por Ernesto Wong Mestre, en Misión Verdad
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando los pueblos del mundo apreciaron que el socialismo soviético pudo vencer al fascismo, fundamentalmente de la alianza italo-alemana-española-nipona, se reiniciaron con mucha fuerza las luchas por la independencia contra el colonialismo europeo impuesto en Asia y África, así como las batallas políticas y guerrilleras en América Latina y el Caribe contra el neocolonialismo estadounidense y europeo.
En ese contexto hay que comprender cómo las ideas socialistas se expanden como pólvora por el mundo del sur y del norte. Sobre este último espacio geográfico valga recordar las motivaciones que animaron al senador Joseph McCarthy para lanzar, y lograr el apoyo del Congreso, medidas represivas que cercenaron la democracia estadounidense al violar constantemente los derechos de expresión de la ciudadanía y el debido proceso legal para poner en prisión o asesinar a cuanta persona le pareciera al FBI o a la CIA de simpatizar con el ideal socialista. Estas pasaron a la historia con el nombre de “macartismo” debido a que se convirtieron en política de Estado.
En contraste, el mundo del sur fue testigo del avance del ideal socialista, desde China hasta Brasil y desde Cuba hasta Irak, donde el poder de las clases dominantes fue sacudido con movilizaciones, huelgas, combates guerrilleros, declaraciones independentistas, protestas, marchas y también leyes dictadas por gobiernos populares en función de consolidar las independencias con definida orientación socialista.
Por ello, es claramente identificable que para 1961, año en que se logra fundar el Movimiento de Países No Alineados, las ideas socialistas ya habían comenzado a romper la hegemonía capitalista en el mundo del sur, colonizado por Inglaterra o por Francia, o neocolonizado por EEUU. Esta es la principal razón por la que desde los medios corporativos globales se escamotea la verdad, se omiten los datos históricos y se castiga con fuerza aquellos periodistas o editores que no cumplen las líneas editoriales imperiales.
Y el rompimiento de la hegemonía capitalista ocurre porque significativos líderes independentistas abrazan el ideal socialista y comienzan a aplicarlos, en diferentes niveles y extensión, con determinadas limitaciones o alcances, en varios países que se convierten en líderes regionales. Tal es el caso de Gamal Abdel Nasser, quien impactó con el “socialismo árabe” en todo el Medio Oriente y en la África Islámica, o el caso del marxista-leninista Kwame Nkrumah que desde 1947 le ganó a la Reina de Inglaterra las elecciones de Gobernador y en 1957 ganó las elecciones que dieron la independencia al país africano, hasta ese momento conocido como Costa de Oro.
O el caso de Ahmed Sukarno, líder indonesio que desde la conferencia preparatoria de Bogor para organizar en 1955 el gran encuentro afroasiático de Bandung, ya enarbolaba el ideal del “socialismo asiático” muy influido por el triunfo del socialismo marxista-leninista chino de 1949 y por el partido comunista indonesio que se había convertido en el de más miembros entre todos los creados en el mundo.
Es por ello que el mariscal Joseph Broz Tito, con su “socialismo autogestionario” y ante su conflicto no antagónico con la URSS, por un lado, y el peligro de caer completamente en las garras de la OTAN, creada en 1949, por el otro, se lanza -entre 1956 y 1959- en una intensa carrera de visitas diplomáticas hacia esos cuatro líderes regionales para unirse con ese movimiento afroasiático que a su vez crece con ese actor europeo. Y como colofón y complementación de ese movimiento afroasiático, el surgimiento del “socialismo cubano”, de raigambre marxista-leninista, proporciona al movimiento afroasiático una nueva fuerza geopolítica aliada a la URSS y encabezada por el carismático y “líder alejandrino” Fidel Castro al frente de la primera Revolución Socialista de América Latina y el Caribe.
Los seis líderes socialistas unieron sus ideales de independencia, de paz, de autodeterminación, de condenar el uso del arma nuclear, de buscar la cooperación y el desarrollo para sus pueblos, de visión antiesclavista, de proteger al ser humano contra las prácticas capitalistas depredadoras -como había dicho Albert Einstein en 1949-, en fin, ideal socialista aplicado a las condiciones concretas que se corresponden plenamente como ideal viable con los contenidos de la famosa Declaración de Bandung (toro salvaje en el idioma indonesio) y la fundacional de Belgrado (1961), así como con las siguientes declaraciones de El Cairo (1964), Lusaka (1970), Argel (1973), Sri Lanka (1976), La Habana (1979), Nueva Delhi (1983), Harare (1986), Belgrado (1989), Jakarta (1992), Cartagena de Indias (1995), Durban (1998), Kuala Lumpur (2003), La Habana (2006), Charm el Cheij (2009) y Teherán (2012).
El Mnoal centró su acción desde su inicio en que sus miembros no estuvieran en ninguno de los dos pactos militares dominantes (bloque capitalista OTAN-Otaso-Cento-Anzus y Pacto de Varsovia reservado a los países socialistas europeos), lo que es diferente a lo que pretendían los yugoslavos y seguidores de Edvard Kardelj (muy influyente en Tito, quien se preocupaba mucho por mantener la unidad étnica yugoslava) de abogar contra los “dos imperialismos” y quienes después contribuyeron (por su etnicismo) a facilitar la destrucción de Yugoslavia por los bombardeos de la OTAN y por las políticas desintegradoras de los gobiernos europeos para recolonizar los territorios africanos, mediorientales y asiáticos, algo que después de treinta años es evidente hasta en América Latina y el Caribe.
De manera que la visión de que el Mnoal surgió para “no estar alineados a ninguno de los dos imperialismos” fue una posición unilateral de Yugoslavia y no el consenso del Movimiento, ya que los principales líderes como Nkrumah, Nehru, Nasser, Sukarno y Fidel tenían excelentes relaciones de cooperación (económica, militar, política, cultural) con la URSS. Y ellos rebatieron muchas veces la tesis de “los dos imperialismos”. Esa es la verdad histórica. La presencia de Cuba Revolucionaria fue lo que le dio la posibilidad a Bandung de extender su influencia hacia América Latina y formarse el Mnoal en 1961 y de que el FLN de Argelia fuera un miembro fundador, sin ser gobierno aún. Ese fue el significado de Cuba y de Fidel para la gestación del movimiento cuatricontinental que hoy celebra en la Isla de Margarita, Venezuela, su XVII Cumbre, enriquecida hoy con el legado del indómito Hugo Chávez.
En su 55° aniversario, el Mnoal recordará sin dudas el ideal de los fundadores y tomará un nuevo impulso desde la Isla de Margarita para impulsar la reestructuración integral de la ONU y de su Consejo de Seguridad, defendiendo los principios del derecho internacional e introduciendo nuevos principios que ya se han consolidado en los organismos de integración del siglo XXI en el sur.
Hoy, el gobierno revolucionario de Venezuela, con su pueblo en revolución pacífica y organizada para la defensa integral, ejerce su deber hacia el Movimiento de Países No Alineados, no sólo organizando la Cumbre, sino que con su visión del “socialismo bolivariano” alimentará el ideal socialista mundial que resurge con nuevas fuerzas desde los cientoveinte pueblos que integran el Movimiento y será también ejemplo de ideal para los pueblos europeos y norteamericanos que hoy sufren de crisis estructural económica, cultural y política.
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