por Vicky Peláez. En Sputnik en castellano
Desde la elección de Hugo Chávez en 1998 y para sorpresa del mundo entero, el pueblo venezolano sigue defendiendo al chavismo bloqueado y sancionado, amenazado por EEUU y sus 14 “perritos obedientes” latinoamericanos y la dominada Unión Europea.
Hay momentos en que el pueblo sintetiza en la acción los pasajes más significativos de su historia (Agustín Tosco, 1930-1975).
Los venezolanos demostraron su voluntad para seguir adelante con el chavismo durante los recientes comicios presidenciales y, a pesar de una severa crisis económica inducida y una hiperinflación galopante, la escasez de bienes y servicios básicos, dieron su voto de confianza a Nicolás Maduro para el nuevo período presidencial. Maduro obtuvo la reelección con el 68% de los sufragios, sacando 47 puntos de ventaja a su más cercano rival, Henri Falcón.
Los analistas internacionales tanto de derecha como de izquierda están rompiéndose el cerebro tratando de entender por qué el pueblo venezolano defiende la ‘dictadura’ de Nicolás Maduro y protegen un proceso que es repudiado por Occidente y todos los medios de comunicación globalizados.Al no ser capaces de encontrar respuestas a su pregunta, varios especialistas en América Latina concluyeron que “Venezuela va camino a un punto de no retorno con un presidente dictatorial, una oposición debilitada y cuestionamientos a la legitimidad de cada acción de Gobierno” (Semana, 21 de mayo 2018).
Lo que más les llama la atención a estos ‘perritos’ en Latinoamérica y las agencias de información internacionales es el índice de abstención en los recientes comicios en Venezuela, que alcanzó el 52%. Se considera que en condiciones en las que la mitad de la población se opone o es indiferente a lo que sucede en la nación, el presidente Maduro tendría que hacer ‘malabares’ para sobrevivir y mantenerse en el poder hasta el 2025, con el país agobiado por una severa crisis económica y con la mitad de la población apoyando a la oposición.
Lo que no toman en cuenta los ‘especialistas’ es que la abstención en Colombia durante las elecciones presidenciales en 2014 era de alrededor del 49% y, a pesar de esto, Juan Manuel Santos se ha mantenido en el poder y hasta recibió el Premio Nobel de la Paz. En Estados Unidos, según el Nuevo Herald (4 de noviembre 2016), “pese al enorme despliegue de recursos usados por los candidatos presidenciales, siendo el promedio de 2.631 millones por cada uno, la abstención en las elecciones se ha mantenido de manera persistente en torno al 50% en las últimas tres décadas”.
A pesar de todo esto, EEUU sigue siendo la primera potencia mundial con capacidad de seguir administrando su ‘patio trasero’ como ‘Grupo de Lima’ (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guayana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía), que fue ordenado por Washington a no reconocer las elecciones en Venezuela e imponer sanciones a Caracas, siguiendo instrucciones del Departamento de Estado de EEUU. Los presidentes de todos estos países empezaron en seguida a competir entre ellos imponiendo sanciones a Caracas.
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el actual líder de Brasil, Michel Temer, acusaron a Maduro de ser un “dictador” y represor de su pueblo, pero no mencionaron que en Colombia, desde que se firmó el Tratado de Paz en septiembre de 2016, más de 385 líderes sociales y representantes de derechos humanos fueron asesinados, y que en Brasil fue suprimida la democracia a través de un golpe de Estado.
Otros países del Grupo de Lima y en especial Perú denunciaron al Gobierno de Maduro por ser corrupto olvidándose de que su presidente, Pedro Pablo Kuczynski Godard, renunció precisamente por corrupción.
Lo mismo pasa con México cuyo presidente, Enrique Peña Nieto, condenó a Nicolás Maduro por violación de la ‘libertad de prensa’, mientras que México fue declarado el “país más mortífero” en el mundo para los periodistas, donde en el 2017 asesinaron a 12 miembros de los medios de comunicación, según el ‘Kill Report’ de la Federación Internacional de Periodistas (FIP).
En realidad, el Grupo de Lima representa una liga de los peores Gobiernos de América Latina, que empeñaron la soberanía de sus países por un puñado de dólares a EEUU y se convirtieron en sus servidores incondicionales abriendo sus naciones a los dictados del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, como lo hizo recientemente el mandatario de Argentina, Mauricio Macri.
También Argentina abrió sus puertas de par en par al Comando Sur, dando el visto bueno a la instalación de bases militares estadounidenses en su territorio y permitiendo a la ONG israelí ‘Mochileros sin Fronteras’ actuar libremente en Patagonia, bajo el pretexto de ‘ayudar a los pobres habitantes’ de la región. Los mismos exsoldados ‘Mochileros’ israelíes están haciendo nadie sabe qué en México desde hace tres años. En realidad, todos estos 14 países, junto con Alemania, Reino Unido y España, están alineados incondicionalmente con la política belicista e injerencista de Donald Trump hacia Venezuela, repitiendo automáticamente las acusaciones de Washington.
Inclusive los países de este grupo se solidarizan con las amenazas de Trump de usar una intervención militar contra el país bolivariano. El 12 de abril de 2017, Donald Trump declaró: “Tenemos muchas opciones para Venezuela, que es nuestro vecino. Nosotros estamos en todo el mundo y tenemos tropas en todos los lugares, inclusive muy lejos de EEUU. Venezuela no está lejos de nosotros y la gente allí está sufriendo y muriendo. Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible acción militar si es necesario”.
Desde la emisión de una orden ejecutiva por el Gobierno de Barack Obama en 2015, que señaló a Venezuela como un país que representa “peligro para la seguridad nacional de EEUU”, la administración de Trump emitió tres órdenes ejecutivas contra el país latinoamericano, la última firmada al día siguiente de las elecciones en el país bolivariano.
La nueva sanción reafirma la prohibición a la petrolera estatal venezolana PDVSA y a otras empresas nacionales de emitir deuda o negociarla dentro de la bolsa de valores de EEUU para limitar la entrada de recursos financieros al país y así poner nuevas dificultades para la recuperación económica de Venezuela.
Del análisis de las restricciones publicadas por el Departamento del Tesoro podemos sacar la conclusión de que lo que intenta Washington es presionara las refinerías estadounidenses para que no paguen sus deudas, con PDVSA prohibiendo la emisión de cartas de crédito de bancos estadounidenses.
De esta manera se pondrá en marcha una restricción de ingresos del país para la importación de alimentos y medicinas. En otras palabras, repetir la misma fórmula contra Venezuela aprobada hace 48 años por el presidente Nixon contra el Gobierno de Salvador Allende.
Durante la reunión de Nixon con Henry Kissinger, el director de la CIA, Richard Helms, y el fiscal de la nación, John Mitchell, sus participantes decidieron “hacer chillar la economía de Chile” (Senado de EEUU, ‘Interim Report: Alleged Assassination Plots Involving Foreign Leaders’, 20 de noviembre, 1973, p.237). Teniendo en cuenta el alto costo del embargo petrolero, los asesores de Trump optaron por una medida ‘quirúrgica’ para producir el colapso de la PDVSA, que afectaría aún más a la economía venezolana y, como consecuencia, induciría un descontento popular creando las condiciones para una ‘intervención humanitaria’ al estilo de la de la isla de Granada, en 1983, Panamá en 1989 o Libia en 2011.
Precisamente estas acciones solicitaron los opositores de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en las reuniones con los representantes de la Administración Trump sin que les importaran los sufrimientos que esto causaría a sus paisanos.
La oposición ya sabía en vísperas de las elecciones que perdería, igual que Washington. Por eso ambos declararon en vísperas de los comicios que las “elecciones serían ilegítimas” y no reconocerían sus resultados. La MUD no tenía un programa coherente, estaba desunida y enfrascada en la lucha interna. Sin saber qué hacer, los opositores llamaron a los venezolanos a abstenerse y no participar en los comicios.
No obstante, en sus filas apareció un disidente, casi profesional, Henri Falcón, el candidato de los partidos Avanzada Progresista (AP), Movimiento al Socialismo (MAS) y Copei, quien también antes de conocerse los resultados oficiales decidió desconocer el proceso electoral donde resultó derrotado.
Antes de ser disidente de oposición, Henri Falcón asumió la misma actitud hacia el chavismo renunciando a sus postulados después de haber sido un ardiente partidario de Hugo Chávez. Su programa económico, que él llamaba ‘progresista’, consistía en dolarizar y privatizar la economía nacional, bajo el tutelaje del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El politólogo y analista de la oposición venezolana Carlos Raúl Hernández cuestionó la actitud asimilada tanto por la oposición como por su ‘disidente’ Henri Falcón. Durante una entrevista en Globovisión, Hernández declaró que “el único triunfo que puede celebrar el abstencionismo es haber derrotado a Henri Facón”.
A la vez, Carlos Hernández invitó a Falcón a “no seguir inventando espantapájaros” y aceptar los resultados de las elecciones que deja a la oposición “descabezada”.
El editorial de la publicación venezolana Misión Verdad (21 de mayo 2018) enfatizó que la victoria electoral de Maduro lo convierte “en el primer líder que devela una forma de cómo enfrentar la nueva estrategia de ‘cambio de régimen’ de EEUU y sus aliados en la región. Dejando así un piso político que le permite afrontar el desafío de gobernar una Venezuela que, a día de hoy, es el segundo país más bloqueado del continente después de Cuba. Paradójicamente, ahora el deber histórico le demanda a Maduro, junto con el chavismo, convertir a Venezuela en el primer país que en el siglo XXI puede sortear un bloqueo económico manteniendo un rumbo propio como lo hizo en el pasado Fidel Castro”.
Esta es la tarea que le espera a Maduro, que para muchos parece casi imposible. Sin embargo, como decía el filósofo chino Confucio, “cuando el objetivo parece imposible, no cambies de objetivo; busca un nuevo camino para llegar a él”.
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