Fuente: Cubadebate
Si las próximas elecciones en Brasil transcurren democráticamente en 2018, dice Dilma Rousseff, “estoy segura que Luis Inácio Lula da Silva gana”. Pero la presidenta derrocada hace cerca de un año mediante un golpe parlamentario no es muy afecta a hacer pronósticos. Acto seguido agrega un toque de alerta: “a no ser que por medios neogolpistas se invalide un proceso de elección libre, directa, donde se respete el voto popular”. Por un breve momento se le escucha desalentada: “el fantasma del golpe de Estado sigue rondando Brasil”.
En su entorno, a Dilma Rousseff la siguen llamando señora presidenta. Hace un año, en Brasilia, se echó a andar la maquinaria del Congreso para desaforarla y destituirla, con acusaciones nunca comprobadas de corrupción. Actualmente, los grandes consorcios mediáticos brasileños evitan entrevistarla. “Hoy, parte de los medios, la red O Globo principalmente, están cerrados para mí. Para hacerme escuchar he tenido que recurrir a los medios internacionales”. Este domingo llegó a México.
La ex presidenta constitucional, abuela, economista, aficionada a la bicicleta, hace una pausa durante una gira por varias ciudades de Estados Unidos para una entrevista con el diario La Jornada. Toca media docena de temas, a veces enfática, a veces divertida, otras indignada, como cuando se refiere al entramado judicial que llevó a su derrocamiento, sin prueba documental alguna.
Y relata un episodio de “las extrañísimas cosas” que están pasando en su país.
“Tal vez desde afuera no se entienda perfectamente bien cómo es esta situación. Te doy un ejemplo. Hace algunos días, un noticiario que dura cuatro horas y media, dedicó una hora completa para hablar de las acusaciones contra Lula y contra mí. Mientras, la noticia del día era que el señor presidente ilegítimo de la República recibió un soborno de 40 millones de dólares. El sábado siguiente Michel Temer fue a otro noticiario de televisión. Y dijo esto, mientras se le veía muy cómodamente sentado ante las cámaras: la ex presidenta Dilma no hubiera sido sometida al juicio político si ella hubiera aceptado el chantaje que le propuso el senador Eduardo Cunha (que hoy está en la cárcel sentenciado a 15 años). Fíjate: hubo una confesión pública del presidente aceptando que el golpe contra mí fue una venganza, por no haber aceptado ser chantajeada. Si te preguntas, ¿esto salió publicado en algún periódico? ¿En redes sociales, en las revistas, en algún otro noticiario de televisión? No. Sólo al día siguiente los medios mencionaron el tema de la venganza. Pero en poco tiempo el tema desapareció completamente”.
Durante la conversación, Dilma Rousseff enfatiza el tema de la misoginia, que fue una de las cartas que los golpistas usaron en su contra para debilitarla políticamente.
Analiza la nueva correlación de fuerzas en América Latina, donde Brasil y Argentina, otrora grandes jugadores, ya no tienen influencia. “No voy a hablar de Argentina, que no es mi país. Pero de Brasil sí. Brasil está con la cabeza baja y mientras siga así no será respetado”.
Desestima la posibilidad de que el gobierno de Barack Obama hubiera jugado alguna parte en el golpe. “La élite política brasileña, intrínsecamente golpista, no necesita esa ayuda. No creo que su gobierno estuviera involucrado; pero, por otra parte, creo que Estados Unidos pudo haber tenido información, por la forma como espiaba a nuestro gobierno”.
Pero, sobre todo, habla de sus preocupaciones por el futuro inmediato de su país. “Brasil está viviendo un proceso acelerado para imponer un Estado de excepción, con medidas específicas que corroen la democracia. ¿Con qué resultados? Pues que lejos de desacreditar a Lula su popularidad ha crecido. Porque la gente ya no cree en esa campaña. La gente está percibiendo las contradicciones en esta posverdad, por decirlo como se usa ahora. Los índices de aceptación del gobierno son muy precarios, de alrededor de 5 por ciento”.
Blanche Petrich: ¿Considera que Michel Temer, ultraconservador, neoliberal ortodoxo, podrá desmantelar el proyecto de bienestar social que construyeron usted y el ex presidente Lula durante 13 años?
Dilma Rousseff: En Brasil se dio el golpe para desmantelar las políticas sociales y de desarrollo y para encaminar al país, política, social y económicamente, hacia el neoliberalismo. Se han eliminado las políticas sociales, se ha vendido el patrimonio público, se han desmantelado algunas empresas estatales.
Por ejemplo, el Congreso ilegítimo aprobó una enmienda que congela durante 20 años el gasto en salud y educación. Es una medida que evidencia su carácter eminentemente autoritario, y más que eso inconstitucional. Esta legislatura privó a los cinco congresos futuros del derecho de decidir cómo, dónde y cuándo se gastan los recursos públicos. Con esto lograron dos cosas: quitaron el acceso al financiamiento público a los pobres y a las clases medias. Y quitan cualquier poder de decisión a los gobiernos futuros.
Por otra parte, ellos ya empezaron a vender el patrimonio nacional, los recursos petroleros, las tierras, a quien quiera que venga, incluso a los capitales extranjeros.
Así que, como usted puede ver, es un cuadro bastante grave. ¿Pero qué es lo que está pasando? Que todo este retroceso que estamos viviendo ocurre en medio de una gran contradicción.
En la medida en que se acercan las elecciones del año próximo la situación se vuelve más difícil para estos senadores y diputados que optaron por su suicidio político cuando aprobaron las reformas antipopulares. Al mismo tiempo hay un desgaste inmenso del gobierno.
Por otra parte, sube la popularidad y la aprobación hacia la figura del presidente Lula da Silva. Eso ha creado una situación de pausa.
Entonces, mi respuesta es: sí están logrando desmantelar lo que fue nuestro proyecto, pero al mismo tiempo hay una lucha en curso, una gran lucha popular. Por tanto, desmantelar todo no será algo fácil.
¿Frenar la corrupción, o la lucha anticorrupción?
Blanche Petrich: Entre tanto, transcurre toda esta avalancha de acusaciones y juicios por corrupción que han alcanzado ya a ocho ministros, 24 senadores, 39 diputados federales, tres gobernadores y un juez del tribunal de la cuenta pública. Me imagino que esto representa también un freno importante al intento del gobierno de facto de dar marcha atrás a todo…
Dilma Rousseff: Sin duda. Cuando ellos dieron el golpe lo hicieron en torno a tres lógicas. La primera de ellas, de género. Usaron todos los estereotipos. La mujer es débil, el hombre es fuerte. La mujer es frágil desde el punto de vista emocional, el hombre es sencillo. La mujer es obsesivo-compulsiva frente al trabajo, el hombre es un trabajador emprendedor.
Pero el motivo principal fue evitar que las investigaciones anticorrupción que estaban en curso llegaran a ellos. Esto es importante destacarlo, porque nunca queda claro que fueron precisamente las condiciones legales e institucionales que impulsó primero el ex presidente Lula y después yo misma para avanzar en la lucha anticorrupción.
Hoy sabemos, porque el propio señor Temer lo ha dicho, que la razón por la que me derrocaron fue una venganza, precisamente porque no impedí que avanzaran las investigaciones contra la corrupción. Tampoco las impidió el ex presidente Lula en su tiempo.
En la medida en que las investigaciones avanzaron, se reveló un entramado de corrupción gigantesco que involucra a otros actores. Pero nos siguen señalando a nosotros. A Lula, por ejemplo, el procurador lo acusa. Se le piden pruebas y él solo responde que no tiene pruebas, que no las necesita; que tiene convicciones. Y a partir de sus convicciones está decidido a impedir que Lula sea candidato.
Ahora se sabe que los expedientes de la corrupción alcanzan a muchos más. Ahora todos los dirigentes de los partidos son acusados de recibir dinero del exterior para sus campañas. Y a mí nadie puede decirme que recibí dinero del exterior, ni para mi campaña electoral ni para mi enriquecimiento personal.
Blanche Petrich: Lo más reciente son los señalamientos del entramado Odebrecht. Cuando el escándalo está afectando ya seriamente a Michel Temer, surgen declaraciones que quieren involucrarlos, a usted y a Lula. Ustedes aseguran que no hay ninguna prueba que lo sustente.
Dilma Rousseff: Ninguna. Es muy fácil hablar y acusar sin necesidad de comprobar nada. ¿Me informaron de la entrada de esos recursos (de la empresa Odebrecht a su campaña) por escrito? No. ¿Me lo informaron verbalmente? No. En cuanto a las acusaciones contra el presidente Lula, ya habían salido a la luz, ya todo estaba aclarado.
Después de casi un año de investigaciones, ¿qué se descubre? Que esa contribución ilegal había sido para el Partido del Movimiento Democrático del actual presidente Temer y que el cheque nominal en cuestión fue emitido para él. ¿Y qué dijo el delator? Simplemente me equivoqué, no hubo propina, no hubo soborno. Cuando nosotros pedimos que esta declaración fuera anulada, porque se comprobó que faltó a la verdad y cometió perjurio, nos denegaron la anulación y la declaración fue archivada.
El gigante del Cono Sur, con la cabeza baja
Blanche Petrich: Brasil tiene una gran influencia en la región latinoamericana. Por la vecindad con Argentina y por las similitudes en las políticas de Michel Temer y Mauricio Macri, presidente de Argentina, el otro gran jugador en la zona, ¿qué impacto tiene este giro a la derecha en las relaciones regionales? ¿Usted está de acuerdo con la idea generalizada de que en América Latina llegó a su fin el ciclo progresista?
Dilma Rousseff: Lo que yo diría es que el ciclo progresista está sufriendo un grave ataque de los grupos conservadores y de los presidentes Macri, que llegó a la presidencia mediante elecciones, y de Temer, que llegó por medio de un golpe parlamentario con crimen de responsabilidad. Ellos comparten uno de los más violentos retrocesos en la historia de América Latina.
Nosotros teníamos un programa de relación interregional basado, primero, en el fortalecimiento de América Latina como un gran jugador internacional en un continente extremadamente desigual que llegó a tener a un grupo de gobernantes progresistas. En este momento se logró inequívocamente reducir la desigualdad, se hizo un gran esfuerzo para crecer y generar empleos, se logró recuperar parte de la industria perdida en décadas anteriores.
Este grupo de gobernantes vio en el fortalecimiento del mercado regional un gran factor de crecimiento. Actualmente estos dos gobiernos no están contribuyendo al crecimiento económico de la región, al contrario, están deprimiendo las economías.
Nosotros también vimos América Latina como un espacio de entendimiento multilateral, de respeto en medio de las diferencias. Porque las diferencias existen, políticas e ideológicas. Pero aun así conseguíamos tener una política común dentro del respeto a la democracia y a la soberanía de cada uno de los diferentes países. Ese proceso fue interrumpido.
Hoy día esta relación interregional no está entera. No están enteros ni la Unión de Naciones Suramericanas, ni el Mercado Común del Sur ni la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, los tres organismos que en ese periodo crecieron bastante.
No hablo de Argentina, porque no es mi país, pero de Brasil sí. Lo que ha hecho el actual gobierno es encuadrar su política exterior a un enfoque unilateral clásico. Dejó de ser relevante dentro del BRICS (bloque de potencias medias, formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Brasil está con la cabeza baja y mientras siga así no será respetado.
¿Hubo mano negra de Estados Unidos en Brasil?
Blanche Petrich: En el caso del golpe parlamentario en contra de usted, ¿piensa que hubo intervención de Estados Unidos?
Dilma Rousseff: La élite política brasileña no necesita de ninguna forma a Estados Unidos para dar un golpe de Estado. Ellos –porciones de la clase empresarial, segmentos de los grandes medios oligopólicos, que hoy dominan Brasil y que fueron elementos centrales del golpe, y las fuerzas constituidas en los partidos del Movimiento Democrático y de la Social Democracia Brasileña– son intrínsecamente, históricamente, golpistas. Tienen una tradición ultraconservadora y han dado golpes de Estado y golpes de facto. Por ejemplo, lo que hicieron durante el periodo final de Getulio Vargas, que lo llevó al suicidio.
No tengo evidencias ni creo que la administración del presidente Barack Obama estuviera involucrada en un acto de este tipo. Por otra parte, creo que pudo haber tenido información. Principalmente por el delicado caso de espionaje que hizo la agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) a Petrobras y que conocimos por las informaciones del señor Snowden. Tenemos documentado ese espionaje: para qué fue, cómo fue y cuáles fueron sus frutos. Lo que sí creo es que más adelante en este proceso nos quedará más claro cuál pudo haber sido la relación de Estados Unidos con este golpe.
2018 y el fantasma golpista
Blanche Petrich: En las encuestas que se publican estos días se da una gran ventaja a Lula como vencedor de las elecciones de 2018. ¿Ve posible el regreso de Lula y de usted al escenario político de Brasil? ¿No les afectan las nuevas declaraciones de los implicados en el caso Odebrecht, que ahora intentan inculparlos?
Dilma Rousseff: Desde hace dos años estamos sometidos a una violenta campaña. En mi caso, el juicio político. En el de Lula estamos viendo un intento salvaje de deconstrucción de su imagen. ¿Porqué? Por que Brasil está viviendo un proceso acelerado para imponer un Estado de excepción, con medidas específicas que corroen la democracia. ¿Con qué resultados? Pues que lejos de desacreditar a Lula su popularidad ha crecido. No sé qué va a pasar en el futuro. Lo que sí puedo decir es que no tengo dudas de que, si hay elecciones en cualquier momento, de hoy a dentro de dos años, Lula será el ganador. Pero del mismo modo digo que el fantasma de un golpe de Estado sigue rondando a Brasil.
Yo sostengo que hubo un elemento mediático fortísimo en este golpe. Y la intención es advertir a cualquier gobierno futuro que quiera introducir una regulación económica a la operación de los medios de comunicación. No se pretendía una regulación de contenidos, que en efecto es una actitud dictatorial, una forma de reprimir la libertad de prensa. Hablamos de regulación económica en los medios, que tiene otro objetivo. Intenta regular la libre competencia y acabar con los monopolios.
Blanche Petrich: ¿Porqué en su gobierno, o el de Lula, no hubo reformas para controlar los poderes monopólicos de las empresas mediáticas?
Dilma Rousseff: Durante mi segunda campaña discutimos qué hacer con esto. Pero el señor Eduardo Cunha ganó las elecciones legislativas para ser presidente de la cámara. Y entonces, para disminuir las críticas que él recibía desde los medios, negoció con algunos de estos empresarios de medios. Prometió que a cambio de que lo dejaran de criticar, él detendría cualquier iniciativa del gobierno para regular económicamente a los medios.
Blanche Petrich: A partir de su destitución, hubo movilizaciones muy grandes, fuertes, numerosas. Pero tampoco de eso se habló en los medios.
Dilma Rousseff: Sin duda. Los movimientos sociales salieron a protestar antes, durante y después del golpe. Esas manifestaciones fueron escondidas sistemáticamente.
La hora acordada para la entrevista telefónica se agota. Dilma Rousseff debe correr para cubrir su agenda del día: Querida, debo colgar.
Pero antes de despedirse cierra con un tema que la obsesiona: Quiero agregar una sola cosa. En estas movilizaciones contra el golpismo, las primeras en salir fueron las mujeres. Porque ellas fueron una parte importante de mi gestión. Al contrario de lo que es este gobierno, que tiene un gabinete conformado sólo por hombres viejos, ricos y blancos, en mi gobierno hubo muchas mujeres en los ministerio y aplicamos políticas que las beneficiaron mucho, como Bolsa Familia. También hicimos una gran campaña en contra de la violencia contra las mujeres. Temer recortó todo esto desde el primer momento. Por eso fueron ellas las que salieron primero.
(Tomado de La Jornada)
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