por Bruno Sgarzini
La formalización del bloqueo financiero a Venezuela con el cierre de las cuentas de Citibank no debe ser separado de la salida de Kimberly-Clark, ni de la renovación de sanciones estadounidenses a funcionarios y militares venezolanos, auspiciada por Chevron Corp. Una fracción importante del poder económico global asume la vanguardia en el asedio contra el país ante la debilidad operativa de la MUD, hoy con sus principales recursos políticos agotados y en una depresión mayor que la de Sheryl Rubio.
Y no debe serlo porque la irrupción de estas tres corporaciones, que tienen entre sus accionistas a los mismos capitales financieros interesados en movilizar acciones contra Venezuela, sucede cuando el chavismo atraviesa un ciclo ascendente para estabilizar la economía con evidencias visibles, como el quiebre de la burbuja del dólar paralelo y la desaceleración de su hermana gemela: la inflación.
Ni tampoco desatender el hecho visible de qué la dinámica política interna se mueve al compás del chavismo con la MUD corriendo detrás de la Agenda Económica Bolivariana, con la presentación de la Gran Misión Abastecimiento Soberano, y factores favorables como el alza de ingresos con el aumento del barril petrolero, que permiten ir en pos de la culminación de un segundo semestre en el que se estén dando pasos firmes para resolver el nervio central del devenir político de los últimos tres años: las colas.
Por lo que el poder global entiende y comprende que el chavismo, junto a su directorio revolucionario, tiene un plan efectivo para romper el secuestro de tres años que tiene en su contra. Y no puede permitir que dé pasos efectivos para pasar de una situación desfavorable, con ribetes narrativos de “catástrofe”, a una en la que se recomponga y pueda reconectarse con la población que genuinamente, y a causa de la neurosis de la cola y la disminución de la calidad de vida, ha perdido la confianza en el Gobierno Bolivariano.
No puede hacerlo porque el secuestro de tres años no ha culminado con la población abrazando su secuestrador, ni tampoco con un artificial estallido social, una crisis humanitaria, y una dispersión total del chavismo para que, al menos, entregue el coroto por la vía pacífica. Sino que, valga repetir, el chavismo estoicamente, pese a todo y contra todo, no sólo ha resistido sino que da indicios claros de que con negociaciones de alto nivel, a lo interno y externo con instancias barreras como la mesa de diálogo de Unasur, ha descifrado la naturaleza de la guerra económica, política, cultural y mediática y da pasos para desarmarla.
Por lo que, como un manotazo de ahogado y salvador desde el exterior, el poder real pretende imponer, ya descaradamente, una hambruna y una escasez generalizada de medicamentos a través de un bloqueo financiero que dificulte la importación para el segundo semestre. Y usted recuerde que un bloqueo, sin argumento jurídico, contra un país soberano es, sin dudas, un crimen de lesa humanidad.
Nosotros los chavistas no podemos ni desconocer esta realidad, ni tampoco hacernos los desentendidos con la desesperación de Wall Street por cerrar el frente latinoamericano con Venezuela para hacerse fuerte en la arena global, porque espiritual, humana y traumáticamente hemos pasado seis meses en el que este plan se intentó imponer subiéndose a condiciones objetivas para un cambio de régimen a través del estallido social y el saqueo inducido.
Hoy más que nunca debemos comprender que estos meses, los peores y más críticos del chavismo en su historia, sin dudas, nos han servido para terminar de observar el drenaje, constante y sonante, de traidores y saboteadores internos, así como también la asimilación y entendimiento de los pasos densos y duros que el directorio revolucionario ha emprendido para convertir un repliegue ordenado en un pulso político con los poderes globales, salteando por arriba la claudicación definitiva.
Una que por más que tilden de ideológica, de traicionera al legado del Comandante por los acercamientos económicos, no es política, sino que responde al objetivo de dividir a los enemigos internos y posibilitar la estabilización de índices macroeconómicos para acceder al crédito externo con el fin de asegurar las necesidades básicas de la población, cuando Wall Street pretende evitar esto a toda costa.
Comprender esto es tan cierto como el hecho concreto de que los chavistas tendremos que activarnos alrededor de estas claves y la ofensiva cívico-militar, con Vladimir Padrino López a la cabeza, para controlar la distribución de alimentos y medicinas. Es justamente desde aquí, y no desde tristes intentos divisores, que podremos dar claves con hechos concretos a los nuestros desencantados para iniciar el necesario e indispensable proceso de reconexión con el liderazgo del presidente Maduro y el directorio revolucionario.
El punto de no retorno financiero marcado por Citibank demuestra que ningún plan, por excelente que sea, puede ser impuesto desde fuera y que el chavismo, utilizando la fuerza enemiga, no sólo muestra signos de recomposición, sino que tiene la capacidad para romper el secuestro de tres años y sentar las bases para derrotar la guerra no convencional.
De nosotros depende.
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