El que por terremotos sube, por terremotos cae

Eduardo Jorge Vior para o Blog Saker Latinoamérica e Telam – 15 de fevereiro de 2023

La incapacidad del Estado turco para proteger a la población y su deficiente respuesta ante los sismos suscitan dudas sobre la planeada reelección del presidente Recep T. Erdoğan en mayo.
Foto AFP
Foto: AFP

El actual mandatario turco ganó las elecciones parlamentarias de 2002 montado sobre las críticas contra el mal manejo y la corrupción que hicieron posible que decenas de miles de compatriotas murieran en el terremoto de 1999. Desde entonces el reis (líder), como lo llaman sus partidarios, sobrevivió a crisis, atentados, la guerrilla kurda y a un intento de golpe de estado, se convirtió en 2017 en presidente y busca ahora su reelección. Cuando el próximo 29 de octubre se celebre el centenario de la proclamación de la República, quiere verse equiparado al fundador, Mustafá Kemal Atatürk. Sin embargo, los dos terremotos del lunes 6 de febrero se lo pueden impedir.

Los sismos, de magnitudes 7,7 y 7,6 respectivamente, sacudieron dos distritos de la provincia de Kahramanmaraş, en el sureste de Anatolia, pero no sólo destruyeron barrios enteros y provocaron más de 40.000 muertes, sino que afectaron gravemente la percepción turca del llamado “Estado omnipotente” fomentada por el presidente Recep Tayyip Erdoğan. La falta de campañas de socorro adecuadas y la inaccesibilidad de las ciudades debido a las adversas condiciones meteorológicas agravaron el sufrimiento de la población afectada.

El trauma creado por el terremoto, que afectó a 10 provincias de Turquía y tres de Siria, fue enorme. A ello se sumó la constatación de que la ayuda estatal no llegó en el momento en que la necesitaban.

La Agencia de Gestión de Catástrofes y Emergencias de Turquía (AFAD), dependiente del Ministerio del Interior, es responsable por la gestión de las catástrofes y emergencias nacionales, pero la mayoría de sus directivos son licenciados en Imam-Hatip (escuela religiosa) y tienen una cualificación cuestionable. También se critica a la agencia por carecer de personal suficiente y tener importantes problemas de coordinación. La falta de material disponible, como grúas y equipos de construcción, dificultó aún más el acceso a las zonas afectadas.

Durante el terremoto de Golçuk de 1999 las Fuerzas Armadas Turcas (TAF) se desplegaron en poco tiempo, pero esta vez sólo se destinaron 3.500 soldados en las primeras 24 horas. Los expertos señalaron el hecho de que la habilidad y la capacidad del TAF para responder a tales desastres se han reducido significativamente después e incluso antes del intento de golpe de Estado de 2016. Se citó como ejemplo el cierre de la prestigiosa Academia Médica Militar Gülhane (GATA).

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Erdoğan respondió a las críticas arremetiendo y afirmando que a su debido tiempo abordaría las “mentiras” y “distorsiones” de los medios y las redes sociales, pero al día siguiente cerró el acceso a éstas últimas. El bloqueo persistió hasta que el célebre cantante Haluk Levent, conocido por su labor benéfica, denunció a las autoridades y se refirió a la prohibición de las redes sociales como “equivalente a un asesinato”.

Las críticas contra el presidente hacen tanta mella, también, porque el próximo 14 de mayo deberían celebrarse elecciones generales y el mandatario aspira a ser reelegido. La Constitución sólo le permite aplazar el comicio en caso de guerra, lo que requiere que la oposición acompañe la prórroga. Sin embargo, hay indicios de que el jefe de Estado preferiría utilizar el estado de excepción para postergar la ida a las urnas.

Los críticos del presidente sostienen que la economía orientada a la construcción y la política basada en la distribución de la renta que ha aplicado el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdoğan durante 20 años “se han derrumbado”.

A la luz de estas circunstancias, es crucial comprender el delicado estado de las relaciones de Türkiye (nombre oficial del país desde 2022) con sus aliados occidentales de la OTAN, especialmente en lo que respecta a Siria. Aunque el terremoto unió los destinos de ambos países en cuestión de minutos, Ankara demoró casi una semana en reabrir sus fronteras y crear un corredor aéreo para la ayuda fuera de los territorios controlados por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), aliado de Turquía y afiliado a Al-Qaeda.

Antes del terremoto Ankara había establecido contacto con Damasco a través de la mediación rusa, lo que ya había provocado la ira de Washington. La administración de Joe Biden se ha opuesto abiertamente a cualquier posible reconciliación entre Erdoğan y Al-Assad y se ha negado a levantar las sanciones contra Siria que tanto dificultan la llegada de ayuda.

Mientras tanto, significativamente, este martes 14 trascendió que la inteligencia turca está investigando “una posible intervención criminal” en los terremotos, es decir, que algún Estado extranjero haya intervenido en el desencadenamiento del primer terremoto.

La razón de la sospecha es que no hubo epicentro. Lo que siguió al primer temblor fue una reacción en cadena tras la desestabilización de las placas tectónicas regionales. Recordemos que en el sureste del país se encuentran cuatro placas tectónicas diferentes (la mediterránea, la asiática, la africana y la árabe) y es sumamente sencillo que un sismo desate una reacción en cadena. Por supuesto, más que la hipótesis –muy difícil de probar- es llamativo que la investigación trascienda.

Las elecciones turcas se celebrarn en mayo de este ao
Las elecciones turcas se celebrarán en mayo de este año

El reciente terremoto en Turquía y la agenda electoral en curso han desatado un acalorado debate sobre la dirección que está tomando el país. Se calcula que la economía turca, que ya estaba luchando contra una inflación del 85% anual, elevados tipos de cambio y la caída del nivel de vida, ha perdido más de 100.000 millones de dólares a causa del sismo. La zona afectada provee el 8,7% de las exportaciones del país, por valor de 19.760 millones de dólares, y existe el riesgo de que disminuyan la producción y las exportaciones, así como de que se produzca una nueva oleada migratoria desde la sureste hacia el oeste de la República.

En este contexto, se están discutiendo préstamos a largo plazo del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la UE. Estados Unidos y la UE siguen necesitando a Turquía como miembro de la OTAN, pero no consideran al presidente Erdoğan un socio fiable. Desde el comienzo de las hostilidades en Ucrania el líder turco llevó una política zigzagueante: por un lado, vendió drones a Ucrania, por el otro se negó a plegarse a las sanciones occidentales contra Rusia y, en tercera instancia, en junio pasado medió entre ambos contendientes, para que las grandes corporaciones alimenticias pudieran sacar el trigo de Ucrania. Todavía, recientemente se avino a una mediación rusa con Siria y limitó sus operaciones militares allí.

Es probable que este desastre afecte a los equilibrios políticos y económicos de Turquía. Este país bicontinental tiene el poder de abrir y cerrar los Dardanelos y el Bósforo y con ellos el de bloquear o habilitar el acceso de Rusia a aguas cálidas. Desde 2015 Moscú equilibró esta presión, al convertirse en árbitro del Medio Oriente mediante su alianza con Siria y su pacto de no agresión con Israel. La reciente alianza con Teherán y la puesta en marcha del corredor Norte-Sur, que permite trasportar mercancías por tierra y mar desde Rusia hasta India pasando por Irán han independizado fuertemente a Rusia de la presión turca.

Por otra parte, después de que el gobierno de Obama y Biden intentara derrocarlo en 2016. Erdoğan entendió que la pertenencia de su país a la OTAN era más una carga que una ventaja. Sin embargo, no pudo retirar a su país de la alianza y, a pesar de las enérgicas purgas que realizó dentro de las fuerzas armadas, no pudo impedir la continuada influencia norteamericana sobre las mismas. Por esto buscó ganar espacio distendiendo su relación con Rusia. No obstante, por la desconfianza de Putin tampoco le redituó grandes beneficios económicos.

Turquía se enfrenta a una compleja situación y no está claro qué dirección tomará a corto plazo. Mientras tanto, el pueblo turco experimenta el trauma de esta incertidumbre y la caída del mito del “Estado sagrado”. Hoy Turquía es una “moneda al aire” de la que no se sabe de qué lado puede caer, pero está claro que, si Erdoğan pierde el poder por su mal manejo del terremoto, un gigantesco sismo político azotará el Mediterráneo Oriental y Medio Oriente.


Eduardo J. Vior é um veterano sociólogo e jornalista independente, especialista em política internacional, professor do Departamento de Filosofia da Universidade de Buenos Aires (UBA).

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