por Manlio Dinucci, en Red Voltaire
Es el punto culminante de una larga deriva. El nuevo Libro Blanco de la defensa italiana confirma la opción de la guerra. Sin embargo, la Constitución de la República Italiana repudia la guerra como medio de atentar contra la libertad de los demás pueblos y como modo de solución de conflictos.
Mientras que los proyectores mediáticos estaban enfocados en el Festival de la Canción de San Remo, hasta donde fue a exhibirse la ministra italiana de Defensa Roberta Pinotti cantando loas a las misiones militares que «traen de vuelta la paz», el Consejo de Ministros aprobó el 10 de enero el proyecto de ley que permitirá poner en aplicación el Libro Blanco para la Seguridad Internacional y la Defensa, firmado par la ministra Pinotti, que encarga al gobierno de proceder a «la revisión del modelo operacional de las fuerzas armadas». Esa revisión debe «mejorar» el modelo bajo el cual Italia ya ha venido participando desde 1991 en varias guerras, en violación de su propia «Constitución».
Luego de haber pasado durante 25 años de un gobierno a otro, con la complicidad de un parlamento casi enteramente complaciente o inerte que nunca llegó a discutirlo como tal, esa revisión está ahora a punto de convertirse en ley. Lo que está teniendo lugar es un golpe de Estado blanco perpetrado en el mayor silencio.
A las fuerzas armadas se asignan así 4 misiones que invierten completamente el sentido del texto de la Constitución.
– La primera reformula la defensa de la Patria, prevista en el Artículo 52 de la Constitución, convirtiéndola en la defensa de los «intereses vitales del país».
– Eso conlleva a la segunda misión: la «contribución a la defensa colectiva de la alianza atlántica y al mantenimiento de la estabilidad en las áreas adyacentes en el Mar Mediterráneo, por la tutela de los intereses vitales o estratégicos del país».
– En la tercera misión, la condena de la guerra como instrumento de violación de la libertad de otros pueblos y como medio de solución de conflictos internacionales se ve reemplazada por la «gestión de las crisis fueras de las áreas de intervención prioritaria, para garantizar la paz y la legalidad internacional».
El Libro Blanco destruye así los pilares constitucionales de la República Italiana, convirtiéndola en una potencia que se arroga el derecho de intervenir militarmente en las áreas adyacentes al Mediterráneo –el norte de África, el Medio Oriente y los Balcanes– para imponer sus propios intereses económicos y estratégicos, y de intervenir también militarmente fuera de esas áreas, en cualquier lugar del mundo donde estén en juego los intereses de Occidente, representados por la OTAN, que a su vez responde al mando militar de Estados Unidos.
La Ley Marco que se puso en vigor en 2016 es parte de todo eso ya que institucionaliza las misiones militares [italianas] en el extranjero, constituyendo además en el ministerio de Economía y Finanzas un fondo específico para financiarlas.
Para coronar el conjunto, la cuarta misión confía a las fuerzas armadas –en el plano interno– la «salvaguardia de las instituciones libres», con «tareas específicas en caso de necesidad extraordinaria y de urgencia», una fórmula nebulosa que se presta a medidas autoritarias y estrategias destructivas.
El nuevo modelo incrementa fuertemente los poderes del jefe del estado mayor de la defensa, incluso en el plano técnico-administrativo, y al mismo tiempo abre la puerta de las fuerzas armadas a «dirigentes provenientes del sector privado» que podrán asumir los cargos de secretario general, responsable de área técnico-administrativa de la Defensa y de director nacional del Armamento. Se trata de puestos claves que permitirán a los poderosos grupos de la industria bélica introducirse en las fuerzas armadas como dirigentes y pilotearlas en función de sus propios intereses, vinculados a la guerra.
El Libro Blanco define la industria militar como «pilar de la paz» porque «contribuye, a través de las exportaciones, a reequilibrar la balanza comercial y a la promoción de productos de la industria nacional en sectores de alta remuneración», creando «empleos calificados».
Sólo falta reescribir el Artículo 1 de la «Constitución» para precisar que nuestra República, en otros tiempos democrática, ahora se basa en el trabajo de la industria de guerra.
Constitución de la Republica Italiana (1947)
ART. 1: Italia es una Republica democrática, basada en el trabajo. La soberanía reside en el pueblo, que la ejercerá en las formas y límites previstos por la Constitución.
ART. 11: Italia repudia la guerra como instrumento de ataque a la libertad de los demás pueblos y como medio de solución de las controversias internacionales; consentirá, en condiciones de igualdad con los demás Estados, las limitaciones de soberanía necesarias para un ordenamiento que asegure la paz y la justicia entre las naciones; promoverá y favorecerá las organizaciones internacionales encaminadas a este fin.
ART. 52 : La defensa de la Patria constituye un deber sagrado del ciudadano. El servicio militar es obligatorio, dentro de los límites y modalidades establecidos por la ley. Su cumplimiento no perjudicará la situación laboral del ciudadano ni el ejercicio de sus derechos políticos.
La organización de las Fuerzas Armadas estará inspirada en el espíritu democrático de la República.
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