¿ES EL “SUICIDIO” DEL FISCAL EL INICIO DE LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL EN ARGENTINA?
El cadáver del fiscal Alberto Nisman sobre la mesa de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es la señal de partida del año electoral presidencial y convierte su muerte en un metamensaje del poder “real” al kirchnerismo, en el preciso comienzo de la agudización de la guerra líquida y mediática en curso contra Buenos Aires y su autonomía como polo de poder dinámico de la región.
Así el caso encapsulado y homogeneizado por la fachomedia apunta a movilizar emociones y no razonamientos bajo la figura trágica del “fiscal valiente que acaba de denunciar una compleja trama de intereses que implican a la presidenta” para lanzar la imagen del kichnerismo como expresión de un descontrol institucional y callejero representado con la idea de caos, ingobernabilidad y Estado fallido.
Es dentro de esta estrategia general que el caso Nisman debe entenderse como un hecho táctico para sacudir la mediática y generar un shock emocional en el pueblo argentino que lo saque del humor soporífero de las vacaciones largas de esta época del año, y lo instalen en el sillón de la sala a intoxicarse con la mediática televisiva con un relato cerrado que apunte al gobierno como el asesino encubierto del fiscal.
Datos y hechos: ¿Qué pasó?
Enero comenzó con la instalación de la matriz de opinión de que el gobierno kirchnerista no había autorizado la participación del canciller argentino en la marcha “Yo soy Charlie” de París, y por ende apoyaba implícitamente al terrorismo islámico, o por lo menos lo toleraba.
Dos días después, el fiscal de la causa del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), Alberto Nisman, anunció que realizaría una denuncia judicial contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, funcionarios públicos y dirigentes sociales por llevar adelante “una diplomacia paralela” para encubrir la responsabilidad de Irán en el “acto terrorista” a cambio de recibir energía de Teherán y vender productos agrícolas.
Nisman vuelve de vacaciones de España para presentar una denuncia que por tener 300 carillas y supuestas escuchas telefónicas, hasta de un agente de inteligencia iraní, representa una bomba destinada a tirarse en un momento y un lugar preciso, lo que se espectaculariza aún más cuando se anuncia que dará una audiencia en el Congreso argentino en el mismo momento que su denuncia fue presentada sin las pruebas, por lo que no ameritaba levantar la feria judicial en curso, según la jueza María Servini de Cubría, suplente del titular del juzgado, Ariel Lijo, a cargo de la investigación del encubrimiento de los responsables de la causa AMIA.
Así Nisman se convierte en el “paladín de la justicia” que acaba de descubrir, después tres años de escuchas y de recabar pruebas, que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner realizó un “acuerdo espurio” con Irán.
Sin embargo, la intención es escandalizar mediáticamente el memorándum de entendimiento de los dos países en el que Irán se compromete a permitir que se interrogue a los acusados y se crea una Comisión de la Verdad para emitir un dictamen no vinculante sobre el atentado que dejó un saldo de 84 muertos en 1994.
Nisman, desacreditado por las mutuales judías pro Israel, por el juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral, y hasta por el exjefe de la Interpol, Ronald Noble (quien afirma que es mentira que se hayan levantado las órdenes de captura contra iraníes por pedido de Buenos Aires), aparece en su casa muerto por el disparo de una Bersa calibre 22, con las puertas cerradas de su departamento, desde dentro, y su cadáver tapando el acceso a la puerta del baño donde se disparó; lo que da indicios de que nadie entró y salió.
A la escena inmediatamente llegan el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, y la fiscal Viviana Fein, quien luego de los informes de los forenses comunica que no hay rastros de terceros en la escena, que no hay rastros de la Bersa 22 en sus manos por el bajo calibre del arma y que aún con esto no se descarta un suicidio inducido por un tercero.
La muerte de Nisman abre un mar de dudas que dejan a la fachomedia cuestionar tanto la investigación del caso como farandulizarlo y bañar de legitimidad la culpabilidad del Gobierno mediante los especialistas y los formadores de opinión de circunstancia, que se centran sobre los puntos débiles del relato judicial.
Claro, la espectacularidad y el morbo para consumo CSI que lo hace atractivo es que ese mismo día debía declarar en el Congreso y la expectativa estaba sobre lo que podía decir, no sobre su sustento.
Todo demasiado redondo. Como los mensajes que le envió a los periodistas antes de su muerte, el papel con el listado de compras para el lunes que le dejó a su empleada doméstica, y que a último momento se devele que el departamento tenía una tercera puerta y un cerrajero afirme que la puerta de servicio “no estaba con llave”.
Para entender: ¿Quién es Nisman?
Alberto Nisman era más que un simple fiscal. Era sobre todo un operador, y no un operador cualquiera o circunstancial, sino que sus relaciones iban desde el mismo servicio de inteligencia argentino, el SIDE, hasta la embajada de Estados Unidos, donde pedía directrices sobre los pasos a seguir en sus presentaciones judiciales sobre la causa que investiga el atentado a la mutual judía de la AMIA, y la que tiene como acusados a los responsables de encubrir las autorías de este ataque, entre los que destaca el Carlos Andrés Pérez argentino, Carlos Saúl Menem.
Según los cables desclasificados de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, Estados Unidos tenía un preciso interés en que la causa se centrara en la responsabilidad del expresidente iraní Akbar Hashemi Rafsanjani y funcionarios del país (entre los que destacan ministros y el ex embajador en Argentina).
Nisman hizo exactamente lo que se le pidió con la evidencia aportada por el alto rango de inteligencia de la SIDE, Jaime Stiusso, quien goza de aceitadas relaciones con la CIA y el Mosad y es ficha activa en la operación de culpar a troche y moche a Irán y Hezbollah por el atentado, acorde a su estrategia internacional y regional en el mundo árabe, y a un supuesto pacto de palabra entre Menem y el por entonces primer ministro israelí, Isaac Rabin, para desviar la causa y evitar que afectara los diálogos de paz de los noventa entre Israel y el gobierno sirio de Hafez al-Assad. Éste, a su vez, acusado de “vengarse” de Menem por no haber respetado un arreglo hecho antes de su elección (así de conspiranoico como suena).
Nisman, entonces, no era un cabo suelto nombrado al frente de la Unidad de Investigaciones sobre el caso por el presidente Néstor Kirchner, ya que su agenda judicial coincidía en profundidad con Washington y Tel Aviv, lo que se había visto, incluso, con la denuncia del establecimiento de una red “terrorista” de Irán y Hezbollah en América Latina. Red, asegún, “apoyada principalmente” por Venezuela, el perfecto acicate para instalar la necesidad de una base gringa cerca de la Triple Frontera argentina, brasilera y paraguaya, cercana al Acuífero Guaraní, uno de los más grandes del continente. Denuncia que claramente va en la línea de los halcones de Washington como Otto Reich y Roger Noriega.
Factores conspirativos
Así que el actuar de Nisman no era el de un fiscal “valiente” o el de un altruista y por eso su muerte escapa a una circunstancia. Sobre todo si se analizan otros factores del golpe mediático y de opinión en torno a la espectacularidad del caso:
- Nisman aparece muerto cuando su caso se estaba cayendo, cuando era desacreditado por el juez de la causa que incluso lo acusaba de querer desviar el caso, y cuando se le pedía que investigara la compleja pista siria y la conexión local que involucra a sectores del servicio de inteligencia argentino, según el ex prosecretario de la causa, Claudio Lifschitz.
- Este último fue el que presentó la denuncia que desarmó la primera acusación fabricada por el gobierno de Menem con compra de testimonios y acusados para desviar la resolución del caso, como luego se conoció con los videos del por entonces juez Juan Carlos Galeano ofreciendo sobornos y armando el caso con el principal acusado, Carlos Telledín, señalado hasta ese momento como el revendedor de carros que entregó la camioneta en la que, supuestamente, se detonó la explosión; otra afirmación puesta en duda por diversos especialistas en el caso.
- El fiscal, además, acababa de recibir la noticia de que su principal fuente de insumo y relación en inteligencia argentina, Jaime Stiusso, había sido jubilado del cargo de secretario de Inteligencia de la SIDE por el gobierno de Cristina y ahora temía que el memorándum de entendimiento con Irán lo terminara de apartar de la causa, que lo había llevado a trabajar como funcionario de tercer orden en la investigación, con los mismos personajes judiciales acusados de encubrir la responsabilidad del atentado a la AMIA.
- Por esto, el poder político gubernamental, con Cristina Fernández a la cabeza, sostiene entre líneas que la muerte de Nisman fue armada por un sector de la inteligencia dedicado a que no se sepan las profundidades del bombazo en la AMIA, sobre el que sobrevuela también la hipótesis de “venganza” del Gobierno sirio contra Menem, como la falsa bandera israelí.
- En esta línea también están las declaraciones de Lifschitz sobre la denuncia de Nisman contra la presidenta: “Es un contragolpe de los apartados de Inteligencia, no me cabe la menor duda. Y lo digo por una cuestión de tiempos, y una cuestión de personajes involucrados. Estamos hablando de la íntima relación entre lo que le hicieron sostener a Nisman y con lo que la presidenta no tomó nunca en cuenta en pos de esclarecer el atentado”.
¿Y qué significa Nisman dentro de la estrategia anti Argentina?
Fuera de estas conjeturas concretas, la muerte, suicidio o asesinato de Nisman encierra los códigos de una operación de inteligencia (que nunca se resolverá en la percepción general) expresada en la mediática insertada dentro de la estrategia en curso contra el Gobierno argentino, lo que hace indispensable leer el relato más allá del cuento homogeneizado y la movilización de las emociones en contra del Gobierno.
La fachomedia encabezada principalmente por Clarín y sus canales, La Nación (el diario de la oligarquía terrateniente argentina), Infobae del amigo de la embajada Daniel Haddad, América TV de los empresarios petroleros Vila-Manzano y el político De Narváez nos destaca al fiscal “humano y valiente” que anunció que su denuncia le podía “costar la vida”, lo que paradójicamente relanza y baña de legitimidad su acusación hacia el gobierno sin importar si está basada en pruebas o es simplemente un bluffjudicial, como afirman los que conocen la presentación.
Ante esto, el encapsulamiento mediático apunta a sentar las bases del asesinato con responsabilidad “insospechada del gobierno” por su denuncia y a descartar la principal hipótesis del caso, que es la de un suicidio inducido, según la fiscal Viviana Fein, cuya figura comienza a ser deslegitimada progresivamente con la matriz de opinión de que el “gobierno está presionando para que el caso se cierre como un suicidio”.
Así que la primera intoxicación mediática va en pos de farandulerizar el caso para consumo televisivo, y que cada televidente se vuelva el Sherlock Holmes con el inocultable deseo de que la resolución judicial del caso y los hechos sean cuestionados y deslegitimados, para que la culpa se vectorice hacia el gobierno bajo la movilización de las percepciones emocionales e irracionales sobre la muerte de este “nuevo mártir” de la oposición.
Pero el mensaje es más profundo, denso y oscuro si nos pasamos de la fachomedia televisiva hacia la gráfica. Ahí sí se observa con claridad la línea de miedo y caos en clave de Estado fallido. Sobre esto concuerdan los formadores de opinión de Clarín y La Nación, picando adelante como lo demuestran varias opiniones (esta columna y esta otra) y el énfasis del director en jefe del primero, Ricardo Kirschbaum, por remarcar que “la muerte del fiscal reintrodujo el miedo en la sociedad argentina, conmocionada e impotente”.
Develados los elementos de la ofensiva a nivel micro, podemos afirmar que la conjunción de la deslegitimación del encargado del control de precios argentino, Augusto Costas, con la famosa “corrida de tampones” estilo “no hay más papel toilet” y la muerte de Nisman con su consecuente propaganda de guerra apuntan a los siguientes elementos contundentes:
- Picar adelante y recalentar la mediática en contra de la figura de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en un momento en el que alcanza una imagen positiva de más de 50 puntos y se erige como actriz de peso en la elección de su sucesor.
- Sentar las bases para operaciones tácticas que generen la noción de un descontrol institucional (como atinó a decir el ultrafacho alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri) y un caos a lo interno del país, que coincida con la ofensiva contra la estabilización económica en el momento en que baja la tendencia inflacionaria y se estaciona el valor del peso.
- Generando esta noción, el kirchnerismo pierde su imagen de gobierno del orden y esto apunta a despertar los antecedentes de crisis de ingobernabilidad de otras décadas para conducir esta percepción al candidato que represente esta noción y tender el puente para la desbandada del aparato burocrático/territorial del peronismo que le responde y está a la expectativa de cómo se decanta la sucesión presidencial.
- Movilizar a la minoría fascista clasemediera antikirchnerista y así recalentar la calle como se hizo con la movilización “Yo soy Nisman” con la intención de tensionar en clave de caos e incidir en la percepción de lo que en Argentina se denomina como la “mayoría silenciosa”, que no es ultra K pero ha venido apoyando el proceso en las elecciones generales.
- Proyectar la imagen de un Irán terrorista y así eliminar cualquier tipo de legitimidad respecto al relacionamiento de Occidente con Teherán presionando a ésta a insertarse en el esquema geopolítico estadounidense, como se avizora con los editoriales neoconservadores sobre la muerte de Nisman y su relación con el acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán.
- Para la población argentina, con su importante parte de la clase media inyectada en el confort consumista, esta apreciación del orden es de suma importancia, ya que la clase dominante lo que está buscando es generar la necesidad de construir uno “nuevo” sin kirchnerismo ni intervención del Estado que enrumbe al país hacia la “apertura económica” que enganche a Argentina a la Alianza del Pacífico, fuera de los nuevos esquemas de unidad regional.
Por eso, la creación del caos artificial y la ofensiva económica mediante inflación, desabastecimiento y corridas bancarias son tan necesarias como generar un marco mediático que lo sostenga en el corto y mediano plazo para llegar a las elecciones presidenciales bajo el agobio político y mediático, como se hizo en Brasil el año pasado con distintas operaciones de shock para afectar el rumbo de la campaña, entre las que destaca la caída del avión del candidato presidencial Eduardo Campos.
La clase dominante local así se une a la ofensiva estadounidense en la región y apoya con su arsenal mediático este dardo venenoso al acercamiento con Irán (donde los fondos buitre también han invertido contra el pacto nuclear), lo que también es un mensaje para Argentina respecto a su papel en la región, con los Brics, Rusia y China, ya que el deseo es que su posicionamiento sea desde Estados Unidos y no desde Buenos Aires, como es en la actualidad.
Lo de Nisman, un operador secundario, se vuelve sin más otro hecho táctico de la guerra líquida en curso y el mensaje de los poderes fácticos hacia el gobierno es: “Yo puedo hacer lo que quiera cuando, como y donde quiera”.
Otros Nisman vendrán, si es necesario.
Tomado de http://misionverdad.com/
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