por Miguel Angel Ferrer, en Telesur
La extrema derecha venezolana, en perfecta sintonía con Estados Unidos, está empeñada en derrocar al gobierno de Nicolás Maduro mediante un golpe parlamentario, tal como hizo la oligarquía brasileña con Dilma Rousseff. Pero en Venezuela ese camino no es tan sencillo.
Para empezar, el Tribunal Supremo de Justicia, es decir, el Poder Judicial venezolano, ha declarado a la Asamblea Nacional (el Poder Legislativo) en desacato, por lo que el conflicto político es entre la Asamblea Nacional y los otros dos poderes. Dos a uno, dirían los apostadores.
Pero además, fue muy claro que en Brasil el ejército, discretamente, tomó partido por los golpistas, mientras que en Venezuela las fuerzas armadas han asumido el papel activo de garantes del orden constitucional que pretende romper la Asamblea Nacional. De modo que la correlación de fuerzas es tres a uno contra los golpistas y su patrón, Estados Unidos.
Un tercer factor que hace más difícil el golpe parlamentario es que Maduro no ha perdido la batalla por las calles. Y a cada movilización de los golpistas ha enfrentado sus propias movilizaciones. Manifestación contra manifestación, marcha contra marcha. Y si bien es cierto que las movilizaciones antichavistas son numerosas, no es menos cierto que las del chavismo son multitudinarias.
Donde puede reconocerse que el chavismo está en desventaja frente a los golpistas es en la esfera de los medios de comunicación. Los grandes monopolios mediáticos, nacionales y extranjeros, han tomado partido descaradamente por la salida golpista. Por eso sólo suelen verse en esos medios las movilizaciones antichavistas. Pero que esas maquinarias desinformadoras, sobre todo las grandes cadenas internacionales de televisión, no reflejen la otra cara de la moneda, no quiere decir que esa otra cara no exista.
Hace unas horas, desde Montevideo, Rubén Montedónico me recordaba esa demoledora frase del gran batallador por los derechos civiles en Estados Unidos, el finalmente asesinado por la élite del poder, Malcom X (1925-1965): “Si no estás prevenido ante los medios de comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido”. Y desde que Hugo Chávez llegó al poder hace casi 20 años, esa maquinaria de odio al oprimido no ha cesado de trabajar en todo el mundo en pos del golpe que devuelva la totalidad de sus inmorales privilegios a la oligarquía venezolana, como el de disponer a su entero antojo de la riqueza petrolera del país.
Aquí, obviamente, se encuentra la médula de los esfuerzos por derrocar al chavismo: la inmensa riqueza petrolera de un país ubicado geográficamente a sólo tres horas en avión de las fronteras de Estados Unidos. ¿Cómo resignarse a perder por más tiempo esa inmensa mina de oro negro que el chavismo recuperó para el pueblo venezolano?
Frente a esos dos poderosos adversarios que son Estados Unidos y el aparato mediático trasnacional, donde la desventaja chavista es evidente, Maduro ha logrado concitar en favor de la causa bolivariana a casi la totalidad de la comunidad internacional, la que se ha pronunciado por el diálogo para resolver el conflicto en curso, descalificando de este modo la salida golpista. La postura inequívoca del papa Francisco es muestra evidentísima del nulo apoyo del planeta al golpismo y a la violencia exaltada de la oposición venezolana.
Hasta el momento, la correlación de fuerzas en pugna es favorable para el chavismo. La oposición, dividida, muy dividida, no puede ofrecer una salida pacífica. Violencia, sangre y golpismo son sus dos únicas ofertas. Y violencia, sangre y golpismo nunca han sido ofertas gratas para las mayorías.
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