por Vicky Peláez, en Sputnik
La Corte Superior del Condado de Fresno (California, EEUU) asestó un duro golpe a los llamados ‘Cuatro Jinetes del Apocalipsis OGM’ (Organismos Genéticamente Modificados).
Si eres propietario de las semillas, como Monsanto, la alimentación del mundo está en tus manos
La juez Kristi Culver Kapetan rechazó una demanda legal de Monsanto Chemicals, que trató de impedir que el estado de California agregue glifosato usado en el herbicida Roundup a la lista de sustancias químicas cancerígenas. Esto significa que, en un año, todos los productos que contienen el Roundup deben ser etiquetados como sustancias que producen cáncer.
Tanto Monsanto Chemicals como DuPont, Syngenta y Dow Chemicals, pertenecientes al grupo de ‘Jinetes del Apocalipsis OGM’, están usando herbicidas a base de glifosato como un componente obligatorio para comprar semillas OMG. Estas semillas tienen una tolerancia a los herbicidas gracias a una forma de insensibilidad al glifosato del gen codificado para el enzima atacado por el herbicida.
La sentencia de la juez Kristi Culver Kapetan se anuncia en el momento de mayor actividad de las transnacionales biotecnológicas, que tratan de imponer al mundo entero el uso de las semillas genéticamente modificadas bajo el pretexto de “salvar al mundo del hambre”.
La realidad es completamente diferente. Por algo decía el maquiavélico Henry Kissinger aquello de “controla los alimentos y controlarás a la gente”. Los Organismos Genéticamente Modificados usados en las semillas están diseñados para ser uno de los principales instrumentos de los ‘globalizadores iluminados’ para lograr el control del mundo a través de la alimentación. El plan es a largo alcance y muy simple: al imponer las semillas tipo ‘Terminator’ (Terminador), la alimentación del mundo dependerá de la voluntad de las megacorporaciones de agronegocio y biotecnología, que serán parte de un Gobierno planetario. La nación que siga las reglas establecidas por este Gobierno recibirá semillas, y la que se oponga tendrá que pasar hambre.
A nivel micro puedo dar el ejemplo de mi padre, un agricultor tradicional que nada sabía de los productos genéticamente modificados hará unos 15 años. Recuerdo su alegría al lograr una gran cosecha de papa después de utilizar las ‘semillas mejoradas’. Dejó varios sacos de la papa cosechada para usar como semillas al año siguiente, haciendo planes para una cosecha más grande. Sin embargo, al año próximo, pese a todos los cuidados y el hermoso follaje, no había una sola papa que cosechar, pues había utilizado las semillas ‘Terminator’, diseñadas solamente para una cosecha y nadie, ni los medios de comunicación advertían a los agricultores de esta condición. Aquel año, todos los agricultores de la zona sufrieron una debacle financiera.
Ahora, el plan de dominar el mundo a través de alimentos vía semillas no salió realmente de estas corporaciones biotecnológicas, sino de las fundaciones Rockefeller, Ford, a las que se unió en los últimos años Bill & Melinda Gates Foundation.
Como sabemos el creador de la industria automotriz en Norteamérica, Henry Ford, soñaba con el dominio del mundo por parte de EEUU en alianza con Hitler. Por algo el führer alemán consideraba a Ford como “el americano más querido” e, incluso, basó varias secciones de su libro ‘Mi Lucha’ en escritos de Henry Ford. En especial en su ensayo ‘El judío internacional, el mayor problema mundial’.
A la vez, la Fundación Rockefeller financió en los años 1920 tanto en EEUU como en Alemania los estudios en eugenesia para crear una raza superior, ‘Raza Master’, que había sido el ‘Proyecto I’ de la organización. En 1939, la Fundación Rockefeller auspició el ‘Negro Project’ diseñado para Harlem (New York) por la enfermera Margaret Sanger, con el fin de “exterminar a la población negra”. Las mismas fundaciones, en compañía de las fundaciones Carnegie y Harriman, intentaron esterilizar a las mujeres puertorriqueñas e hicieron experimentos eugenésicos en Nicaragua, Guatemala y quién sabe en qué países más.
‘El Proyecto II’ de la familia Rockefeller fue bautizado como la ‘Revolución Verde’. Fue concebido después del viaje de Nelson Rockefeller a México en 1946. Aparentemente, el propósito del programa había sido orientado a la “erradicación del hambre y la pobreza”, pero su intención verdadera era reemplazar la agricultura pequeña y mediana por la agroindustria globalizada. De allí comenzó el proceso de desplazamiento forzado directa e indirectamente de los campesinos del campo a las barriadas de las grandes ciudades. Este tipo de agricultura orientada al mercado trajo grandes dividendos a los Rockefeller y a las corporaciones químicas, pues la ‘Revolución Verde’ necesitaba el uso intenso de herbicidas y pesticidas. Por eso no es de extrañar que el ‘Proyecto II’ fuera llamado a la vez ‘Revolución Química’. Aquel proceso fue utilizado por Washington también para promover sus intereses geoeconómicos a través de la comida.
Por supuesto que el hambre no fue erradicada y la pobreza, especialmente en México, que era el laboratorio de Rockefeller y sus seguidores, no disminuyó, sino que aumentó significativamente. El suelo se desgastó por el uso intensivo de los pesticidas, mientras que las corporaciones agroindustriales y químicas obtuvieron grandes ganancias, pero soñaban con más y más. De allí surgió en los años 70 la idea del ‘Proyecto III’, bautizado como ‘Revolución Genética’, promovida por la propia Fundación Rockefeller. Así se formó la no tan ‘santa alianza’ entre esta organización y los ‘Cuatro Jinetes del Apocalipsis OGM’, a la cual se unió posteriormente la Fundación de Melinda & Bill Gates. No encontraron otro pretexto para implantar el uso de las semillas con los OGM que usar una vieja y reciclada consigna: ‘Luchar contra el hambre y la pobreza’.
Sus cabilderos utilizaron millones de dólares para convencer a los países de que las semillas genéticamente modificadas serían la solución para la sobrevivencia del planeta. Tan intensiva ha sido su propaganda y el ocultamiento de las consecuencias que recuerdo la vez en que unos amigos periodistas cubanos, durante el Congreso Mundial de Corresponsales de Guerra, me comunicaron alegres que, finalmente, su país había encontrado la solución para dar un empuje a su agricultura haciendo un convenio con una compañía llamada Monsanto para el uso de los OGM.
Cuando les expliqué las consecuencias del uso de las semillas modificadas o ‘mejoradas’ en el Cusco (Perú), se les ‘cayó el alma’. Poco después, y seguramente tras una investigación, supe que Cuba había decidido convertir la isla en “productora de alimentos orgánicos y libre de transgénicos”.
Mientras los cubanos lo entendieron, la Academia de Ciencia en Rusia, China, India, Portugal, España, Brasil, Argentina y Ucrania ha sido convencida con las buenas donaciones de las megacorporaciones biotecnológicas de la necesidad de recurrir a la biotecnología en agricultura a través del uso de las semillas GM y los pesticidas tipo Roundup, que en su interpretación no son dañinos para el organismo y “menos tóxicos que la sal de la mesa”. Jamás han tomado en cuenta los resultados devastadores por uso de los OGM en la agricultura de la misma Norteamérica, donde aparecieron después de unos 10 años de uso de glifosato las súper malas hierbas de más de dos metros de altura, tan robustas que no permiten cosechar los campos. Además de glifosato, que ya tiene la categoría mundialmente reconocida como ‘probablemente cancerígeno’, hay otros componentes en el Roundup, según muchos estudios, incluyendo el del biólogo molecular Gilles-Eric Seralmi, que son más mortíferos que el propio glifosato para la salud de embriones y para las células de la placenta.
El pesticida Roundup es usado para producir cultivos Roundup Ready sin saber exactamente hasta ahora el daño que podrían causar a la salud humana. Por eso, en más de 15 países de la Unión Europea, en Rusia, China, Ecuador, Perú, etc., el uso de los alimentos con los OGM está prohibido. También hay que tener en cuenta que el empleo de los OGM para producir cultivos podría ser utilizado directamente para afectar la salud de los humanos.
El investigador F. William Engdahl ya informó hace un año que el Departamento de Agricultura de EEUU auspició el desarrollo de maíz genéticamente modificado, que contiene un espermicida, para hacer estéril el semen de los hombres. Este tipo de maíz fue producido por la compañía Epicyte en 2001, cuya tecnología fue compartida posteriormente con Syngenta y DuPont.
Lo más extraño de todo esto es que la Fundación Rockefeller y la de Bill Gates, junto con los ‘Cuatro Jinetes’ biotecnológicos, no solamente trata de imponer las semillas OGM en todo el mundo, contaminando los cultivos tradicionales, sino a la vez son los que controlan la Bóveda de las Semillas más grande del planeta a prueba de bombas, llamada popularmente ‘La Bóveda de Semillas del Juicio Final’. Está localizada en el archipiélago Svalbard, en la isla Spitsbergen (Noruega), a 1.100 kilómetros del Polo Norte. La bóveda está administrada por el Global Crop Diversity Trust, con sede principal en Bonn (Alemania). Entonces resulta que las mismas familias y corporaciones biotecnológicas que han estado promoviendo la ‘Revolución Genética’ están también controlando la bóveda de semillas, con la anuencia del Gobierno de Noruega, que les daría una ventaja geoeconómica en el caso de un desastre ecológico.
Parece que todo es muy simple, pues el mundo en algún posible momento trágico estaría a merced de los reales dueños de la Bóveda de Semillas de Svalbard, un repositorio del legado genético del planeta. Se calcula que allí están depositadas más de cuatro millones de muestras de diferentes variedades de cultivos agrícolas. El periodista de investigación James Corbett informó que, a finales de febrero pasado, la bóveda recibió 50.000 ejemplares de semillas procedentes de Benin, India, Pakistán, Líbano, Marruecos, Holanda, Estados Unidos, México, Reino Unido, Bosnia-Herzegovina y Bielorrusia (The International Forecaster, 1 de marzo, 2017).
Pero lo más trágico de todo esto es que no hay nadie que custodie a los autoproclamados custodios de nuestros alimentos, que lentamente están implantando un patrón nuevo de alimentación al mundo entero. Mientras, los ciudadanos del planeta están convirtiéndose cada vez más, por culpa de los medios de comunicación globalizados, en unos zombis asustados y obedientes.
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