El federalismo identitario: del “E Pluribus Unum” al “E Unum Pluribus” (I)

Tomado con agradecimientos de: Página Transversal

por Andrew Korybko – Estados Unidos se vende a sí mismo como teniendo una identidad inclusiva que es capaz de unir sus muchas partes dispares en un todo singular. Su lema no oficial, “E Pluribus Unum”, proclama orgullosamente que “de muchos, uno”, significando además que este ideal funciona como la piedra angular de la ideología americana. En lo que hace un caso muy peculiar de doble pensamiento ideológico, mientras Estados Unidos insiste en exportar su modelo “democrático” al extranjero, emplea hipócritamente un enfoque selectivo en el que los países deben conservar el componente de identidad nacional de su sistema “E Pluribus Unum”, y deben incorporar la innovación geoestratégica del “E Unum Pluribus”.

La última frase se traduce en “de uno, muchos”, y es el polo opuesto de la forma en que los EE.UU. controlan sus asuntos. En lugar de una autoridad de gobierno fuerte y centralizada (ya sea unitaria o federal) que mantiene el Estado unido, el método “E Unum Pluribus” lleva las diferencias internas al extremo y promueve la “solución de compromiso” del federalismo identitario, por lo general alcanzado después de una guerra civil provocada por Occidente. En la práctica, esto se parece mucho a Bosnia, y conduce a un conjunto federal igualmente disfuncional y fracturado. Estados Unidos apoya selectivamente el establecimiento de estados federales ampliamente independientes y ligeramente conectados en los países geoestratégicos que tiene interés en debilitar perpetuamente, esperando que este modelo podría incluso poner “las bases” (apoyado externamente) de un efecto dominó en algunos espacios regionales.

La primera parte de la investigación comienza explicando la naturaleza del federalismo identitario y su relación con la guerra híbrida, detallando lo que se entiende por “E Unum Pluribus” y arrojando luz sobre sus veladas interrelaciones. La II parte aborda un puñado de estudios de caso pertinentes al tema, incluyendo los dos casos en los que se está aplicando la última versión de federalismo identitario, y los cuatro Estados más geoestratégicamente significativos en los que EE.UU. lo están persiguiendo actualmente. Finalmente, la III parte explica por qué los Estados Unidos están tan en contra del federalismo identitario en España y Ucrania, antes de concluir con una previsión sobre su aplicación práctica en el núcleo unipolar norteamericano y la amenaza que esto plantea al existente establishment estadounidense.

Mejorando la guerra híbrida

El concepto de federalismo identitario es clave para los diseños de la política exterior de los Estados Unidos en el orden mundial posterior a 1991, llegando a ser aún más importante en la era de la Nueva Guerra Fría. En la actualidad, los Estados Unidos se dedican a emprender y planificar una variedad de guerras híbridas en todo el mundo, pero la concepción del autor de esta estrategia es muy diferente de lo que creen los medios de comunicación convencionales. Su libro de 2015 sobre el tema describe la guerra híbrida como el continuum gradual de la revolución de color y las desestabilizaciones de la guerra no convencional para finales de cambio de régimen, y su secuela próxima se centra en las aplicaciones globales de este enfoque. “La Ley de la Guerra Híbrida”, el título prospectivo de la investigación mencionada, elabora su homónimo explicando que:

“El gran objetivo detrás de cada Guerra Híbrida es interrumpir los proyectos conectivos de infraestructura transnacional multipolar a través de conflictos de identidad provocados externamente (étnicos, religiosos, regionales, políticos, etc.) dentro de un estado de tránsito objetivo”.

Los disturbios planeados se organizan, provocan y guían utilizando los siguientes seis factores sociopolíticos de separación de la identidad dentro del futuro estado victimizado:

• Etnicidad.

• Religión.

• Historia.

• Disparidad socioeconómica.

• Límites administrativos.

• Geografía física.

El objetivo no es siempre necesariamente derrocar al gobierno, sino simplemente crear una perturbación tan grande que el proyecto multipolar de infraestructura conectiva transnacional apuntado ya no sea viable, ya se trate de la suspensión indefinida o de la cancelación definitiva de uno previsto, o el desmantelamiento de uno antes activo. La mayoría de las veces, el cambio de régimen es la forma más sencilla de lograr esto, de ahí por qué este escenario más fácil de fabricar – una revolución del color – es típicamente el primero en ser desplegado. A veces se enfrenta a dificultades y no tiene éxito en su objetivo estratégico, por lo que la tendencia recientemente ha sido la de transitar cruelmente de este primer intento fallido a una más eficaz, pero menos fácil de organizar, de guerra no convencional.

El federalismo identitario en la guerra híbrida es doble: (1) proporciona una visión atractiva en torno a la cual grupos anti-gubernamentales de distinta identidad podrían gravitar en la formación de un frente táctico para coordinar su acción de cambio de régimen; y (2) funciona como una “solución de compromiso” poco antes del cambio de régimen, por medio de la cual el gobierno “salva la cara” conservando el poder después de llegar a términos parciales con el movimiento anti-gubernamental, pero sacrificando el control administrativo sobre el territorio geoestratégico que la agresiva potencia extranjera había codiciado. En este sentido, el federalismo identitario es el complemento perfecto a la guerra híbrida, pues puede ser utilizado no sólo como una herramienta unificadora del reclutamiento para escalar el conflicto del cambio de régimen, sino irónicamente también como mecanismo de des-escalada para establecer un estancamiento mientras que todavía preserva las ganacias geoestratégicas del poder interferido.

La fina línea entre el federalismo identitario y el federalismo convencional

Si un estado se ve obligado a poner en práctica el federalismo identitario, entonces el país hasta ahora unitario o convencionalmente federalizado se divide administrativamente a lo largo de uno o más de los factores sociopolíticos de separación citados anteriormente, con más superposición e incidencias entre ellos, conduciendo a una entidad exponencialmente más débil. Bélgica y Bosnia son ejemplos de federaciones identitarias descentralizadas que fueron creadas a partir de circunstancias históricas completamente distintas, y que también difieren internamente de sus contrapartes más convencionales y cohesionadas en Estados Unidos, Alemania y Rusia. En ambos casos, sin embargo, estos dos países sólo se dividen federalmente en dos regiones separadas, lo que mitiga relativamente el potencial para el conflicto hobbesiano de dividir e imperar dentro de ellos, pero de ninguna manera impide un choque entre las partes competidoras. Los Estados Unidos, Alemania y Rusia están divididos en muchas más unidades, pero las diferencias de identidad entre cada una de ellas no son tan pronunciadas como en las federaciones identitarias citadas anteriormente, aunque también tienen el potencial de que sus diferencias, hasta ahora suavemente separadas, aumenten dramáticamente en caso de una inesperada agitación de la identidad distintiva.

Los preceptos del federalismo identitario a los que se hace referencia en este trabajo de aquí en adelante son más inmediatamente aplicables para comprender los modelos multilaterales de última generación que se han aplicado para probar en Sudán del Sur y Nepal, y que actualmente se están aplicando en otros, en virtud de los cuales un país entero se divide en un caleidoscopio de entidades federales separadas por la identidad. Esto es diferente a la situación en Rusia, que sólo tiene algunas unidades autónomas, y también es diferente de la mayoría de los Estados federalizados de identidad homogénea que caracterizan a los EE.UU. y Alemania. Las federaciones convencionales descentralizan selectivamente varios derechos y responsabilidades con respecto a sus elementos constituyentes en ausencia de llevar a cabo una devolución, mientras que las federaciones identitarias dependen de sus descentralizaciones. Sin embargo, la mayor parte de la idea contenida en las investigaciones subsiguientes es también relevante para las federaciones convencionales, las federaciones identitarias de Bélgica y Bosnia, y otras similares a ellas, porque su estructura política actual las hace inherentemente vulnerables a proceder a lo largo de un camino similar bajo distintas circunstancias naturales o fabricadas. También, Estados unitarios en estos momentos como Siria, la República de Macedonia y Myanmar, corren el riesgo de un federalismo identitario apoyado externamente por razones geoestratégicas que fueron elaboradas anteriormente, ampliando así la funcionalidad relevante de la investigación y haciéndola aplicable al mundo entero.

Fracturación Federal

Habiendo dado las clasificaciones necesarias para el camino, es hora de proceder ahora con la explicación de la naturaleza del federalismo identitario. La puesta en práctica de este marco interno fractura al Estado en pequeños estados cuasi independientes, que hacen que toda la estructura federal sea pseudo-independiente en su totalidad, cada parte individual tiene potencialmente una soberanía más de facto en la administración de los asuntos de su feudo que las autoridades centrales sobre el territorio del que son responsables de iure. Un estado anteriormente unificado es así desgarrado en un tablero de damas de restos territoriales, donde todas las piezas federales (no sólo las particularmente unitarias o convencionalmente federales como antes) están teóricamente en juego para que todas las Grandes Potencias compitan, reemplazando así a las relaciones bilaterales estado-a-estado con interacciones directas entre estados y pequeños estados. Esta nueva plantilla de participación equivale a nada más que la aceptación internacional implícita de la “caudillización” del Estado Federado identitariamente, el cual permanece unificado sólo en el nombre, dependiendo únicamente de las condiciones fabricadas internas y / o externas que se le han impuesto.

En la multifacética complejidad identitaria que caracteriza a la mayoría de los estados no occidentales, la adaptación de este modelo probablemente daría lugar a que la mayoría de los feudos federalizados no pudieran sostenerse de manera realista si alguna vez alcanzaran la independencia total. Esto se debe a que la potencia interferente está probablemente interesada principalmente en un área geoestratégica y / o geoeconómica específica del estado objetivo, que proporciona acceso a vías de tránsito previstas, o a riqueza de mano de obra y / o natural. En consecuencia, estos espacios envidiados dentro del estado unitario objetivo podrían, teóricamente, suministrarse a sí mismos en el sentido económico al capitalizar sus ventajas privilegiadas, mientras que los restantes constituyentes federales menos importantes estarían vinculados más estrechamente a la autoridad central, y / o se vuelven dependientes de las condiciones del patrón de la misma, y / o de una parte extranjera distinta. Otra razón por la que la lealtad de cada entidad federal es tan sumamente buscada, es porque tienen la oportunidad de influir en los asuntos de todo el país a través de su posición en la legislatura nacional. Las unidades federalizadas suelen tener una representación dentro del centro gobernante de la carecen sus contrapartes autónomas en otras construcciones administrativas, dando así a sus patrones una participación en los asuntos pan-federativos y abriendo las perspectivas de que puedan expandir su influencia más allá de sus propiedades subsidiarias actuales y de otros feudos rivales.

El continuum de la Soberanía

La fractura federal que resulta de este mecanismo produce una dinámica interna y externa única para la autoridad central y los diversos estados federales, especialmente cuando se mide en términos del continuum de soberanía. Para explicarlo, este concepto sostiene que todos los estados tienen una composición unitaria, autónoma o federalizada antes de experimentar el secesionismo, y que existe una progresión doméstica generalmente unidireccional dentro de ellos que se mueve a lo largo del siguiente continuum:

Unidad a autonomía a federalización a secesionismo

Este proceso puede no ocurrir naturalmente, y en la mayoría de los casos requiere la intervención de un Estado interferente externo que emplea diversos instrumentos, como las ONGs, para provocar y / o guiar a los elementos domésticos seleccionados en la agitación de ciertos escenarios. Es posible, con o sin manipulación extranjera, que un Estado unitario experimente el secesionismo de un territorio al que no se le ha otorgado autonomía ni estatuto federal, como es posible que el Estado unitario se pueda federalizar sin experimentar primero distintas autonomías internas. El federalismo identitario encaja en este modelo por ser la manifestación más extrema del federalismo y representar el punto justo antes de que pueda estallar una crisis secesionista abierta (multifacética), que en ese caso pondría en peligro existencialmente la naturaleza del estado y lo situaría a un paso de distancia de la amenaza de la disolución formal.

Es posible que un estado vuelva hacia atrás a lo largo del continuum, pero no sólo es excepcionalmente raro, sino que a menudo corre el fuerte riesgo de provocar una crisis inmediatamente después o en algún momento en el futuro. El modelo es que la autoridad central emite típicamente un anuncio unilateral que se hace cumplir por la amenaza o el uso de recursos militares superiores, pero la memoria histórica de la separación administrativa puede ser utilizada más adelante como argumento para provocar una guerra híbrida, como fue el caso en Eritrea y la provincia de Kosovo después de Etiopía y Yugoslavia (Serbia), respectivamente, donde rescindieron los privilegios de dichos territorios. Como regla general, una vez que un estado avanza a lo largo del continuum de la soberanía, no hay manera pacífica de regresar, razón por la cual la mayoría de los gobiernos luchan con uñas y dientes haciendo todo lo posible para evitar que esto suceda, e incluso a veces recurriendo al derramamiento de sangre como en el caso reciente de Ucrania (que se tratará en la parte III).

En lo que respecta a las relaciones internas de la identidad federalizada, la mayoría de los feudos federales geoestratégicos y geoeconómicos que fueron creados por gobiernos interferentes, funcionan como estados secesionados no declarados en todo menos en ser legalmente independientes de la autoridad central de gobierno. En cuanto a las otras unidades federales cuya concepción fue imprevista o de menor importancia para los arquitectos externos del proyecto de federación identitaria, pueden o bien emular a sus contrapartes geoestratégicas y geoeconómicas bajo la tutela del gobierno interferente, sus aliados y / o sus rivales por cualquier razón que sea, o bien terminar pareciendo estados autónomos debido a su desproporcionada dependencia del centro federal.

En cuanto al gobierno federal, inevitablemente estará bajo el patrocinio de uno o de dos actores que le proporcionen subsidios, donaciones, ayuda externa y asistencia general para intentar congraciarse con el poder pan-federativo legalmente reconocido, sin importar cómo pueda ser de objetivamente débil su influencia sobre algunas o todas sus unidades constitutivas. Estos actores de apoyo están motivados por razones egoístas que quieren, o bien obtener un equilibrio en el estado fragmentado que antes no habían podido aprovechar en medio de la carrera de sus rivales por los restos, o tienen la intención de ayudar al gobierno nacional de iure a reanimar su control sobre la mayoría o el resto de los feudos federalizados con el fin de restaurar el modelo doméstico e internacional de pre-federalismo identitario que había prevalecido anteriormente.

La Paradoja normativa

El federalismo identitario y el secesionismo en sí mismos no son necesariamente acontecimientos negativos o desestabilizadores, sino que lo son cuando son aprovechados como armas estratégicas por una potencia extranjera (que en la mayoría de los casos es Estados Unidos). La prueba decisiva para decidir si una propuesta de identidad federalista o secesionista es “buena” o “mala” descansa en las circunstancias históricas en las que se realiza, y si en una u otra de las partes recibió asistencia externa antes o después del inicio de la crisis. En particular, esto se refiere a si el proclamado grupo de identidad -federalista o secesionista- actuaba como un representante en nombre de otro estado, o si las autoridades reaccionarias recibieron apoyo del extranjero en la represión de un movimiento legítimamente popular. Todo esto es relevante sólo para las condiciones iniciales en o antes del conflicto, ya que es un hecho que el dilema de seguridad resultante y la geopolítica de la nueva guerra gría conducirán a la participación de otros actores extranjeros después de que se haya cruzado la línea roja inicial por una parte interferente agresiva.

Considerando todo lo que se ha descrito hasta ahora, la paradoja normativa es la siguiente:

Cuando un actor externo apoya un movimiento de identidad federalista o secesionista, la mayoría de los gobiernos centrales cumplen con el requisito previo de obtener apoyo normativo para justificar sus acciones unificadoras militantemente reactivas; de la misma manera, cuando un actor externo apoya las acciones unificadoras militantemente reactivas de un gobierno central, entonces la mayoría de los movimientos de identidad federalista o secesionista cumplen con el requisito previo de obtener apoyo normativo para justificar su causa política.

Debe enfatizarse una vez más que la paradoja normativa depende enteramente de las condiciones iniciales del conflicto, particularmente en cuanto a qué lado apoya el actor extranjero interferente. Su participación desestabilizadora en los asuntos internos de un Estado soberano puede desencadenar rápidamente una reacción en cadena de contra-respuestas por parte de sus rivales geopolíticos, escalando a una crisis internacional lo que de otro modo debería haber sido un asunto interno. Ejemplos de este tipo se pueden ver en ambos lados de la paradoja, ya sea en apoyo normativo a los federalistas identitarios y / o secesionistas, o a los gobiernos centrales que están reprimiendo tales movimientos.

En lo que respecta a la primera, los Estados Unidos proporcionaron copioso apoyo militar a Tiblisi antes de la invasión de Saakashvili de Abjasia y Osetia del Sur, lo que invalidó cualquier apoyo normativo que el gobierno georgiano pudiera haber alegado en el conflicto y, correspondientemente, lo aumentó para las naciones que atacó. Del mismo modo, Estados Unidos orquestó el terrorismo urbano del EuroMaidan y el consecuente golpe de estado en Kiev, incitando luego a las “autoridades” hipernacionalistas a purgar étnicamente el país de rusos. Esto llevó a los ciudadanos de Crimea a celebrar un referéndum y a reunificarse con Rusia, y también llevó al pueblo del Donbass a rebelarse contra el gobierno central impuesto por Occidente. En ambos casos, la identidad federalista-secesionista tiene una legitimidad normativa completa, mientras que Kiev no tiene ninguna porque el apoyo de los EE.UU. para ello fue la razón por la que el conflicto estalló en primer lugar.

Del otro lado de la paradoja, Estados Unidos ha apoyado el cambio de régimen y los elementos separatistas etno-regionales y / o de identidad federalizante en Siria, Pakistán y Myanmar, por poner algunos de los ejemplos que inmediatamente vienen a la memoria, y en cada uno, las respuestas de las grandes potencias han sido totalmente justificadas al ayudar en las acciones unificadoras militantemente reactivas de sus socios. La ayuda multisectorial de Rusia e Irán al gobierno democráticamente elegido y legítimo de Siria se basa en el hecho de que está luchando contra un intento de cambio de régimen organizado por Estados Unidos, sin importar si originalmente fue disfrazado de “levantamiento democrático” antes de revelar su verdadera naturaleza terrorista. El apoyo de China a Pakistán y Myanmar es similar, excepto que cada uno de ellos ha estado respondiendo más a fuerzas separatistas etnoregionales e identitarias que a actores de cambio de régimen abierto, aunque la línea entre ambos a menudo puede ser borrosa. La más destacada concordancia entre todos estos casos es que el país en cuestión ha sido objeto de alguna forma de agresión asimétrica estadounidense, lo que lo convierte en un Estado victimizado y legitima totalmente sus esfuerzos de respuesta y las medidas de apoyo que sus aliados decidan tomar.

La fase del federalismo

El surgimiento del federalismo identitario en cualquier estado particular es el resultado de las tensiones identitarias exacerbadas dentro de él, a menudo siguiendo un continuum escalonado que refleja el patrón de la guerra híbrida. Para que el federalismo identitario tenga incluso la oportunidad de ser puesto en práctica, es necesario que haya factores objetivamente reconocibles sobre el terreno que al menos superficialmente lo justifiquen, los seis indicadores separadores mencionados de origen étnico, religioso, histórico, socioeconómico, administrativo, y geográfico. Cualquiera de estos factores o combinación de los mismos se incorpora a la primera fase del federalismo identitario, por medio de lo cual se lanza una campaña de información para concienciar sobre el carácter distintivo específico de la identidad seleccionada en relación con su conjunto nacional compuesto. Este paso y los que vienen después de él pueden ser iniciados orgánicamente o con el apoyo de un patrón extranjero, y en este último caso, no importa en qué punto planificado decida interferir proactivamente el actor externo (es decir, al principio mismo o directamente al inicio de la desestabilización física), invalida la causa y la convierte en un instrumento subsidiario de influencia política que típicamente provoca una respuesta justificada de sus rivales.

La campaña de información que precede a las hostilidades no necesariamente tiene que agitar en pos de un federalismo identitario de inmediato, sino simplemente por un mayor reconocimiento nacional e internacional de la separación de dicho grupo de interés. Esto puede ser llevado a cabo mediante activistas individuales, “ONGs” (ya sean legítimas de base o grupos fachada de agencias de inteligencia extranjeras), y / o medios alternativos y convencionales, normalmente de acuerdo con el modelo jerárquico de la Revolución de color que el autor ilustró en un análisis anterior. El objetivo en este punto es precondicionar socialmente al público objetivo a aceptar que el grupo demográfico declarado tiene derecho a un conjunto diferente de normas político-administrativas que el resto del país, cuyos detalles varían dependiendo del caso individual, al igual que el marco de tiempo anticipado (y adaptable) para su puesta en práctica.

Con el ejemplo de Bélgica siendo tal vez la única excepción (y sólo por presiones externas sobre ella), el federalismo identitario (especialmente su componente multilateral, como en Sudán del Sur), suele instituirse después de un período de intenso conflicto político y físico, con una división en fases paulatina, justo como las fases desde las Revoluciones de color a las guerras no convencionales. Es aquí donde el paradigma de la guerra híbrida se muestra el modelo más preciso capaz de describir estos procesos, ya que el patrón escalonado antes mencionado está completamente sincronizado con sus preceptos. Además, como se dijo anteriormente, el federalismo identitario puede ofrecerse estratégicamente como la “solución de compromiso” en cualquier fase de conflicto (informativa-política, Revolución del color y guerra no convencional), y es a través de esta manera en que puede aplicarse en última instancia como una técnica de “salvar la cara” en nombre del asediado gobierno. Esto confirma que el federalismo identitario y el cambio de régimen son las dos caras de la misma moneda de la inferencia externa, con cualquiera de ellas capaz de ser puesta en práctica por etapas en cualquier punto que se considere más cómodo desde el punto de vista táctico, demostrando la flexibilidad adaptativa que diferencia esta “solución de compromiso” de cualquier otra.

Importancia geoestratégica

Dependiendo de la región en la que se ponga en práctica, y especialmente en el caso de ser resultado de la interferencia extranjera externa en los asuntos de un estado dado, el federalismo identitario puede llegar a representar la última expresión de la guerra de quinta generación o, en otras palabras, la conversión en armas de actores y procesos anteriormente no militantes (por ejemplo, los “manifestantes” de la Revolución del Color y las “armas de migración masiva“). Bajo ciertas condiciones, puede convertirse en un tipo de virus estructural que infecta a otros estados con una composición interna similar, de forma muy parecida a como la “primavera de las naciones” diseñada por Estados Unidos desencadenó una reacción en cadena de cambio de régimen en Europa oriental, y el amplio escenario de la Revolución de color de la “primavera árabe” hizo algo similar en el Medio Oriente. La descentralización militante de estados previamente unificados y cohesionados (ya sean unitarios, autónomos o ya federalizados), forja entidades postmodernas que dejan de funcionar como unidades singularmente integradas, lo que predeciblemente podría conducir a la formación de un “agujero negro” de gobernabilidad que da como resultado que toda o parte de la política resultante se convierta en un caldo de cultivo para los procesos caóticos de barrido de la región.

En muchas áreas del mundo, principalmente en estados postcoloniales marcados por una rica diversidad de pronunciadas diferencias de identidad multi-variables, la introducción del federalismo identitario es uno de los acontecimientos regionalmente más perturbadores que pueden ocurrir en el contexto de la nueva guerra fría. Como se explicó anteriormente, suele estar precedido por una guerra híbrida, que en sí misma es extremadamente desestabilizadora, pero la “solución de compromiso” post-conflicto del federalismo identitario crea un fuerte efecto institucional que puede afectar negativamente a los estados circundantes de similar diversidad identitaria. Para dibujar un paralelo histórico, el federalismo identitario en ciertos estados geoestratégicos tiene el mismo potencial de dominó en la nueva guerra fría como el surgimiento de un gobierno pro-estadounidense o pro-soviético en una región clave durante la vieja guerra fría, con ambos casos teniendo la posibilidad de catalizar una reacción en cadena regionalmente disruptiva en sus lugares. Desde un punto de vista estratégico, esto podría ser favorable o desfavorable para la promoción de la política exterior estadounidense, lo que conduciría a la creación de dos categorías de escenarios de federalismo identitario: aquellos que Estados Unidos alienta, y aquellos con los que está firmemente en contra.

Continuará…

niiglob.ru

Fuente: Katehon.

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