por Jose Francisco Fernández-Bullón.
(Foto: tomada de Financial Tribune)
Puede que seamos testigos del resurgimiento de un mundo multipolar, pero de momento el sistema económico que nos oprime a todos es único: el erróneamente conocido como neo-liberalismo; y su instrumento principal de dominación y apropiación de las riquezas del planeta – a parte de la intimidación por las armas – se llama compras apalancadas.
En enero de 2017, el grupo de servicios financieros chino CITIC Ltd. y su unidad de inversiones alternativa CITIC Capital Holdings se asoció con Carlyle Group para adquirir las propiedades de McDonald en Hong Kong y China continental por una suma de hasta dos mil 0,8 millones de dólares, supuestamente para relanzar y estimular el crecimiento del gigante de la comida rápida en China a través de la concesión de franquicias. Esto significa simplemente que se disponen a alquilar la franquicia a pequeños propietarios chinos para que hagan el trabajo duro para ellos. Es preciso tener en cuenta que cuando alguien dice que va a comprar una franquicia, lo que hace en realidad es alquilarla. Como parte del acuerdo, Zhang Yichen, presidente y director ejecutivo de CITIC Capital, pasó a ocupar el puesto de presidente de la junta de la nueva compañía. X.D. Yang, director gerente y codirector del equipo de compras apalancadas del Grupo Carlyle en Asia, pasaría a ocupar el puesto de vicepresidente de la nueva compañía.
En octubre de 2008, CITIC Ltd, que es básicamente un banco, hizo apuestas no autorizadas en los mercados de divisas extranjeras y perdió mil 0,9 millones de dólares, lo que significa que los funcionarios chinos se están aficionando también a jugar a la ruleta con el dinero público.
En noviembre de 2016, dos bancos chinos y un prestamista taiwanés (Banco de China, China Merchants y el banco CTBC) se comprometieron a prestarle 630 millones de dólares a Carlyle a fin de realizar una compra apalancada de VXI global solutions.
Todos sabemos quién es el Grupo Carlyle (solía ser el grupo de la familia Bush y otros ilustres políticos del partido republicano de EEUU, no estoy muy seguro de a qué familias patricias pertenece ahora) y su penetración en el mercado chino o cualquier otro no son buenas noticias para nadie.
En la actualidad, el grupo Carlyle se dispone a invertir en el sector inmobiliario en China a través de su fondo común de compras apalancadas en Asia.
Si empresa alguna ejemplifica el fenómeno o el problema de las puertas giratorias es Carlyle: sus miembros bailan y saltan de la cámara de representantes a la junta de la compañía con una agilidad y una gracia que para sí quisiera Gene Kelly. Expertos en comprar campañas y nominaciones a cambio de favores y de información privilegiada, han marcado la pauta de lo que es la política hoy en día: poner al estado de rodillas al servicio de las grandes corporaciones; convertir a los gobiernos simple y llanamente en uno de los muchos departamentos de ésta o aquella compañía que compra a los políticos, cuyas campañas financia, para que dirijan el país en su provecho y luego los contrata.
Ahora el gigante de las finanzas, que creció gracias a las atenciones de ex-miembros de sucesivos gobiernos estadounidenses que sabían cómo hacer que la legislación jugase a su favor y que eran capaces de cambiarla a su capricho a través de sus contactos, imponen su estilo corrupto de hacer negocios en todo el mundo. En detrimento de todos, y en mayor medida que nunca, no es el talento o la formación o la capacidad lo que decide el éxito en la vida, sino la influencia que se tenga. Se trata de un sistema que cierra las puertas al verdadero ingenio y fomenta la incompetencia y el favoritismo como ningún otro, y ésa y no otra es la razón de que la ruina se cebe en la economía de todos los países.
Las compras apalancadas consisten simplemente en adquirir una empresa por medio de un préstamo solicitado a un banco. El préstamo supone con frecuencia hasta un 80% de la cantidad necesaria para adquirirla y la deuda se financia mayormente despidiendo a la mitad de la plantilla y reduciendo drásticamente los salarios en perjuicio, en muchos casos, del servicio que se brinda. Esta práctica, al margen de lo que puedan decir algunos “expertos”, no tienen otra función, en la mayoría de los casos, que concentrar la riqueza en unas pocas manos, apropiarse del trabajo de generaciones previas y transferir los bienes del estado a unos pocos especuladores favorecidos por los gobernantes. Aumentar de forma desorbitada la deuda de una compañía en apuros no sirve normalmente más que para arrojarla en manos de los banqueros que son los que reescriben las constituciones de muchos países en Occidente (como es el caso de España) y pronto lo harán también en el Este.
Que esta práctica se esté poniendo de moda en China sólo puede significar que los miembros de la clase regente en ése país se están corrompiendo a marchas forzadas y quieren emular a sus competidores occidentales y vivir de nuevo como auténticos mandarines.
Lo bueno que tienen las compras apalancadas es que no necesitas estudiar económicas para saber cómo van a evolucionar las finanzas de un país cualquiera: cuánto mayor es su volumen, mayor es la amenaza de ruina que se cierne sobre el mismo.
Hace tiempo que los “apalancadores” compraron a todo un batallón de economistas para que intentaran ocultar sus operaciones bajo una nube de palabras que no significan nada y su retórica es a menudo y desgraciadamente recompensada con algún galardón tipo premio Nobel.
Debemos extremar la precaución, sin embargo y vigilar con qué nuevo nombre los expertos en ingeniería financiera intentarán maquillar la operación (como “Private Equity” por ejemplo). Mañana podrían salirnos con cualquier otro eufemismo.
En Irán, por otra parte, como se desprende del artículo de Ismael Hosseiin Zadeh “Economía Neoliberal: la plaga de la Economía Iraní” publicado en Counterpunch, los dirigentes se han rendido al nuevo “evangelio” neo-liberal que constituye las sagradas escrituras de todos los gobiernos del mundo dispuestos a arruinar a sus ciudadanos con esa fórmula “mágica”.
El presidente Rafsanjani, que se rodeó, por lo visto, de un gran número de economistas neo-liberales de origen occidental, en especial norteamericano, que establecieron un grupo de reflexión (“Think Tank” en inglés) en apoyo del “libre” mercado (más bien cabría calificarlo de secuestrado) denominado “Instituto de Planificación e Investigación y Educación en Gestión”, jugó un papel fundamental en la transición de Irán de una economía de guerra supervisada por el estado a un modelo económico neo-liberal. El presidente Rafsanjani, se dejó asesorar, al parecer, por el Fondo Monetario Internacional a fin de que su administración acometiera su propia versión del célebre plan de ajuste estructural del FMI que resultó, como cabía esperar, en un considerable recorte de los programas sociales en Irán.
Por su parte, Hasan Rouhani, dio un fuerte empujón al credo ne-oliberal tan favorable a las clases adineradas de todo el mundo cuando ascendió al poder en 2013. Desde entonces, el sistema bancario persa, con la alegre colaboración del Banco Central Iraní, se ha dedicado a utilizar los recursos del estado, para llenar las arcas de aquellos especuladores financieros que gozan de los contactos oportunos.
Cualquiera que esté al tanto de los cambios que han tenido lugar en el sistema económico de los países occidentales puede hacerse una idea de los mecanismos empleados para alcanzar semejante objetivo. Los subterfugios son muchos, pero el principal consiste en crear dinero digital de forma ilimitada para entregárselo a amigos y parientes a fin de adquirir los bienes y empresas estatales o las de otros competidores menos afortunados, enriquecer a los mismos y empobrecer de esa forma al resto de la población. Ningún gobernante previo podía crear dinero “falso” con la rapidez y en el grado en que se realiza en la actualidad. Los conspicuos representantes de las clases privilegiadas o “enchufadas” de Occidente y, al parecer, también de Oriente están comprándolo todo con el dinero que imprimen a mansalva los bancos centrales y sus filiales supuestamente privadas. Es la gran ventaja que conlleva -para ellos- el dinero Fiat, que no está respaldado por oro, plata, ni ningún otro bien auténtico y puede crearse de la noche a la mañana en la suma que se desee y entregarse a quien sea, aunque en el momento presente siempre acabe en las mismas manos: aquellas que deseaba besar ardientemente el ministro de inteligencia iraní, Mahmoud Alavi.
Pero si algo ha quedado bien claro hoy en día es que no podemos confiar en nuestros líderes, porque ese es precisamente el significado en castellano, o uno de ellos, de la palabra latina Fiat: “Confianza”. Cuánto más crédito reciben de los bancos, menos crédito merecen.
El problema con el neo-liberalismo es que no hemos encontrado todavía un nombre que le cuadre. Ni el sistema capitalista, al menos en la forma que adoptó en Occidente en el período de posguerra, ni las propuestas liberales decimonónicas, con las semillas de libertad que llevaban en su vientre y que el neo liberalismo combate con todas sus fuerzas, son adecuados para describirlo. Esos nombres no son más que máscaras que utiliza para legitimarse. Sí que tiene mucho en común, en cambio, con los régimenes fascistas que se establecieron en Alemania e Italia en los años treinta, (hay algunas diferencias superficiales y yo diría que estratégicas entre ambos pero eso merece comentario aparte). Sistemas contra los cuales lucharon los Aliados durante años, aunque quizás sin demasiado entusiasmo, porque es posible que si no hubiera sido por el inmenso sacrificio del pueblo ruso que tuvo que luchar por así decirlo contra su propio dirigente, o sea Stalin, y contra los nazis al mismo tiempo y que veía amenazada su mera existencia física por el racismo brutal, irracional y genocida de los líderes del Tercer Reich, la segunda guerra mundial habría acabado en tablas.
Los promotores del nuevo orden neo fascista se han resistido hasta la fecha a ser categorizados como tales, pero eso podría cambiar en cualquier momento, porque estamos presenciando un escandaloso revisionismo histórico por medio del cual la figura de monstruos como Mussolini o Hitler son objeto de una progresiva exaltación y vindicación. El vigor extremo de los grupos de ultra derecha en países como Suecia o Noruega es bastante ilustrativo acerca de la amenaza a la que nos enfrentamos y es un claro síntoma de la ola gigantesca que se nos viene encima.
Es aquí en la sección de máscaras, mistificaciones y camuflajes de todo tipo, donde podemos realmente tomarle el pulso a la enfermedad neo liberal. Su estrategia no es demasiado original pero desgraciadamente parece que funciona, y consiste en robarle a las palabras su auténtico significado.
Porque el hecho es que los “predicadores” neo liberales (es decir: los abogados del nepotismo autoritario) son expertos en hacer que las palabras signifiquen lo opuesto a su auténtico significado. Democracia quiere decir ahora cleptocracia, y libertad, esclavitud y servidumbre; ausencia de gobierno, gobierno en la sombra de los bancos, y desregulación de los mercados, ausencia de reglas para los regentes convertidos en mercaderes sin escrúpulos.
El neo liberalismo reemplaza el Gran Gobierno que dice combatir y que considera derrochador e ineficiente, (pero que al menos tiene rostros y nombres), con un Gran Gobierno en la Sombra dirigido por individuos que nadie conoce y que se esconden detrás de empresas anonimas.
¿Están escenificando los líderes de China, Rusia, Estados Unidos, etc. una confrontación aparente para alimentar el nacionalismo de sus bases y justificar su rol preponderante?
Yo diría que están escenificando una confrontación aparente que conlleva una confrontación real y sangrienta en lugares como Siria, por ejemplo, por parte de sus tropas, es decir: la carne de cañón de las camarillas gobernantes.
El neo-liberalismo, (es decir: el nepotismo autoritario), es la gran mentira de nuestro tiempo y el gran enemigo de la libertad y la democracia en todas partes. Es el deber de los pocos hombres libres que quedan desenmascararlo devolviendo a nuestras palabras su sentido originario.
Jose Francisco Fernández-Bullón.
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