por redacción Misión Verdad. En Misión Verdad
El día de ayer, 26 de junio, se anunció públicamente en las páginas de las cancillerías de Argentina y Colombia la llegada de un contingente no precisado de “Cascos Blancos” a la ciudad de Cúcuta, fronteriza con Venezuela, con el supuesto objetivo de atender personas provenientes de Venezuela.
Aunque arribaron a Colombia el 23 de junio del 2018, su presencia no se hizo pública sino hasta el 26. Cuatro días después de la comunicación telefónica entre Mike Pence y el presidente electo de Colombia, Iván Duque. Y al día siguiente del inicio de la gira del Vicepresidente estadounidense por América Latina. También en el marco de la visita de algunos eurodiputados a la frontera binacional.
El contexto de presión y beligerancia internacional contra Venezuela en la que da inicio esta acción hace imposible desconectarlo de una misma operación, con la que en estos últimos días se ha escalado el cerco militar, político y mediático. A ella también se debe sumar el acuerdo firmado entre el gobierno de Estados Unidos y el de Brasil, que le permitirá al primero apoderarse de la base de Alcántara, al este de las costas venezolanas.
La resolución es el producto de un acuerdo entre los presidentes Juan Manuel Santos y Mauricio Macri. Estos contingentes deberían ubicarse en los departamentos de Norte de Santander y la Guajira, específicamente en las ciudades fronterizas de Cúcuta y Maicao.
Ubicaron su centro piloto en Cúcuta, en el estacionamiento de las oficinas de migración de Colombia a pocos metros del Puente Simón Bolívar, sitio hasta donde incluso puede llegar cualquier venezolano o venezolana residente en San Antonio del Táchira sin necesariamente emigrar de su país.
Esta primera ubicación probablemente obedezca también al hecho de que no se instale un contingente médico para, presuntamente, atender refugiados en un departamento que muere de hambre como la Guajira, pues dejaría más en evidencia el verdadero objetivo de la presencia de esta organización.
Hay que recordar que sólo entre 2012 y 2016 fallecieron 244 niños y niñas de hambre en ese departamento, y sólo en los primeros cuatro meses de 2018 han fallecido 24 niños y niñas menores de 5 años. De esta envergadura es la triste realidad que deberán obviar los Cascos Blancos para centrarse en cumplir su tarea política.
En esta acción, además de los Cascos Blancos de Argentina, participan, según el documento de las cancillerías, el Consejo Noruego de los Refugiados y la Cruz Roja colombiana. Lo que eleva el carácter internacional de la coordinación en torno a esta operación. Al sumar dos gobiernos de los países miembros del Grupo de Lima y tres organizaciones internacionales.
Los Cascos Blancos de Argentina podrían cumplir el mismo papel que los de Siria
Los Cascos Blancos de Argentina son anteriores y dicen diferenciarse absolutamente de los de Siria.
Los de Argentina, cuyo nombre está legalmente registrado, surgen en 1994 como una instancia adscrita al gobierno de ese país y son reconocidos por la ONU y por la OEA desde 1995. Mientras los llamados Cascos Blancos sirios fueron creados en Turquía en el año 2012 por James Le Mesurier, un antiguo militar del ejército británico devenido en consultor vinculado a empresas privadas de seguridad estadounidenses y posteriormente comenzaron a actuar en Siria a partir de 2013.
Los de Siria son considerados una fuerza que encubre la entrada de la OTAN en el escenario. Su papel ha sido muy importante para las operaciones de la OTAN, particularmente en la guerra mediática. Sus famosos video-montajes sobre falsos ataques químicos perpetrados por el ejército sirio, que han servido para justificar acciones militares contra el gobierno de Bashar Al Assad como el reciente bombardeo de los Estados Unidos, terminaron por conducirlos a ganar el premio Oscar el año pasado.
Sus vínculos con Al Qaeda han sido reiteradamente denunciados, además son financiados por la USAID y reciben donaciones de diversos gobiernos de la OTAN.
Por su parte, los Cascos Blancos argentinos son financiados por el gobierno de este país, la OEA y el BID entre otros. El año pasado firmaron un convenio con Luis Almagro para realizar “más tareas en conjunto” según lo dijo su presidente Alejandro Daneri. Así que, a pesar de tener orígenes diferentes, estas financiaciones y acuerdos los colocan al servicio de los mismo intereses geopolíticos.
En todo caso, la etiqueta de “Cascos Blancos” ha sido tomada para diversos equipos de este tipo (“asistencia humanitaria”) en diferentes escenarios pero en contextos similares: incluso surgieron en Venezuela, durante la fallida revolución de color en 2017 en apoyo a los mercenarios de la oposición.
La OTAN y el apoyo de los Cascos Blancos
El apoyo que los Cascos Blancos sirios han significado para la OTAN en Siria parece estar conduciendo a estos otros a emularlos. Pues esta presencia en Cúcuta se enmarca también en la entrada reciente de Colombia a la OTAN en calidad de “socio global”.
Su ubicación únicamente en las fronteras de Cúcuta y Maicao da cuenta de que su interés primordial sigue enfocado en la zona que el Comandante Chávez llamó la “media luna”.
Del mismo modo que sus homónimos sirios, los Cascos Blancos argentinos vienen a reforzar las matrices de opinión en torno a una supuesta “avalancha de refugiados de Venezuela hacia Colombia” y la “violación de derechos humanos del gobierno venezolano contra sus ciudadanos y ciudadanas”.
Sus acciones estarían dirigidas a colaborar en el expediente de intervención contra Venezuela y mantener la presión para la apertura del “canal humanitario”. También es de esperarse que su presencia movilice organismos multilaterales como ACNUR y Cascos Azules de la ONU, y finalmente puedan convertirse en camuflaje de Contratistas Militares Privadas para penetrar el territorio venezolano.
Todas estas acciones responden al interés del gobierno colombiano por generar un “falso positivo” u operación de bandera falsa, tal como lo ha estado denunciando el presidente Nicolás Maduro. Este “falso positivo” tendría como objetivo justificar el endurecimiento del bloqueo económico y el cerco político-militar contra Venezuela.
El uso mediático desproporcionado de esta operación ya puede verse en algunos medios en los cuales se llega al extremo de insinuar que lo vivido en estos tres días de permanencia en frontera, en la que no han logrado atender más de 20 personas por día, es comparable a lo que este grupo observó durante el terremoto de Haití.
Una comparación absurda que raya en lo inhumano, pero que termina de evidenciar los verdaderos objetivos de este avance sobre la frontera que apunta a dar base a la agenda (capitaneada por Luis Almagro a lo externo) que busca vincular al presidente Maduro con la ejecución de crímenes de lesa humanidad y justificar incluso acciones militares contra Venezuela.
Be First to Comment