por Ariel Noyola Rodríguez, en Russia Today
Finalmente, el Gobierno ruso y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) llegaron a un arreglo en Viena (Austria), el pasado 30 de noviembre, para disminuir la producción de petróleo en 1,2 millones de barriles diarios, un volumen que representa aproximadamente 2% de la producción mundial. Se trata, sin lugar a dudas, de un acuerdo histórico, es la primera vez que la OPEP se anima a reducir la oferta de crudo desde 2008.
Muy pocos creyeron realmente que la OPEP lograría construir un consenso. La prensa occidental ha venido insistiendo una y otra vez que la OPEP se ha convertido en un cartel de tipo burocrático, sin relevancia alguna en la determinación de los precios. Sucede que cuando los precios del oro negro precipitaron de nuevo su caída, desde el mes de junio de 2014, Arabia Saudita se opuso a establecer un acuerdo con el resto de los integrantes de la OPEP a fin de forzar un incremento de las cotizaciones.
El principal objetivo de Riad consistía, en aquel entonces, en llevar a la quiebra a las empresas de gas y petróleo de esquisto (‘shale’) de Estados Unidos para, de esta manera, conservar su preponderancia en el mercado petrolero mundial. De este modo, la guerra de precios impulsada por Arabia Saudita contra Estados Unidos terminó por socavar dramáticamente la obtención de ganancias de las empresas petroleras. En simultáneo, la desaceleración de la economía mundial, así como la reducción de la demanda de combustibles fósiles de parte de China y otros países del Sudeste asiático, ensombrecieron todavía más las perspectivas de los beneficios.
En consecuencia, los precios del petróleo en su variedad tanto Brent como West Texas Intermediate (WTI) sufrieron una profunda caída de aproximadamente 50% a lo largo de los últimos dos años; en parte por la debilidad del panorama económico mundial, y en parte por la especulación financiera de los grandes bancos de inversión en el mercado de derivados. Durante varias jornadas, los precios incluso llegaron a rozar los 30 dólares.
Frente a crisis presupuestarias de gran magnitud, no hubo una respuesta oportuna de parte de los grandes países productores de petróleo, como Arabia Saudita. De hecho, aunque las finanzas de Arabia Saudita también sufrieron una embestida tremenda por efecto de la deflación (caída de precios) del oro negro, la Casa Saud se resistió en todo momento a abandonar la guerra de precios en contra de Washington.
Las empresas petroleras de Estados Unidos por su parte, se lanzaron de lleno a la batalla de precios a través de nuevos incrementos de sus niveles producción, con lo cual, acentuaron el desplome de los precios de los hidrocarburos. En Estados Unidos, además, la caída de los precios de la energía ha venido socavando la tasa de inflación, que hasta la fecha continúa por debajo del 2%, la tasa objetivo del banco central.
Esta situación ha provocado la quiebra de empresas norteamericanas, el cierre de decenas de pozos petroleros y la cancelación de proyectos de inversión en territorio estadounidense. Pero Arabia Saudita tampoco resultó ilesa. Las finanzas públicas de la Casa Saud se encuentran hoy en un serio predicamento. Riad ha decidido llevar a cabo la privatización parcial de Saudi Aramco, así como fuertes recortes de gasto público, provocando un enorme descontento entre su población.
La estrategia saudita orientada a disminuir la dependencia de su economía de la venta de petróleo tomará varios años; por esa razón, en esta difícil coyuntura el Rey saudita no tuvo otra opción que sumarse a la voluntad del resto de países de la OPEP y Moscú de disminuir el nivel de producción de crudo para favorecer un aumento de los precios.
La rivalidad entre Arabia Saudita e Irán fue uno de los principales obstáculos para llegar a un arreglo. La Casa Saud había rechazado reducir su producción si Teherán no hacía lo mismo. Frente a ello, el Gobierno iraní respondió que no iba a reducir su producción, sino por el contrario, luego de alcanzar un acuerdo con el Grupo 5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia, además de Alemania), esperaba por lo menos conseguir el nivel de producción previo a la imposición de sanciones. Finalmente, Arabia Saudita accedió a disminuir su producción mientras que, por el momento, Teherán no hará recortes.
El porvenir de las cotizaciones del mercado petrolero mundial está lleno de incertidumbre. La OPEP no es la misma hoy que hace 40 años, cuando llevó a cabo dos embargos petroleros durante la década de1970. Aunque la influencia de la OPEP resulta aplastante, pues posee la mayoría de las reservas petroleras mundiales, hoy juegan otros factores; el hecho de que la mayor parte de las operaciones de compra-venta de petróleo se sigan realizando en dólares, así como las operaciones especulativas de los bancos de inversión, dotan a Estados Unidos de un gran poder de influencia en la determinación de los precios.
Pese a todo, persiste la esperanza de que el acuerdo entre Rusia y la OPEP, que se pondrá en vigor a partir de 1º de enero 2017, favorezca un incremento de las cotizaciones; sin lugar a dudas, conseguir un precio por barril de petróleo entre 60 y 65 dólares será un gran alivio para los países productores en momentos de crisis para la economía mundial, pues ya un precio por encima de 100 dólares es prácticamente imposible de alcanzar en el corto plazo.
La respuesta de parte de las empresas estadounidenses será decisiva en cuanto a la evolución de las cotizaciones. Frente al acuerdo alcanzado en Viena, Washington bien puede permanecer en la inercia, o bien, aumentar el nivel de producción para contrapesar los esfuerzos realizados entre Rusia y la OPEP.
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