por Paul Craig Roberts. En Instituto para la Economía Política. Traducción de Leonardo Del Grosso para Comunidad Saker Latinoamérica
Dondequiera que mire la política de EEUU, exterior o doméstica, solo veo locura, ignorancia e incompetencia.
Tomemos el tema de los aranceles, que es el enfoque erróneo de Trump para llevar los empleos de vuelta a casa. La “solución” de las tarifas pasa por alto que la producción deslocalizada de los Estados Unidos cuenta como importaciones cuando las empresas estadounidenses traen sus productos a los Estados Unidos para ser comercializados.
Los chinos no robaron empleos en Estados Unidos vendiendo por debajo del costo de los Estados Unidos. Los empleos fueron llevados a China por corporaciones globales de los EEUU, junto con la tecnología y los conocimientos de negocios, por la única razón de maximizar las ganancias corporativas estadounidenses. El trabajo, llevado por el capital, la tecnología y el conocimiento empresarial de EEUU a ser tan productivo como el trabajo de los EEUU, podría ser contratado a un costo mucho menor en China y en otras partes de Asia debido al enorme exceso de oferta de trabajo que rebalsa los mercados laborales asiáticos. Los enormes ahorros de costos se destinaron directamente a las ganancias corporativas estadounidenses, a las ganancias de capital para los accionistas y a los bonos para los ejecutivos. La mitad, y quizás más, de los “productos baratos” importados de China son productos de firmas estadounidenses, como Apple, Levi, Nike. Son productos de firmas estadounidenses que se fabrican en China para su venta en los EEUU. No son “productos chinos baratos”. ¿Supones que un iPhone es barato o un MacBookPro es barato?
Los aranceles se aplican a los productos estadounidenses producidos “offshore” por empresas estadounidenses para su venta en Estados Unidos. Por ejemplo, el 13 de mayo, la oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) publicó una lista de productos “chinos” sujetos a un arancel ad valorem del 25%. La lista incluye celulares, calzado, textiles. ¿Las importaciones de teléfonos celulares desde China excluyen el iPhone de Apple? ¿Las importaciones de calzado de China excluyen los zapatos de Nike? ¿Las textiles excluyen a Levis? No he visto ninguna información de que los aranceles de Trump sean solo para las exportaciones de propiedad china a los mercados estadounidenses.
Los aranceles reducirán las ganancias de la producción estadounidense de ultramar exportada a los EEUU y elevarán los precios a los consumidores de EEUU, que ya han perdido los ingresos de los empleos manufactureros que las empresas estadounidenses trasladaron al extranjero.
En otras palabras, las tarifas no son una solución.
La única manera de traer de vuelta a casa los empleos estadounidenses deslocalizados es cambiar la forma en que las corporaciones estadounidenses pagan impuestos. No, esto no significa bajar los impuestos a las corporaciones. La forma de traer de vuelta los empleos a casa es imponer impuestos a las corporaciones sobre la base de la ubicación geográfica en la que agregan valor a sus productos. Si las corporaciones estadounidenses producen en los 50 estados para su mercado estadounidense, la tasa impositiva sería baja. Si producen en el extranjero, en China o en otro lugar, para la venta en los EE UU, la tasa impositiva sería alta.
La tasa impositiva sobre la producción deslocalizada para los mercados de EEUU se calcularía para compensar los menores costos laborales y regulatorios en el extranjero.
Los estadounidenses, como siempre lo hacen, vendieron una lista de bienes llamada “globalismo”. El globalismo es el engaño utilizado para destruir los sindicatos, privar a la fuerza laboral estadounidense de los empleos de clase media y despojarlos de su poder de negociación. También es el engaño utilizado por la agroindustria transnacional para expulsar de sus tierras a los agricultores autosuficientes del tercer mundo y convertir la agricultura del país hacia la producción de un producto de exportación de monocultivo.
El mal provocado por el globalismo ha hecho mella tanto en el primer como en el tercer mundo. Es enteramente el resultado de la maximización del beneficio capitalista del primer mundo. No tiene nada que ver con China.
Se culpa a China no porque su industria produce más barato que nuestra industria, sino como un pagote para esconder el hecho de que las corporaciones globales de los Estados Unidos son la causa de la pérdida de empleos en Estados Unidos.
Las tarifas no pueden recuperar los empleos.
El 6 de enero de 2004, hace más de 15 años, el senador estadounidense Charles Schumer (Demócrata, Nueva York) y yo planteamos el tema en el New York Times sobre si la deslocalización de empleos era en realidad un ejercicio de libre comercio. Una conferencia televisada fue convocada en Washington DC para escucharnos. Infructuosos intentos se hicieron para abrir agujeros en nuestro argumento. Con Schumer a la cabeza había esperanza de que se pudiera hacer algo, pero fue silenciado por sus contribuyentes corporativos y de la campaña de Wall Street. En los años posteriores, muchas veces he explicado el tema en mis columnas, entrevistas y en mi libro, El fracaso del capitalismo Laissez Faire. Testifiqué ante la Comisión sobre China y dejé en claro lo que estaba ocurriendo y las consecuencias, incluido el impacto en los presupuestos estatales y locales y las obligaciones de pensión.
No sirvió de nada. Los codiciosos y avaros capitalistas silenciaron a todos los miembros del Congreso, a todos los economistas, a todos los periodistas financieros y a las alas derecha e izquierda. La consecuencia es que Estados Unidos, que una vez fue una sociedad de oportunidades, ahora está polarizada entre una pequeña clase multimillonaria inmensamente rica y una fuerza laboral endeudada y que sobrevive con dos o más trabajos a tiempo parcial, sin beneficios. El régimen de Trump ahora está culpando por esta catástrofe a China. La guerra podría resultar de ello.
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