De Odio

Por Dmitry Orlov


Últimamente, Dmitri Anatolievich Medvédev, anciano estadista de la política rusa, ha empezado a publicar breves encíclicas, una especie de urbi et orbi, realmente interesantes ya que nos permiten ver la mentalidad que comparten actualmente una gran mayoría de rusos, sobre todo por los niveles más altos. Dado que esta mentalidad choca con la narrativa dominante que repiten sin cesar todas las figuras públicas de Occidente, es considerada inaceptable e ignorada con firmeza. ¿Hay seguridad en esto? Lo dudo. Quienes insisten en operar con información incompleta y defectuosa toman decisiones erróneas y llegan a malsanos resultados. Pero la cosa se pone aun peor: en tanto aquellos se revuelcan en el pútrido baño de los predicamentos creados por ellos mismos, descubrirán que se han ganado el odio de los rusos y que éstos planean vengarse de ellos.

Las palabras de Medvédev son como un vendaval ártico bajo cero que sopla hacia ti desde la ilimitada tundra helada del pensamiento ruso. Mientras jugaba con Putin -intercambiando lugares como presidente y jefe de gobierno- Medvedev se posicionó como un liberal pro-occidental. Nunca sabremos cuánto de eso era real (sus opiniones pueden haber evolucionado con el tiempo a medida que se le presentaba nueva información) y cuánto era fingido (su tarea era presentar a Rusia como débil, indefensa y dependiente mientras se reconstruía y rearmaba furiosamente). Pero, lo que sabemos con certeza es que ya no es, ni por asomo, un liberal prooccidental.

Su última encíclica se presenta a continuación. La traducción es mía.


SOBRE EL ODIO

En el interminable tango de las sanciones económicas contra Rusia, se ha perdido en cierto modo una cuestión importante: ¿contra quién van dirigidas? ¿A quién pretenden castigar los autores de estas sanciones?
¿Al presidente y a los dirigentes políticos y militares del país? Obviamente no, y los autores reconocen este hecho. Ninguno de nosotros posee propiedades en el extranjero ni intereses extranjeros significativos. No viajamos al extranjero para recrearnos o trabajar.

¿Grandes negocios en Rusia? Sí, han sufrido un cierto daño. Se les ha privado de propiedades en el extranjero. Pero, honestamente, estas confiscaciones han estado lejos de ser fatales para ellos. Sobrevivirán. Les queda mucho en Rusia, lo suficiente para que les dure a ellos y a sus descendientes.
Entonces, ¿contra quién van dirigidas estas sanciones?

La conclusión inevitable es repugnante: estas sanciones están dirigidas contra el pueblo de Rusia. Independientemente de los tópicos que murmuren las abuelas y los abuelos [de los altos ejecutivos] estadounidenses y europeos -que castigan a nuestros dirigentes mientras aman a los ciudadanos de a pie-, es evidente que se trata de una completa mentira. ¿Qué objetivo tiene la detención de los activos del Banco Central de Rusia y de otros activos gubernamentales? Es sencillo: el objetivo es dañar la economía, hacer caer el rublo, aumentar la inflación, hacer subir los precios en las tiendas y, con ello, rebajar la calidad de vida del ruso medio. ¿Para qué sirven los embargos contra el petróleo y el gas rusos? Lo mismo: reducir los ingresos del gobierno ruso y obligarlo a incumplir sus obligaciones sociales, incluida la indexación de los ingresos contra la inflación; perjudicar a los contribuyentes rusos, tanto urbanos como rurales. ¿Contra quién se dirigen los cierres del espacio aéreo y el bloqueo de los medios de pago? Una vez más, contra los ciudadanos de a pie, para incomodarlos, no contra sus míticos líderes, ni contra los peces gordos, sino contra ti en concreto.

Esta conclusión es muy desalentadora, pero es, por desgracia, inevitable. ¡Nos odian a todos! En la raíz de estas decisiones está el odio a Rusia, a los rusos, a todos sus habitantes, a nuestra cultura. De ahí los intentos de “cancelar” a Tolstoi, Chéjov, Chaikovsky, Shostakovich. Odian nuestra religión, de ahí su deseo de perjudicar a la Iglesia Ortodoxa Rusa y de sancionar a su patriarca. Esto no es nada nuevo; ha sido así casi siempre. Fue así en tiempos de Alejandro Nevsky (1221-1223), en la época de los disturbios (1598-1613) y en la guerra de 1812. Y, obviamente, durante el siglo XX, cuando la URSS vivió bajo numerosas sanciones. Por no hablar del hecho de que durante los años 30 Occidente deseaba que la URSS pereciera en su lucha contra Hitler.

Este odio es repugnante e irracional. Pero eso no significa que debamos soportarlo. Sólo tenemos que sacar las conclusiones necesarias para el futuro, para no olvidar esta actitud hacia nosotros. Y no perdonar nunca a quienes nos odian. ¡Nunca!


Así concluye esta última misiva de nuestro intrépido líder. Sólo tengo una cosa que añadir: los abuelos y abuelas de los altos ejecutivos que están imponiendo sanciones tan activamente contra el pueblo ruso no sólo odian a los rusos. También te odian a ti. Y quieren verte muerto. Saca tus propias conclusiones, pero yo diría que tú y el ruso medio estáis en el mismo bando.

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