Eduardo Jorge Vior para o Blog Saker Latinoamérica e Telam – 31 de maio de 2023
Tras la relección de su presidente Turquía se aleja de Occidente, se acerca a Rusia, China, Irán y el mundo árabe, pero la fractura de su sociedad amenaza la estabilidad y el futuro es incierto.
En el 570º aniversario de la Conquista de Estambul por los otomanos, el lunes 29 la oración de la mañana se realizó en la Mezquita de Santa Sofía, con la participación del recién reelecto presidente Recep Tayyip Erdoğan y cientos de personas. El mandatario también celebró la histórica fecha en Twitter poniendo “felicitaciones por el 570º aniversario de la Conquista de Estambul, que dejó una marca en la historia” y recordando al Sultán Mehmed II, el Conquistador. Con este enraizamiento en la historia del Imperio Otomano el mandatario señaló el rumbo que piensa seguir en su tercera presidencia. El “siglo de Turquía” que él ha proclamado se basa en el neootomanismo, el alejamiento de Occidente y un conservadurismo paternalista, pero este proyecto neoimperial se enfrenta actualmente a un contexto exterior adverso y debe lidiar con una sociedad turca sumamente fracturada.
Pese a que la oposición concurrió unida y el país sufre una crisis económica aguda, el pasado domingo 28 el mandatario de 69 años se impuso al socialdemócrata Kemal Kiliçdaroğlu en la segunda vuelta de la elección presidencial con el 52,1% de los votos contra el 47,9% de su rival. La estrategia que siguió Erdoğan para consolidar su alianza electoral se basó en la narrativa de una Turquía fuerte que ha luchado contra el terrorismo dentro del país y en su contorno, ha desarrollado su industria militar incluyendo drones armados, ha fabricado su primer coche eléctrico, ha descubierto petróleo en el Mar Negro, ha aumentado su poder en el Mediterráneo Oriental, se ha convertido en un actor en el Cáucaso ayudando a Azerbaiyán a reclamar territorios a Armenia, ha liderado la creación de la Organización de Estados Turcos, se ha enfrentado a la OTAN y a la Unión Europea para defender sus intereses nacionales, ha puesto a Grecia en su sitio y ha mediado entre Rusia y Occidente en la guerra de Ucrania, para demostrar su autonomía estratégica.
Halagando el orgullo nacional, avivando los temores por las amenazas contra la seguridad nacional y vilipendiando a sus oponentes, Erdoğan pudo evitar pagar un precio por las actuales turbulencias económicas, la deficiente respuesta de su gobierno a la destrucción producida por los terremotos de febrero y las rampantes acusaciones de corrupción.
El tema más candente de la agenda política turca y que partió las aguas durante la reciente campaña electoral es el retorno de los 4,5 millones de refugiados sirios que residen en Turquía desde el comienzo de la agresión terrorista contra Siria hace ya diez años. Los refugiados ya no son bienvenidos en Turquía y constituyen ahora un grave problema, después de que los terremotos de febrero pasado acabaran con las infraestructuras que habitaban. Al costo de reconstruir barrios y ciudades enteras se suma la demanda de encontrar trabajo en medio de una grave crisis económica. En clara sintonía con el restablecimiento de las relaciones con el gobierno sirio presidido por Bashar al-Assad, Erdoğan ha empezado a construir en Siria escuelas, hospitales y viviendas, para fomentar el regreso de los fugitivos a su patria. Por el contrario, su oponente Kemal Kiliçdaroğlu propone la expulsión de los refugiados hacia Siria.
Los refugiados ya no son bienvenidos en Turquía y constituyen ahora un grave problema, después de que los terremotos de febrero pasado acabaran con las infraestructuras que habitaban. Al costo de reconstruir barrios y ciudades enteras se suma la demanda de encontrar trabajo en medio de una grave crisis económica
A las puertas de la Unión Europea (UE) desde 1991 y sin chances de alguna vez ingresar en ella, receloso de varios de sus miembros por el apoyo que prestan a la insurgencia kurda, tras haber reprimido en 2016 el golpe de estado dirigido por Fetula Gülen con apoyo norteamericano, en los últimos años el gobierno conservador turco se ha ido alejando cada vez más de Occidente, aunque sigue siendo miembro de la OTAN. Este distanciamiento se sintió mucho en la campaña electoral. No sólo la centroizquierda, la izquierda y los kurdos militaron por el candidato opositor sino también el capital financiero.
En el primer día de reapertura de los mercados tras la ajustada victoria de Erdoğan el valor de la lira turca se debilitó frente a las principales divisas. El lunes el dólar cotizaba a 20,0559 liras frente a las 19,9727 del cierre del viernes y el euro a 21,6394 contra las 21,3739 del viernes. Se trata de una cifra histórica para el país, cuya moneda ha perdido un 77% de su valor en los últimos cinco años.
Los datos se corresponden con las críticas de los economistas neoliberales contra las políticas económicas del presidente turco. “Estamos diseñando una economía centrada en la inversión y el empleo, con un equipo de gestión financiera de reputación internacional”, dijo el triunfador en su discurso de la victoria, pero reconoció que la inflación es su principal problema. No obstante, antes de las elecciones Erdoğan incrementó el gasto público aumentando los salarios de los funcionarios y cambiando la política sobre la edad de jubilación.
A pesar de los reparos ortodoxos, la economía real da señales de recuperación. El índice de confianza económica de Turquía subió en mayo al nivel más alto de los últimos 20 meses, manteniendo una tendencia al alza tras una ligera caída en febrero a raíz de los fuertes temblores. Los devastadores terremotos que sacudieron Turquía el 6 de febrero fueron los más mortíferos de la historia reciente del país. Casi 50.000 personas perdieron la vida y millones se quedaron sin hogar. Pero detrás de los problemas humanos, las consecuencias son devastadoras para la economía turca. El Banco Mundial estima los daños en más de 34.000 millones de dólares por las más de 300.000 viviendas destruidas, casi el 4% de la producción económica anual del país. Esta cifra es inferior a la estimación de la Confederación Turca de Negocios y Empresas, que estima el costo total en 84.100 millones de dólares, costos indirectos aparte.
En el primer día de reapertura de los mercados tras la ajustada victoria de Erdoğan el valor de la lira turca se debilitó frente a las principales divisas
Para acelerar la recuperación de la economía, el gobierno turco debe incentivar el crédito y la inversión contra las recetas recesivas de los neoliberales, pero también necesita paz exterior y atraer las inversiones chinas, árabes e iraníes. Con Europa en crisis y EE.UU. al borde de la recesión apenas puede contar. Por ello su política exterior mira hacia Rusia, Oriente y el mundo árabe.
Tanto la estrategia que le valió la reelección como su deseo de revivir el sueño otomano requerirán, entonces, que muestre la imagen de una Turquía fuerte hacia afuera. La normalización con Siria es el expediente más espinoso y que exige decisiones drásticas. Sin embargo, cualquier avance al respecto depende no sólo de la reconciliación con Damasco, sino también de la provisión de habitáculo a los retornados.
A principios de este mes, Ankara y Damasco acordaron proseguir el diálogo hacia la normalización en una reunión a cuatro bandas celebrada en Moscú en la que también participaron Rusia e Irán. Sin embargo, el gobierno de Assad insiste en que la retirada de las fuerzas turcas del norte de su país es una condición previa para cualquier reunión entre los líderes de ambos países. No obstante, es poco probable que Erdoğan acepte retirar sus tropas del vecino país, antes de aplastar la administración autónoma kurda en el norte, que Ankara considera terrorista.
Durante su tercer mandato como presidente, Erdoğan probablemente también impulse la construcción del llamado Corredor de Zangezur, una ruta entre Armenia e Irán que conectaría territorios azerbaiyanos y proporcionaría a Turquía un enlace directo con Azerbaiyán
Además, el mundo árabe ha comenzado a reconstruir lazos con Damasco, busca acabar con la presencia militar de Turquía y frenar la influencia de Irán en Siria. Tras readmitir al gobierno de Bashar al Assad a principios de este mes, en su declaración conjunta del 19 de mayo la Liga Árabe denunció tácitamente a Turquía e Irán, al rechazar las “injerencias extranjeras” y su “apoyo a grupos armados y milicias” en los países árabes.
Durante su tercer mandato como presidente, Erdoğan probablemente también impulse la construcción del llamado Corredor de Zangezur, una ruta entre Armenia e Irán que conectaría territorios azerbaiyanos y proporcionaría a Turquía un enlace directo con Azerbaiyán propiamente dicho en un intento por consolidar el papel de Turquía en el Cáucaso, acceder al Mar Caspio y estrechar lazos con los Estados turcohablantes de Asia Central. Para ello sería necesario normalizar las relaciones con Armenia, aplacar las tensiones con Irán y mantener el diálogo con Rusia.
Recep Tayyip Erdoğan tuvo un éxito sensacional al ser reelecto por segunda vez y ha fracasado la estrategia occidental para dividir Turquía e instaurar allí un régimen adicto que cierre a Rusia el paso por los estrechos, desestabilice el Cáucaso, contenga a Irán y subvierta Siria. Sin embargo, mientras el reelecto presidente no consiga relanzar la actividad económica y distribuir equitativamente sus frutos entre las clases y las regiones de este diverso país, la agudización de las fracturas culturales e ideológicas internas seguirá favoreciendo la penetración occidental. Con el triunfo de Erdoğan un poco de calma ha vuelto al puente entre Europa y Asia, pero falta mucho para saber si será una tranquilidad momentánea o duradera.
Eduardo J. Vior é um veterano sociólogo e jornalista independente, especialista em política internacional, professor do Departamento de Filosofia da Universidade de Buenos Aires (UBA).
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