policial en otros.
Uno de éstos nos muestra una parte más de la silueta del ataque al precio del barril de petróleo y se relaciona con el asedio contra la estatal Petrobras al lanzar un megaescándalo de corrupción dentro de la transnacional que la golpeó duramente en su cotización en las bolsas del 1%, justo cuando pierde inversiones para la estratégica Cumbre Pre-sal, ubicada mar adentro, en la que se encuentran importantes reservas de crudo que hasta han llevado al Estado brasileño a reformular su doctrina de defensa nacional.
Esto demuestra la conjura “barril de petróleo” que existe por inviabilizar por un tiempo las inversiones de altos costos del mercado petrolero, como ocurre con Pdvsa y la Faja del Orinoco, y el deseo de concentrarlo en las mismas transnacionales de siempre (que dicho sea paso son las mismas cuyos dueños controlan los mercados financieros y sus flujos especulativos) para que se devoren a las que tienen que ver con el mundo alternativo y soberano a nivel mundial a través de la lógica de quiebre y compre, aplicada salvajemente por Wall Mart al bajar sus costos para ir a pérdida con el objetivo de fagocitarse a sus competidores.
Pero lo de Petrobras va más allá porque este megaescándalo cubierto por la infofrenia intenta ser relacionado con la gestión pasada de la presidenta Dilma Roussef y utilizado como pretexto para que el parlamento brasileño, controlado por la oposición, le haga un juicio político para destituirla en el mismo momento en que el Partido de los Trabajadores cede por el otro lado a los intereses financieros que lo asedian con un programa económico ortodoxo y un ministro del sector (Joaquim Levy).
Así la retórica busca asociar una caída de la imagen de Roussef y rescatar el relato que hundió en la destitución al expresidente Fernando Collor de Mello por un caso de corrupción similar, dentro de un misil directo a las contradicciones y los efectos sociales que el PT va a tener por la negociación con la clase dominante brasileña y los “mercados”, y otro hacia las clases medias acomodadas de las urbes inoculadas con el antipetismo para que se movilicen en pos de este golpe parlamentario.
Edición brasileña del quiebre por abajo para el golpe por arriba.
Asedio Argentina y los otros asedios
En Buenos Aires, la ofensiva dio sus malas buenas con la muerte del fiscal Nisman (dateada por aquí) y tal como se veía venir, el eje SIP criollo comandado por Clarín creó un relato de donde emergió el poder judicial como actor político para motorizar una movilización de la clase media acomodada de las urbes, con epicentro en la capital porteña, donde se habrían dado cita 100 mil personas.
En una clara estrategia de desgaste y tensión para homogenizar la realidad política en la clave asesinato Nisman y el caos que se le va de las manos a la “dictadura kirchnerista”, el Poder Judicial es presentado como un actor “independiente” en una clásica del manual de la intervención para la deslegitimación del Poder Ejecutivo y la presentación de un desorden general que sirva para construir uno nuevo en el que el antikirchnerismo sea la salida necesaria para encauzar el país y sacarlo del “aislamiento internacional” y el “imperialismo chino”, duramente criticado por los últimos acuerdos que prevén intercambio de monedas, préstamos e inversiones que tienden a estabilizar la economía argentina por este año.
Citados el caso argentino y brasileño, podemos observar cómo el factor económico busca juntarse con el político y que al no construirse alternativas políticas reales se usan recursos de poder institucionales y supuestamente independientes en la clave del antikirchnerismo, antipetismo y antichavismo en la que se intenta explotar la antipolítica moral para pasar de una minoría intensa opositora a una mayoría “silenciosa” con la “ciudadanización” indignada de los conflictos.
Pero esta estrategia está destinada a ir más allá, porque pretende utilizar el desgaste natural de los procesos, el congelamiento de sus imaginarios colectivos a futuro y el freno del ascenso social por la situación económica regional y mundial para inmovilizar a los gobiernos en la consolidación de sus proyectos de poder y nación dentro de una región unida con un ascenso de las alianzas con el mundo que apuesta a una nueva correlación de fuerzas a nivel global.
En sí, el objetivo es caotizar la gobernabilidad mediante la construcción de una tensión social artificial dentro de una estrategia de guerra líquida para que en vez de dedicarse a avanzar en los nuevos desafíos necesarios y particulares de cada país se caiga en los temas sin “resolución” instalados por la contra para que sirvan de autogolpes en la cara para los procesos sociales y su deslegitimación ante sus pueblos.
Nuevamente, una clásica aggiornada a la época moderna y liquida en la que vivimos, donde todo se construye a partir de las percepciones, no de lo real que vemos en la calle, y que en el caso venezolano adquiere relieves cercanos a la construcción de un escenario de guerra civil, como nueva escala en el asedio de espectro completo.
De golpismo a Estado Global
Dentro de este relato de ofensiva del 1% mundial y regional, los imaginarios de nuestros procesos están agotados y hasta acá llegaron sus modelos políticos-económicos por lo que la necesidad es generar una “crisis” (sea violenta, golpista, institucional o social) para legitimar una salida “política” acorde a la fagocitación y fragmentación de nuestras naciones dentro del Estado Global controlado por el Eje Wall Street.
Y esto podemos verlo como se desarrolla en México, Colombia y Perú, por ejemplo, donde los presidentes no superan la valoración del 50% y están arriba de bombas sociales propias del libre flujo de capitales y su consecuente desterritorialización de la que emerge el Estado de la Violencia como eje “pacificador” y normativo de la extracción de las materias primas por parte de las transnacionales. Su ejemplo más acabado está escenificado en el caso Ayotzinapa y representado por el narcoparamilitarismo como sustituto del Estado soberano para atajar las consecuencias sociales y poner en marcha la consolidación del neoliberalismo en el siglo XXI para las periferias minas.
Eso es lo que Estados Unidos tiene para ofrecerle a la región y es lo que les lanza también a los centroamericanos con el libre comercio, el fin de sus fronteras, la represión política con Honduras como epicentro, y Nicaragua como país a conquistar para quitarlo del plan del Canal Interoceánico destinado a revolucionar el continente y cambiar la correlación de fuerzas y la dependencia para siempre.
Por eso es tan importante para Estados Unidos consolidar su dominio en Centroamérica y el Caribe y acelerar el asedio a Venezuela al centrar también los esfuerzos del Lobby Biden contra Petrocaribe mientras se pentagoniza la intervención, tanto en la selección de las vocerías políticas como en los informes contrarios a Venezuela, con la IV Flota instalada para aplicar un dominio de espectro completo sobre las telecomunicaciones y una cobertura a las operaciones en el terreno con largos antecedentes en la historia de América Latina.
Salir de la dependencia
Como vemos, todos estos asedios están destinados a limitar la influencia de los polos dinámicos, consolidar los modelos Alianza del Pacífico con la liberalización completa y su fagocitación en el Estado Global, e inmovilizar el orden interno para deslegitimar los procesos y frenar la profundización que sirva para saltar por arriba la trampa de la dependencia y construir una autonomía real que termine de construir modelos alternativos a la hegemonía neoliberal reinante.
El asedio a su vez se centra en conquistar (o al menos neutralizar) “los corazones y las mentes” de la base social de los procesos que ascendió socialmente y ve cómo se “agota” su imaginario consumista, lo que es una trampa en sí misma porque se basa en un modelo económico global asentado en consumos foráneos y se construye en base a la “calidad de vida” de Nueva York sin preguntarse si el imaginario Hollywood se alcanza para unos pocos con la perpetuación de la región Potosí compra espejitos de colores modernos o se construye una propia, basada en una nueva inserción mundial y nuevos tipos de consumo acordes al actual contexto económico de asedio de espectro completo.
Así que lo que se presenta como una “crisis de consumo” en clave de antipolítica requiere tanto de subordinar a la clase dominante en el corto plazo para cesar con el boicoteo y seguramente reemplazarla en las “inversiones en la producción”, como de instalar un nuevo sistema de valores y patrones de consumo que nos saquen del actual reino del capitalismo financiero y especulativo que impregna nuestra vida cotidiana desde cuando vemos al bachaquero hasta cuando una “empresa” gasta más en marketing publicitario que en sus “trabajadores”.
Indudablemente esto significa profundizar nuestros imaginarios a futuro y encauzar la “crisis de consumo” hacia una solución real que indudablemente exige una mayor conciencia, una mayor participación y un nuevo sistema de valores y de modelo civilizatorio para relacionarnos como bloque frente al mundo nuevo que emerge ante nuestros ojos.
El comienzo de la Historia continúa ante nosotros y lo estamos construyendo.
Ellos ofrecen muerte, nosotros vida.
Publicado el 23 de febrero de 2015 en http://misionverdad.com
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