por Alexander Dugin
El realismo en las Relaciones Internacionales (RI), como paradigma, es el más desarrollado y generalizado de las escuelas académicas en este campo. La discusión entre las escuelas realista y liberal, siendo la segunda más importante y generalizada, puede servir en sí para elaborar los principios fundamentales, los conceptos y métodos en las RI; y de ello podemos generar reglas reconocidas y definir los límites de la ciencia.
Los realistas ofrecieron una serie de principios, algunos de los cuales fue aceptados por diversos representantes de las otras ramas en las RI, incluso si su interpretación difiere. En particular, los realistas introdujeron dos conceptos fundamentales: la anarquía en las RI y el estado-centrismo (el Estado es el único actor que toma decisiones soberanas en la política internacional). Sin embargo el realismo ha basado sus teorías, a su vez, en los autores clásicos de la ciencia política de la época moderna, incluidos los fundadores de las teorías del Estado moderno: N. Maquiavelo, T. Hobbes, y J. Bodin. El núcleo de la teoría realista está basado en la filosofía política.
La fundación del movimiento realista en las RI y, más ampliamente, de una discusión general de esta ciencia, es el principio de que el Estado nacional moderno es el actor principal. Por lo tanto, toda este campo de las RI es, ante todo, el campo principal de estudio (y el único para el realista) de las interacciones internacionales de los Estados soberanos. Teóricamente, esto viene de tres fuentes principales políticas y filosóficas: El Príncipe de Maquiavelo, Leviatán de Hobbes, y la teoría de la soberanía de Bodin. Todo esto en su conjunto forma la teoría del Estado moderno, que se convirtió en una base de la ley de Europa (jus publicum Europaeum) y, después de la Guerra de los Treinta Años, influyó en la Paz de Westfalia, de la cual obtuvimos la soberanía de Westfalia. Así la teoría se convirtió en la práctica. J. Hobson considera la soberanía de Westfalia como la expresión del hecho, de facto y de jure, de que el Estado nacional es el actor principal, la “teoría del Big Bang en las Relaciones Internacionales”, haciendo hincapié en que desde el inicio de la época de la Paz de Westfalia, tal visión del Estado se convirtió no sólo dominante, sino universal, la norma, y la única posible.
Esto lleva a la conclusión de que este campo en las RI es el de las relaciones entre los Estados nacionales, que son los actores fundamentales. Este hecho es reconocido por los representantes del paradigma positivista de las Relaciones Internacionales, con la sutil diferencia que los realistas hacen, que el Estado es absoluto, y se niegan a aceptar la importancia de cualquier otro factor político transnacional o interno que estructura el sistema de las RI. Los liberales en las RI, por el contrario, completan la lista de otros factores con aquellos actores: empresas transnacionales, ONGs, etc. Los marxistas en las RI creen que los factores internacionales junto con las contradicciones de clase tienen una importancia decisiva, ya que, según el marxismo, las clases burguesa y proletaria son internacionales por definición y esto significa que sus intereses no están limitados por las fronteras nacionales.
Ahora pasaremos a algunos detalles de los axiomas teóricos, que son la base de la comprensión de la naturaleza, las funciones y las estructuras del Estado moderno por parte de los fundadores de la filosofía política de la era moderna.
El Príncipe (por N. Maquiavelo)
El filósofo italiano Nicolás Maquiavelo (1469-1527) es uno de los primeros teóricos del Estado moderno. Concentra su atención en la imagen de un príncipe, pero con esto no quiere decir el monarca tradicional cuyo gobierno se basa en las tradiciones que están garantizadas por las presiones históricas, sociales y políticas que deben seguirse para persistir, sino en un nuevo príncipe, es decir, un político que puede crear un Estado, un sistema político desde cero, basándose en su voluntad y su mente. Maquiavelo está interesado en este tipo de nuevo Príncipe principalmente porque tenía el objetivo de basar las creaciones políticas en la racionalidad, la voluntad y la eficiencia.
Maquiavelo considera (o crea) un nuevo objeto político que no existía en la Edad Media y en la Antigüedad; es el Estado moderno, siendo un instrumento eficaz de organización social en el respeto de los intereses del líder (este nuevo Prince); pero su eficacia debe ser demostrada. El nuevo Príncipe (al contrario que el antiguo) no sólo debe conferir su poder en la sociedad actual, con sus profundas tradiciones y órdenes que tiene que seguir, sino crear una sociedad, el orden y, durante su creación, fortalecer su poder y demostrar su eficacia por sus acciones. Al mismo tiempo, Maquiavelo considera a la religión y la tradición como las construcciones sociales de aquellos que antes jugaban el papel que el nuevo príncipe cumple ahora, y que habían creado las tradiciones políticas y sociales que son la base de la persistencia política y cultural. Este enfoque de Maquiavelo de la religión fue la razón por la que el Vaticano prohibió su obra.
El Estado maquiavélico no tiene otro propósito excepto el objetivo de la dominación del nuevo Príncipe, ya que todas sus instituciones y principios deben tener un objetivo absolutamente práctico y también demostrar su eficacia. El carácter determinado de su gobierno es tal que los cambios en las reglas políticas se hacen justo en el momento en que son aprobados por uno u otro de los objetivos. La fórmula “el fin justifica los medios”, si no en su forma, en su contenido, podría ser utilizada en el contexto de Maquiavelo, y es utilizada para comprender el Estado en la filosofía política de la era moderna en general. Por ejemplo, Maquiavelo, en su otro trabajo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, defiende ideas republicanas que nos permiten comprender la imagen política del Príncipe como la imagen colectiva del poder político, independientemente de si tiene un carácter individual (monárquico) o colectivo (republicano). En ambas situaciones, es importante que el Estado sea considerado como el mecanismo totalmente instrumental del gobierno, del cual emanan la eficiencia de la asunción del poder y su retención por la élite gobernante (el nuevo Príncipe), y la expansión y protección de los territorios nacionales es el principal objetivo de los gobernantes, y es uno de los principales criterios de eficiencia y estabilidad de su gobierno.
La característica de la filosofía política de Maquiavelo que es aceptada por la mayoría de los filósofos políticos de la época moderna, es la división de la esfera de la moral en dos componentes: la moralidad personal y la del Estado. Como la moralidad personal es tradicional y se puede explicar racionalmente, la moral del Estado por el contrario se basa en el logro eficiente de los objetivos y, bajo algunas circunstancias, esto puede contradecir las normas de la moral personal. Por lo tanto, Maquiavelo afirma que para asumir el poder y retenerlo, en algunos casos extraordinarios, el nuevo Príncipe puede descuidar la moral: envenenar, estafar, asesinar, violar, sobornar, mentir, etc. puede ser aprobado por los propios intereses del poder o los intereses del Estado (por ejemplo, para defender la integridad territorial). Maquiavelo no se inmiscuye en la existencia de la moral personal, en la creencia de que tiene el derecho a existir y que es suficiente para regular las normas de comportamiento. Para el Príncipe, sin embargo, la moral dominante son otros criterios y estimaciones, normas y procesos, que son evaluados por su capacidad de lograr objetivos de manera eficiente y, respectivamente, retener el poder y defender los intereses nacionales del Estado.
Así, mientras que la mayoría de los expertos encuentran las ideas de Maquiavelo cínicas y amorales (recordemos que la expresión “Old Nick” [“Viejo Nick” (Nicolás)] se utiliza en el argot político inglés como otro nombre para el “diablo”), su influencia en las concepciones políticas de la era moderna es impresionante.
El Leviatán (por T. Hobbes)
El otro teórico clave del Estado nacional moderno fue el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679). Hobbes creó su teoría basándose en el pesimismo antropológico, es decir, la seguridad de que el estado natural de las personas, dejadas a su libre albedrío, es la anarquía, la violencia, el egoísmo y la voluntad de satisfacer sus necesidades materiales a expensas de los demás, que son las causas de todos los factores en esta “guerra de todos contra todos”. Hobbes tiene la importante fórmula del “el hombre es un lobo para el hombre” (homo homini lupus est). La naturaleza egoísta del ser humano crea obstáculos en el camino hacia la creación de una sociedad armonizada, la cooperación, y elimina el altruismo y la solidaridad. Sin embargo, la gente tiene intelecto. La cualidad adicional que los animales no tienen (o que reemplazan por los instintos), permite a las personas darse cuenta del poder destructivo del estado natural y llegar a la conclusión de que es importante crear una restricción artificial a la “guerra de todos contra todos”. Así, según Hobbes, la gente encuentra la necesidad de un “contacto social”, es decir, el acuerdo fundamental en el que todos están de acuerdo entre sí para renunciar al logro ilimitado, sin restricciones, de sus necesidades egoístas, en favor de las normas generalmente aceptadas. Pero el egoísmo del estado natural, es decir, de la misma naturaleza humana, dice Hobbes, exige ser restringido mediante la violencia de una institución capaz de prevenir los actos violentos. Es por eso por lo que se establece una institución acordada socialmente que debe ser coercitiva, potente, e intimidante, pudiendo hacer uso de la violencia contra quienes empiezan a romper las reglas aceptadas devolviéndonos al estado natural (la anarquía). Por lo tanto, Hobbes llega al concepto del Leviatán, un fantástico monstruo bíblico, que vive en el mar y que aterra a la gente común. El Leviatán es el señor de la tierra, creado por la gente en el proceso de sus interacciones sociales para prevenir la autodestrucción, y frenar la anarquía. El Leviatán es el Estado moderno.
A diferencia del Estado tradicional de la Edad Media y, sobre todo, del Imperio, el Leviatán no tiene ninguna misión, ningún objetivo histórico o espiritual positivo, ningún destino divino. El Leviatán no tiene ningún objetivo de mejorar la naturaleza humana, Hobbes cree que eso es imposible y poco realista. El Leviatán solamente previene la anarquía y la autodestrucción de la humanidad. Esa es toda su función. Al mismo tiempo, el Leviatán se crea por iniciativa de las masas, es hecho a mano, es el producto de las conclusiones racionales humanas y de la comprensión de su naturaleza social (francamente asocial).
Tal significado del Estado se convierte en una de las principales formas de cómo se interpretan el gobierno y la política en la era moderna, y es más o menos aceptado por los representantes de la ciencia política moderna.
El Leviatán es un instrumento de violencia legítima (como lo es la esencia del Estado, definida por Max Weber), ya que es el producto de un acuerdo y la encarnación de la naturaleza humana racional superando su estado natural (animal). Dentro del Leviatán está la competencia, la sociedad se organiza de tal manera que no hay anarquía. La unidad funciona como institución del racionalismo colectivo, determinando las reglas de comportamiento individual en el ámbito de la interacción, y teniendo el potencial de fuerza para castigar a aquellos que van más allá de las reglas.
Teoría de la soberanía (por J. Bodin)
El tercer autor clave de la filosofía política de la era moderna es Jean Bodin (1530 a 1596). Jean Bodin estuvo interesado por diferentes ámbitos: de la teología a la filosofía natural e incluso la demonología, pero sobre todo sus ideas influyeron en la esfera de la ciencia política: se convirtió en el primer teórico de la soberanía como concepto. Según Bodin el gobernante es el soberano que no tiene ninguna institución de poder por encima de él, excepto Dios. En el siglo XVI, cuando Bodin vivía y trabajaba, el concepto estaba dirigido contra la Iglesia Católica Romana, insistiendo en que, en varios casos, la política de los reyes europeos estaba hecha para seguir las normas cristianas, en particular, estando de acuerdo con el Papa sobre estas cuestiones. Bodin mostró una idea completamente diferente (protestante, de hecho) del Estado, que no tendría como objetivo la “felicidad de la gente” (como lo era según Aristóteles y la escolástica católica), sino, en cambio, el de ser un acuerdo racional y artificial de los asuntos. El principal instrumento de tal acuerdo racional es la soberanía.
(Traducción Página Transversal).
Fuente: Katehon.
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