Eduardo Jorge Vior para o Blog Saker Latinoamérica e Telam – 4 de maio de 2023
Este domingo 7 los ciudadanos trasandinos van a votar un Consejo Constitucional que redactará la nueva ley de leyes en un contexto de desinterés por la política y de ascenso de la ultraderecha.
Más de 15 millones de chilenos están convocados obligatoriamente a las urnas, para definir a los 50 miembros de una convención que decidirá sobre una nueva propuesta de constitución para reemplazar a la actual, impuesta en 1980 por la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte. Es el segundo intento por reemplazar la ley fundamental luego del fiasco del proceso anterior. Tras el estallido social de 2019, Chile eligió una asamblea constituyente con paridad de género y representación indígena que propuso un texto que en el referéndum de septiembre pasado fue rechazado por el 62% de la ciudadanía.
Fue un golpe muy duro para el gobierno de Gabriel Boric, que mediante el acto electoral buscaba legitimar su programa de reformas progresistas. Hoy ha desaparecido el fervor ciudadano que inspiró el alzamiento de 2019/20. La agenda de seguridad impuesta por la ultraderecha ocupa todo el escenario y los observadores más sensatos discurren sobre el porcentaje que alcanzarán los partidos de derecha y ultraderecha. Las grandes cuestiones que antes se dirimían en las calles ahora se negociarán en el recinto constituyente. Mientras tanto, el pueblo será un espectador de piedra. En esta elección los votantes concurrirán a las urnas, pero no podrán elegir.
La izquierda y el centroizquierda aún no se recuperaron de la debacle de 2022 y entraron retrocediendo en las negociaciones entre todas las fuerzas políticas que convinieron una nueva ruta constituyente con características muy distintas a la anterior. Así se acordó delegar en un Comité de Expertos la redacción de un borrador constitucional que deberá ser discutido y, eventualmente, modificado por el Consejo Constitucional que se elija este domingo. El marco está tan acotado que el interés social en este proceso constituyente es mínimo y, como sucede habitualmente, cuando la sociedad está desmovilizada, la ultraderecha medra.
El Consejo Constitucional estará compuesto por 50 personas elegidas por votación popular directa de acuerdo con el sistema electoral aplicable a las circunscripciones senatoriales, bajo sufragio universal y obligatorio, con listas abiertas compuestas por partidos o pactos de partidos, que podrán incluir a personas independientes. Este órgano estará compuesto por escaños indígenas supranumerarios que serán asignados según el porcentaje de votación efectiva en la elección. Las normas constitucionales se aprobarán por las 3/5 partes de las y los consejeros en ejercicio, sometiéndose la propuesta final. a una aprobación del Consejo por el mismo quórum.
La intervención de un grupo de expertos designados por el Parlamento, la falta de interés ciudadano, el voto obligatorio y el ascenso de la ultraderecha son las principales claves de este nuevo intento. Según la encuesta Criteria, publicada a comienzos de abril, tan solo el 31% de los chilenos está interesado en la redacción de una Constitución que sustituya a la actual.
El proceso anterior fue alabado internacionalmente en tanto salida democrática de las masivas protestas de 2019 y 2020 y porque el órgano constituyente fue el primero plenamente democrático en Chile. Sin embargo, muchos de los que estuvieron a favor de la propuesta anterior se sienten desencantados y piensan que el proceso está controlado desde arriba.
Los nuevos consejeros tendrán cinco meses a partir de junio para hacer modificaciones al borrador. El texto final será sometido a referéndum en diciembre. El control del proceso anterior estuvo en manos de la ciudadanía y ahora estará en los partidos. Antes había una hoja en blanco y ahora una muy pautada con márgenes rígidos que acotan la discusión. Este marco fue definido en los doce principios básicos acordados a priori por los partidos para evitar una propuesta refundacional como la anterior. Estos principios incluyen la declaración de Chile como un “Estado social y democrático de derecho”, la indivisibilidad de la “nación chilena” y la pervivencia del sistema bicameral.
Hace dos años la palabra que más se escuchó en la campaña fue “dignidad”. Hoy las prioridades son totalmente distintas y la crisis de seguridad que atraviesa el país tiene un papel protagónico. Consecuentemente, la opinión mayoritaria se volcó hacia la derecha.
La clave del proceso actual está en los escaños que consigan el Partido Republicano y el Partido de la Gente, formaciones creadas recientemente que defienden la Carta Magna de la dictadura. También habrá que ver cómo le va al oficialismo, que acude a las urnas dividido y que puede acusar el golpe de la baja aprobación ciudadana del presidente Gabriel Boric.
A Republicanos y al Partido de la Gente les pronostican casi 20 escaños. Si superan los 30, tendrán capacidad de veto, porque se necesita las 3/5 partes de los convencionales para aprobar las normas constitucionales. No está claro, si tomarán una actitud puramente obstruccionista y se opondrán a todo o, si, por el contrario, intervendrán activamente en los debates, para asegurarse de que el nuevo texto se asemeje lo más posible al de 1980.
Por su parte, un sector de la derecha tradicional, el agrupado en la coalición Chile Vamos, está por el cambio político, porque entiende que el estallido fue producto de una necesidad de reformas. La gran batalla se va a librar entonces entre las dos almas de la derecha.
En tanto, en un escenario optimista La Moneda (el palacio presidencial) espera que se elijan 18 consejeros por el pacto Unidad para Chile (PC, PS, FA y FRVS) y 6 por Todo por Chile (DC, PPD y PR). En una previsión pesimista es probable que se repita un resultado parecido al del referéndum de septiembre pasado, es decir un 60%-40% a favor de la oposición y que Republicanos y el PDG alcancen juntos un tercio de los votos. Sin embargo, en esta elección es aún más difícil hacer pronósticos que habitualmente, porque uno de cada dos chilenos no sabe que este domingo hay elecciones, el 70% no ha seguido con ningún tipo de interés las noticias relacionadas con estos comicios y el 86% de los jóvenes no tiene idea de quiénes son sus candidatos.
Ante el desinterés popular, los discursos demagógicos de la ultraderecha y la falta de transparencia que tendrán los debates de la Convención, los arreglos y pactos entre los partidos y dirigentes marcarán la orientación y el ritmo de la asamblea.
Probablemente, el resultado final sea un emparchado incoherente de la Constitución actual. Chile habrá desperdiciado la oportunidad de refundarse. Al menos, hasta que el pueblo vuelva a irrumpir e imponga sus demandas y necesidades. Chile vota, aunque no elige, pero el pueblo no olvida y golpeará nuevamente a las puertas de la política.
Eduardo J. Vior é um veterano sociólogo e jornalista independente, especialista em política internacional, professor do Departamento de Filosofia da Universidade de Buenos Aires (UBA).
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