por David Romero, que entrevista al activista hondureño, René Amador. En Russia Today en castellano
Un día del año 2009, poco después del golpe de Estado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya, un agente de la Interpol avisó extraoficialmente y de buena fe al activista local René Amador: “Algo puede llegar a pasarte”. Le dijo que existía una lista de personas que, cuando fuesen capturadas, no iban a pasar por ningún proceso judicial: simplemente se les llevaría a algún punto de la periferia para que fueran ejecutadas.
René estaba en esa lista. Militaba en aquel momento en la Confederación Unitaria de Trabajadores de Honduras, y ya había percibido la vigilancia sobre él, aunque todavía no se había tornado en verdadera persecución. Tomó la decisión de exiliarse a España, donde desde entonces se ha dedicado a “seguir siendo una voz y seguir resistiendo”, como el mismo explica.
Nos encontramos con él en una céntrica cafetería de Madrid. Llega contento y emocionado, trae unos regalos que acaba de hacerle su hija –dos libros– y nos confiesa que le preocupa incomodar a los clientes de las mesas cercanas, porque a él le gusta “decir las cosas claras”.
Con todo, accede a empezar la entrevista y arrancamos con una noticia de actualidad: la Organización de Estados Americanos (OEA) acaba de reconocer la legitimidad de la presidencia de Juan Orlando Hernández, incluso después de haber cuestionado la validez de los comicios presidenciales de noviembre de 2017, en los que las sospechas de fraude electoral generaron una grave crisis que se ha cobrado la vida de más de 30 personas y cuya repercusión en los medios internacionales ha sido escandalosamente escasa.
René Amador lamenta “la poca voluntad que ha tenido la OEA de mostrar lo que ha ocurrido realmente en Honduras, que ha sido un fraude electoral. La OEA ha actuado con medias tintas. Ha propuesto la celebración de nuevas elecciones sabiendo perfectamente que no están dadas las condiciones para que eso suceda”. Sobre todo, Amador denuncia que “no han querido señalar lo obvio: ¿en base a qué están sugiriendo que haya nuevas elecciones? A que saben que ha habido fraude el 26 de noviembre”.
“En realidad –profundiza el activista– con esta propuesta están queriendo dar un respiro al régimen, y esto lo consideramos lamentable. Es profundamente vergonzoso que, teniendo claro lo que ha ocurrido en Honduras, no tengan el valor de asumirlo. Y eso es porque hay mandatos más arriba de ellos. Porque su sede es Washington y porque EE.UU. está presionando para que su ‘narcogobernante’ continúe en el poder“.
En opinión de Amador, “la credibilidad de la OEA ya estaba deteriorada por el trato diferente que ha dado a algunos de sus países miembros, como Venezuela o Ecuador. Hace tiempo que esta organización dejó de ser una esperanza para los pueblos de América Latina”. Por ello concluye que “esto, simplemente, terminará de enterrar la credibilidad de la OEA, y de destruir las escasas esperanzas que algunos pueblos habían depositado en ella”.
Amador, al que en ocasiones se le humedecen los ojos cuando comenta la situación de su país, asegura que “las evidencias de fraude nunca han sido tan descaradas en ningún proceso electoral en América Latina como lo han sido en Honduras. Y eso exige una respuesta clara, y no ambigua”.
La trama oculta de la “guerra contra el narco”
Aunque contactamos con René Amador con la intención de escuchar una voz conocedora y crítica de la realidad política hondureña, nos encontramos con un hombre cuyo discurso trasciende lo nacional para señalar con insistencia los peligros a los que se expone cada pueblo en el que el neoliberalismo despliega su modelo.
Se refiere a Honduras, dolorosamente, como “un pueblo sufriendo bajo esta estrategia de la ‘guerra contra el narco’. Pero eso de ‘contra’ va entre comillas, porque sabemos como funciona: en los cinco países donde se desarrolla la ‘guerra contra el narco’, que son Colombia, Venezuela, Honduras, Guatemala y México, la intención real es convertir a estos países en patios traseros de EE.UU., que se presentan como héroes de una guerra que ha montado ellos mismos”.
“Esto que llaman la ‘guerra contra el narco’ –explica– es en realidad un negocio con cinco grandes ganancias: establecen sus bases militares y las amplían; establecen a sus dictadores; establecen el negocio de narcóticos que les es rentable por si mismo; el negocio de la seguridad, donde sus empresas se enriquecen con la venta de las armas y vehículos blindados a ambos bandos: a los gobiernos y a los narcos; y someten a los países mediante el endeudamiento que crea ese negocio de la guerra”.
“Si el narcotráfico terminara –concluye–, EE.UU. se quedaría sin los beneficios de esos cinco grandes negocios que tienen montados. Por eso no interesa acabar con el narco“.
Incluso su explicación del golpe de Estado en Honduras en 2009 es congruente con lo que acaba de exponer: “Honduras ya estaba saliendo a la luz. Bajo el gobierno de Zelaya, se alcanzó un nivel de crecimiento económico cercano al 7% que, a todas luces, llevaba camino de cancelar la deuda y terminar con la esclavitud. Entonces ya no iba a haber excusa para poder neocolonizar el país”.
“Honduras –señala Amador– es un país pequeño y nos conocemos todos. Se sabe quiénes son y quiénes han sido del bando de los narcos, y esa gente ha hablado sobre quiénes les proveían lo que necesitaban. No nos vamos a engañar, aunque ahora se haya consolidado todo el negocio en un solo narco-cartel que es el que maneja el Congreso, la Fiscalía, la Corte y todo”.
“Aunque esto se invisibilice hacia afuera –concluye el activista–, en Honduras lo sabemos bien. Y por eso queremos que se visibilice en el exterior. Sabemos que la caída de esta trama es inminente. Tarde o temprano va a ser imposible de ocultar. Algunos tenemos que denunciarlo, aunque arriesguemos mucho”.
El laboratorio del neoliberalismo
Amador considera que “EE.UU. no soporta que los países avancen si no están bajo su égida, porque entonces los pueblos abren los ojos hacia la liberación dentro de las vías democráticas, que es por donde no se nos ha permitido avanzar a nosotros”.
“Honduras –explica– es un país de tres fronteras que constituye, para EE.UU., la base militar y estratégica más importante del sur. Es un punto clave en la columna vertebral de la dominación militar estadounidense”.
En esta fase de la entrevista surge una idea central en el discurso histórico-político de René Amador, en la que basa sus vehementes advertencias globales: “Honduras es el laboratorio donde se fabrican y se implementan las estrategias que luego se aplican al resto del mundo“.
De nuevo se le humedecen los ojos a René Amador: “Esto es lo que nos ha convertido en un país tan pobre y violento. Dicen que Honduras es el país más violento de entre los que no están en guerra. Y yo digo: no, perdonen: sí estamos en guerra“. Por supuesto, se refiere a la guerra contra el narcotráfico “fabricada” por los EE.UU., y comenta que no hay “nada más parecido a Honduras que la Colombia de los años 90 que refleja la serie ‘Narcos’. La historia se repite; hay que parar esta locura”.
La invisibilización “hacia adentro”
“Prefiero explicar las cosas desde la raíz”, insiste René Amador, cuando le preguntamos por la postura de Europa frente a la crisis hondureña. No parece, desde luego, interesado en valorar posturas diplomáticas, en lamentar la falta de apoyo internacional o en descifrar un silencio político cuyo significado le parece evidente. Amador prefiere señalar el guión subyacente a esta crisis hondureña, y la manera en que pone de manifiesto la estrategia global del neoliberalismo, que él considera “criminal”.
Por eso comienza explicando que “la derecha siempre va a seguir el guión del neoliberalismo. Y el neoliberalismo pretende aplicar en Europa lo que ya ha probado en países de América Latina a los que ha utilizado como laboratorio”.
Cinco países europeos son, en opinión de Amador, las puntas de lanza de este modelo en Europa: “Portugal, España, Italia, Grecia e Irlanda. Si queremos saber hacia dónde van estos países, si no logran detener este modelo criminal, que se revise la historia de los pueblos de América Latina”.
Sin embargo, en opinión del activista, hay un agravante con respecto a esa historia: “Ahora, además tenemos un problema que no se daba antes: la invisibilización hacia adentro de cada pueblo de ese proceso“. En ese sentido, Amador considera necesario poner de manifiesto cuál es el la hoja de ruta del neoliberalismo, y para ello “hay que consolidar medios de comunicación alternativos a la invisibilización oficial, porque el cerco informativo que se construye, hecho de ‘fake news’ y de post-verdad, es un asunto gravísimo y peligroso para los pueblos y para las futuras generaciones”.
Refiriéndose al pueblo de Honduras, nuestro entrevistado recuerda que “a nosotros nos costó 17 años despertar y tomar conciencia de lo que estaba sucediendo”, y destaca que en España “se dio un despertar importante con el movimiento del 15-M, que se consolidó en un bloque político [en referencia al partido Podemos]. Llegar a tener 71 diputados en el Congreso es importante, pero ¿ahora qué?”
La crisis de la izquierda europea
René Amador muestra una emoción ambigua al referirse a este tema, una mezcla entre indignación y esperanza, y expresa su frustración al constatar que “la izquierda europea no ha sabido reaccionar por estar demasiado ensimismada en su propios problemas: no ha sabido ir más allá, no se ha dado cuenta de que si el neoliberalismo ha globalizado esta tragedia, es necesario globalizar la lucha“.
“Cada persona de izquierdas –dice Amador enérgicamente– debe ser una voz crítica y transmisora de la denuncia del modelo neoliberal: es muy importante decir en Europa que lo que está pasando ya ha sido ensayado en América Latina, y hay que pararlo, porque si no, nos puede convertir en pueblos más inseguros en los que se pueda extender el negocio de la violencia, de las armas y del miedo”.
“¿En qué momento –se pregunta el activista, casi indignado– las izquierdas europeas van a unificar y consolidar una información clara para que los pueblos tengan conocimiento de estas cosas, para que cada ciudadano, del primero al último, comprenda el abismo de destrucción al que nos llevan para luego forzarnos a aceptar su rescate?”
La paz impuesta en España
Este exiliado hondureño considera que la historia de España es significativa como ejemplo de lo que sucede con los pueblos sometidos: “El franquismo machacó tanto al pueblo que luego se aceptó una transición como un mal menor. No se puede hacer correr la sangre para luego obligarnos a aceptar la paz que nos impongan”.
Luego reflexiona: “Esa es la gravedad del asunto, que se pueden establecer paralelismos con las nuevas dictaduras modernas que estamos viviendo. Tenemos que despertar ante esa realidad y gritarlo. Si no lo hacemos, van a correr ríos de sangre. No necesitamos ser eruditos para darnos cuenta. A mí no me extraña nada lo que estamos viviendo en Europa, en España, las crisis económicas, la desigualdad…; he sufrido ya, más de una vez, las peores consecuencias de este modelo”.
En efecto, la convicción de este activista está sólidamente enraizada en su experiencia personal: “Hace exactamente ocho años que estoy en España y percibo aquí el desarrollo del problema paso a paso”. Y comparte con nosotros su diagnóstico: “Eso que llamaron recesión económica no es más que la aplicación de los programas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que ya fueron estudiados y probados en muchos países de América Latina: en Argentina, en Honduras, en México… simplemente tratan de convertirnos en países vasallos de los grandes poderes mundiales”.
La fórmula de la esperanza: la voluntad… y las mujeres
Cuando preguntamos a René Amador si, sinceramente, confía en que se pueda detener la locura sangrienta de la que nos habla, nos remite a uno de los referentes de la cultura occidental contemporánea: “Einstein no ha sido derrotado en sus teorías. Y en sus teorías sociales hay un elemento que a él, seguro, le hubiera encantado incluir en la tabla periódica: se llama voluntad. La voluntad es indestructible, puede con todo, es como una bomba atómica”.
El rostro del exiliado registra ahora un matiz de ternura y de profundidad, y habla sosteniendo una mirada relajada y directa a los ojos: “Yo no creo en los intereses del dinero, ni del poder, ni de la soberbia ni de la humillación del ser humano. Yo creo en lo que dignifica al ser humano. Y eso es la voluntad y la entrega de la vida a aquello en lo que se cree”.
Sin embargo, nos advierte: “La liberación del planeta no está en manos de los hombres. Porque hemos fracasado”.
Le preguntamos si se refiere a que necesitamos el poder de las mujeres, de lo femenino, para combatir el estado actual de las cosas… y casi no nos deja terminar la pregunta: “Yo llevo a mis abuelas adentro. Mis abuelas no pudieron enseñarme a ser más mujer porque la cultura machista de mi pueblo es tan grande que me reprimió enteramente”.
Sin embargo admite que “mis abuelas predominan en mí, en esa voluntad de sostener, de saber cómo organizar todo, de saber cómo salir adelante, de saber que la solidaridad hace posible que algo que solo daba para dos personas, milagrosamente dé para ocho”. Y explica que “el milagro de los panes y peces no es más que eso: una parábola de la solidaridad, del compartir. Y las mujeres son las verdaderas multiplicadoras de los panes y los peces“.
Una sonrisa cálida acompaña su conclusión: “En ellas, en las mujeres, los hombres tenemos que dejar el mando, la formula de organización. Si no lo hacemos, estamos jodidos, y nos podemos despedir del planeta. En la unificación de las fuerzas de la mujer, y en el respeto de los hombres por el camino ejemplar de dignidad que ellas nos muestran, está la liberación de los pueblos”.
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