por Paul Craig Roberts. En Instituto para la Economía Política. Traducción de Leonardo Del Grosso
Después de escuchar, desde 2016, a la prensa prostituta (“presstitutes”, según el preciso neologismo en inglés. Nota del traductor) estadounidense quejarse, sin proporcionar un mero rastro de evidencias, de la intromisión de Rusia en las elecciones estadounidenses, una persona pensaría que lo último que haría Washington sería entrometerse en las elecciones de otros países.
Desafortunadamente, ese no es el caso. Washington se entromete rutinariamente, pero ahora ha ido mucho más allá de la simple intromisión. Washington ha declarado este día (23 de enero de 2019) que el presidente electo de Venezuela, Nicolás Maduro, ya no es el presidente venezolano. Washington, no el pueblo venezolano, ha decidido quién es el presidente de Venezuela. Declarando que el gobierno electo es “ilegítimo”, el presidente Trump eligió por diktat al presidente venezolano: “Hoy estoy reconociendo oficialmente al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaido, como presidente interino de Venezuela”. https://www.rt.com/noticias/449533-trump-reconoce-venezuela-oposición/
Claramente, Guaidó está en el bolsillo de Washington, de lo contario Washington no lo habría elegido.
Maduro, al igual que Chávez antes que él, ha cometido el imperdonable crimen de representar al pueblo venezolano en lugar de a los intereses corporativos y financieros estadounidenses. Washington simplemente no tolera a los gobiernos latinoamericanos que representan a los pueblos latinoamericanos. Como dijo el general de la Marina estadounidense Smedley Buttler, él y sus marines hicieron que América Latina fuera segura para la United Fruit Company y las inversiones de los bancos estadounidenses.
Entonces, ahora Venezuela tiene dos presidentes. Uno elegido por el pueblo, y uno designado por Washington. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que Washington haga esto a Rusia, China, Irán, Siria, Turquía, India?
Washington operó para acorralar y sacar del poder a la presidenta reformista de Argentina y reemplazarla con un títere de derecha de Washington.
Washington operó para acorralar, correr del poder y encarcelar a los líderes del partido reformista en Brasil e instalar a un títere de derecha de Washington.
Washington operó para deshacerse del gobierno reformista en Ecuador, instalar un títere de Washington y usarlo contra Julian Assange.
Washington interfirió en las elecciones francesas al acorralar al probable candidato socialista, Dominique Strauss-Kahn, con un cargo falso de violación que se derrumbó luego de sacar a Strauss-Kahn de la contienda.
La izquierda estadounidense culpa a Washington por el derrocamiento del gobierno de Allende en Chile, aunque mis opiniones al respecto son diferentes. Sin embargo, la acusación se ajusta al patrón.
El gobierno reformista en Bolivia también está bajo presión de Washington.
De alguna manera, el resto del mundo no se indigna por la interferencia masiva de Washington en los asuntos políticos de otros países. Incluso el ruso Vladimir Putin acepta la injerencia de Washington en las elecciones rusas y en las elecciones de Ucrania. El acoso de Washington, como el acoso de Israel, es de alguna manera aceptable por parte de países que son demasiado poderosos como para tener que aceptarlo.
Rusia estaba en línea para una base aérea en Venezuela. Bajo el pretexto de proteger la base aérea, Rusia podría colocar un regimiento de tropas de choque para proteger a Maduro mientras arresta al obviamente traidor Juan Guaidó y a todo su partido político que sirve a Washington, no a Venezuela. ¿Cómo puede gobernar Maduro cuando está rodeado de traidores leales a Washington?
China también tiene vínculos con Venezuela y podría enviar tropas para proteger sus inversiones.
Pero nada pasa.
Cuando Chávez fue elegido presidente, Washington usó a la vieja élite venezolana española aliada de Washington, que todavía controla a los medios venezolanos, para derrocar a Chávez. Pero antes de que Washington pudiera matar a Chávez, el ejército y el pueblo venezolanos intervinieron y forzaron la liberación y reinstalación de Chávez como presidente. En lugar de arrestar a los traidores, Chávez los dejó en paz y ahora han envenenado la situación para el sucesor de Chávez.
Mientras América Latina o cualquier reformador no entiendan que Karl Marx tenía razón en que no puede haber reformas, ni revolución, ni mejoras para la gente común mientras el antiguo orden quede en su lugar, Washington, no los latinoamericanos, controlará America Latina.
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