por Redacción Misión Verdad. En Misión Verdad
(foto: EPA)
Este jueves 28 de febrero, el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) se reunió de manera extraordinaria a solicitud de la delegación estadounidense, con el propósito de someter a votación una resolución sobre la situación de inestabilidad inducida en Venezuela por el propio gobierno de Washington en las últimas semanas.
La relevancia del tema venezolano ha tomado lugar nuevamente en dicho Consejo, esta vez el gobierno de Estados Unidos ha presionado en dicha instancia para centrar la atención mundial en la escalada que precisamente ese país promueve contra Venezuela, siendo esta instancia un espacio inevitable en momentos de confrontación geopolítica.
Sobre este tema es indispensable efectuar varias consideraciones.
Elementos de relevancia en la sesión
El Consejo de Seguridad como espacio de controversia. Este Consejo es por excelencia el espacio donde en décadas se han apreciado las grandes contradicciones y choques entre los bloques del poder global. El caso venezolano en la mesa no es la excepción y es ahora el punto de encuentro de las placas tectónicas de la geopolítica mundial.
Para Estados Unidos es un espacio irrenunciable para apalancar su rol como potencia dominante del sistema internacional, tal cual lo hicieron en su momento en Afganistán, Irak, Libia y Siria, focos esenciales de la trama de expansión bélica estadounidense en este tiempo.
Siendo así, la colocación del tema venezolano en este espacio, nuevamente por iniciativa estadounidense, pasa a ser un componente más en la hoja de ruta de presiones contra Venezuela y del golpe de Estado en marcha. Pero más allá de ello, es un componente de la colocación de Venezuela como “país objetivo” y nudo esencial en la disputa geopolítica por hegemonía y recursos entre las potencias tradicionales y potencias emergentes.
Como es sabido, una resolución estadounidense sobre Venezuela, en el actual contexto, no tendría asidero frente al poder de veto de Rusia y China, países que han denunciado consistentemente la amenaza bélica e injerencia de Estados Unidos. Pero aún así, Washington propuso una resolución como recurso necesario para colocar el tema de Venezuela como punto de gran controversia, un asunto de interés global.
Para Estados Unidos, esto tiene un propósito multivalente. Es un acto por vías institucionales y diplomáticas para agudizar presiones, para atizar cabildeos en ese Consejo, para afinar y gestionar su política interna y, posiblemente, declarar y consumar la inutilidad y desgaste de dicho ente para actuar unilateralmente como hicieron en Irak, Libia y Siria, evadiendo los vetos y rechazos en ese foro.
Es un hecho. En los últimos años, Estados Unidos ha mostrado una tendencia muy sólida a avasallar la institucionalidad del Sistema de Naciones Unidas, y por eso, pese a lo dicho en ese Consejo, actuaron militarmente en esos países violando el derecho internacional. En otras palabras, interactúan en la institucionalidad para luego violentarla abiertamente, como una declaración abierta de potencia incontenible. Esa lectura es indispensable para entender la discusión del tema venezolano en ese Consejo.
Las resoluciones vetadas. La resolución estadounidense fue enfática en desconocer las elecciones del 20 de mayo de 2018 en Venezuela, pero el llamado a nuevas elecciones por defecto, y al menos en esta instancia, desescala la postura abiertamente bélica y los actos basados en la ejecución del golpe en curso mediante la figura de Juan Guaidó como “presidente paralelo” por factura estadounidense. En otras palabras, han propuesto una solución política y en los hechos están inutilizando a su más reciente creación: el propio Juan Guaidó.
Ese proyecto de resolución obtuvo nueve votos a favor, tres en contra y tres abstenciones, pero también contó con el doble veto ruso y chino en su posición de miembros permanentes, lo cual impidió que dicha resolución llegara a buen término.
Rusia, por su parte, se plegó a la propuesta de diálogo político entre las fuerzas en pugna en Venezuela promovida por el Mecanismo de Montevideo de la mano de un grupo de países en la región. Alertando además el riesgo del desarrollo de una situación de índole militar en Venezuela. El representante ruso ante esta instancia, Vasily Nebenzya, fue enfático en la promoción de mecanismos de paz como instrumentos de desarme anticipado de un conflicto en ciernes. Sin embargo, la resolución rusa tampoco prosperó por el veto estadounidense. Obtuvo cuatro votos a favor, siete en contra y cuatro abstenciones.
Es importante destacar que, entre la mayoría de los asientos en este Consejo, prevalecieron las posiciones de alejar las posibilidades de conflicto militar en Venezuela.
La probable evolución desde una diatriba política a una guerra irregular. El embajador en Venezuela presente en el Consejo, Samuel Moncada, fue enfático al alertar sobre la creación de condiciones, justo ahora, para el desarrollo de una guerra tercerizada o mercenarizada contra Venezuela con punto de partida en el eje fronterizo colombo-venezolano.
Moncada se refirió a acciones en el terreno por parte de la Casa Blanca y su “enviado especial” a Venezuela, Elliott Abrams, a los fines de crear un ejército mercenario con supuestos “militares venezolanos desertores”, una especie de “ejército de liberación” en etapa germinal que tendría presencia de paramilitares colombianos y elementos mercenarios con auspicio estadounidense, con el objetivo de desatar un conflicto bélico.
Moncada enfatizó que el rechazo a una intervención en Venezuela supone el rechazo a cualquier forma de intervención, incluyendo a esta, de tipo irregular, que estaría fraguándose también con la activa participación del gobierno colombiano. Una alerta sumamente sobresaliente.
Es indispensable considerar que la fabricación de un conflicto irregular en Venezuela presentado como una guerra civil basada en la fragmentación de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) es perfectamente congruente con la narrativa impuesta mediante la desestabilización en las últimas semanas, en las que Washington llama al quiebre de la FANB y, por otro lado, el hiperpropagandizado ingreso de “ayuda humanitaria” a Venezuela, cuyo epicentro no era el ingreso de alimentos y medicinas, sino precipitar una ruptura en la integridad de la institucionalidad militar venezolana.
La posibilidad de una evolución de lo que hoy es una diatriba política y una crisis institucional inducida, a lo que podría ser la detonación de una guerra irregular, es un verdadero tema de seguridad regional, y por eso Moncada le dio debida posición en ese Consejo.
Otros factores conexos a la aceleración de una situación bélica
La posibilidad de la evolución a una etapa bélica yace en que es evidente que Estados Unidos está viendo frustradas las presiones que ha ejercido sobre el gobierno venezolano y no se ha fragmentado la cúpula política y militar del chavismo, en una carrera contra el tiempo que genera desgaste no sólo contra el presidente Nicolás Maduro: el tiempo conspira en contra de la agenda exterior de Washington con gran énfasis.
Es un hecho también que, para efectos prácticos, el paragobierno de Juan Guaidó se desinfla como instancia artificial y cada vez se encuentra más cerca de un callejón sin salida, y la Casa Blanca está clara de ello.
Además, Washington lidia a lo interno con un conjunto de presiones que están imponiéndose en su política interna de manera transversal. El tema de Venezuela, y ahora por extensión, el de Nicaragua y Cuba, es decir “la troika del mal” de John Bolton, es un eje temático que ya es clave de cara a la carrera presidencial en los próximos dos años, y está polarizando la política interna en ese país. Por lo tanto, Washington necesita con ansias victorias tempranas, y Venezuela es un espacio medular para tales fines.
Mientras tanto, el chavismo sigue ejerciendo su posición de fuerza sosteniéndose en su centro de gravedad política, no sólo afinando la política interna y manteniendo su cohesión institucional, también se consolida puertas afuera en la medida que concurren reveses, como el que recientemente vino de casi todos los países del Grupo de Lima, los cuales determinaron su posición adversa al desarrollo de una etapa bélica en el conflicto político venezolano.
Venezuela y su directorio político mantienen una posición fuertemente vinculada a la creación de espacios de distensión política, también dejando claras sus posiciones hasta ahora inamovibles. El chavismo persiste en espacios como el Consejo de Seguridad, en una posición indudablemente aferrada a la institucional erigida en el país y legitimada en las pasadas elecciones presidenciales que Estados Unidos y sus países satélites insisten en desconocer.
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