por Redacción de la Fundación para la Cultura Estratégica. Editorial en Online Journal of The Strategic Culture Foundation. Traducción de Leonardo Del Grosso
Esta semana, las potencias internacionales urgieron con ansiedad a India y Pakistán a evitar una mayor escalada de enfrentamientos militares. Dado que las dos naciones han ido a la guerra en tres ocasiones durante las últimas siete décadas y ambas tienen armas nucleares, la preocupación internacional es palpable.
Los Estados Unidos se unió últimamente a los llamamientos de Rusia, China y Europa para pedir moderación, y para que los líderes indios y pakistaníes negocien una resolución para evitar un desbarrancamiento catastrófico hacia el conflicto.
El presidente estadounidense, Donald Trump, mientras se encontraba en Hanoi, la capital vietnamita, para una cumbre con el líder norcoreano Kim Jong-Un, afirmó que Estados Unidos estaba mediando para desactivar la crisis entre India y Pakistán.
“Hemos estado en el medio tratando de ayudarlos a los dos”, dijo Trump.
Incongruentemente, sin embargo, la administración Trump, de hecho, ha actuado de manera opuesta, para inflamar las recientes tensiones entre Nueva Delhi e Islamabad.
El asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, han emitido sendas declaraciones que “apoyan el derecho de la India a la legítima defensa contra el terrorismo”. Los funcionarios estadounidenses también han culpado a Pakistán por patrocinar actos de terrorismo por parte de grupos militantes en la Cachemira controlada por India. El territorio del norte de Cachemira ha sido la causa de una amarga disputa entre India y Pakistán desde que obtuvieron su independencia de Gran Bretaña en 1947.
La masacre de más de 40 soldados hindúes a principios de este mes, el 14 de febrero, en el lado indio de Cachemira, ha provocado indignación entre las más amplias masas hindúes, que reclaman venganza. El ataque suicida con bomba fue reivindicado por el grupo militante Kashmiri Jaish e-Mohammed (JeM). India afirmó que Pakistán tuvo una mano en la atrocidad a través de su apoyo a JeM, lo que las autoridades paquistaníes negaron.
El aumento de los ataques aéreos de la India esta semana en el interior del territorio paquistaní en un campo de entrenamiento de militantes -supuestamente en represalia por la masacre de sus tropas en Cachemira- representó una escalada dramática. Si la India hubiera limitado sus ataques a la zona de Cachemira controlada por los pakistaníes, las represalias podrían haberse defendido como proporcionadas. Pero la violación del territorio paquistaní unos 50 kilómetros al oeste de la histórica línea de control fue posiblemente un acto de guerra. La última vez que los aviones de guerra de la India atacaron el interior de Pakistán fue en 1971, durante la tercera y última guerra entre los dos países.
No es sorprendente que, consecuentemente, los aviones de combate pakistaníes hayan lanzado ataques contra la Cachemira controlada por los hindúes. También hubo nuevas supuestas incursiones de aviones de combate de la India, dos de los cuales, según informes, fueron derribados por la parte pakistaní. Pakistán también perdió uno de sus aviones en un enfrentamiento, pero el avión aparentemente se estrelló dentro de su territorio.
Las tensiones se han incrementado aún más con la captura de un piloto hindú por los pakistaníes, que difundieron imágenes de video de él, aparentemente herido, con un rostro ensangrentado. Eso provocó la indignación en Nueva Delhi ya que Islamabad infringió la Convención de Ginebra sobre el trato a los prisioneros de guerra. El primer ministro de Pakistán, Imran Khan, prometió devolver al piloto hindú como un gesto hacia la reducción de la escalada.
Sin embargo, las tensiones y el peligro de una guerra total continúan aumentando. Ha habido varios informes de intercambios de fuego de artillería pesada entre las fuerzas indias y paquistaníes en la frontera. Si bien ambos gobiernos dicen que no quieren una guerra, la dinámica podría explotar más allá de su control.
La disputa de Cachemira ciertamente está plagada de enormes dificultades históricas proporcionadas por el lamentable legado imperialista británico de división de territorios y personas con sumo desprecio por los derechos y tradiciones indígenas, así como por el cínico juego político partidista de la ventaja imperial. La intromisión contemporánea de Washington en los asuntos de la India y Pakistán tiene ecos del pasado subterfugio británico.
Las relaciones de Pakistán con los grupos militantes de Cachemira a quienes la India denuncia como “terroristas” son solo parte de una ecuación compleja. Otra parte de la ecuación es la militarización intensiva de la región por parte de la India y su supuesta ocupación abusiva del territorio y de los poblados que aspiran a ser parte de Pakistán. La región es predominantemente musulmana.
Para que una resolución pacífica tenga éxito, debe haber un proceso serio de desmilitarización de toda el área de Cachemira. Esa responsabilidad recae principalmente en la India.
Una cosa que ciertamente no es constructiva es la manera simplista y torpe en que Estados Unidos ha intervenido recientemente al situarse tomando la versión hindú de la narrativa. Para los altos funcionarios de la administración de Trump proclamar el “derecho de autodefensa” de la India contra el terrorismo implícito patrocinado por Pakistán es en efecto una luz verde para que Nueva Delhi lance ataques aéreos contra su vecino.
Esa imprudente defensa por parte de Washington está conduciendo, predeciblemente, a una espiral de violencia que en última instancia podría resultar en una guerra total entre dos estados nucleares.
El tono de auto-felicitación del presidente Trump sobre la supuesta mediación entre India y Pakistán está muy lejos de la realidad. Las tardías palabras de la administración Trump apelando a la “moderación” y la “calma” son desmentidas por las palabras anteriores de Bolton y Pompeo que otorgan a la India una licencia para cometer actos de guerra.
Por supuesto, ¿qué se puede esperar del lado estadounidense? La administración Trump actualmente se encuentra enfrascado en violar la soberanía de Venezuela con amenazas de invasión militar contra esa nación sudamericana. Washington ha perdido completamente su brújula sobre el derecho y las normas de conducta internacionales.
De hecho, hay razones más profundas por las que a Washington le gustaría ver estallar un conflicto entre India y Pakistán. Tal confrontación causaría grandes problemas geopolíticos para China, que históricamente es un aliado de Pakistán, pero que también recientemente se ha esforzado por establecer un acercamiento con la India. Colocar un enfrentamiento en el sur de Asia serviría al interés de Washington en desestabilizar los planes estratégicos de China y Rusia para la integración económica de Eurasia.
Los líderes políticos de India y Pakistán deben mantener la mente fría y pensar en el cuadro global más amplio. Recientemente, Narendra Modi de India y Imran Khan de Pakistán expresaron su aspiración de mejorar los lazos entre los dos estados del sur de Asia. Deben resistirse a jugar a la política para obtener beneficios políticos internos, y deben resistirse a ser manipulados por poderes externos que buscan obtener ventajas a costa de las divisiones asiáticas. La histórica espina de Cachemira puede resolverse si India y Pakistán arriban a un genuino y mutuo compromiso.
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