por Rubén Castillo. En Misión Verdad
El pasado 15 de febrero, el Almirante de la Armada de los Estados Unidos, actual jefe del Comando Sur, Kurt W. Tidd, presentó un informe ante la 115ª reunión del Comité de Servicios Armados del Senado. Allí fijó postura ante la pérdida de influencia de los EEUU sobre América Latina y el Caribe por el posicionamiento de competidores directos en la región, reflejando la falta de ideas (y de presupuesto) y enunció líneas de lo que tiene el Comando Sur para hacer frente a esta pérdida de control político y militar en la región.
¿Cuál es la situación actual del Comando Sur y el Pentágono?
Uno de los pilares sobre los que se sustentan las políticas estadounidenses en el mundo es su poderío militar y su posicionamiento estratégico, bien sea a través de tareas colaborativas entre sus fuerzas armadas y la de países aliados, “ayudas humanitarias” a través de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), bases militares o centros de capacitación militar conjunta, como por ejemplo la famosa Escuela de las Américas.
En lo que respecta a Latinoamérica, el Pentágono llama “defensa preventiva” a un enfoque militar y geoestratégico dirigido no sólo a proteger la seguridad nacional de EEUU de “amenazas” como el “terrorismo” y “las redes de crimen transnacional”, también se plantea como un actor primordial en la configuración del destino militar y político de la región.
Este objetivo según las palabras de Tidd se encuentra amenazado en la región y el mundo debido al ascenso de China, Rusia e Irán en el terreno militar, económico e ideológico.
En ese contexto los altos mandos militares estadounidenses se encuentran desconcertados con la aparición de estos actores geopolíticos emergentes que modifican a su favor las condiciones del tablero, de una forma tal que inutilizan cualquier acción a seguir según los manuales castrenses que los han formado.
Entre las estrategias que desarticulan parcialmente el poderío económico estadounidense como forma de coerción, se encuentran las inversiones comprometidas de China a futuro en América Latina, valuadas en casi 750 mil millones de dólares.
A esto se le puede sumar el abastecimiento militar que los países atacados por Washington en la región reciben de parte de Rusia, un factor que presagia un debilitamiento militar inminente del poderío estadounidense en América Latina. En el caso de Venezuela, el rango de estas alianzas se refleja en la estrategia de negación casi absoluta de su espacio aéreo gracias a la alianza estratégica con Moscú.
El informe de Tidd y el caso Venezuela
El informe presentado por el jefe del Comando Sur remarca a los senadores que el retroceso en la región del poderío estadounidense es continuo. Tidd sostiene que la falta de recursos junto a la inserción de China y Rusia como competidores estratégicos los tiene con “las manos atadas” para afrontar los desafíos que la región les demanda.
Desde esta perspectiva Venezuela se les hace cuesta arriba porque con una escasa disponibilidad de financiamiento, la atomización de sus aliados internos, y la política de defensa integral asumida por la FANB en los últimos diez años, se observa difícil la recuperación de este espacio en un futuro próximo por parte de Washington.
De igual forma una intervención militar se encuentra fuera de todo contexto, más allá de que Tidd integre el ala ultra radical del espectro político estadounidense que ve como una gran solución una incursión de este tipo en territorio venezolano. De momento y como se expresa en el informe presentado por Tidd, el Pentágono seguirá apegado al manual de asedio que desde 2015 se ha venido aplicado a partir del Decreto Obama que tipifica a Venezuela como “una amenaza”: el marco jurisdiccional bajo el cual han escalado las sanciones contra altos funcionarios del directorio cívico-militar del Gobierno venezolano y las agresiones de carácter económico, como la agudización del bloqueo financiero.
Todo apunta a que su único plan concreto sigue siendo la promoción por parte de la comunidad internacional de una “ayuda humanitaria” a gran escala, en la que oficinas como la USAID asumen la mayoría de los costos de financiamiento, lo que sería manejable en caso de ser asumidos en conjunto con los aliados de EEUU en la región. Sin embargo, el propio Tidd sigue dejando abierta la duda sobre la forma de llevar a cabo este objetivo, un claro sinónimo de debilidad.
Revelaciones de fondo y profundas debilidades
La situación actual del Comando Sur develada en su informe ante el Senado, demuestra la falta de integración del poder ejecutivo con respecto a Venezuela, principalmente del Departamento de Estado, a cargo de ejecutar las líneas de la Casa Blanca en lo político, y del Departamento del Tesoro, abocado a las presiones financieras. La inexistente coordinación entre estos departamentos, las diversas agencias enfocadas en política exterior y el Pentágono, a criterio de Tidd, crea condiciones para que competidores directos y países contrarios a sus intereses debiliten su hegemonía en la región.
En conclusión, el informe hace ver cómo la exigencia de mayor presupuesto a la Administración Trump revela el estado actual del Comando Sur y de las preocupaciones de los altos mandos militares estadounidenses por la pérdida de influencia y la poca capacidad de consagrar un cambio de régimen en Venezuela.
Ejemplo de ello es el informe presentado ante el Senado por parte del Comandante en Jefe del Mando Central de los EEUU, general Joseph Votel, a finales de febrero del año en curso. Escrito en el que se reitera, nuevamente, los problemas estructurales de los mandos castrenses estadounidenses y la falta de ideas para afrontar los nuevos retos geoestratégicos y geopolíticos, y la divergencia entre el interés financiero y político puertas adentro, que afecta sensiblemente el financiamiento del área de seguridad de la potencia del norte.
Por más que Hollywood luche por mantener su imagen irrebatible, el poderío militar de EEUU parece dirigirse hacia una largo ocaso de sus tiempos de gloria.
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