por Manlio Dinucci, en Red Voltaire
El ejercicio aéreo multinacional Blue Flag 2017, organizado por Israel, permitió al Estado hebreo mostrar las capacidades del armamento que produce su industria de guerra, contando para ello con el respaldo del «Programa de Cooperación Individual» de la OTAN.
Los gobernantes europeos –desde la responsable de las Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Federica Mogherini, hasta el primer ministro de Italia, Paolo Gentiloni, y pasando por el presidente francés Emmanuel Macron y la canciller alemana Angela Merkel– se distanciaron formalmente de Estados Unidos e Israel en cuanto al tema del estatus de Jerusalén. ¿Está apareciendo una divergencia entre esos aliados?
Los hechos demuestran lo contrario. Poco antes de la decisión de Trump sobre Jerusalén como capital de Israel, pero ya con esa decisión “preanunciada”, se realizó Blue Flag 2017, el mayor ejercicio internacional de guerra aérea en la historia de Israel, con la participación de Estados Unidos, Italia, Grecia y Polonia en esta tercera edición de esos juegos de guerra aérea, a los que Francia, Alemania y la India se incorporaron por primera vez.
Durante dos semanas pilotos de esos 8 países, 6 de ellos miembros de la OTAN, se entrenaron con 70 aviones en la base aérea de Ovda, en el desierto de Neguev, con ayuda de 1 000 militares como personal técnico y logístico.
Italia participó con 4 cazas Tornado del 6º Stormo de Ghedi –2 de ataque y 2 de guerra electrónica. Estados Unidos llevó siete F-16 de la 31st Fighter Wing destacada en Aviano (Italia). Dado que esos aviones están a cargo del uso de las bombas nucleares estadounidenses B-61, los pilotos italianos y estadounidenses se entrenaron seguramente, junto a los demás participantes, en la realización de misiones de ataque nuclear. Según lo informado oficialmente, tuvieron lugar más de 800 misiones de vuelo, simulando «escenarios extremos de combate, con vuelos a muy baja altitud y contramedidas electromagnéticas para neutralizar las defensas antiaéreas». En otras palabras, los pilotos se entrenaron para golpear objetivos con bombas y misiles no nucleares o nucleares.
Blue Flag 2017 mejoró «la cooperación y la rapidez operacional de las fuerzas aéreas participantes» y, al mismo tiempo «fortaleció el estatus internacional de Israel». En un artículo sobre la «diplomacia de los cazas», el diario israelí Haaretz describe como emblemática la visión de un Eurofighter alemán con la cruz de la Lutwaffe y de un F-15 israelí con la estrella de David despegando juntos por primera vez para la misma misión, o de cazas franceses que vuelven a Israel, donde fueron desplegados en secreto en 1956 para la campaña de Suez contra el Egipto de Nasser.
Haaretz concluye que «Blue Flag es la demostración de que son cada vez más los países dispuestos a comprometerse abiertamente como aliados estratégicos de Israel y a dejar de lado consideraciones políticas como la cuestión palestina. Mientras se desvanece la influencia de la diplomacia tradicional, está desarrollándose el papel de los comandantes militares en las relaciones internacionales».
Algo que se confirma con el encuentro entre el comandante de la fuerzas de combate italianas, el general Frigerio, y el comandante de la fuerza aérea israelí, el general Norkin. Ese encuentro entra en el marco de la Ley n° 94 del 17 de mayo de 2005, que institucionaliza la cooperación cada vez más estrecha entre las fuerzas armadas y las industrias de guerra de Italia e Israel.
Israel está de hecho integrado a la OTAN, en cuyo cuartel general tiene una misión oficial permanente, en el marco del «Programa de Cooperación Individual» ratificado en diciembre de 2008 –poco antes de la operación «Plomo fundido» contra Gaza. Ese programa estipula la conexión de las fuerzas israelíes, incluso las nucleares, al sistema electrónico de la OTAN.
Inmediatamente después de Blue Flag 2017, los pilotos israelíes –entrenados en los cazas italianos M-346– volvieron a bombardear a los palestinos en Gaza, mientras el primer ministro Gentiloni declaraba que «el futuro de Jerusalén, ciudad santa única en el mundo, debe definirse en el marco del proceso de paz».
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