por Bruno Sgarzini, en Misión Verdad
Tanto el presidente argentino Mauricio Macri como el paraguayo Horacio Cartes y el brasilero Michel Temer han estado enfocados en violar la legalidad del Mercosur y provocar el choque frontal contra Venezuela, sobrevolando encima de un vacio narrativo y jurídico sobre la supuesta falta de respeto a la cláusula democrática del organismo para desconocer la presidencia pro témpore de Caracas.
Y lo han hecho en los mismos días que John Kerry, el jefe del Departamento de Estado, se ha reunido con la canciller colombiana, María Ángela Holguín, y visitado Argentina y Brasil en una clara sincronía por apuntar todos los cañones contra Venezuela y cerrar de una vez el frente latinoamericano.
Justamente son estos los objetivos detrás de esta operatividad diplomática los que muestran la celeridad de los movimientos y los intereses de peso que hay en los miembros de estos gobiernos, visibilizados por la canciller argentina, Susana Malcorra, cuando afirma que los “problemas” con la presidencia de Caracas afecta la proyección internacional del Mercosur y las negociaciones comerciales con la Unión Europea.
Como vemos, no se trata sólo de Venezuela sino de toda la región.
El Mercosur y América Latina
Con mayor claridad esto se ve en el último informe del tanque de pensamiento Atlantic Council sobre la “Alianza Pacífico 2.0”. El Atlantic Council lo financian Chevron, el banco HSBC, la empresa Kimberly Clark y la trasnacional militar Lockeed Martin, entre otros. A finales del año pasado, en un foro del grupo, Hillary Clinton pidió por un cambio de gobierno en Venezuela y calificó a América Latina como “la región más importante para la estabilidad de Estados Unidos en el largo plazo”
El informe de este think-tank, que también tiene el apoyo del gobierno de Estados Unidos y la OTAN, recomienda “buscar una fusión y un acuerdo de libre mercado entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico” para que este último sirva de puente “entre la Asia Oriental y la costa del atlántico de Latinoamérica”.
Ambos objetivos basados en la óptica de que esta plataforma converja con el tridente Estados Unidos-Europa-América Latina para penetrar en Asia con el primero como pivote, tal como lo sostiene otro trabajo del Atlantic Council firmado por el ex presidente español José María Aznar y el ex senador estadounidense Christopher J. Dodd.
Como vemos, y para nadie es un secreto, la guarimba contra Venezuela por parte especialmente de Brasil, Argentina y el proyecto de país eternamente postergado que es Paraguay se conjuga con los pasos de los gobiernos de Mauricio Macri y Michel Temer, dirigidos a que el Mercosur converja con la Alianza del Pacífico -un contrato neoliberalizado, pivote de la influencia gringa, que incluye a Colombia, Chile, Perú y México- con miras a acceder a los acuerdos Transpacífico y Transatlánticos de los Estados Unidos, como también recomienda el Atlantic Council.
Esta clara sincronía entre el lobby corporativo y la acción de Argentina, Paraguay y Brasil demuestra que Macri, Temer y Cartes sólo siguen un guión preestablecido. Sólo siguen órdenes. Y sólo están ahí bajo esa investiduar para eso: obedecer al gringo.
Es tan evidente que si se pone en foco que el Atlantic Council tiene entre sus financistas a los bancos JP Morgan, Goldman Sanchs y HSBC, inmediatamente se lo relaciona a miembros del gabinete de Macri, como Alfonso Prat Gay (ministro de Finanzas) que viene del primero, y al presidente del Banco Central de Temer, Ilan Goldfajn, quien proviene del banco ITAU, cuyos accionistas principales son JP Morgan y Vanguard Corp.
Un círculo en el que encontramos el mismo entramado del complejo industrial-militar-financiero con sede en Wall Street.
La guarimba contra Venezuela
Así que esta nueva variable degenerada de la Triple Alianza entre Paraguay, Brasil y Argentina, denunciada por la canciller Delcy Rodríguez, evidentemente tiene un correlato con el intenso trabajo intelectual del Atlantic Council con publicaciones dirigidas a “aprovechar las oportunidades de negocios” abiertas en Brasil con el petróleo y gas de la cumbre Pre-Sal y la caída de Petrobras, en Cuba con el acercamiento a Estados Unidos, en Colombia con los diálogos de paz, y a lo largo del Caribe producto del “debilitamiento” de Petrocaribe, y rematando con Sudamérica, con la mentada convergencia entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur.
Así que por más que la operatividad de la canciller argentina Malcorra intente buscar pretextos jurídicos, como que Uruguay no presentó el informe de su presidencia (lo que es falso), y la trinidad Cartes-Macri-Temer busque una fórmula para no caer (de nuevo) en el ridículo internacional, como una supuesta presidencia colegiada, el destino que buscan para el Mercosur es exactamente el que pretenden en el Atlantic Council: sólo un sello que sirva como puente para adherirse a los acuerdos globales que Wall Street construye con los Tratados del Transpacifíco y el Atlántico, en el que se van el 30% de los recursos de los lobbys corporativos en Estados Unidos.
El plan A será siempre presionar con recursos de poder duros y blandos para un cambio de gobierno en Venezuela, que permita hacer este traslado sin que haya mucho ruido en la región. Pero si este plan falla, siempre a la mano está, como se ve, el aislamiento de Caracas y una eventual suspensión para hacerlo por la vía de los hechos, o directamente implosionar el Mercosur para que luego Brasil y Argentina busquen sus propias vías para entrar en los megatratados comerciales y acuerdos previos como el negociado con la UE.
Como se ve, el plan de Wall Street en América Latina tiene un sólo obstáculo para absorber los recursos y la mano de obra de la región. Y esa es una Venezuela presionada y obligada a hacer política para no terminar siendo como los Macri, Temer y Cartes, quienes llevan en sus hombros las marcas (de ganado) de los bancos y trasnacionales con los que sustituyen de facto el nombre de sus países por el de franquicias.
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