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Patentes, Robo de Propiedad Intelectual (PI), Piratería de Productos y Relaciones entre Estados Unidos y China

PorLarry Romanoff, 17 de Diciembre, 2019

Traducción: PEC 

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Hay un factor que ha contribuido en gran medida a la riqueza de América en la actualidad y que los libros de historia de los Estados Unidos parecen ignorar. El gobierno y las empresas estadounidenses producen hoy volúmenes de propaganda en los que acusan a China de copiar los productos o las ideas americanas, de no respetar la propiedad intelectual de ese país, pero los americanos han sido durante 200 años o más los maestros mundiales del robo de propiedad intelectual y la piratería de productos.

Durante la mayor parte de la existencia inicial de la nación, las empresas americanas copiaron libremente y sin compensación todo lo que se fabricaba en Europa. No sólo copiaban libremente, sino que el gobierno americano erigió barreras arancelarias imposiblemente altas contra los productos extranjeros, de modo que los originales de Europa tuvieran un precio demasiado alto para venderse en los Estados Unidos, mientras que los fabricantes de las copias locales, por supuesto, prosperaban. Además, ya a finales del siglo XIX, el gobierno estadounidense ofrecía a menudo recompensas en metálico de entre 20.000 y 50.000 dólares -tanto como las ganancias de varias vidas- a quien pudiera robar y copiar tecnología extranjera, como ocurrió con las máquinas de tejer telas que fueron la columna vertebral de la industria británica durante un siglo.

Cuando el gran americano Thomas Jefferson era embajador de Estados Unidos en Francia, conspiró para robar y sacar de contrabando de Italia una variedad de “arroz milagroso” cuya exportación y venta a extranjeros estaba prohibida. Jefferson fue un hombre valiente, porque a pesar de la inmunidad diplomática, el robo se castigaba con la muerte si le pillaban. Este proceso de robo se produjo con casi todos los artículos imaginables. Muchos autores ingleses se desesperaban por poder vender alguna vez en Estados Unidos sus populares obras escritas, debido a las regulaciones de importación y a los elevados aranceles, pero al viajar a América se llevaban una gran sorpresa al descubrir que sus libros estaban a la venta en todas las tiendas. Cuando Charles Dickens descubrió el alcance de la piratería de sus obras en EE.UU., escribió un libro en el que condenaba a los americanos por ladrones, libro que fue inmediatamente pirateado y puesto a la venta en todos los Estados Unidos.

Durante la mayor parte de 200 años, Estados Unidos ignoró la propiedad intelectual, las patentes y los derechos de autor de cualquier persona o empresa de cualquier nación. La verdad es que los americanos, como americanos, nunca han inventado casi nada, sus únicas creaciones nacionales han sido el hardware que podía matar a más gente más rápido y desde una mayor distancia. Pero ahora, al ser el maquinista del tren de la propiedad intelectual, las empresas americanas se han vuelto repentinamente religiosas y se han vuelto santamente posesivas, condenando a los demás precisamente por las mismas cosas que ellos hicieron tan libremente durante tanto tiempo.

Stephen Mihm escribió un excelente libro en el que trata extensamente los 200 años de violaciones de patentes y derechos de autor en Estados Unidos y el robo generalizado de la propiedad intelectual. Reconoce con perspicacia que una “marca de comercio rápida y libre” es simplemente una etapa en el desarrollo de una nación, una etapa que Estados Unidos experimentó de la misma manera que Japón hace 30 años y que China está haciendo hoy. Es sólo el cristianismo moralista que impregna la sociedad americana lo que lleva a los americanos a condenar hoy a China por algo que ellos hacían tan libremente no hace muchos años, y que siguen haciendo hoy en día. En realidad, Estados Unidos ha sido, con mucho, el ladrón más rampante de todas las naciones en la historia del mundo. (1) (2)

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